jueves, 14 de noviembre de 2019

Lo que los adolescentes esperan escuchar.



A veces, intentar comunicarse con un adolescente en crisis es una de las tareas más difíciles.
Cinco mensajes que quieren oír ¿Los pronunciamos alguna vez?

¿De qué hablamos con nuestro hijo adolescente? Quizá, lo primero que se nos venga a la cabeza sean los gritos a causa de las notas o porque el fin de semana ha llegado más tarde de lo habitual a casa. A veces, intentar comunicarse con un adolescente en crisis es una de las tareas más difíciles.
Si nos descuidamos, nuestra relación puede reducirse peligrosamente a reconvenciones y críticas…
Y, sin embargo, nuestro hijo tiene unas necesidades especiales de comunicación: espera que tomemos la iniciativa.
A lo largo de las siguientes páginas describiremos en detalle los cinco mensajes que la mayoría de los adolescentes – nuestro hijo también – están deseando oír de nuestros labios. Sus necesidades especiales de comunicación requieren de nuestra parte una postura más activa.
ORGULLO
MENSAJE PRIMERO: “Estoy orgulloso de ti”.
Con esta frase tan simple, ayudamos a construir la autoestima de nuestro hijo. Es probable que se la digamos cuando consigue algún éxito, pero un adolescente la necesita especialmente cuando falla. Estamos orgullosos de él porque es nuestro hijo… y no hacen falta más motivos. Y, sin embargo, muchos adolescentes de hoy en día pueden no tener la suerte de escuchar este mensaje a menudo.
Deberíamos estar orgullosos de nuestro hijo y reconocerle por lo que es y por los esfuerzos sinceros que hace por mejorar, sin compararle con otros y sin establecer metas arbitrarias como sacar todo sobresaliente, por ejemplo. Sentirse orgulloso de un hijo no debería de los puntos anotados en un partido de baloncesto, por ejemplo, ni de las notas conseguidas.
Puede que resulte difícil estar orgulloso de un hijo cuando toma decisiones equivocadas o cuando falla. Sin embargo, nunca, nunca, debemos permitir que se esfume el cariño. Cuando falle, no diremos: “no llegarás nunca a ninguna parte”. Un simple descuido y cuatro o cinco palabras pueden llegar a herirle profundamente. En nuestro hijo adolescente hacen el efecto de: “estoy disgustado contigo como ser humano”.
AQUÍ ESTOY
MENSAJE SEGUNDO.
“Puedes acudir a mi para que te haga falta; siempre estaré aquí para escucharte”.
Un adolescente da mucha importancia a poder acudir a sus padres cuando existen problemas; aunque exista rebeldía, en los momentos difíciles necesita tener una seguridad: “mis padres están ahí”. Sin embargo, si no le prestamos atención cuando lo está pasando mal, le estaremos dando una buena razón para que se las apañe por sí solo y busque consejo y ayuda en otros lugares.
Hay que escucharles, sin querer hablar y pontificar continuamente. Así, dejamos claro a nuestro hijo que: “Eres importante para mi”, “me preocupo de las cosas en las que tú estás interesado”, “me gusta escuchar tus ideas y opiniones”. Escuchar con atención también estimula el deseo de hablar de los hijos. Se construye un ambiente de respeto y afecto mutuo.
COMPRENSIÓN
MENSAJE TERCERO: “Quiero comprenderte”
A veces, es frustrante ser padre. Continuamente oyendo los prejuicios de los quinceañeros que afirman que somos una generación antigua y que no les comprendemos… No hay duda; es difícil comunicarse con los adolescentes.
Muchas veces, cuando nuestro hijo nos acusa de que no le comprendemos es tan sólo una manera de defenderse.
Confunde “no comprender” con “no estar de acuerdo”, por lo que no hemos de dejar que nos manipule. Si nos acusa de que no le comprendemos, hemos de decir a nuestro hijo que nos ayude: “Quiero comprenderte, cuéntame más, que sientes…”.
Si tenemos la sospecha de que lo único que ocurre es que simplemente no estamos de acuerdo con él, podemos repetir lo que nos dice, sus argumentos, sus ideas, hasta que se dé por satisfecho y entonces: “Ves que comprendo lo que quieres decir y por qué; si no es así, quiero llegar a comprenderlo. Pero me parece que nuestro problema no es de falta de comprensión sino de falta de acuerdo”.
CONFIANZA
MENSAJE CUARTO: “Confío en ti”.
Contar con la confianza de sus padres es importante para un adolescente. “Lo más dañino que me han dicho mis padres en mi vida fue que nunca podrían volver a confiar en mí”.
Nuestro hijo necesita que le digamos que nuestra confianza en él se desarrollará gradualmente en la medida que adquiera nuevos conocimientos y experiencias en esas situaciones que requieran la confianza. No podemos pretender que nuestro hijo de quince años conduzca un coche – aparte de que es ilegal – porque no tiene la experiencia necesaria que nos permita confiar en su buen juicio.
Pero hay otra razón por la que nos cuesta tanto a los padres confiar en nuestros hijos. Nos conocemos bien a nosotros mismos y, seguramente, hemos experimentado de primera mano todos los riesgos, situaciones y peligros de esta etapa. Sabemos qué fácil es ceder a las presiones del ambiente cuando no se está preparado. Esto nos previene de dar a nuestros hijos una confianza sin límites.
De hecho, no estaríamos haciendo bien nuestro trabajo de padres si permitimos que nuestros hijos se encuentren en situaciones donde el grado de riesgo es más elevado que su nivel de madurez.
CARIÑO
MENSAJE QUINTO: “Te quiero”.
A veces, podemos perder muchas oportunidades de expresar amor y cariño – y de recibirlo – sólo porque no nos lo hemos propuestos como un objetivo consciente. Y, sin embargo, es el mensaje más importante que chicos y chicas quieren oír de sus padres.
El amor es el ingrediente esencial de una familia sana. Un “te quiero”, dicho en voz alta y a menudo, nos ayuda a saber quiénes somos y por qué hemos nacido. Cuando un adolescente no está seguro del amor de sus padres, los otros cuatro mensajes anteriores no significan nada. Necesitan que le digan que les quieren y que se lo demuestren. ¿Cómo pueden estar seguros de que les quieren si nunca se lo han dicho? ¿Cómo pueden estar seguros si sus padres nunca pasan el tiempo con él?
La manera de demostrar el amor a un hijo se deletrea con estas letras: T – I – E – M – P – O. Darle regalos, proveerle de comida y ropa, mostrarle cariño de otras maneras está bien, pero también hay que estar dispuesto a perder tiempo con nuestro hijo adolescente: ir de pesca, ir de tiendas juntos…
Relacionarse, comunicarse, cuesta trabajo. Esto ocurre en el matrimonio, en la amistad… y en la relación entre padres e hijos. Con un adolescente cuesta más, porque crece y gana más independencia constantemente, y por eso puede llegar a frustrarnos. No dejemos que ocurra en nuestra familia.
PARA PENSAR
- ¿Habéis dicho alguna vez a vuestro hijo: “Hijo, ¿sabes que estoy orgulloso de ti, y no me importa nada más?” La palabra orgullo en este contexto se relaciona cercanamente con la de amor. Así, vuestro hijo sabrá que queréis decirle que estáis felices porque él es vuestro hijo.
- Cuando mejoréis vuestro modo de escuchar, vuestro hijo también aprenderá a escuchar mejor. Imaginad el impacto positivo que tendrá en la calidad de la conversación en vuestro hogar.
- Vuestro hijo adolescente necesita abrir una cuenta personal de autoestima basada en lo que es como persona, no por sus actuaciones diarias. Así, cuando falle, puede retirar de esa cuenta la cantidad necesaria. Si no tiene ese reconocimiento, puede acudir a lugares equivocados en su busca.
- No se trata de decir: “Comprendo exactamente cómo te sientes”. Suena a querer desmarcarse de sus sentimientos y querer buscar una solución rápida al problema.
- Existe el peligro de poner un nivel demasiado alto a los hijos. Si los adolescentes llegan a creer que necesitan sacar todo sobresalientes para que sus padres les acepten, pueden deducir que a sus padres sólo les importa los éxitos… no las personas. Y así, como resultado, no intentarán hacer lo mejor que puedan.
- Es importante que le ayudéis a tener esta distinción clara en la cabeza: se puede aceptar a la persona aunque no se apruebe el comportamiento. Estáis orgullosos de él, porque en vuestro hijo, pero no de lo que ha hecho, dejándole claro que vuestro enfado se refiere sólo a sus acciones, no a él como persona.
… Y ACTUAR
Podemos ser tan despistados, ocupados en tantas cosas intrascendentes, que nos olvidemos de las necesidades comunicativas de nuestros hijos. Si disponemos de una agenda de trabajo, o un calendario que veamos todos los días, podemos hacer alguna señal para recordar: “Ojo, en esta semana no he hablado con mi hijo ni una sola vez”.


miércoles, 6 de noviembre de 2019

Entrevista a Pepa Horno, experta en infancia. (Por GESTIONANDO HIJOS)


«Educar no es otra cosa que garantizar el desarrollo emocional pleno de nuestros niños y niñas»
Pepa Horno es una reconocida consultora y experta en temas de infancia. Ha llevado a cabo campañas sobre prevención y erradicación de la violencia contra los niños, organiza cursos y charlas sobre educación y comunicación positiva a padres y madres y es autora de muchos cuentos para niños y libros para padres y madres sobre el buen trato. Forma parte del equipo Espirales Consultoría de Infancia. Hablamos con Pepa sobre los retos de padres y madres y sobre las claves de una educación positiva y respetuosa (la primera, nos dice, «aunque pueda parecer paradójica, es el autocuidado» y otra es «ser pesadas» en esto de los besos, los abrazos y los ‘te quieros’). Una entrevista de las de tomar nota. 😉

¿Qué diagnóstico haces sobre la situación de las familias en España y su estilo educativo? ¿Cuáles son, en tu opinión, los principales desafíos a los que hemos de hacer frente?
Creo que las familias educan hoy en día con mayor consciencia y sensibilidad. Nadie cuestiona ya la importancia del vínculo afectivo, de la comunicación e intimidad en las familias y de la importancia de la presencia de los adultos en la vida de los niños y niñas para poder guiarlos y protegerlos. En mi opinión los grandes desafíos son el ajuste emocional con los niños y niñas, el respeto a sus tiempos y la cobertura institucional a las familias para que puedan hacerlo. Temas como el permiso de maternidad y paternidad, las políticas de conciliación laboral y familiar, o la situación de las familias en riesgo de exclusión social son retos que exigen una respuesta que dista mucho de recibirse. El equilibro entre la sobreprotección y el autoritarismo sigue siendo también un reto para las familias, así como la promoción de una igualdad real en la crianza de los niños y niñas.

¿Qué principales claves ofreces a padres y madres para educar a nuestros hijos de un modo positivo y respetuoso?
La primera clave, aunque pueda parecer paradójica, es el autocuidado. No se puede educar bien si no se está bien. Las familias deben encontrar tiempos propios para cultivar su identidad y su fortaleza emocional. Y tener cuidado con la logística. Yo suelo decir que para mí la maternidad y paternidad es amor y logística. La segunda clave es la consciencia. En la medida que sé para qué hago algo, desde dónde lo hago y sobre todo cómo lo estoy haciendo, mi actuación tendrá un sentido educativo pleno. El modo en que hacemos las cosas cambia el significado de lo que hacemos. Y ese modo muchas veces tiene que ver con la elaboración de nuestra propia historia afectiva. Y la tercera clave sería la afectividad consciente. Yo siempre le digo a las familias que sean «pesadas». No basta con querer, hay que hacer sentir querido. El afecto hay que mostrarlo y convertirlo en una pauta cotidiana en las relaciones en las familias. Abrazarse, contar un cuento, comer juntos, decir «te quiero», «qué regalo es tenerte» etc.

¿Qué actividad realizas en concreto para formar a familias en protección de la infancia y en desarrollo emocional? ¿Cuáles son las claves para trabajar con las familias el desarrollo emocional?
Trabajo brindando formación a familias y a profesionales que trabajan con familias sobre el desarrollo emocional de los niños y niñas. Las claves son las mismas que he mencionado previamente, porque educar no es otra cosa que garantizar el desarrollo emocional pleno de nuestros niños y niñas. Si pueden gestionar sus emociones con consciencia y lo logran en un marco de afectividad que les haga sentir protegidos habremos logrado la base de todo lo demás.

¿Qué retos son los más importantes de los que crees que tiene la sociedad española para que se respeten los derechos de la infancia?
Para mí el reto es tratar a los niños, niñas y adolescentes como ciudadanos de pleno derecho, y contemplar la necesidad de inversión social, política y económica en el colectivo de la infancia del mismo modo que se contemplaría en cualquier otro colectivo vulnerable. Los temas de infancia son siempre objeto de gran consenso teórico pero poca implicación real. Pero son ciudadanos aquí y ahora, cuya protección además es responsabilidad directa del Estado y de toda la sociedad. En los últimos años se ha logrado mayor sensibilidad social hacia los derechos de los niños, niñas y adolescentes pero problemáticas como la violencia contra los niños y niñas, las dificultades para lograr que sean escuchados en los procesos judiciales que les afectan, la situación del sistema educativo o los niveles de pobreza infantil son prueba de que la infancia no es aún una prioridad política, ni mucho menos económica, en nuestro país. La medida en que los niños, niñas y adolescentes de nuestro país logren el pleno cumplimiento de sus derechos es la medida de nuestro valor ético, social y político como sociedad.

Hace unos días pronunciaste una conferencia en Palma de Mallorca que lleva por título «Cuando la maternidad aísla. Criar en tribu». ¿Es el aislamiento de las familias un problema para educar de una forma positiva y sana a nuestros hijos? ¿Qué supone para ti criar en tribu? 
Es imposible criar sanamente sin una red afectiva. La red es un entorno de afectividad, de creación de vínculos afectivos y protectores, la red es un espacio de legitimidad y de consciencia, que te permite revisar tus criterios educativos y tener un apoyo para hacerlo sin sentirte amenazado, la red es un espacio de protección al que acudir cuando necesitas ayuda estás enfermo o sencillamente no llegas con la logística.

Como experta en infancia y parentalidad positiva, ¿nos podrías recomendar algún recurso interesante para padres y madres? ¿Y algún recurso para nuestros hijos sobre estos temas?
Hay un cuento que se llama «Vacío» de Anna Llenas que merece muchísimo la pena. Y es tanto para los niños y niñas como para sus familias. Y un par de blogs a los que merece la pena suscribirse: www.buenostratos.com, de Jose Luis Gonzalo, y https://disparefuturo.wordpress.com/, que lo lleva Javier Romeu.


miércoles, 30 de octubre de 2019

10 CLAVES PARA EDUCAR A LOS HIJOS

Nunca es pronto para comenzar a educarle.
CUANTO ANTES... ¡MEJOR!
Educar es una de las tareas más difíciles a las que nos enfrentamos los padres. Y, aunque no existen fórmulas mágicas, sí hay algunas cuestiones clave que tenemos que manejar con soltura. Nunca es pronto para comenzar a educarle. Estas son las reglas básicas para conseguir que tu hijo crezca feliz:

1. Un ejemplo vale más que mil sermones
  • Desde muy pequeños los niños tienden a imitar todas nuestras conductas, buenas y malas.
  • Podemos aprovechar las costumbres cotidianas -como saludar, comportarnos en la mesa, respetar las normas al conducir- para que adquieran hábitos correctos y, poco a poco, tomen responsabilidades.
  • De nada sirve sermonearle siempre con la misma historia si sus padres no hacen lo que le piden.

2. Comunicación, diálogo, comprensión…
  • Las palabras, los gestos, las miradas y las expresiones que utilizamos nos sirven para conocernos mejor y expresar todo aquello que sentimos. Por eso, incluso durante el embarazo, hay que hablar al bebé.
  • Debemos continuar siempre con la comunicación. Hablarle mucho, sin prisas, contarle cuentos y también dejar que él sea quien nos los cuente.
  • ¿Has probado a hacerle una pregunta que empiece con «Qué piensas tú sobre...»? Así le demostramos que nos interesa su opinión y él se sentirá querido y escuchado.

3. Límites y disciplina, sin amenazas
  • Hay que enseñarle a separar los sentimientos de la acción. Las normas deben ser claras y coherentes e ir acompañadas de explicaciones lógicas.
  • Tienen que saber lo que ocurre si no hace lo que le pedimos. Por ejemplo, debemos dejarle claro que después de jugar tiene que recoger sus juguetes.
  • Es importante que el niño -y también nosotros- comprenda que sus sentimientos no son el problema, pero sí las malas conductas. Y ante ellas siempre hay que fijar límites, porque hay zonas negociables y otras que no lo son. Si se niega a ir al colegio, tenemos que reconocerle lo molesto que es a veces madrugar y decirle que nosotros también lo hacemos.

4. Dejarle experimentar aunque se equivoque
  • La mejor manera para que los niños exploren el mundo es permitirles que ellos mismos experimenten las cosas. Y si se equivocan, nosotros tenemos que estar ahí para cuidar de ellos física y emocionalmente, pero con límites.
  • La sobreprotección a veces nos protege a los padres de ciertos miedos, pero no a nuestro hijo. Si cada vez que se cae o se da un golpe, por pequeño que sea, corremos alarmados a auxiliarle, estaremos animándole a la queja y acostumbrándole al consuelo continuo. Tenemos que dejarles correr riesgos.

5. No comparar ni descalificar
  • Hay que eliminar frases como «aprende de tu hermano», «¿Cuándo vas a llegar a ser tan responsable como tu prima?» o «eres tan quejica como ese niño del parque».
  • No conviene generalizar y debemos prescindir de expresiones como «siempre estás pegando a tu hermana» o «nunca haces caso».
  • Seguro que hace muchas cosas bien, aunque últimamente se esté comportando como un verdadero «trasto». Cada niño es único, no todos actúan al mismo ritmo y de la misma manera.
  • Frases como «tú puedes nadar igual de bien que tu hermano, inténtalo. Ya lo verás» transforman su malestar en una sonrisa y le animan a conseguir sus metas.

6. Compartir nuestras experiencias con otros padres
  • Puede sernos muy útil. Así, vivir una etapa de rebeldía de nuestro hijo, algo muy frecuente a determinadas edades, puede dejar de ser una fuente de angustia tremenda y convertirse, simplemente, en una fase dura pero pasajera. Frases como «no te preocupes, a mi hijo le ocurría lo mismo», pueden ayudarnos a relativizar los «problemas» y, por tanto, conseguir que nos sintamos mejor y actuemos más tranquilos.
  • Si estamos desorientados, preocupados o no sabemos cómo actuar, siempre podemos consultarlo con un profesional. No tenemos nada que perder.

7. Hay que reconocer nuestras equivocaciones
  • Tenemos derecho a equivocarnos y eso no significa que seamos malos padres. Lo importante es reconocer los errores y utilizarlos como fuente de aprendizaje.
  • Una frase sencilla como «perdona cariño, refuerza su buen comportamiento y nos ayuda a sentirnos bien.

8. Reforzar las cosas buenas
  • Está comprobado que los refuerzos positivos gestos de cariño, estímulos, recompensas resultan más eficaces a la hora de educar que los castigos. Por eso siempre debemos darle apoyo afectivo y dejar que sea él el que, según su capacidad, resuelva los problemas.
  • Los niños son muy sensibles y los calificativos como «tonto» o «malo» les hacen mucho daño y pueden afectar de modo negativo a la valoración que tienen de ellos mismos.
  • Debemos ser generosos con todo aquello que les hace sentirse valiosos y queridos. Si le premiamos con caricias, abrazos o palabras como «guapo» o «listo», estamos construyendo una buena autoestima.
  • Tan importante como rectificar sus malas conductas es reconocer y reforzar las buenas.

9. No hay que pretender ser sus amigos
  • Aunque siempre conviene fomentar un clima de cercanía y confianza, eso no significa que debamos ser sus mejores amigos.
  • Mientras que entre los niños el trato es de igual a igual, nosotros, como padres y educadores, estamos situados en un escalón superior. Desde allí les ofrecemos nuestros cuidados, experiencia, protección… pero también nuestras normas.
  • Buscar su aprobación continua para todo puede ser un arma de doble filo, ya que la amistad también es admiración y confianza y le resultará muy difícil confiar en nosotros si no sabemos imponernos.
  • Un buen padre no es aquel que cede de modo continuo y no enseña.

10. Ellos también tienen emociones
  • A veces pensamos que solo nosotros nos sentimos contrariados y que los niños tienen que estar todo el día felices. Pero también tienen preocupaciones.
  • Su mundo emocional es igual o más complejo que el nuestro, por eso conviene dar importancia a sus emociones y ser conscientes de ellas. Debemos ayudar a nuestro hijo a poner nombre y apellido a lo que experimenta y siente.



Autora: Nuria Corredor.
Asesor: Raúl Gómez, psicólogo.

jueves, 24 de octubre de 2019

Los 7 problemas que más nos preocupan de la educación actual




Se dice que los malos resultados de la educación en España son debidos a que los alumnos no estudian, que se pasan todo el tiempo en las redes sociales, no atienden, que los profesores no enseñan bien, que la política está mirando hacia otro lado o que los colegios privados solo intentan sacar dinero. Pero quizás es porque no existe una educación diaria en las escuelas basada en la felicidad, la creatividad, la iniciativa, la autonomía, los valores… Pero veamos realmente cuales son los 7 problemas que más nos preocupan de la educación actual.
Es evidente que a muchos centros educativos les preocupa el ranking tanto nacional como internacional en la que se encuentran sus escuelas, pero justamente, estas son las personas que no ayudan a esta situación educativa en la que estamos, ¿no crees?
Las instituciones, los ministros, la dirección de las escuelas, los profesores, qué más da, como bien decía Alfredo Vela, si hay un problema y te dedicas a buscar culpables, no encontrarás la solución. Hay que preocuparse menos por los resultados y más por el proceso de aprendizaje.

Los 7 problemas que más nos preocupan de la educación actual: derribar muros.

Para solucionar los verdaderos problemas de la educación, hay que derribar muchos muros, ¿nos ayudas? Para iniciar este largo proceso de cambio educativo, expongamos cuáles son los problemas existentes:
1.     Elevado índice de fracaso y abandono escolar, pero ¿por qué? Siento contaros que las respuestas que se saben son un tanto inciertas, se acusa a un rendimiento académico bajo, falta de motivación, estilos de aprendizaje poco estimulantes, además se puede mirar desde un punto económico, donde muchas familias no pueden permitirse ciertos estudios o necesitas que sus hijos se pongan a trabajar a un edad muy temprana, también es importante destacar aspectos sociales como el consumo de drogas, la delincuencia y por último la situación del mercado laboral, donde muchos alumnos abandonan viendo que por mucho que estudien no les espera un futuro mejor.
2.     Nuestro sistema condena el error, en el sistema educativo actual, un fallo te condena a que te expulsen de clase, a suspender un examen, una asignatura, que te echen del trabajo, un pequeño detalle te puede llevar a ser el mejor o no ser nadie.
3.     Educar basándose en la concepción memorística, nuestra forma de enseñar, aprender y evaluar tiene que ver con la retención y recitación de datos y conceptos. Por ello las destrezas y habilidades cognitivas se ven en un segundo plano.
4.     La educación actual no fomenta la creatividad y la curiosidad, si no que más bien la reprimen y anulan. Es necesario más autonomía, que los niños experimenten y desarrollen valores y habilidades que serán realmente útiles para un futuro.
5.     No se personaliza la enseñanza y el aprendizaje de los alumnos. No hay dos individuos iguales, todos somos diferentes y diversos. Pero no confundamos personalizada con individualizada.
6.     Los resultados de nuestro país en las pruebas internacionales (PISA) demuestran que hace falta un cambio, una modificación de nuestro sistema educativo, nos dejan al límite del promedio OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico) lo que viene siendo un 5 raspado.
7.     Las administraciones desconfían del buen hacer del profesorado. Pero la educación se imparte en las clases no en los despachos y por ello hay que dar máximo apoyo a los docentes para que puedan llevar a cabo sus metodologías y no cortar las alas a la hora de enseñar.


viernes, 18 de octubre de 2019

Los docentes también lloran. De Luis Aretio.


Todos hemos tenido una maestra o un maestro que recordamos de manera entrañable por su ternura o su paciencia; los hubo y los habrá que no, que los recordemos por su firmeza o exigencia, pero todos tienen un denominador común, todos han sido habitantes del planeta escuela.

Son personas como tú y como yo, salvo que a ellos les exigimos un extra de autocontrol, de sobre atención con cada uno de nuestros hijos y un extra de tiempo y calma ante las exigencias del sistema. Y no, no creo que sean súper héroes ni súper villanos, son seres normales y corrientes; son madres, son padres y algunos hasta abuela o abuelo. Son de carne y hueso; sienten, sufren y padecen como cualquiera.

Los docentes también lloran de pena al decir adiós a sus alumnos: te conozco, te acompaño, te guió, te cuido, te respeto y te educo, para luego decirte adiós una y otra vez. Cambian las caras, los nombres, las historias, pero todo se repite con una cadencia de ciclos entrañables, una y otra vez.

Los docentes también lloran de dolor al saberse menospreciados o agredidos tan sólo por ejercer su trabajo, de convivir con el insulto o la falta de respeto, y a pesar de ser inmerecido, soportan la carga como si fuera parte de su mochila. Os aseguro que un docente no recibe formación específica para soportar reproches. Eso no se estudia en ninguna asignatura, eso se aprende a base de experiencias a veces muy ingratas.

Los docentes también lloran de impotencia cuando ven que no consiguen sacar de sus alumnos todo lo que saben que pueden llegar a dar; y se revuelven entre técnicas de motivación, de refuerzos imaginarios, de paciencia infinita, de inventos caseros pensados para esos alumnos que no olvidan incluso estando fuera de la escuela. Eso sí que es llevarse el trabajo a casa, pero en el alma.

Los docentes también lloran de frustración; esos noveles que llegan a las aulas queriendo comerse el mundo con tal intensidad que terminan muchas veces sin  saber por qué ni cómo, pero al final es el mundo quien les ha comido a ellos. Sus expectativas más idealizadas chocan contra el muro de la rutina y del sistema, dando al traste con muchas de sus ilusiones.

Los docentes también lloran de desesperación hasta obtener una plaza definitiva, llevando siempre en la maleta el estigma de los inicios de la profesión. Aquí te toca aquí te aguantas; da igual que te venga bien o mal, que tengas hijos, proyectos o familiares que te necesiten. No importa, hay que estar disponibles, siempre disponibles.

Los docentes también lloran de amor, de alegría y satisfacción cuando cada curso sienten que su empeño ha servido para ir más allá de la didáctica académica. Cuando ven su esfuerzo en el proceso y en los resultados. Cuando en muchos casos han surgido lazos con sus alumnos o familias que traspasan de lo profesional a lo personal. Siempre hay un recuerdo especial que conecta con cada una de las personas que pasan por sus aulas. Es increíble. ¿Cómo se puede guardar tanto cariño en un sólo corazón?

Detrás de cada docente hay una historia de vida, de obstinación incluso hasta llegar a ejercer su carrera, su profesión, su decisión de vida; porque ser y dedicarse a la docencia no es una causalidad, es más bien una actitud muy premeditada.

Después de la familia directa, las educadoras y las maestras son las primeras figuras de apego de nuestros hijos fuera de casa. Con ellas se adaptan a un mundo nuevo de experiencias, de destrezas y herramientas, de fichas, de bocadillos imposibles de recomponer y de zumos desparramados sin control por el aula. Son quienes como por arte de magia adentran a nuestros hijos en el maravilloso mundo de las letras, los números, los colores y de las primeras palabras raras. Se crea entre ellos un lazo invisible trenzado a base de normas, sonrisas y mucha complicidad.

Los días viajan en el tiempo llevando la práctica docente como referente una mañana tras otra, tragando saliva, dolor de garganta, tirando del «buenos días con alegría» como si nunca les pasara nada, como si algo sobre humano les hubiera inmunizado de las penas propias y ajenas… y nada más lejos de la realidad. Soportan lo insoportable incluso a veces más allá de lo razonable, pero sólo son personas, sólo eso.

Nunca olvidemos de dónde venimos ni a quiénes debemos lo mucho que hoy somos y sabemos; porque todo lo que se enseña con cariño se conserva en la retina de los buenos recuerdos.

jueves, 10 de octubre de 2019

CUALIDADES DEL BUEN MAESTRO

”. Mi madre me da la vida,
mi padre me da el sustento,
y el maestro de la escuela,
cultiva mi entendimiento
Publio A. Cordero



Según Irina Bokova, ex Directora General de la UNESCO:
 “Los educadores… determinan, en última instancia, nuestra capacidad colectiva de innovar, inventar y encontrar soluciones para el futuro. Nada reemplazará a un buen maestro. No hay nada más importante que darles nuestro apoyo.” 
Todos coincidimos en que los buenos maestros merecen y deben ser festejados. Todos tenemos en nuestra memoria el recuerdo de algún buen maestro y estoy segura que si alguien preguntara por sus cualidades tal vez no podríamos enunciarlas, pero sabemos con certeza que fue bueno, porque aprendimos, porque lo respetábamos y admirábamos y porque de mayores queríamos ser como él. 
El maestro no sólo forma académica, física y emocionalmente a sus alumnos, sino que finalmente acabará siendo un buen ejemplo a seguir.
La figura del buen maestro siempre ha inspirado palabras sublimes e idealistas, pero en esas apologías se le atribuyen dotes casi divinas. Al mismo tiempo, se le exigen cualidades de súper hombre para poder ejercer su magisterio, cosa que no ocurre con otras profesiones Por si fuera poco, existen multitud de decálogos que enuncian las virtudes, muchas de ellas inalcanzables, que todo buen maestro debe poseer. 
Si creen que exagero, sólo hay que leer el listado de dichas cualidades que se enumeran en los perfiles de maestros de la mayoría de las instituciones educativas, que nunca van aparejadas a un reconocimiento social y económico, acorde a todas esas cualidades, aptitudes y obligaciones que se le exigen.
Pero el maestro, siendo el elemento más importante de la educación, no es perfecto ni posee todas las cualidades que se enuncian en poemascanciones o perfiles profesionales. Tiene, eso sí, algunos aspectos que son el denominador común de los que eligen esta profesión:
·         La vocación
·         El espíritu de servicio y
·         El amor a los niños. 
Reconozco también que algunos inician en estas andaduras, careciendo de los mismos, pero si son buenos maestros, no tardarán en descubrirlos y en enamorarse de la docencia.
Un maestro no es un trabajador de la educación, un técnico pedagógico o un simple funcionario, es mucho más que eso, es la persona en la cual depositamos la enorme responsabilidad del desarrollo académico, social y emocional de nuestros hijos.  Es finalmente, el que se encarga de darle seguimiento y reforzar la educación que les damos en casa y en algunos casos, suplirá la que no se da en casa.
Aquí es oportuno recordar que la primera educación, la que proporciona seguridad y autoestima y la que desarrolla el gusto por aprender se da en la familia y el maestro se convierte en un aliado invaluable de los padres.  Decía Bárbara Colorose:
Si los niños vienen a nosotros de familias fuertes, saludables y funcionales, hacen nuestro trabajo más fácil. Si ellos no vienen a nosotros de familias fuertes, saludables y funcionales, hacen nuestro trabajo más importante”.
En la actualidad, el trabajo del maestro debe adaptarse a los cambios en las familias, asumiendo, en muchos casos, la función de los padres; además de esto, deben adecuar su trabajo a un nuevo léxico pedagógico, nuevos programas y metodologías que cambian constantemente. 
Todo lo anterior, mientras es evaluado y supervisado minuciosamente por alumnos, padres y directivos, con el consiguiente reporte de evaluación en el que siempre hay cosas que mejorar. Una especie de “Cómo ser un profesor perfecto y no morir en el intento”. Es la única profesión en la que se le exige cada vez más al profesional, sin que su salario esté a la altura de esa exigencia.
Los maestros no son perfectos, es verdad, pero son conscientes de que su importante actividad los obliga a tener una sólida formación, a estudiar constantemente, leer mucho, tener una amplia cultura y sobre todo fortalecer una serie de actitudes y valores que le den la autoridad moral para ejercer, siendo no sólo el mejor profesor, sino un ejemplo a seguir.
Los buenos maestros son joyas invaluables para un centro educativo, hay que comprenderlos y apoyarlos, porque es muy fácil que caigan en el desánimo y la desesperanza. Su trabajo está en permanente contacto con las emociones y es muy estresante. Necesitan menos apologías y celebraciones y más justicia, gratitud y respeto por su labor.

"Los maestros escriben, en sus alumnos, cosas que el mundo nunca borrará" Petra Llamas García

miércoles, 2 de octubre de 2019

"Nuestros chicos no acaban de creerse que estudiar les vaya a hacer felices"

Creo que hay un problema cuyo origen se encuentra en la evolución de la propia sociedad y los modelos considerados de éxito. Si hay tantos periodistas interesados en preguntar a un futbolista por su lesión o por su valoración del partido y tan pocos que se agolpan a las puertas de otros centros de trabajo para preguntar por la jornada laboral, es que el que triunfa es el futbolista que dejó sus estudios a los 16 años y tiene un deportivo de fábula. Si la televisión consagra en el prime time a grotescos personajes descarados y mal hablados, haciendo gala del cuanto peor, mejor, es imposible que el sistema educativo apueste por el conocimiento como ascensor social o como vía de éxito personal. De José Antonio Marina me gusta mucho la frase que dice que la educación es cosa de la tribu. Nuestros chicos y chicas no acaban de creerse que estudiar les vaya a hacer felices. Tienen ejemplos que demuestran lo contrario. Sin conexión entre la acción política y los valores sociales no veo posible solucionar el problema. Mi pesimismo, no obstante, no me impide emocionarme con historias de superación personal, de alumnos y alumnas que una vez fueron fracasados escolares.

MARÍA JESÚS ROMERO | Profesora de Geografía e Historia en Secundaria, Miguelturra (Ciudad Real).