viernes, 23 de marzo de 2018

Cómo enseñar a los niños a no discriminar


Los niños no nacen sabiendo discriminar, lo aprenden
Los niños aprenden a discriminar, en ningún caso nacen sabiendo discriminar y tampoco surge la discriminación de manera espontánea. La discriminación empieza en casa. 
Si un niño discrimina a sus semejantes seguramente es porque ha observado en su entorno este tipo de conductas y las ha incorporado a su repertorio. Los niños simplemente asumen como propios los juicios de valor realizados por el contexto social en el que se desenvuelven. En Guiainfantil.com te enseñamos cómo podemos enseñar a los niños a no discriminar. 
Los niños discriminan porque lo aprenden
En mi trayectoria profesional como psicóloga he podido comprobar que los niños son mucho más tolerantes y actúan con normalidad a la hora de relacionarse con personas diferentes a ellos. 
En la mayoría de las ocasiones, en los talleres que realizo con grupos de niños, observo que rara vez los niños se tratan de manera desfavorable entre ellos por cuestiones de género, edad, religión, raza, nacionalidad, idioma, discapacidad, orientación sexual, etc.

Es importante que tengamos en cuenta que los niños no son ajenos a los problemas de discriminación y, por supuesto, los adultos tenemos que garantizarles su derecho a no ser discriminados. Tenemos la obligación de eliminar cualquier tipo de discriminación infantil si está a nuestro alcance.

Pautas para enseñar a los niños a no discriminar
- Fomentar en el hogar una educación basada en respeto, tolerancia, igualdad y aceptación de las diferencias individuales.
- Enseñar al niño a pensar, sentir y actuar de manera inclusiva.
- Poner atención para no discriminar a otras personas delante de nuestros hijos cuidando nuestras palabras y nuestros actos. Si la discriminación se aprende, el comportamiento que tengamos como padres es de vital importancia que sea ejemplar.
- Señalar al niño y corregirle si observamos cualquier señal de discriminación hacia otra personas sea cual sea el motivo.
- Enseñar al niño a ser empático con los demás.
- Favorecer que el niño tenga una mente flexible promoviendo que conozca diferentes culturas mediante viajes, películas, libros, etc.
- Transmitir la idea de que todos somos diferentes, únicos e irrepetibles pero que a pesar de nuestras diferencias nos unen muchas similitudes.
- Hacerle saber que ninguno de nosotros somos mejores ni peores que otros por tener más o menos dinero, tener la piel más clara o más oscura, ser de una nacionalidad u otra, etc. Insistir que lo que realmente nos hace mejores es ser buenas personas y hacer sentir bien a los demás.
Todas las personas somos diferentes. Por eso, no podemos pretender que todos los niños sean tratados de la misma manera. 
Ser diferente no es el problema sino que el problema surge con el uso que algunas personas hacen de esas diferencias. Muchas veces, las diferencias son utilizadas para justificar un trato peyorativo hacia el otro. Como adultos, tenemos la obligación de hacer todo lo posible para que ningún niño sea tratado de manera discriminatoria hoy en día en nuestra sociedad. 


Sofía Gil GuerreroPsicóloga General Sanitaria



jueves, 8 de marzo de 2018

Autoestima, la mejor herencia que podemos legar a nuestros hijos.

La base de la autoestima está en la confianza. Lo primero que tenemos que saber es que la confianza es una característica innata y universal, una fuerza interior que asiste en mayor o menor medida a todos los niños desde su nacimiento y les posibilita que puedan afrontar cualquier tipo de aprendizaje.

El objetivo de los padres debe ser mantener y avivar esa confianza, ese fuego sagrado, como si fueran nuevos y benefactores Prometeos, atizar la llama cada vez que sea necesario, en el momento de iniciar nuevos aprendizajes: desde atarse los cordones, hablar una lengua extranjera o encestar una pelota en una canasta.

Cuando más necesitan los pequeños de padres, entrenadores y maestros es precisamente cuando las cosas no les salen bien, momento en el que deben afianzar su confianza. Y esto se consigue a través de la palabra, que puede constituirse en el gran instrumento de aliento y reafirmación o, utilizada torpemente, también podría representar justo lo contrario. Lo que va a determinar el éxito en la vida de estos niños es justamente la imagen que tienen de sí mismos y, para captar dicha imagen, ellos se contemplan en tres fundamentales espejos: los padres, los maestros y sus iguales.

Algunas herramientas para afianzar la confianza:

Son muchas las herramientas que podemos utilizar para afianzar esta confianza, pero si tenemos que elegir una estrategia infalible esta sería la de poner todo nuestro énfasis en sus aciertos, minimizando los errores.
Debemos partir del axioma de que si un niño es más consciente de las cosas que no le salen bien que de aquellas en las que destaca, nunca desarrollará una autoestima saludable o su máximo potencial creativo, por eso hay que priorizar la atención a sus destrezas naturales sobre el tratamiento de sus dificultades y carencias.
Un ejemplo que a menudo planteamos en las sesiones de coaching es el siguiente: supongan que su hijo viene a casa con las siguientes notas al final de un cuatrimestre: Literatura 10, Ciencias Sociales 9, Biología 7 y Matemáticas 3, ¿cuál de todas estas notas atrae más su atención?

La mayoría de los padres responde lo mismo: ¡Matemáticas¡. Es evidente que el suspenso está en esta asignatura y se requiere una solución de choque para mejorar la calificación. Pero ¿debe ser la que más atención requiera, la que se convierta en el centro de nuestras preocupaciones? Si esto sucediera, ¿cuánto tiempo dedicaríamos a conversar con nuestro hijo acerca de su talento natural para las ciencias sociales y la literatura? Realmente, muy poco, con lo que magnificaríamos y haríamos crecer la preocupación, eclipsando los logros.

Acompañarlos a superar los desafíos de la vida.

Lo mejor que podemos hacer desde la más tierna infancia de nuestros hijos es crear espacios y canales de comunicación, de manera que puedan hablar distendidamente de las cosas que les preocupan, de los obstáculos que deben superar o de los desafíos que tienen ante sí.
Para que los niños se animen a ser sinceros y expresivos y que no se limiten a responder con monosílabos –sí y no– a nuestras preguntas deben percibir que estas no son cerradas y que no tienen una finalidad de vigilancia o control. Como por ejemplo: ¿Qué tal te fue en la escuela? ¿terminaste ya la tarea?

Si, por el contrario, formulamos cuestiones abiertas que den lugar al diálogo y a unas respuestas amplias en las que se puedan explayar acerca de los problemas que están enfrentando, la cosa cambia radicalmente: ¿Cuáles fueron tus mejores resultados esta semana? ¿qué te pareció lo más complicado de lo que estudiaste? ¿qué desafíos o pruebas tienes por delante los próximos días, te infunden temor o estás confiado?

Si sabemos que han vivido algún hecho particular y queremos que hablen sobre ello podemos preguntar: ¿cómo viviste esa experiencia? De esa manera, ellos también se animarán a hablar de los obstáculos que estén enfrentando. Y una buena práctica es que luego todos sugieran posibles soluciones o acciones para salir adelante. Así les enseñaremos dos actitudes clave: que es primordial expresar lo que uno piensa y siente frente a las dificultades de la vida y que es muy importante poner el foco en pensar en posibles soluciones.

Ayudarles a fomentar su autoestima.

Un componente muy importante de la autoestima es el sentido de la identidad. ¿Saben cuál es uno de los pilares que definen la identidad de un niño? El valor del atractivo físico. En una encuesta con una muestra muy grande se le hizo la siguiente pregunta a miles de chicos: Cuando piensas acerca de ti mismo, ¿qué viene a tu mente? Casi todos los niños encuestados respondieron sobre atributos o defectos físicos. Las heridas a la imagen que un pequeño tiene de sí mismo pueden empezar desde muy temprano. A veces los padres, de manera involuntaria, son los primeros en producirlas. ¿Cómo? A través de comentarios sarcásticos, irónicos, comparativos. Cualquier apodo que los padres pongamos: gorda, enano, vago, puede generar un impacto negativo en los pequeños El uso del sarcasmo y la ironía también es corrosivo para el sentido de identidad de un niño.

¿Cómo puedes saber si tu hijo tiene su autoestima dañada?

Hay ciertos indicios que pueden dar cuenta de un auto-concepto lastimado. Algunos de ellos son:

Con frecuencia usa frases negativas para referirse a sí mismo o a los demás.
Es hipersensible a la crítica y se avergüenza con facilidad.
Le falta confianza en su apariencia o destreza física.
Busca complacer a los adultos y suele depender de ellos.
Se pone incómodo frente a los elogios: los desestima, niega o se ruboriza con ellos.
Le da miedo mostrarse diferente de los demás.
A veces usa la ropa de manera exagerada: o se tapa de pies a cabeza o busca llamar mucho la atención con su forma de vestirse.

Algunas técnicas que recomendamos son:

1. Hablar mucho de sus fortalezas. Nunca demos por sentado sus talentos naturales, sus buenos gestos y actitudes y, fundamentalmente, no hagamos de sus debilidades el centro de nuestra atención. Su identidad se fortalece cuando conocen bien sus áreas más favorables.
2. Crear un espacio llamado tu tiempo: puede ser tan breve como cinco minutos. Es el momento donde nuestros hijos pueden contarnos de manera privada y sin ninguna interrupción cualquier desafío, obstáculo o preocupación que tengan. Si no los hay, tu tiempo puede ser usado para hablar de logros. Hace falta decir que en tu tiempo los teléfonos móviles no están invitados a participar.
3. Hablar de ellos de forma positiva delante de los demás. Muchos padres hacen comentarios negativos o irónicos acerca de sus hijos delante de otros. A veces, con la intención de ser graciosos frente a amigos, pueden decir cosas como: "si vieras el desorden que tiene este niño en su habitación Es un desastre". Cada vez que hacemos un comentario así frente a otros, el niño se siente expuesto y ridiculizado.
4. Animarlos a expresar sus sentimientos: permitirles llorar, enojarse, estar tristes. Preguntar para comprender, no para intentar solucionar de inmediato. Con niños chiquitos, que aún no saben poner nombre a lo que sienten, es muy útil usar cuentos. Si se siente inadecuado en un grupo nuevo de amigos podríamos leerle El patito feo y, al terminar, invitarlo a hacer una reflexión: ¿te sientes como el patito feo alguna vez?
5. Evitar, como si fuera veneno, el uso del sarcasmo, la ironía y el uso de etiquetas.

*Verónica Rodríguez Orellana Psicoterapeuta y directora en Coaching Club y Ernesto de Antonio Hernández Coordinador en Coaching Club

jueves, 1 de marzo de 2018

Las 15 necesidades de tu hijo que debes atender para que tenga una buena salud mental.


Mostrar cariño, establecer límites claros o sintonizar en el plano emocional son aspectos fundamentales
El ser humano tiene la enorme facilidad de convertir deseos (lo que quiero) en necesidades (lo que necesito). No es nada infrecuente escuchar comentarios del tipo “necesito casarme para ser feliz”, “es imprescindible para mí poder hacer un viaje a India” o “sin mi café de la mañana no soy nadie”. Aunque nos cueste creerlo, todo esto son cosas de las que disfrutamos pero que no son necesarias para la supervivencia del ser humano. Es por ello por lo que es importante que entendamos la diferencia que existe entre necesidades y deseos.
Podemos decir que las necesidades son básicas para la supervivencia de cualquier ser humano. Las necesidades se ubican en la base de la famosa pirámide que describió Abraham Maslow, donde encontramos, además de las necesidades fisiológicas como la alimentación, la hidratación y el descanso, las necesidades emocionales o afectivas. De este tipo de necesidades hablaremos con detenimiento más adelante. Por otro lado, los deseos no son necesarios para nuestra supervivencia. Pueden ser cosas que ansiamos o nos motivan, pero su no consecución no pone en riesgo nuestra vida. Veamos un ejemplo. Yo puedo desear fervientemente que me toque la lotería. Es más, puedo fantasear o imaginar qué haría con ese dinero. Pero el hecho de que no me toque la lotería no implica que mi supervivencia esté en riesgo.
En cambio, las necesidades que vamos a detallar a continuación sí que son imprescindibles para una buena salud mental de nuestros hijos. A continuación, vamos a enumerar las 15 necesidades emocionales o afectivas de todo niño o adolescente (también podemos incluir a los adultos, por supuesto). Cuantas más acciones llevéis a cabo con vuestros hijos para satisfacerlas en el día a día, mejor:
No basta con pensar que queremos a nuestro hijo, sino que debemos decírselo y actuar en consecuencia
1) Explicitarles nuestro cariño. Todos los días debemos decirles a nuestros hijos lo mucho que les queremos, lo mucho que les echamos de menos en el trabajo y lo orgullosos que nos sentimos de cómo son. Esto es fundamental para una buena autoestima. No basta con pensarlo, sino que debemos decírselo y actuar en consecuencia. Si hoy no le has dicho a tu hijo que le quieres, intenta que sea lo primero que le digas en cuanto lo veas.
2) Enseñarles a regular sus emociones. ¿Cómo llegó una persona a convertirse en un gran cirujano y a desempañar tan bien su profesión? La clave está en tener un gran maestro y en dedicarle muchas horas. Lo mismo pasa con la regulación emocional. Los niños necesitan que sus padres les enseñen a identificar y gestionar sus emociones. A partir de ahí todo se va mejorando en función de la experiencia. El problema está cuando los padres no saben regular sus propias emociones. Si ellos no saben, cómo les van a enseñar a sus hijos. Difícilmente. Por ello, si tienes alguna dificultad para gestionar tus propias emociones, busca ayuda antes de enseñarle a tu hijo. Si queremos que nuestros hijos en un futuro sean capaces de autorregular sus emociones, es imprescindible que ahora que son pequeños les heterorregulemos sus emociones, es decir, que aprendan a regular sus emociones con nuestra ayuda.
3) Tiempo de calidad y de cantidad. La idea de que los niños necesitan tiempo de calidad con sus padres sin importar la cantidad es completamente falsa. En mi opinión es una idea que se ha creado para que aquellos padres que trabajan muchas horas y dedican, consecuentemente, poco tiempo a sus hijos no se sientan muy mal por ello. Por eso completamente falsa. Los niños necesitan mucho tiempo compartido con sus padres (cantidad) y con máxima dedicación (calidad). No es estar solamente en la misma habitación o lugar que ellos, sino con dedicación exclusiva (juegos, tareas compartidas, deberes escolares, aficiones, etcétera).
La idea de que los niños necesitan tiempo de calidad con sus padres sin importar la cantidad es falsa
4) Ofrecerles contextos de seguridad y protección. Este es el primer pilar si queremos fomentar un apego seguro en nuestros hijos. Un niño no se puede sentir seguro si nunca ha sido protegido. La seguridad es el contexto a partir del cual vendrán las siguientes características del apego seguro. Proteger a nuestros hijos cuando sientan miedo, temor, rabia o tristeza es nuestra función. Si en alguna ocasión no lo hiciste, te recomiendo que a partir de ahora ayudes y calmes a tu hijo siempre que experimente alguna emoción desagradable y que no sepa gestionar por sí solo.
5) Sintonía emocional. Es imprescindible que estemos en sintonía emocional con nuestros hijos, es decir, que atendamos, legitimemos y conectemos con las emociones que están experimentando. Así, por ejemplo, un padre estará en sintonía emocional con su hijo cuando, ante una situación concreta, este le muestre su miedo o rabia, y el padre comprenda y atienda lo que le pasa a su hijo. Consiste en estar receptivo ante las necesidades del niño. Es como conectar vía wifi nuestro hemisferio derecho, que es el emocional, con su hemisferio derecho. Si no lo has hecho en un número importante de veces, trata de hacerlo, pues no conectar con sus emociones y afectos tiene repercusiones negativas.
6) Responsividad. La responsividad es la parte que sigue a la conexión emocional. Para poder ser responsivo, que no responsable, he tenido que conectar emocionalmente con mi hijo, si no será imposible. La responsividad consiste en darle al niño lo que necesita. No consiste en acceder a sus caprichos, sino en acceder y cubrir sus necesidades. Como decíamos al principio, las necesidades no se negocian puesto que son imprescindibles para la supervivencia. La madre o padre que es responsivo es aquel que da al menor aquello que realmente necesita. Si ante un conflicto de nuestro hijo con un amigo, este se muestra preocupado y nosotros le decimos que no le dé más vueltas y que se ponga a hacer los deberes que es lo importante, no estamos siendo responsivos porque no estamos atendiendo su necesidad. ¿Habitualmente solemos ser responsivos con nuestros hijos? Dedícale unos segundos a pensar sobre ello.
7) Asumir el rol que nos corresponde como padres. Los padres no somos amigos de nuestros hijos. Tampoco somos sus criados, aunque a veces lo pueda parecer. Somos sus padres, y debemos asumir el papel que esto implica. ¿Realmente estamos ejerciendo de padres o a veces nos comportamos como colegas de nuestros hijos?
Los niños necesitan una estimulación suficiente y adecuada. Pasado ese mínimo de estimulación, no se consiguen mayores aprendizajes
8) Establecer unos límites claros.Una de las obligaciones que tenemos los padres es implantar una serie de normas y límites en el contexto familiar. Nuestros hijos necesitan las normas. Es algo tan necesario como sano. ¿Os imagináis una ciudad sin semáforos y sin señales de tráfico?¿Verdad que sería un verdadero caos? Lo mismo pasa con los niños. Necesitan saber hasta dónde pueden llegar y cuál es su perímetro de seguridad. Cuando establecemos unos límites y se los explicitamos a nuestros hijos les estamos diciendo “te quiero”. Te pongo límites porque te quiero y me importas. ¿Habéis reflexionado sobre la cantidad de límites que hay en vuestra familia? ¿Son muchos, pocos o inexistentes? Es recomendable pensar sobre ello.
9) Respetar, aceptar y valorar. Cuando respetamos, aceptamos a nuestros hijos como son y los valoramos positivamente, los estamos mirando incondicionalmente. Demostramos que nuestro amor hacia ellos es incondicional, es decir, no depende de nada. Los queremos por quienes son y no por lo que hacen o dejan de hacer. ¿Estamos mirando incondicionalmente a nuestros hijos o nuestro amor hacia ellos depende de algo (resultados académicos, comportamiento, actitud, etcétera)?
10) Estimulación suficiente y adecuada. Hace algunos años, se puso de moda la hiperestimulación en nuestros menores. A los niños los llevábamos de un sitio a otro para “exprimirlos” al máximo cognitivamente hablando. Teníamos que aprovechar el tiempo y la plasticidad cerebral antes de que se cerrasen esas ventanas. Hoy en día sabemos que los niños necesitan una estimulación suficiente y adecuada. Pasado ese mínimo de estimulación, no se consiguen mayores aprendizajes, sino todo lo contrario: exigencias, estrés e hiperestimulación. El eslogan que dice cuanto antes y más estimulemos a nuestros hijos, mejor es falso. ¿Debemos los padres replantearnos cómo enfocamos, por ejemplo, las actividades extraescolares de nuestros hijos? Seguramente sí.
11) Favorecer su autonomía. Decíamos antes que la primera característica del apego seguro era la protección. Pues bien, la otra cara de la moneda de la protección y la seguridad consiste en favorecer la autonomía, o lo que es lo mismo, favorecer su curiosidad y su espíritu aventurero y explorador. Venimos a este mundo con la emoción de la curiosidad en el kit de supervivencia, lo que nos lleva a tener muchas ganas de aprender cosas nuevas. Es de vital importancia, no solo que nos parezca bien que nuestros hijos curioseen, sino que les invitemos a hacerlo.
Cuando establecemos unos límites y se los explicitamos a nuestros hijos les estamos diciendo “te quiero”
12) Sentido de pertenencia. Sentirnos parte de un grupo es de vital importancia para el ser humano y para otros muchos mamíferos. ¿Habéis visto en los documentales de La 2 qué lugares ocupan en la manada las crías más jóvenes? Generalmente suelen ir en el centro, es decir, en el lugar de mayor seguridad y protección. De ahí viene la importancia del grupo y la manada. El sentirnos parte de un grupo o de varios aumenta las probabilidades de supervivencia. Una de las características que suelen cumplir los niños que sufren acoso escolar es el no pertenecer a un grupo. Es muy importante que nuestros hijos pertenezcan, como mínimo a un grupo, si no más. ¿Estamos haciendo una buena labor como padres para favorecer el ámbito social de nuestros hijos? Tan importante es este ámbito como el académico, ¿verdad? Si estamos de acuerdo, doy por hecho que nunca castigamos los malos resultados académicos con no salir con los amigos o ir a los partidos de fútbol, ¿verdad?
13) Favorecer la capacidad reflexiva del niño. La capacidad reflexiva se refiere a pensar sobre lo que nos pasa, cómo lo estamos haciendo, cómo nos sentimos, nuestra evolución y progresos, etcétera. Es importante que ayudemos a nuestros hijos a que aprenden a pensar sobre las emociones que sienten, lo que piensan, cómo se comportan, etcétera. También es un trabajo muy interesante para nosotros los adultos.
14) Identidad. A lo largo de los primeros meses y años de vida, se va produciendo un proceso de diferenciación entre el bebé/niño y la madre, ya que al principio el pequeño no lo hace. Con el paso del tiempo debemos favorecer en los niños esta identidad propia que nos diferencia del resto de personas.
15) Magia. La magia es uno de los mecanismos de defensa más potentes que tienen los niños. Los adultos lo solemos llamar autoengaño. Todo lo que tiene que ver con la magia, lo oculto, lo divino y lo fantasioso es algo que cautiva a todos los niños. Lo que supone un misterio es algo que “engancha” a los niños. Aprendamos a utilizar y poner de nuestro lado la magia y la fantasía.
No es mi intención hacer sentir mal a ningún padre o madre. Todo lo contrario. Espero que estas 15 necesidades básicas os sirvan para tener presente qué es lo que realmente necesitan nuestros hijos. Espero que sirva para reflexionar sobre el punto en el que estamos y qué tal estamos asumiendo el rol de padres. Seguro que lo estamos haciendo bien, pero un poco de función reflexiva no nos viene mal.

Rafael Guerrero Tomás es director de Darwin Psicólogos, especialista en trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH), trastornos del aprendizaje y trastornos de la conducta, y doctor en Educación.