jueves, 30 de noviembre de 2017

¿Son todas las materias igual de importantes en la escuela?

Si las materias se manifestasen, se cederían el paso entre ellas
Las asignaturas en los centros educativos no debieran entender de jerarquía
Cuántas veces he escuchado que las matemáticas y la lengua son las asignaturas más importantes y necesitan un mayor número de horas, pero por otra parte, esas mismas veces he hablado de la necesidad de aumentar el número de horas de Educación Física, plástica, música o lengua extranjera.
No es mi intención establecer un ranking de las materias más importantes, pues para mí todas lo son, e incluso otras que no existen en el curriculum educativo y que deberían incorporarse, pero esto ya sería un tema para escribir otro post.
Las materias no entienden de jerarquía, son simplemente un medio para clasificar los conocimientos que se imparten en el aula. Desde ese punto de vista, todo conocimiento es de gran interés.
Puede existir debate en cuáles mejoran el desarrollo físico, psíquico, afectivo-emocional y social del alumnado
Quizá genere más debate qué materias son más importantes para que los niños sobrevivan en el futuro mundo adulto. En ese caso, tendríamos que analizar cuáles son las que afectan al desarrollo integral de la persona, cuáles trabajan la parte emocional, física, psíquica, social y afectiva, pues estas 4 esferas son las que forman a las personas, y las que toman parte en sus problemas, sus inquietudes, sus  profesiones e intereses.
En este caso, no sólo tendríamos que analizar el contenido de las materias sino también la metodología utilizada, el docente que la imparte, o el sistema de evaluación empleado.
Los últimos estudios sobre neuroeducación, la revolución de la escuela, apuntan a que el ejercicio físico bien dirigido puede mejorar todas estas esferas. En las clases de Educación Física se generan situaciones de convivencia, de respeto, de aceptación de las normas, de cooperación y cohesión grupal, se generan sentimientos y emociones, se trabajan conductas, valores, actitudes, se experimenta en el espacio, en el tiempo, con compañeros y adversarios, con diversos tipos de móviles, en definitiva, los niños mejoran todo su espectro cerebral. ¿Se puede conseguir estos beneficios en otras materias? Sí, pero habría que darles otro enfoque, un cambio grande en cuanto a la metodología, pero siendo conscientes que nos faltaría la parte física por trabajar. Sin embargo, si que sería factible la parte emocional, afectiva, social y psíquica, pero no como se están impartiendo actualmente muchas materias en numerosos centros educativos. Habría que intensificar la gamificación en el aula, utilizar metodologías innovadoras, que el alumnado se sienta partícipe en clase, útil y necesario para el crecimiento y enriquecimiento del grupo.
Un niño obtiene un 10 en matemáticas y es un genio, obtiene un 10 en Educación Física y no es un genio pero es un gran deportista
Un 10 no tiene el mismo valor para muchas familias, todo depende en qué materia obtenga el hijo esta calificación.
Estamos obsesionándonos mucho por las calificaciones, me entristece ver cómo muchas familias presumen en redes sociales de las notas de sus hijos cuando son buenas, y cuando no son tan buenas no les sacan fotos.
Hay genios que pueden tener calificaciones muy bajas, sí, porque un genio no sólo es quien es capaz de memorizar muchos datos, escupirlos el día del examen y olvidarlos 3 días más tarde. Un niño genio es un niño que es proactivo, que tiene creatividad, ingenio, imaginación, que goza de grandes valores, ayuda a los demás, lleva un estilo de vida saludable, no genera problemas en el centro educativo, se esfuerza cuando no consigue alcanzar un reto,  apoya al profesorado, disfruta de las clases, lee mucho…. Y esto no se puede calificar en el actual sistema educativo, es más, se ignora en muchas ocasiones a estos niños, incluso alguno, suspende alguna materia por no seguir el sistema que reina en la sociedad educativa actual y provocándole una baja autoestima y falta de confianza en sí mismo. Porque un 4 o un suspenso duele mucho en los niños genios, les hunde totalmente, y especialmente si luego llega a casa y la familia se enfada y empieza a nombrarle y compararlo con las notas de sus compañeros.
Tenemos que replantearnos si es necesaria esa gran ingesta de datos en edad escolar, porque si en nuestro cerebro quedase grabada toda esa información pues sería interesante seguir con este sistema, pero si nuestro cerebro olvida, entonces ya no es tan interesante. Podemos equipararlo a la ingesta de comida en una boda, cuántos de vosotros os sentís bien horas después de comer 5 platos de comida durante 3 o más horas.
No voy a generalizar, pero seguramente mucha gente sabía hacer derivadas, integrales, trigonometría, conocía el nombre de muchísimas obras de importantes escritores, las ciudades por donde pasaban muchos ríos de España, las capitales de muchísimos países, la altitud de las principales montañas de España, etc. y a día de hoy no se acuerdan de casi nada, ni tan siquiera realizar una división con números decimales.
Concienciar a los futuros maestros es muy importante
En ocasiones en clase me detengo a reflexionar con mi alumnado universitario, futuros docentes de Educación Infantil y Primaria, si la escuela actual es la adecuada, si hemos evolucionado desde la década de los 90 y de cómo será la escuela dentro de 20 años. Después de un debate, somos incapaces de pensar en un cambio real, somos optimistas y nos imaginamos una escuela diferente, pero somos realistas y sabemos que no cambiará mucho respecto a lo que tenemos actualmente. Entonces es cuando les insisto en que no esperen a realizar los cambios cuando el gobierno lo inste, porque puede pasar mucho tiempo para eso, y les invito a que empiecen los cambios en sus aulas, con su alumnado futuro. Esas pequeñas iniciativas individuales se irán expandiendo por todo el territorio y el día menos pensado estaremos ya ante una nueva escuela, es ahí cuando el gobierno cambiará el curriculum.
Llegados a este punto os lanzo la siguiente cuestión ¿Es necesario y recomendable calificar numéricamente a nuestro alumnado? ¿Es necesaria esa ingesta de datos? ¿Es posible una docencia individualizada con 25-30 alumnos por aula? ¿Están los centros educativos construidos y preparados para una gran reforma educativa? ¿Están los profesores preparados para afrontar los cambios educativos hacia un nuevo modelo de escuela?…

Prof. Dr. D. / PhD. Víctor Arufe Giráldez.

Autor del Blog Educación, Innovación y Emprendimiento

jueves, 23 de noviembre de 2017

Nuestros hijos tienen problemas.

En los últimos 15 años, los investigadores nos han regalado estadísticas cada vez más alarmantes sobre un aumento agudo y constante de enfermedad mental infantil que ahora está alcanzando proporciones epidémicas:

Las estadísticas no mienten:

  • Uno de cada cinco niños tiene problemas de salud mental
  • Se ha notado un aumento del 43% en el TDAH
  • Se ha notado un aumento del 37% en la depresión adolescente
  • Se ha notado un aumento del 200% en la tasa de suicidios en niños de 10 a 14 años

¿Qué es lo que está pasando y qué estamos haciendo mal?

Los niños de hoy están siendo sobre-estimulados y sobre-regalados de objetos materiales, pero están privados de los fundamentos de una infancia sana, tales como:
  • Padres emocionalmente disponibles
  • Límites claramente definidos
  • Responsabilidades
  • Nutrición equilibrada y un sueño adecuado
  • Movimiento en general pero especialmente al aire libre
  • Juego creativo, interacción social, oportunidades de juego no estructurados y espacios para el aburrimiento
En cambio, estos últimos años se los ha llenado a los niños de:
  • Padres distraídos digitalmente
  • Padres indulgentes y permisivos que dejan que los niños "gobiernen el mundo" y sean quienes pongan las reglas
  • Un sentido de derecho, de merecerlo todo sin ganárselo o ser responsable de obtenerlo
  • Sueño inadecuado y nutrición desequilibrada
  • Un estilo de vida sedentario
  • Estimulación sin fin, niñeras tecnológicas, gratificación instantánea y ausencia de momentos aburridos.

¿Qué podemos hacer?

padres-hijos
Es hora de reacomodar nuestras prioridades y replantearnos la forma en la que estamos educando a nuestros hijos. El texto continúa recomendando:
Si queremos que nuestros hijos sean individuos felices y saludables, tenemos que despertar y volver a lo básico. ¡Todavía es posible! Muchas familias ven mejoras inmediatas luego de semanas de implementar las siguientes recomendaciones:
  • Establezca límites y recuerde que usted es el capitán del barco. Sus hijos se sentirán más seguros al saber que usted tiene el control del timón.
  • Ofrezca a los niños un estilo de vida equilibrado lleno de lo que los niños NECESITAN, no sólo de lo que QUIEREN. No tenga miedo de decir "no" a sus hijos si lo que quieren no es lo que necesitan.
  • Proporcione alimentos nutritivos y limite la comida chatarra.
  • Pase por lo menos una hora al día al aire libre haciendo actividades como: ciclismo, caminata, pesca, observación de aves / insectos
  • Disfrute de una cena familiar diaria sin teléfonos inteligentes o tecnología que los distraiga.
  • Jueguen juegos de mesa como familia o si los niños son muy chiquitos para juegos de mesa, déjese llevar por sus intereses y permita que sean ellos quienes manden en el juego
  • Involucre a sus hijos en alguna tarea o quehacer del hogar de acuerdo a su edad (doblar la ropa, ordenar los juguetes, colgar la ropa, desembalar los víveres, poner la mesa, dar de comer al perro etc.)
  • Implemente una rutina de sueño consistente para asegurar que su hijo duerma lo suficiente. Los horarios serán aún más importantes para los niños de edad escolar.
  • Enseñar responsabilidad e independencia. No los proteja en exceso contra toda frustración o toda equivocación. Equivocarse les ayudará a desarrollar resiliencia y aprenderán a superar los desafíos de la vida,
  • No cargue la mochila de sus hijos, no lleve sus mochilas, no les lleve la tarea que se olvidaron, no les pele los plátanos ni les pele las naranjas si lo pueden hacer por sí solos (4-5 años). En vez de darles el pez, enséñeles a pescar.
  • Enséñeles a esperar y a retrasar la gratificación.
  • Proporcione oportunidades para el "aburrimiento", ya que el aburrimiento es el momento en que la creatividad despierta. No se sienta responsable de mantener siempre a los niños entretenidos.
  • No use la tecnología como una cura para el aburrimiento, ni lo ofrezca al primer segundo de inactividad.
  • Evite el uso de la tecnología durante las comidas, en automóviles, restaurantes, centros comerciales. Utilice estos momentos como oportunidades para socializar entrenando así a los cerebros a saber funcionar cuando estén en modo: "aburrimiento"
  • Ayúdeles a crear un "frasco del aburrimiento" con ideas de actividades para cuando están aburridos.
  • Esté emocionalmente disponible para conectarse con los niños y enseñarles auto-regulación y habilidades sociales:
  • Apague los teléfonos por la noche cuando los niños tengan que ir a la cama para evitar la distracción digital.
  • Conviértase en un regulador o entrenador emocional de sus hijos. Enséñeles a reconocer y a gestionar sus propias frustraciones e ira.
  • Enséñeles a saludar, a tomar turnos, a compartir sin quedarse sin nada, a decir gracias y por favor, a reconocer el error y disculparse (no los obligue), sea modelo de todos esos valores que inculca.
  • Conéctese emocionalmente - sonría, abrace, bese, cosquillee, lea, baile, salte, juegue o gatee con ellos.

lunes, 20 de noviembre de 2017

¿Cómo fomentar la autonomía y la responsabilidad en nuestros hijos?

Educamos la autonomía cuando ayudamos a los niños a desarrollarse como personas independientes, capaces de tomar sus propias decisiones y valerse por sí mismos. Es nuestra tarea como adultos, valorar sus aptitudes y fomentar su autoestima y responsabilidad con amor, perseverancia, paciencia y empatía.
La autonomía permite que los niños desarrollen su propia identidad y les ayuda a aceptarse tal cual son. Favorece la independencia, y es algo que comienza con la responsabilidad. Es por ello, que debemos fomentarla según la edad de cada niño y en los siguientes ámbitos:

§  Hábitos: inculcar conductas de vida saludable (alimentación, higiene, aspecto físico) o de conducta desde temprana edad, permite que los niños aprendan a cuidar de sí mismos de manera independiente. Al exigirles que realicen estas acciones de manera constante, pronto se acostumbrarán a hacerlo por su propia cuenta, reconociendo que es beneficioso para ellos mismos. 
§  Desarrollo intelectual: el uso de libros, juegos y espacios culturales, fomenta la curiosidad de los niños y facilita su proceso enseñanza-aprendizaje, además de despertar en ellos el interés por distintas materias. Esto contribuye a su desarrollo identitario y capacidad de reconocimiento de sus propios gustos personales.
§  Interacciones sociales: las relaciones que los niños establecen con otros niños y adultos ajenos a la familia, les ayudan a integrarse, a conocer el sentido de la amistad, a tener sus propias opiniones, a ser tolerantes y a consolidar su personalidad.
§  Ocio: es importante generar espacios para que los niños jueguen, no solamente por su desarrollo intelectual, sino que también el juego les permite que se hagan responsables de elegir qué jugar, cómo jugar y con quién jugar.
§  Tareas: para ayudar a un niño en el proceso de madurez y autonomía es importante que, desde pequeño, se responsabilice en diversas tareas en el hogar, las cuales deben ir en aumento de manera progresiva según la edad. Desde doblar un par de servilletas, hasta hacer su propia cama. Nunca debemos subestimar su capacidad de hacerse cargo de estas cosas por su propia cuenta.

Atendiendo estos aspectos no solamente estaremos formando niños más autónomos, sino adultos más maduros. Tenemos que tener en cuenta que cuando los niños llegan a la adolescencia, ya no tienen tanta dependencia psicológica con sus padres, por lo que, preparar a los niños para que lleguen a esta etapa con cierto desarrollo de autonomía y consciencia de que tienen que hacerse cargo de sus acciones, les ayudará a ser personas maduras, seguras de sí mismas y con capacidad para enfrentarse al mundo que los rodea.
Una de las tareas más importantes que tienen los padres a la hora de educar a sus hijos, es la de enseñarles a ser responsables. De la responsabilidad, nace la capacidad para decidir entre diferentes opciones, reconociendo y asumiendo las consecuencias de las mismas y respondiendo ante los propios actos.
Un niño aprende el sentido de la responsabilidad de manera progresiva, cuando los adultos le guían, orientan, apoyan y le hacen partícipe en la toma de decisiones. Es por ello, que los padres deben dar pequeñas responsabilidades a los niños según su edad y capacidades personales.

Ahora bien, ¿cómo fomentar la responsabilidad en los niños?
§  Estableciendo normas y límites: alguien dijo por ahí que “nada desconcierta más a los niños que la ausencia de normas” y pucha que es verdad. ¿Han visto alguna vez a alguien más desregularizado que un niño sin normas y límites? Pues, yo no. Es importante entender que en un principio, los límites y las normas producen resistencia en los niños, sin embargo, va desapareciendo en la medida en que normas y límites se integran en un sistema de convivencia coherente.
§  Ayudándoles en la toma de decisiones: se puede comenzar por decisiones pequeñas, por ejemplo, elegir qué pijama va a usar a la hora de dormir, qué hacer primero, si lavarse la cara o los dientes; decidiendo qué comer, si porotos o lentejas, etc.
§  Siendo claros a la hora de expresar lo que esperamos de ellos: es irrisorio creer que los niños van a adivinar lo que estamos pensando, por lo que debemos expresar con claridad qué es lo que le estamos pidiendo antes de criticar alguna insuficiencia en su actuar.
§  Enseñándoles a valerse por sí mismos y a enfrentar nuevas situaciones: cuando los niños comienzan a asumir responsabilidades aprenden a confiar en sí mismos, por lo que debemos alentarlos a salir de su zona de comodidad y a enfrentarse a nuevos desafíos (tanto físicos/deportivos, como intelectuales o sociales). 
§  Ayudándoles a valorar el error y/o fracaso: a veces, por querer que los niños no sufran o por querer evitarles un malestar, no dejamos que hagan las cosas a su manera. Ese es un flaco favor para el resto de su vida. Olvidamos que para madurar, es necesario explorar, correr riesgos y aprender que de los errores y fracasos también salen cosas buenas. A fin de cuentas, todos tuvimos que hacerlo, ¿no?
§  Encomendándoles pequeñas “misiones”: aunque sean chicos, siempre hay algo que los niños pueden hacer. Por ejemplo, recoger y guardar los juguetes después de jugar, ordenar su pieza, poner y/o quitar los cubiertos de la mesa, comprar el pan, lavarse solos los dientes, cuidar de sus útiles escolares, ordenar su mochila, dar alimento y agua al perro, etc. Esto se conecta también con el desarrollo de la autonomía.
§  Estableciendo horarios: es importante establecer tiempo de estudio y de ocio, los niños necesitan tener una estructura clara, que si al principio no entienden, después aprenderán a valorar. Y ¡ojo! que para esto hay que tener presente que no es lo mismo, invierno que verano, o días lectivos que fines de semana.
§  Mostrándoles apoyo y estando disponibles cuando nos necesiten: todos los niños requieren el apoyo de una persona adulta en su desarrollo (hasta los adultos solemos necesitarlo a menudo). Ellos necesitan tener la seguridad de que pueden contar con sus padres en caso de necesidad, y esto es lo que les permite tener confianza para explorar el mundo.
§  No terminar haciendo una tarea que le fue encomendada al niño: está bien que ayudemos y/o acompañemos a los niños, pero no es correcto permitir que se desentiendan por completo de lo que les corresponde hacer. Esto es un clásico error, porque a veces suele ser el camino más fácil para el adulto, pero es muy importante que los niños aprendan que las cosas requieren de esfuerzo y perseverancia.
§  Valorando su esfuerzo: los logros hay que felicitarlos y es positivo establecer un programa de recompensas para motivar al niño a comportarse de manera responsable. No, no se trata de sobornarlo con que le compraremos el último juego de Play Station a cambio de cierta conducta esto puede hacerse elogiando el trabajo realizado o con cualquier otro tipo de premios, que no tienen por qué ser algo material.

Y, ¿cómo tratar a nuestros hijos en este proceso?.

Los padres podemos cometer infinitos errores al educar a nuestro hijos, pero si somos más conscientes de qué actitudes ayudan a nuestros hijos a desarrollarse mejor como personas, podremos aportarle mejores herramientas para seguir su camino propio en la vida. Aquí unas últimas recomendaciones de cómo tratar a un niño para que su aprendizaje de la autonomía y la responsabilidad sea un proceso
agradable.

§  Proyectar una imagen positiva en ellos, para que se valoren y se respeten.
§  No etiquetarlos. Si un niño escucha un sin fin de veces lo que piensas de él, terminará creyéndoselo y actuará en consecuencia.
§  No exigirle tareas por encima de sus posibilidades, ya que esto conlleva a la frustración y desmotivación.
§  Aumentar gradualmente el grado de exigencia, una vez que el niño tenga adquiridas las habilidades para realizar una tarea.
§  Enfrentar los conflictos y obstáculos: debemos dotar a los niños de recursos para que puedan enfrentarse a ellos.
§  Cumplir los pactos que hagamos con ellos.
§  No culpabilizarlos de lo que salga mal, pues esto no favorece su tolerancia a la frustración. Tampoco se trata de excusarlos, sino de identificar su responsabilidad específica en los actos.
§  Darles todo nuestro amor, confianza y cariño. Esto permite que los niños se sientan respaldados y valiosos.

No debemos olvidar, que la educación comienza antes de nacer (por las ideas preconcebidas que tienen los padres sobre cómo educar a sus hijos) y que es un proceso constante que nunca termina.
Educar en autonomía, es formar al niño de manera que pueda avanzar en su día a día superando obstáculos, alcanzando la independencia y madurez. Lo que si bien, no deja de ser una tarea ardua, por estar en juego otros factores, como el propio carácter de los niños o lo que vamos haciendo para que ellos desarrollen una buena autoestima. Se convierte en una de las tareas más nobles y gratificante de la vida.
Como adultos somos determinantes en la vida de un niño y ¿qué más importante que orientar la vida de éste hacia la felicidad, amor propio y desarrollo pleno de sus capacidades y potencialidades?.


jueves, 16 de noviembre de 2017

A los 11 años, menos deberes y más emociones.


Entre extraescolares y tareas del cole, los alumnos barceloneses reclaman más tiempo para sí mismos.

Más de dos actividades a la semana puede considerarse una sobrecarga, dicen los expertos.

Algo de razón tienen los estudiantes de entre 10 y 12 años de Barcelona cuando protestan porque no disponen de tiempo libre y porque sus padres apenas les dan autonomía para decidir sobre qué hacer. A su edad, entre quinto y sexto de primaria, es cuando suelen alcanzar su apogeo las actividades extraescolares, que irán abandonando más adelante, al ingresar en el instituto. Y si no fuera ya bastante con tener que estar yendo y viniendo de lunes a viernes, una vez terminado el colegio, entre la academia de inglés, la escuela de música, las aulas de danza y el entrenamiento deportivo, al llegar a casa, ¡encima les toca ponerse a hacer deberes!.
Se deben tener en cuenta ciertas condiciones: la primera de ellas, que los niños puedan escoger lo que les gusta", indica Edgar Iglesias, profesor de Pedagogía Aplicada en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y miembro del equipo de la Associació Educativa Integral (AEI) del Raval. "Cualquier decisión sobre las extraescolares debe pasar por el diálogo con el niño y, a esa edad, a los 10, los 11, los 12 años, cualquier escenario que suponga más de dos actividades a la semana puede considerarse una sobrecarga", advierte Iglesias.

Entonces, si el niño no quiere hacer una actividad ¿hay que dejar que no lo haga? ¿Debe imponer el menor su criterio al de los padres? "La oferta de programas educativos fuera del horario lectivo es, hoy por hoy, muy amplia y rica... Seguro que encuentra alguna actividad innovadora que le permite aprender y crecer en valores", responde el investigador de la UAB. "Pero estas actividades no deben ser algo homogéneo, lo más importante", agrega, es que los chavales "vean que hay un aprendizaje emocional en lo que hacen". 

Deberes nocivos para la salud
La OCDE calcula que en España los estudiantes dedican una media semanal de seis horas y media a hacer tareas escolares fuera del horario del colegio, dos horas más que la media europea. A los 11 años, un 34% de los niños y un 25% de las niñas afirman sentirse fuertemente presionados por las tareas que les ponen en la escuela, según una encuesta hecha pública el pasado 2016 por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Eso colocaba a los menores españoles en el cuarto lugar de la lista de estudiantes más estresados de Europa (por detrás de malteses, escoceses e islandeses). Esa presión, señala la misma OMS, se traduce muchas veces en "un incremento de patologías como los dolores de cabezadolores de espaldamalestar abdominal y mareos", así como de los "estados de ánimo que llevan a los chicos a sentirse tristes, tensos o nerviosos".

La alternativa planteada por los padres de las escuelas públicas, la Ceapa, que el año pasado organizaron una huelga de deberes, fue la de que, en lugar de las tareas individuales, los menores participaran en actividades educativas junto a sus familias. Pero eso, se quejan los niños, tampoco significa poder ser libre para elegir.
Los niños son, además, víctimas indirectas de la caída en picado que han sufrido los presupuestos destinados por las familias a actividades de ocio. Si en el 2008, cada hogar catalán invertía de 2.494 euros anuales a asistir a consumos culturales (espectáculos, conciertos, cine, libros), en el 2014 ese importe se había reducido a 1.782 euros, un 28% menos. Otro tanto sucedió con los denominados consumos deportivos y recreativos, que bajaron de los 525 euros de media del 2008 a los 417 de seis años después (un 20,5% de reducción), según los datos de la Encuesta de Presupuestos Familiares del 2014 del Instituto Nacional de Estadística (INE).

lunes, 13 de noviembre de 2017

EL NIÑO QUE QUERÍA APRENDER, PERO TENÍA QUE APROBAR

La educación debería considerarse un viaje de descubrimiento. Debería estimular las llamas de la imaginación y encender el fuego de la curiosidad.” Richard Gerver
Hacia los 3 años de edad empieza una de las etapas más interesantes de nuestra vida: la etapa de la preguntas. “¿Por qué?” se convierten en las palabras más empleadas por los niños y niñas ávidos de saciar su curiosidad, por saber cómo funciona el mundo:¿Por qué brilla el Sol? ¿Por qué no se caen las estrellas? ¿Por qué el agua moja? ¿Por qué no tienes pelo en la cabeza, papá?
Los niños necesitan descubrir el mundo, ordenar y dar una explicación razonable a lo que les rodea, conocer los motivos de las cosas… y esa es una actitud que jamás deberíamos perder. Aunque hay que reconocer que es difícil para los adultos aguantar la intensidad de las preguntas de los niños, es importante que les apoyemos y que favorezcamos que  puedan buscar por si mismos algunas de las respuestas que tanto anhelan.
Hacia esa misma edad, un buen número de niños y niñas inician su periplo por la educación formal. Llegan a los centros educativos y allí, poco a poco, se produce un extraño fenómeno: se dan cuenta de que para que su vida escolar sea confortable y exitosa no necesitan ser curiosos, sino recordar lo que los docentes les dicen que tienen que saber.
“No sé muy bien por qué la escuela es un lugar donde la curiosidad y la creatividad se transforman en monotonía y memorización. Lo que sí sé es que debemos trabajar para cambiar el hecho de que ir a la escuela es una obligación y un sacrificio para los chavales (y para los adultos) y conseguir que la escuela sea un lugar donde los alumnos (y los docentes) quieran ir y disfruten aprendiendo y enseñando en ella.”
La historia de la vida escolar de muchos alumnos podría llevar por título La historia del niño que quería aprender pero tenía que aprobar. Si nos preocupamos por conseguir que aprender y aprobar sean una misma cosa, estaremos haciendo de la escuela un lugar privilegiado para formar personas que sean capaces de transformar el mundo en un lugar mejor.
De algún modo, deberíamos poder mantener durante toda la vida el espíritu de la etapa de las preguntas, que la curiosidad fuera el motor permanente de nuestro aprendizaje. Así seríamos adultos capaces de adaptarnos a las exigencias de un mundo cambiante. Un adulto que conserva la capacidad de hacerse preguntas para entender cómo funciona el mundo es un adulto creativo e innovador, capaz de proponer ideas y ofrecer soluciones que a nadie se le habían ocurrido antes.