lunes, 24 de octubre de 2016

Cómo enseñar a los niños a ver las diferencias como algo positivo.

Educar a los niños para que se valoren y sepan apreciar sus diferencias.
El mundo está lleno de diferencias y esto es algo que nos hace crecer de forma interna ya que podemos comprobar que en la vida cada uno es cómo es y es algo que se debe comprender y respetar. Pero en esta sociedad de valores superficiales a veces el hecho de tener diferencias en uno mismo puede ser un motivo de baja autoestima en los niños, algo que desde casa se debe solucionar.
Las diferencias en uno mismo no tiene que ser algo malo (tanto internas como externas) y es que muchas veces la diferencia es lo que realmente hace la vida interesante. Además, las diferencias entre las personas nos enriquece y nos hace ver que no todo es cómo nosotros pensamos. Pero, ¿cómo enseñar esto a los niños? 
5 consejos para enseñar a los niños a ver las diferencias como algo positivo
Las diferencias pueden ser de muchas maneras, pueden ser culturales, físicas, internas, emocionales, etc. Pero todas y cada una de las diferencias que existe en nuestra sociedad son cosas positivas. A continuación podrás ver cómo enseñar a los niños a ver las diferencias como algo positivo y bueno para sus vidas.

1. Enséñales desde el ejemplo y el amor. Sé un ejemplo de amar a los demás aunque existan diferencias. No le des más importancia de la cuenta a que los demás no sean como tú. Ayuda a los demás aunque sean diferentes. Ama a tus hijos, a tu familia y respeta a los demás. Si existen diferencias  míralo siempre desde el lado positivo, por ejemplo si tu hijo es muy alto dile que podrá alcanzar lugares donde otros no podrán.

2. Piensa en los valores familiares. Todas las familias tienen valores o creencias que les ayudan a entender el mundo. Sea cuáles sean tus valores, aboga por tolerar a los demás y por ver las diferencias como algo bueno. Así, si tu hijo se siente diferente no tendrá problemas de autoestima, ¡todo lo contrario! Podrá sentirse mejor consigo mismo y con los demás.

3. Expón a los niños a las diferencias. Para que los niños puedan entender y respetar las diferencias tendrán que verlo directamente. Para ello es tan fácil como dar una vuelta por la ciudad o la zona donde residís y permitir que los niños se fijen en las diferencias entre las personas, culturas y todos los puntos de vista diferentes que pueden haber (puntos de vista que no necesariamente se debe compartir, pero siempre se debe comprender y respetar). Esto le permitirá al niño ver y respetar a los demás.

4. Además, tendrás que enseñar a tu hijo que en esta sociedad llena de estereotipos y tan poco tolerante, es importante no participar en situaciones en los que se degradan a los demás, la intolerancia es una falta de respeto hacia los demás intolerable que no querríamos hacia nosotros mismos. 


5. Fomentar la autoestima de los niños es fundamental, porque si se sienten bien consigo mismos no se sentirán amenazados por las diferencias de los demás. Sentirse seguro de sí mismo es la mejor manera de poder explorar el mundo observando las diferencias como algo bueno.

LA CURIOSIDAD POR APRENDER

Qué duda cabe que a lo largo de cualquier día las personas aprendemos sin necesidad de tener un marco estrictamente formal, e incluso, sin tener una persona que tenga la misión de hacernos aprender. La experiencia e interacción con el entorno y la curiosidad son una receta ideal para ello. Por tanto, queda claro que los espacios formales de educación y formación no son los únicos de los que podemos nutrirnos.
 
Como bien es sabido, existen numerosas propuestas estrictamente educativas que no pertenecen a la dimensión formal y que, en su gran mayoría, no tienen ningún lazo con las instituciones clásicas a las que se les encarga la educación de la población, como colegios o universidades.
 
Y es que la intuición ya nos dice que espacios como las actividades de tiempo libre son generadoras de experiencias de aprendizaje muy potentes. Habitualmente las que tienen una estructura más programada y con un nivel de intencionalidad educativa más elevada se atribuyen a los niños y jóvenes, pero también existen para adultos.
 
La pedagogía del tiempo libre ha tenido un recorrido en las últimas décadas donde especialmente se ha reconocido su labor en paralelo a que se ha consolidado una programación y diseño de mucha calidad. En muchos casos estas propuestas tienen un relación muy directa con el aprendizaje especialmente colectivo y, es por ello, que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, UNESCO "reconoce y promueve la educación no formal como herramienta de empoderamiento y transformación social" tal y como explica Hoppers (2006) citado por Chacón-Ortiz (2015).
 
Este reconocimiento también viene acompañado por la profesionalización de algunos de los profesionales que piensan, diseñan, ejecutan y evalúan las acciones que se llevan a cabo en este entorno educativo. Es el caso, por ejemplo, de los profesionales de la Educación Social que son unos de los referentes en estas cuestiones.
 
La intuición de que estas propuestas generan cambios y aprendizaje en las personas ha pasado a materiales concretos que hacen tangibles los resultados. En este sentido, una de las preocupaciones actuales se centra en la evaluación de los proyectos. "El proceso de evaluación en educación no formal: Un camino para su construcción", en la revista Educare, es una de las últimas publicaciones al respecto que sitúa esta cuestión como esencial para el éxito. El autor Manuel Chacón-Ortiz pone sobre la mesa numerosas dimensiones a tener en cuenta al respecto y la importancia, como decíamos, de hacer tangible el proceso y recorrido que acaba haciendo una persona que participa de una iniciativa de educación no formal.
 
Desde la experiencia de la Universidad, qué duda cabe que en general existen diferencias entre las personas que acceden a ella y ha pasado por experiencias educativas de tiempo libre. Estas propuestas generan conflictos personales, con mayor o menor dificultad, de manera continua que requieren de una resolución. El proceso que ello conlleva prepara para situaciones futuras que la vida te depara en diferentes ámbitos.
 
Tener que planificar un fin de semana o una semana en la montaña genera un nivel de entrenamiento en la organización, en la previsión y en el trabajo en equipo pocas veces comparable con lo que pueda ofrecer una asignatura en la secundaria desde un modelo tradicional de aprendizaje.
 
Y si en la Universidad esa diferencia es detectable especialmente los primeros cursos, cuando el contexto es el laboral puede en algunos casos marcar la diferencia como futuro profesional.
 
En definitiva, la escuela lógicamente no es el único marco donde aprender. La motivación puede llevar a cabo momentos de aprendizaje maravillosos más allá de las paredes de los colegios que por otra parte, sin duda, ejercen el encargo educativo y de igualdad de oportunidades más importante.
 
Para acabar, solamente hace falta añadir que sobre todo lo que hemos hablado será fundamental las ganas de aprender. Así pues, la curiosidad puede llegar a provocarnos a nosotros mismos espacios continuos de aprendizaje incluso en solitario. El saber observar más allá de únicamente ver nos lleva a aprender. E incluso iría más allá animando a hacer el proceso de ver, mirar y además contemplar para gozar de los pequeños instantes y situaciones donde hay posibilidades de aprender solamente si se ejecuta esa curiosidad tantas veces citada en este artículo.
 
Hay numerosos autores que explican como una actividad tan simple y humana como el caminar puede ser una posibilidad de aprendizaje, un actividad absolutamente informal en la que no existe planificación. "Virtudes pedagógicas del Camino de Santiago" de Xavier Ücar, "Presencia de la pedagogía en el acto de caminar: homo viator, nomadismo y formación" de Jordi García Farrero o incluso el siempre brillante Francesc Torralba con su última publicación "Correr para pensar y sentir" son algunas propuestas de lectura obligadas en este sentido.
 

miércoles, 5 de octubre de 2016

La risa influye en el rendimiento escolar.


Los profesores que integran el humor en el aula llegan mejor a los alumnos, que se sienten más motivados y capaces para superar las dificultades
Libros, deberes, estudio... y risa. El humor en el aula es una herramienta que se debe tener en cuenta en el momento de enseñar. Reírnos genera un bienestar físico y emocional, potencia la motivación y las ganas de aprender. Los efectos de la risa en el aula ayudan a mejorar el rendimiento académico. No es cuestión de caer en la carcajada sin más, sino en el refuerzo positivo de los alumnos más jóvenes para crear en ellos unos hábitos de estudio que se prolonguen en la etapa adulta. En este artículo se explica cómo.

Efectos de la risa en clase

La risa potencia las actitudes positivas. Cuando reímos se liberan endorfinas que proporcionan una sensación de bienestar. Pero el simple hecho de sonreír ayuda a esa mejoría. De ahí que la risa se emplee para eliminar tensiones e, incluso, para aliviar el dolor. En el aula, es un instrumento para mejorar el rendimiento académico de los estudiantes.
Al reírse, los alumnos se sienten motivados, están receptivos y se favorece el estudio
Al reírse, los alumnos se sienten motivados, con ganas de adquirir conocimientos, estimulados para el aprendizaje. Están receptivos y se favorece el estudio. Se calcula que los niños ríen unas 300 veces al día -los adultos, menos de 30-. Aprovechar estos momentos para facilitarles el gusto por los libros resulta sin duda muy beneficioso.
A su vez, la alegría que se crea en el aula refuerza las relaciones entre los estudiantes y el vínculo con el profesorado. Reír juntos une y aumenta la confianza entre quienes comparten ese momento. La pedagoga y psicóloga Celia Rodríguez Ruiz asegura que la risa refuerza las habilidades sociales y favorece la concentración. "Estar relajados y positivos contribuye a relacionarnos de forma efectiva y hace que la concentración sea más efectiva", subraya.
No obstante, en su tesis 'El uso del humor en la enseñanza: una visión del profesorado de ELE', Francisco Manuel Rivero González señala que todavía hay resistencias a introducir el humor en el aula por el miedo a perder el control de la clase, a no tener gracia suficiente, impartir contenidos serios que no se prestan al humor o la preocupación por ofender a alguien.

Cómo potenciar la risa en el aula

El humor en el aula, en especial en edades tempranas, motiva hacia el estudio y ayuda a generar unos hábitos que se mantendrán en la edad adulta. Germán Payo, director del programa "Educa desde el Humor", insiste en la idea de que "el humor es una herramienta para relacionarnos". Sin conceder a esta capacidad más importancia que al hecho de ser "un buen profesor", defiende que quien enseña con humor "comunica mejor, se relaciona, motiva y conecta con el alumnado".
No hay que caer en el exceso hasta el punto de que los estudiantes se rían del profesor. Se debe buscar el equilibrio. Y este es tan importante que hasta algunos centros, como la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, han creado un "Aula del Humor", para el conocimiento y el estudio de este fenómeno, además de organizar distintas actividades que lo promueven.
El juego en clase es un aliado de la risa, de los buenos momentos y de la unión del grupo. Germán Payo añade otras ideas para potenciar el buen humor: "Clases activas, participativas, entretenidas con juegos de aprendizaje, con temas serios y ejemplos divertidos que ilustren los conceptos que explicamos". La actitud del profesorado es fundamental. Incluso ellos se benefician de la risa, al reducir su nivel de estrés.Introducir un chiste, una frase divertida o una broma en el momento oportuno es un recurso didáctico que proporciona una risa sana para todos.
El programa "Aulas Felices", implantado en España y países como México o Colombia, se basa en la psicología positiva. Dirigido a alumnos entre 3 y 18 años y de descarga gratuita en Internet para que cualquier centro cuente con él, proporciona ideas al profesorado para introducir el humor en el aula, a la vez que se fomenta la autonomía, la iniciativa y el denominado "aprender a aprender".

Reír antes de un examen

No es una cuestión baladí. La risa no es algo que deba tomarse, precisamente, a risa. En un experimento realizado en 2002, se comprobó que reír antes de un examen resulta mejor que repasar apuntes. Una vez realizada esta prueba, "se redujeron los niveles de ansiedad y tensión y se estimuló la creatividad y la imaginación". La risa antes de comenzar una prueba ayuda a superar el miedo y relaja a los estudiantes.

martes, 4 de octubre de 2016

La importancia de saber decir ‘no’ a los niños.

«¡Tienes la piel muy fina!». Es muy posible que en algún momento haya escuchado o pronunciado esa expresión para referirse a alguien que no sabe encajar bien las críticas. Una persona que no concibe perder, porque no ha aprendido a hacerlo desde su más tierna infancia, en el seno de su hogar, donde empiezan a asimilarse casi todas las lecciones. Las consecuencias negativas de no poner límites a los menores es un asunto mucho más serio de lo que algunos padres piensan.
Especialistas consultados avisan de que la ausencia de disciplina generará «niños inseguros» a los que estaremos enseñando que pueden tener y hacer lo que deseen. El problema surgirá cuando esa persona crezca y descubra que la vida, como se dice en el argot de la calle, da muchos palos, ya que a su cerebro le va a costar cambiar algo que tiene aprendido, entonces empezarán los problemas de toda índole: psicológicos o emocionales, conductuales...
«Los límites son fundamentales para el desarrollo emocional y social del niño. Les ayudan a vivir en sociedad enseñándoles dónde acaban sus derechos y empiezan los del otro, les enseñan a frustrarse y a perder, y a tolerar el error», explica la psicóloga infantil Mónica González. La especialista del Hospital Quirónsalud Marbella afirma que estos límites deben existir en cualquier contexto (casa, colegio...) y en referencia a cualquier situación (horario de salidas o juegos, higiene, etc.) «En cuanto el niño va adquiriendo cierta autonomía ya le ponemos límites, aunque lo hacemos de una forma espontánea o natural, y casi sin darnos cuenta. Por ejemplo cuando no dejamos al bebé que toque algo peligroso o se meta algo en la boca... Ahí ya estamos empezando a limitar. Pero alrededor de los 2 años ya deberíamos hacer esto de una forma mucho más consciente y planificada», explica González.
Esta especialista afirma que aplicar límites a los menores de una forma razonable y efectiva es mucho más sencillo de lo que parece y ha elaborado unas pautas fundamentales para que los papás no fallen en el intento:
Flexibilidad
Es primordial adaptarnos a la edad y necesidades del niño. Por ejemplo, no podemos exigir a un menor de dos años que permanezca sentado en un restaurante todo el tiempo. Es mejor no estar corrigiendo permanentemente y que lo hagamos en lo realmente importante, y ahí seamos autoridad.

Claridad
El niño tiene que saber exactamente qué conductas son las que se esperan de él y qué conductas no se toleran. Tenemos que ser concretos, ya que el pensamiento del niño es así y tenemos que adaptarnos a ellos si queremos ser eficaces. Mensajes como «pórtate bien» o «no seas malo» son muy generales, tenemos que especificar en conductas palpables y concretas. Por ejemplo: «no debes pegar a tu hermano» o «tenemos que llevar el plato a la cocina al terminar de comer».

Causa-Efecto
Aplicar consecuencias que estén asociadas a las conductas del niño, y que siempre tienen que estar establecidas de antemano, nunca se improvisa. El niño tiene que saber lo que va a pasar antes de actuar, porque así le damos control y porque mucho más importante incluso es el mensaje que le estamos mandando: «el responsable de tu vida eres tú». Algo que a medida que vamos creciendo nos convierte en personas proactivas y luchadoras.
Reconocimiento y desatención
Refuerzo positivo para conseguir o mantener las conductas deseadas mediante economía de fichas, atención en lo positivo, premios, valoración o acceso a tecnologías dependiendo de la edad y de cada niño. Desatención y si es necesario consecuencias que no gusten al niño para extinguir las conductas no deseadas. Por ejemplo: «si pegas a un niño dejas de jugar». Si se produce esa conducta se retira al niño del contexto de juego durante los minutos que años tenga. Si tiene tres años, tres minutos. Después de este tiempo vuelve al juego, y lo repito si es necesario cada vez que se dé esa conducta indeseada.

Mantener la calma
No utilizar broncas, gritos, ni ninguna conducta violenta ni física ni verbal. Los mensajes deben ir enfocados a la conducta concreta y no a la totalidad del niño o a su persona (cambiar «eres malo» por «esto está mal»). Los sermones y las explicaciones excesivas tampoco funcionan y desgastan muchísimo. El cerebro del niño, que está en desarrollo, es muy poco cognitivo, y aprende sobre todo desde lo experiencial. Es por esto por lo que los padres nos dicen siempre «es que ya le he dicho esto miles de veces y sigue sin hacerlo». El niño aprende sobre todo por asociaciones entre un estímulo y una emoción o una conducta y una consecuencia. Esto no quiere decir que no tengamos que hablar o explicar al niño, de hecho es fundamental que escuchemos a nuestros hijos y que respondamos a sus dudas y curiosidades.

Además, los papás deben saber que la atención es uno de los mayores reforzadores (si no el mayor) para el ser humano. Muchas veces, sin darnos cuenta, llevamos toda nuestra atención a lo que los niños hacen mal y casi ni vemos lo que hacen bien. El cerebro del niño necesita atención, y mejor en lo negativo que en ningún sitio, y cuanta más atención más enganchadas van a quedar esas conductas que lejos de extinguirse se mantendrán por lo que en psicología llamamos un refuerzo por atención. Así que vamos a intentar llevar la atención a lo que el niño hace bien y a mandarle mensajes en positivo.
Los papás son la autoridad
Aunque se puede negociar, al final la última palabra sobre las normas en la casa la tienen los padres. Y siempre, tenemos que cumplir lo que hemos pactado (lo positivo y lo negativo).
Canalizar sentimientos
Permitir y normalizar la expresión de emociones desagradables en el niño. Si hemos dicho al niño que si pega a otro nene nos iremos del parque, es normal que se enfade cuando vea que cumplimos con lo que hemos dicho, o que llore o se sienta mal si no le damos algo que nos pide en una tienda.
Permitirle errar
Todo esto se puede hacer desde el amor, la comprensión, el respeto y la tolerancia al error, que nos va ayudar a aprender y más si somos niños. Todos nos equivocamos y actuamos mal a veces, eso forma parte del ser humano, y es el mensaje que debemos mandar a nuestro hijos, que los queremos igual aunque se equivoquen y que les estamos ayudando a avanzar, a aprender y a desarrollar su mejor versión, y por eso tenemos que ir marcándoles el camino correcto.