viernes, 21 de diciembre de 2018

LAS VACACIONES DE NAVIDAD


Las vacaciones de Navidad son un periodo especial para los niños. Ante ellos se presenta dos semanas sin clases, sin tareas, con mucho juego (PRINCIPAL HERRAMIENTA DE APRENDIZAJE) y con las obligaciones un poco más relajadas.
Sin embargo, todo ese exceso de libertad debe ser bien encauzado y aprovecharlo para enseñar a nuestros hijos a distribuir el tiempo libre de manera coherente y sana, disfrutando de él todo lo que puedan pero sin olvidar las responsabilidades. Para que os sirva de ayuda, aquí os dejo algunas recomendaciones muy útiles que se pueden tener en cuenta.
  • Lo primero, antes de mandarles hacer esta tarea o aquella, es sentarnos con ellos y hablar de la organización de su tiempo. Establecer una especie de horario consensuado para distribuir sus tareas y que sepan a qué atenerse en cada momento, que no estén perdidos.
  • Es importante que en este horario se marque un tiempo para repasar los contenidos que han ido adquiriendo durante el curso, sin atosigarles, pero marcando un espacio y que lo hagan como si fuera un juego divertido. Hoy en día en Internet podemos encontrar multitud de enlaces y páginas para "repasar jugando".
  • La lectura es otra actividad que debe ocupar un lugar prioritario. Hay que incentivarla y hacer que los niños disfruten con los libros, que encuentren la magia que encierran las historias. Podemos visitar con ellos bibliotecas, librerías, llevarles a las actividades de cuentacuentos que se hagan en la localidad, pequeños teatrillos y representaciones...Todo ello son actividades encaminadas a" formar lectores".
  • Las labores de casa también tienen que tener su hueco diario. La colaboración en esas tareas les hace ser responsables y valorar el trabajo que hacen los demás.
  • Dedicar un tiempo al televisor, el ordenador, la consola...pero un tiempo controlado, vigilando de cerca los programas que ven y las páginas de Internet que visitan.
  • Es importante pactar con ellos la hora aproximada para ir a dormir y para levantarse. El orden nos da seguridad a todos.
  • No olvidemos tampoco los buenos hábitos alimenticios: alimentación variada, fruta rica y fresquita en lugar de chuches y helados continuamente.
  • Las vacaciones también son un momento excelente para realizar actividades en familia. Disfrutemos de ellos siempre que tengamos ocasión.
  • Y nuestro último consejo es que habléis mucho con ellos, que os acerquéis a su mundo infantil aportando pequeñas soluciones a sus "problemillas". Esto mejorará mucho las relaciones con vuestros hijos y os ayudará a crecer juntos. Y disfrutad, disfrutad hasta el último momento todo lo que podáis porque estos maravillosos años nunca vuelven.

FELIZ NAVIDAD 2018-2109

Desde el CEIP “Pedro Sanz Vázquez” deseamos una Feliz Navidad a todos los que comparten el deseo de un mundo mejor, lleno de paz y esperanza.

Brindamos por todos aquellos que siguen considerando que la Educación es el arma más potente para cambiar el mundo.

https://youtu.be/AFvRf8PfpKw

¡Feliz Navidad!

 La educación genera confianza. La confianza genera esperanza. La esperanza genera paz (Confucio).

lunes, 17 de diciembre de 2018

La regla de los cuatro regalos de Navidad. Por Estefanía Esteban.



Los niños no deberían recibir en Navidad más de cuatro regalos


Ni ocho, ni diez ni doce. Cuatro. Cuatro es una cifra perfecta. Es la cantidad de regalos que recomiendan los expertos para los niños en Navidad. 
Ya me imagino que es un objetivo casi imposible. Toda la familia compite por hacer al niño feliz, e incluye sus deseos en su carta personal a los Reyes Magos. Al final, los niños se juntan con el regalo que encargó su tía, el que encargó su tío, el que pidieron sus abuelos, el que pidieron sus otros abuelos... los que apuntaron ellos... Y resulta que reciben tantos juguetes, que no son capaces de pasar más de un día seguido con uno de ellos. La solución para evitar este empacho de juguetes: la regla de los cuatro regalos de Navidad. 
En qué consiste la regla de los cuatro regalos de Navidad
La regla de los cuatro regalos navideños es bien sencilla. Consiste en seleccionar sólo cuatro cosas, basándose siempre en estos cuatro principios
1. Algo que sirva para llevar (ropa, zapatos, complementos...).
3. Algo que realmente deseen.
4. Algo que realmente necesiten.
Desde luego, se trata de apostar por la calidad frente a la cantidad, un auténtico desafío cuando se trata de niños. Porque ellos, evidentemente, sienten un afán desenfrenado por tenerlo todo, y si es posible, ya, en este mismo momento.
Pero... ¿realmente disfrutan cada vez que reciben una avalancha de juguetes? ¿Realmente valoran cada regalo? La respuesta es No. Cuanto más reciben, más vacíos se sienten, porque no son capaces de 'digerir' tal empacho.
Los niños reciben más juguetes en Navidad de los que necesitan
Según los últimos estudios, los niños reciben en Navidad diez veces más regalos de los que necesitan.  ¿Y no ocurre que a pesar de tener decenas de juguetes guardados, al final terminan jugando con los mismos siempre? ¿O quizás creando sus propios juguetes con cajas de cartón y cartulinas que encuentran por casa?
La razón es que poco a poco, ante tanto juguete, los niños pierden la ilusión. Y ante tanto estímulo, llega la apatía. Imagina que llega un día en el que le preguntas: ¿Qué le vas a pedir a Papá Noel? Y te contestará: no sé. Intenta que nunca llegue ese día. La Navidad, recuerda, no sólo se basa en regalar juguetes. Los niños son capaces de ver mucho más que nosotros en esta fiesta. Los villancicos, las tiendas decoradas con estrellas y espumillón, las luces, las reuniones en familia, los dulces navideños... Sólo necesitamos aprender un poco de ellos para disfrutar de otra forma durante estos días.


jueves, 13 de diciembre de 2018

REALMENTE, ¿QUÉ ES UNA EDUCACIÓN DE CALIDAD?

En el panorama educativo actual, estamos perdiendo el norte. Olvidamos con demasiada frecuencia el verdadero propósito de la educación: que nuestros alumnos y alumnas dispongan de los conocimientos, las destrezas, las habilidades, el carácter... que les permitan estar preparados (en el sentido más amplio que puedas imaginar) para la vida. Olvidamos demasiado a menudo que lo que debemos conseguir en nuestras escuelas, no es que los niños y las niñas hagan lo que quieran, si no que quieran lo que hagan.

Tenemos una tendencia casi obsesiva a complicarnos la existencia, y lo que es peor aún la existencia de nuestros alumnos y alumnas. Proponemos supuestas innovaciones cada vez más complicadas y complejas que no apartan mejora ni solución real alguna, pero las defendemos porque "molan" porque es "cool", porque nos diferencia de "otros".

Si de verdad queremos mejorar la calidad de la educación que ofrecemos en nuestras escuelas, debemos plantearnos propósitos claros y sencillo como estos:

- Leer comprensiva y compulsivamente.
- Comunicarse de forma eficaz, ya sea oralmente o por escrito.
- Ser capaces de plantear y resolver problemas, es decir, ser capaces de pensar de forma creativa y crítica.
- Conocer el mundo que nos rodea, pero no de memoria sino comprendiéndolo. Educar localmente para entender el mundo en su globalidad.
- Conocer y dominar el lenguaje de las ciencias, de las matemáticas; pero también el de la música, la pintura, la escultura...
- Conocer las emociones y dominarlas. Tener un carácter perseverante, meticuloso, resiliente...

- Desarrollar la capacidad de trabajar en equipo bajo la premisa fundamental de la convivencia: EL RESPETO.

Para conseguir esto (y seguramente alguna que otra cosa más) hay muchos caminos. Busca y encuentra el tuyo propio, evalúa los resultados que consigues, revísalo permanentemente y, sobre todo, compártelo con otros. Pero ten siempre presente que "la complejidad es tu enemiga. Cualquier tonto puede hacer algo complicado. Lo difícil es hacer algo simple." (Richard Branson).


Extraído de un artículo de Salvador Rodríguez Ojaos.

miércoles, 5 de diciembre de 2018

Superando la ilusión bilingüe

(Publicado en Escuela el 6 de septiembre de 2017)

El bilingüismo escolar hace mucha ilusión en España. Una palabra tan tramposa como esa (bilingüe es el hablante nativo de dos lenguas, no el que estudia en otras dos materias escolares) ha despertado esa ilusa fascinación que provocan ciertos escenarios futuros (¿una Europa en la que todos hablemos inglés?) y algunos espejismos procedentes del pasado (¿aquellos colegios británicos, alemanes o franceses en que se educaban nuestras élites?). Así ha crecido ese imaginario que asocia la modernización educativa de nuestros colegios e institutos con su declaración como centros bilingües en esos vistosos rótulos que suelen incluir la banderita del país que no quiere ser europeo.

La ilusión bilingüe ha llevado a algunos profesores a enseñar la materia de la que son especialistas en una lengua de la que no lo son. O a aparentarlo, porque no parece probable que los alumnos aprendan mejor las matemáticas o las ciencias si la comunicación en esas clases es todo el tiempo en una lengua distinta de la que comparten con el profesor.

No está claro que el aprendizaje intencional de una lengua extranjera mejore por usarla mientras se aprenden otros contenidos. De hecho, no se hace así en las academias y escuelas oficiales de idiomas, ni tampoco son en inglés las actividades extraescolares (musicales, deportivas, etc) que completan esa educación en la sombra orientada al enriquecimiento de la que habla Mark Bray. Obviamente, a nadie se le ocurriría que fuera en inglés la otra educación en la sombra, la del refuerzo en las clases particulares.

Pero en el aula están todos. Los alumnos con notables competencias y los que tienen más dificultades. O quizá no. Porque precisamente un efecto secundario (o no tan secundario) de la ilusión bilingüe es la segregación escolar. La separación entre quienes participan en ese experimento y quienes se quedan en otras aulas. Sobra decir que, además de otros beneficios, los profesores comprometidos con él no suelen tener en las suyas a ese otro alumnado.

En todo caso, la ilusión bilingüe no es solo escolar. Especialmente entre los más jóvenes, parece extenderse cierto complejo por que nuestro idioma no sea el inglés. Así, los nombres de los nuevos negocios, las expresiones con las que se publicita casi todo, los eventos resultones y muchas otras cosas (también las muy locales) están dejando de escribirse y pronunciarse en español para hacerlo en inglés. Algo que resulta especialmente patético en el país en que nació la lengua europea con más hablantes nativos en el mundo y la segunda, tras el chino, con más hablantes nativos en todo el planeta.

Lo peor de esta anglofilia lingüística es que parte de un presupuesto nada democrático sobre el que se piensa muy poco: que el inglés es, y debe ser, la lengua del futuro. Así, no caemos en la cuenta de que puede llegar a serlo sin que ningún organismo ni institución democrática lo haya debatido ni decidido jamás. De hecho, si no se extienden antes los traductores orales multilingües (sorprende el poco interés que despierta el desarrollo de estas tecnologías), el inglés puede acabar siendo pronto la lengua universal. O al menos la lengua medio oficial del universo occidental.

Lo cierto es que las lenguas no son como las especies biológicas cuya evolución requiere miles de años. El cambio en las lenguas se va dando a escala intergeneracional y en solo unas décadas pueden advertirse variaciones que pueden llevar a que unas lenguas se extiendan y otras desaparezcan. La historia del latín, del español o del inglés son buena prueba de ello.

Además de esos desafíos de gran alcance, el hecho de que la ilusión bilingüe produzca segregación escolar y no sea la mejor manera de aprender otras lenguas, debería hacernos pensar que la formación en esas competencias debería estar a cargo de sus especialistas y que, para ayudarlos, quizá fueran más útiles iniciativas que aprovechen mejor el tiempo escolar. Por ejemplo, revisar si tiene sentido que, con tanta educación en la sombra de inglés, esta deba seguir siendo la primera lengua extranjera para la inmensa mayoría del alumnado cuando buena parte de él podría elegirla como segunda lengua y aprovechar aquel espacio curricular para aprender portugués, francés, italiano o alemán. También se podrían promover otras iniciativas muy significativas como la extensión de los intercambios escolares y el aumento de las becas para estancias estivales en otros países. Medidas más razonables que, a diferencia de la ilusión bilingüe, no requieren una organización escolar segregadora.

No estaría mal, por tanto, asumir la responsabilidad que todos tenemos con nuestra lengua y la que tenemos los docentes con las nuevas generaciones. Por ejemplo, desenmascarando ese espejismo que está penetrando intensamente en nuestra sociedad y en nuestro sistema educativo. Lo bueno es que, al menos en las instituciones escolares, desnudar al rey no es difícil. Solo requiere que quienes no comulgamos con esa espuria ilusión bilingüe intentemos que nuestros centros estén libres de ella. Si la dirección, el claustro o las familias se plantean seriamente este tema es posible cambiar las cosas en cada centro aún antes de que las administraciones frenen esta ingenua y nociva inercia cuyos principales beneficiados no son los alumnos.

Además de deshacer el camino segregador que este experimento comporta, denunciar y renunciar a la ilusión bilingüe permitirá algo muy importante: hacer más eficaz el aprendizaje intencional de otras lenguas y convertirlo en medio para conocer y valorar otras culturas, no en instrumento para seguir erosionando el aprecio por la nuestra.