miércoles, 23 de septiembre de 2020

“Este curso los niños deben sentirse comprendidos y escuchados”. Por Laura Román.

 El confinamiento primero, la desescalada después y ahora el inicio del curso escolar han supuesto una serie de cambios a los que los niños se han tenido que ir enfrentando desde que comenzó la pandemia. Para Alberto Soler, psicólogo y coautor del libro ‘Niños sin etiquetas’, es importante centrar este curso en comprender y escuchar a los estudiantes, flexibilizando el ámbito académico y teniendo muy en cuenta sus emociones.


Que se sientan comprendidos y escuchados quizá sea el principal objetivo a nivel emocional que tendríamos que perseguir”, comenta Alberto Soler, psicólogo y coautor junto a Concepción Roger del libro ‘Niños sin etiquetas’, en relación al trabajo que tanto las familias como los docentes van a tener que desarrollar con los estudiantes en esta nueva etapa escolar, después de muchos meses sin poder asistir a clase. Soler considera que los niños han sido los grandes olvidados de esta pandemia y subraya, además, que la crisis sanitaria no ha afectado por igual a todos los pequeños, siendo peor (incluyendo el aspecto educativo) para los hijos de las familias con menos recursos económicos.

Pregunta: Uno de los capítulos de su libro está destinado a los derechos de los niños, ¿cree que los más pequeños han ‘perdido’ algún derecho durante el periodo de confinamiento?

Respuesta: Sí, claro, todos los hemos perdido, pero ha sido por una causa de fuerza mayor. El Estado de Alarma fue necesario para poder restringir derechos y libertades básicos como la libre circulación. Pero más que los derechos que hayan perdido los niños durante la etapa de confinamiento o de desescalada, lo más llamativo ha sido la ausencia de protagonismo en la toma de decisiones. No ha sido hasta finales de verano cuando se han acordado de ellos, de la vuelta a la escuela, y entonces han venido las prisas, los lloros y los lamentos. 

P: Tras la crisis sanitaria, ¿cuáles van a ser las necesidades de los niños a las que los adultos tendrán que prestar más atención?

R: Es importante recordar que la crisis sanitaria aún no ha finalizado, sino que está cambiando la forma en la que se expresa. Realmente las necesidades de los niños no han cambiado mucho durante este tiempo, y deberíamos tratar de atenderlas todas, no conformarnos con prestar atención a unas pocas. Por supuesto, empezaríamos por las básicas: seguridad, salud, higiene, descanso… pero no tenemos que olvidar otras que a veces no tenemos tan presentes, como el juego, la necesidad de ser escuchados y tenidos en cuenta para tomar decisiones, el sentido de pertenencia…

«No ha sido hasta finales de verano cuando se han acordado de los niños, de la vuelta a la escuela, y entonces han venido las prisas, los lloros y los lamentos»

P: En su libro profundiza en las etiquetas que los adultos ponemos a los niños: malos, buenos, obedientes, rebeldes… ¿para qué sirven las etiquetas?

R: Las etiquetas son un recurso que emplea nuestro cerebro para simplificar la realidad; son muy útiles para ello, y nos vienen muy bien. El problema es cuando estas etiquetas las aplicamos a otras personas: entonces, sin buscarlo explícitamente, estamos condicionándolas, dado que tendemos a comportarnos de acuerdo con las etiquetas que nos hemos o nos han puesto. A esto se refiere el famoso ‘Efecto Pigmalión’, descrito en los experimentos de Rosenthal y Jacobson.

«Quizá lo más importante sea no olvidar lo que ha ocurrido, por dónde han pasado las niñas y niños, y que seamos capaces de dejar lo estrictamente académico en un segundo plano»

P: ¿De qué forma ha influido la pandemia a los niños? ¿Saldrán más reforzados psicológicamente?

R: Es imposible responder de una manera general, ya que la afectación y las consecuencias van a estar marcadas por diferentes factores. No ha sido lo mismo para una familia con pocos recursos, poco apoyo social, problemas de salud, de conciliación o escolares… que para otra familia con mejores circunstancias. Esto afecta especialmente a la educación, donde las diferencias de cada familia han marcado mucho el seguimiento que han podido hacer los estudiantes de las clases online, el aprovechamiento de los medios telemáticos, etc. Un heurístico que podríamos utilizar, con el que probablemente acertemos, es que probablemente la pandemia habrá afectado menos a los hijos de las familias con más recursos económicos. 

P: De cara al nuevo curso, ¿cómo se debe trabajar emocionalmente con los niños y los jóvenes?

R: Quizá lo más importante sea no olvidar lo que ha ocurrido, por dónde han pasado las niñas y niños, y que seamos capaces de dejar lo estrictamente académico en un segundo plano. No olvidarnos de ello, por supuesto, pero tengamos en cuenta que ahora quizá no es lo primordial. Y menos durante el primer trimestre. Va a ser necesaria mucha flexibilidad y mucha adaptación a las necesidades y ritmos de cada alumno. Que se sientan comprendidos y escuchados quizá sea el principal objetivo a nivel emocional que tendríamos que perseguir. 

P: ¿Podría darnos tres consejos para que los niños se sientan bien en esta nueva etapa, de la ‘nueva normalidad’?

R: Insistiría en el mensaje que ya he dado: ser flexibles en cuanto a lo curricular, comprensión y escucha. Esto antes ya era importante, pero ahora, en las actuales circunstancias, mucho más. 

 

martes, 15 de septiembre de 2020

La escuela en la era covid: cómo sacar adelante a la generación que deberá pagar las deudas de la pandemia. (EL PAÍS, J. A. AUNIÓN MADRID)

 


Expertos, alumnos y profesores de todo el mundo cuentan su experiencia y esbozan los retos a los que se enfrenta el sistema educativo

Las consecuencias de la crisis mundial provocada por la pandemia de covid se extenderán durante décadas, según predicen los expertos y todos los organismos internacionales. Y los niños y jóvenes que hoy están en la escuela serán los adultos que mañana tendrán que hacer frente a los agujeros que está dejando el virus: “Esta generación que estudia ahora educación primaria, secundaria o en la universidad es la que va a tener que pagar la deuda en la que todos los países están incurriendo para combatir la pandemia”, destaca Jaime Saavedra, máximo responsable para el ámbito educativo del Banco Mundial, como una de las principales razones por las que no se puede dejarlos en la cuneta.

Y eso pasa por ser capaces de ofrecerles, en las peores circunstancias posibles, una educación que mitigue el impacto que los masivos cierres de escuelas les están causando ya y que, si no se pone remedio, les harán perder, en términos de potencial para generar ingresos en el futuro, 10 billones de dólares (8,4 billones de euros), el equivalente al 8% de la riqueza global, según las estimaciones del Banco Mundial.

Millones de profesores de todo el mundo se han afanado y siguen haciéndolo para atender a millones de alumnos que se juegan su futuro. Las situaciones, evidentemente, son muy distintas en cada zona y cada país del planeta: desde España, que ahora pelea por tratar de reabrir las aulas con seguridad, pasando por Senegal, donde la joven Ramatoulaye Diallo, de 13 años, ha estado meses conectada a la escuela únicamente a través del móvil de su madre; por Líbano, con constantes cortes de luz que hacen todavía más complicado a Maha Katerji enseñar inglés a distancia; hasta la escuela de Estados Unidos en la que el maestro Daniel Herrero está preocupado especialmente por cómo evaluar la enseñanza online; desde China, donde Li Zonghou, de 11 años, ha pasado el verano haciendo deberes para recuperar el tiempo perdido, hasta Francia, donde la profesora de infantil Emilie Trouvé celebra el vínculo que ha logrado crear con las familias de sus alumnos durante el confinamiento… Sin embargo, a pesar de todas las diferencias, se trata de un desafío global para el que muchas de las soluciones están interconectadas y que, además, ya ha dejado enseñanzas que pueden servir para todos.

Desigualdad creciente

Por ejemplo, que la desigualdad, exacerbada durante la pandemia, es el gran enemigo al que combatir, tanto en los países pobres como en los ricos; que la tecnología es el gran aliado de los profesores y de las familias para hacerlo; y que nunca más una situación como esta debería coger al sistema tan desprevenido. “Se necesitan planes de contingencia para garantizar la continuidad educativa en situaciones de crisis. Hay bastantes indicadores que sugieren que vamos a tener que convivir con esta pandemia durante un cierto tiempo y tal vez con otras en el futuro. Es importante que los sistemas escolares cuenten, por consiguiente, con planes de contingencia que contribuyan a que los sistemas educativos ganen en resiliencia”, defiende Francesc Pedró, director del Instituto Internacional de la Unesco para la Educación Superior en América Latina y el Caribe, anteriormente responsable de la sección de Políticas Educativas del organismo.

“ES IMPORTANTE QUE LOS SISTEMAS ESCOLARES CUENTEN CON PLANES DE CONTINGENCIA”

FRANCESC PEDRÓ, DIRECTOR DEL INSTITUTO INTERNACIONAL DE LA UNESCO PARA LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE

Será un esfuerzo ingente de adaptación a un contexto de pandemia que pondrá en tensión los presupuestos educativos: no solo es posible que no se invierta el dinero extra necesario para las mejoras, sino que se acabe recortando para atender cuestiones que pueden parecer (y en ocasiones tal vez lo sean) más urgentes. Pero, si se da con las soluciones adecuadas, coinciden numerosos especialistas, podrían cambiar para siempre los sistemas escolares, con impactos mayores sobre la relación de la sociedad con la educación, al romper por la vía tecnológica los límites físicos de las escuelas y también los tiempos de presencia en ellas de los alumnos. Las familias, en este camino, serían una pieza fundamental, no solo en lo que respecta a la adaptación en términos de conciliación, sino por las exigencias de apoyo que requieren los contextos híbridos de enseñanza, lo que obliga a incluirles en cualquier plan de mejora futura si se pretende mitigar, ahora y en el futuro, las crecientes desigualdades sociales que está provocando la pandemia.

Y, si se da con las respuestas adecuadas ―sobre todo en lo que tiene que ver con la personalización de las necesidades de enseñanza de cada país, cada centro, cada alumno―, “no solamente compensar los retrasos, sino lograr un nuevo sistema educativo que sea un poco más resiliente, más equitativo”, aporta Saavedra durante una entrevista por videoconferencia.

Resistencias y oportunidades

Otros expertos, sin embargo, no son demasiado optimistas al respecto. “Es inevitable pensar que tanto los docentes como las familias querrán volver a la situación de febrero, porque todos estaban en ese momento en una situación de equilibrio en sus respectivas zonas de confort. Ahora estos equilibrios se han roto”, afirma el especialista de la Unesco Francesc Pedró. Augura, eso sí, “una transformación lenta pero profunda” en aquellos países “donde los docentes cuentan con una cultura profesional proclive a prestar atención a los resultados de la investigación empírica”.

Por eso, asegura que el primer paso de cualquier mejora es investigar qué ha pasado en estos últimos meses, qué ha funcionado y qué no y por qué. Se trata de aprovechar este gigantesco experimento “sobre las ventajas de la atención individualizada y sobre el papel de la tecnología”. Un experimento que, por ejemplo, ha puesto a prueba “la capacidad de las escuelas de seguir manteniendo estándares altos en términos de logros de aprendizaje con menos horas de instrucción, con tamaños de grupos más reducidos. Cuánto de esto se conserve, o no, podrá ser considerado una prueba de fuego acerca de la capacidad de los sistemas, no de innovar puntualmente, sino de avanzar hacia una verdadera transformación”, añade el experto.

“NO PODEMOS VOLVER A LO MISMO DE ANTES. ESTA ES UNA TENDENCIA A LARGO PLAZO”

WENGE GUO, PROFESORA DE TECNOLOGÍAS DE LA EDUCACIÓN DE LA UNIVERSIDAD DE PEKÍN

El experimento, sin duda, no tiene precedentes, con uno de cada nueve profesores dando clase a distancia a la vez en todo el mundo. En Europa, para dos tercios de los docentes, la de los últimos meses ha sido su primera experiencia de enseñanza a distancia, según una encuesta del pasado mayo hecha por la Comisión Europea a más de 4.000 profesionales de la educación. “No podemos volver a lo mismo de antes. La nueva división social del trabajo en la era de Internet está rediseñando la cooperación social y mundial; este proceso se ha visto ahora impulsado por la covid-19. Esta es una tendencia a largo plazo”, asegura Wenge Guo, profesora de Tecnologías de la Educación de la Universidad de Pekín.

Así, esa colosal experiencia docente puede servir para sortear las dificultades más inminentes, preparar esos planes de contingencia para el futuro de los que hablaba Pedró y ver cómo la enseñanza online podría completar de una manera eficaz en el futuro y de forma permanente a la presencial. Sobre todo, en primaria y los primeros cursos de secundaria, etapas en las que “es poco probable que el aprendizaje a distancia y en línea sea muy eficaz a menos que esté cuidadosamente diseñado”, explica Giorgio di Pietro, especialista del Joint Research Centre (JRC), órgano científico que asesora a la Comisión Europea.

La hora de los profesores

Saavedra insiste en que “ni todo es malo en la educación en línea, ni todo es bueno en la presencial, ni lo uno es de buena calidad y lo otro no... Cada uno puede servir mejor en unas materias que en otras, o para unos alumnos que para otros, que pueden sentirse más motivados en su casa que en la clase”. Pero manejar esa diversidad será harto complicado y requerirá, como siempre, de buenos maestros. “La educación es una experiencia social. Si alguna vez se pensó que, con la inteligencia artificial, con la tecnología y el machine learning, los maestros podrían ser reemplazados, ahora ha quedado claro que eso no va a ser cierto”, añade Saavedra.

“SI ALGUNA VEZ SE PENSÓ QUE, CON LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y LA TECNOLOGÍA, LOS MAESTROS PODRÍAN SER REEMPLAZADOS, AHORA HA QUEDADO CLARO QUE ESO NO VA A SER CIERTO”

JAIME SAAVEDRA, MÁXIMO RESPONSABLE PARA EL ÁMBITO EDUCATIVO DEL BANCO MUNDIAL

Profesores que necesitan apoyo y que necesitan, por supuesto, formación para aprovechar mejor las tecnologías, tanto en la enseñanza presencial como en las modalidades híbridas, destaca Di Pietro, que además recuerda que la Comisión está culminando la actualización de su Plan de Acción de Educación Digital para ayudar a los países miembros a abordar todos estos desafíos. “La enseñanza en línea es algo nuevo, que puede aumentar la carga de trabajo de los profesores. Las escuelas deben establecer un sistema de apoyo a la enseñanza en línea para ayudar a los profesores a superar los obstáculos”, destaca la profesora Wenge Guo.

“Necesitamos reabrir las escuelas de forma segura. Pero necesitamos las herramientas y la formación para conectar e involucrar a profesores y estudiantes en cualquier circunstancia”, aporta David Edwards, secretario general de la Internacional de la Educación, organización sindical que aglutina a organizaciones de todo el mundo de maestros y empleados del sector. Edwards reclama consensos sociales amplios en ese camino —"las escuelas no son supermercados ni salas de hospital; son espacios únicos"— y pide apoyo y respeto para unos profesionales que en algunos momentos de la pandemia han sido cuestionados: “Al igual que millones de trabajadores en todo el mundo, los educadores se han mantenido en el trabajo siempre que ha sido posible: dando lecciones a través de aplicaciones de vídeo en Bélgica, grabando transmisiones de radio en la República del Congo, conduciendo autobuses escolares con wifi móvil para proporcionar puntos de acceso en ubicaciones remotas de Estados Unidos...”.

 

viernes, 11 de septiembre de 2020

¿En qué consiste la EDUCACIÓN EN VALORES?

 La educación a través de los valores es una forma de aprendizaje relacionada con la moral, la ética, la empatía y el respeto a los demás. Un valor es una cualidad o conjunto de cualidades por las que una persona es apreciada. Este tipo de educación consiste en educar a niños y niñas para que aprendan a dar valor a algunas conductas y comportamientos. En un sentido más amplio, significa ampliar el alcance de la educación, de manera que esta no se limite solo a la enseñanza y aprendizaje de materias, temarios... sino que se plantee metas relacionadas con el ámbito moral y el civismo, con el fin de formar ciudadanos/as responsables. Eso significa que va más allá de la enseñanza de materias relacionadas con el funcionamiento de las sociedades y de la naturaleza, las cuales nos hablan del “qué” y del “cómo”, pero la educación en valores nos habla del “para qué”. Esto les ayudará a convivir de mejor forma con los demás y a sentirse bien en el ambiente en el que se encuentren.

Este tipo de educación exige la implicación tanto de los/as maestros/as y la comunidad educativa, como de la sociedad en general, pero sobre todo, de padres y madres. No olvidemos que los niños y niñas aprenden con el ejemplo. El ejemplo que dan sus padres en su manera de pedir las cosas, de relacionarse con los demás, de cooperar, de ayudar, de tolerar y aceptar.  Es crucial la responsabilidad que tienen los padres en la transmisión de los valores.

En el contexto actual en el que nos encontramos, el cual está caracterizado por la complejidad social y la globalización cultural y económica, es imprescindible educar en valores para formar a ciudadanos/as que tengan la capacidad de asumir nuevos retos y comprometerse de manera activa en la construcción de un mundo más justo, inclusivo, equitativo e intercultural. A través de la enseñanza de valores se intenta promover y garantizar una cultura y una forma de ser y comportarse basadas en el respeto a los demás y en ideas de solidaridad y democracia.

Algunos de los valores fundamentales para un adecuado desarrollo de los niños y niñas son: 
    La tolerancia.
    La igualdad.
    El respeto a la diversidad.
    La empatía.
    La amistad.
    La paciencia.
    La comprensión.
    La solidaridad.
    La cooperación.
    La preservación del medio ambiente y el amor a la naturaleza.
    La detección de las necesidades especiales.

La educación en valores, al ser algo que se interioriza con la práctica, no existe una disociación o división entre lo que ocurre dentro de las aulas y lo que pasa fuera de ellas. Al ser una materia transversal, es necesario planificarla con criterios objetivos: 
 
-    Fomentar la igualdad de oportunidades con independencia del sexo, etnia, clase social, origen, cultura, religión, etc.
-    Enseñar pautas de respeto al medio ambiente por parte de las comunidades y de las personas.
-    Potenciar el disfrute de los entornos naturales.
-    Resaltar la importancia del desarrollo sostenible en los ámbitos culturales, sociales y económicos de la vida del ser humano.
-    Rechazar formas y actitudes de discriminación.
-    Invitar al debate filosófico sobre dilemas morales.
-    Señalar los comportamientos perjudiciales para el conjunto sin estigmatizar a las personas.
-    Proponer ejercicios prácticos conjuntos en los que hay que tomar decisiones en tiempo real.
-    Potenciar formas de liderazgo no basadas en la ostentación del poder.
-    Enfatizar el principio de que las personas pueden cambiar.
-    Predicar con el ejemplo.

El principal valor de este tipo de educación está en su talento para actuar como un instrumento que ayude a crear una sociedad mejor, compuesta por ciudadanos/as críticos y responsables que se comprometan por una sociedad más justa e igualitaria. En definitiva, a preparar para la vida y saber convivir bien con los demás y con el entorno.

jueves, 10 de septiembre de 2020

LA EDUCACIÓN EN ESPAÑA EN TIEMPOS DEL CORONAVIRUS

España es uno de los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que ha cerrado durante más tiempo los centros educativos y de formación debido a la pandemia, lo que puede pasarle factura a nivel social y económico en el futuro. Así lo indica el informe Education at a Glance.  OECD Indicators 2020, que este año incluye una publicación adicional sobre el impacto del COVID-19 en los sistemas educativos.

 
La OCDE ha recordado que los cierres de las escuelas y universidades españolas comenzaron en algunas regiones el pasado 11 de marzo y se extendieron hasta el día 16 de ese mes en todo el país debido al coronavirus. Si bien algunos centros reabrieron parcialmente el 2 de junio, a finales de ese mes el país registró casi 16 semanas de inactividad lectiva presencial, mientras que la media de los 46 países analizados en el informe fue de 14.
 
Cada semana que los centros españoles han permanecido cerrados supone la pérdida de 23 horas semanales de enseñanza en Primaria y 30 en Secundaria, según el organismo. En días de escolaridad perdidos, España registra 31,5 en todas las etapas educativas, frente a los 17,4 de Lituania, por ejemplo. Si bien la educación presencial se sustituyó por la educación en línea, no todos los estudiantes pudieron acceder a ella, incrementando así las desigualdades educativas ya existentes.
 
La OCDE, basándose en evidencias de un estudio realizado por economistas estadounidenses, señala en su informe que "la pérdida de aprendizaje conducirá a la pérdida de competencias, y las habilidades que tienen las personas se relacionan con su productividad, por lo que el Producto Interior Bruto (PIB) de los países podría ser un 1,5% menos de media durante el resto del siglo". Para evitar que esto suceda resulta fundamental fortalecer el sistema educativo, "para recuperarse de esta crisis y brindar a los jóvenes las habilidades y competencias que necesitan para tener éxito", ha señalado el secretario general de la OCDE, Ángel Gurría, en la presentación del informe en París.
 
Así, el estudio pone de relieve algunos aspectos en los que el sistema educativo español se ha visto más afectado por el COVID-19 y en los que debe mejorar. Entre ellos destacan los siguientes, algunos más relacionados con la crisis educativa generada por la pandemia y otros con el sistema educativo en general.
 

1. Destinar más fondos públicos a la educación

 
El informe reconoce que existe incertidumbre sobre el impacto que la pandemia pueda tener sobre el gasto en educación, pero recomienda a España asignar más recursos al sistema educativo, ya que lo necesita para funcionar mejor y, de momento, la mayoría de la inversión del Gobierno se está dando en la economía y en el sector de la salud.
 
De hecho, el país ha invertido menos en educación respecto a la media de la OCDE en 2017: el país gastó el 4,3% de su PIB en los centros de educación primaria hasta la superior, lo que equivale a 0,6 puntos porcentuales menos que el resto de los países analizados en el estudio.

2. Bajar ratios en los centros, especialmente en Secundaria

 
La vuelta al cole será segura dependiendo de las medidas sanitarias que se adopten, especialmente de la capacidad de mantener una distancia de 1-2 metros entre alumnado y personal, según la OCDE. Esto implica reducir las ratios de las clases. No obstante, esta medida no ha podido ser aplicada en la mayoría de los casos en España, según sindicatos de docentes como Comisiones Obreras y la Unión General de Trabajadores.
 
Para los países que cuentan con clases más pequeñas (de menos de 20 niños y niñas por aula) resulta más fácil cumplir con el distanciamiento, según el informe, pero no es el caso de España. El tamaño medio de las clases en Primaria es de 22 estudiantes en instituciones públicas, frente a los 21 de la OCDE y 20 de la UE, mientras que en Secundaria hay 25 estudiantes, en comparación con los 23 que registran en promedio el resto de los países analizados en el estudio y los 21 de la UE.
 
No obstante, el informe advierte que "la necesidad de reducir el tamaño de las clases depende de factores como el espacio físico, la disponibilidad de aulas y personal, y decisiones personales del alumnado y el profesorado sobre si regresar a la escuela".

 3. Mejorar la formación digital de los docentes
 
Una tarea pendiente del profesorado del sistema educativo español es mejorar su formación digital, según la OCDE.
 
En general, desde antes de la pandemia, los y las docentes de todos los países analizados han reconocido la necesidad de mejorar sus competencias digitales: el 60% recibió formación sobre las TIC aplicadas a la educación y el 18% expresó que le faltaba capacitación en esta área.
 

4. Renovar la plantilla de docentes en todos los niveles

 
En muchos países de la OCDE, una gran parte de los docentes alcanzará la edad de jubilación en la próxima década, mientras que se prevé que la población en edad escolar aumentará en algunos países en ese periodo.  Esta situación supondrá una presión para que los gobiernos contraten y formen nuevos docentes.
 
En España, el 8% de los profesores de Primaria son profesores jóvenes (menores de 30 años)cifra inferior a la media de la OCDE (12%). Asimismo, en los países que conforman el organismo la proporción de profesores jóvenes disminuye en otros niveles de educación: al 10% en Secundaria y al 8% en Bachillerato y FP.

5. Reducir el déficit de titulados de Bachillerato y FP
 
España sigue teniendo un déficit de jóvenes con estudios de Bachillerato o equivalentes, como sería la Formación Profesional: el 30,3% de la población de entre 25 y 34 años posee un título de Secundaria y no continúa los estudios postobligatorios, mientras que en la OCDE este porcentaje es solo del 15,5% y en la Unión Europea es del 13,2%.

Para animar a los jóvenes a seguir estudiando, la OCDE insta a España a realizar esfuerzos para hacer más atractivos el Bachillerato y la FP s para los y las jóvenes. Al respecto, el informe señala que el 22,7% de la población adulta española se ha titulado en estos estudios, mientras que el porcentaje es del 42,3% en la media de países de la OCDE y del 44,8% en la UE.

Incrementar el número de titulados de FP y Bachillerato resulta importante porque estos estudios pueden aumentar la empleabilidad de los y las jóvenes. Por ejemplo, en 2019, antes del inicio de la pandemia, el 23% de las personas de entre 25 y 24 años tituladas de Secundaria estaban desempleadas en comparación con el 12% que contaba con estudios de Bachillerato o FP.  

Asimismo, invertir y promover más la FP puede ayudar a reducir el porcentaje de jóvenes que ni estudian ni trabajan, que es uno de los más altos entre los países de la OCDE. Los datos hablan por sí solos: en España, el 18,3% de jóvenes de entre 15 y 29 años no estudia ni trabaja, frente al 13% que registran el resto de los países de la OCDE. 
 

6. Reforzar el aprendizaje basado en el trabajo

 
La pandemia ha afectado tanto a la educación como al empleo de los y las jóvenes. Para paliar la situación, la OCDE insta a los gobiernos a reforzar el aprendizaje basado en el trabajo y los vínculos con el sector privado en los estudios postobligatorios, en especial los de Formación Profesional.

Y es que casi en la mitad de los países de la OCDE la tasa de empleo para las personas de 25 a 34 años que completaron una práctica profesional obligatoria o estancia en una empresa como parte de sus estudios de FP es más alta que la de las personas que no obtuvieron ninguna experiencia laboral.

"Esto es más evidente en España, donde la tasa de empleo de las personas que hicieron prácticas profesionales obligatorias en una empresa es 28 puntos porcentuales más alta que la de los que no han tenido ninguna experiencia laboral mientras estudiaban", apunta el informe.
 

7. Reinventar y digitalizar los centros educativos, universitarios y de formación 

 
La crisis del COVID-19 ha reducido la inscripción de estudiantes internacionales a las universidades y centros de formación de los países de la OCDE, entre ellos España, lo que puede afectar los servicios educativos de estas entidades y el apoyo financiero que brindan a los estudiantes nacionales, así como a las actividades de investigación y desarrollo, según el informe.

Por ello, el organismo insta a las instituciones universitarias y formativas a reinventar sus entornos de aprendizaje para expandir la digitalización de su oferta académica y que la educación en línea "complemente, pero no reemplace, las relaciones entre el propio alumnado y entre los estudiantes y el profesorado".