viernes, 21 de diciembre de 2018

LAS VACACIONES DE NAVIDAD


Las vacaciones de Navidad son un periodo especial para los niños. Ante ellos se presenta dos semanas sin clases, sin tareas, con mucho juego (PRINCIPAL HERRAMIENTA DE APRENDIZAJE) y con las obligaciones un poco más relajadas.
Sin embargo, todo ese exceso de libertad debe ser bien encauzado y aprovecharlo para enseñar a nuestros hijos a distribuir el tiempo libre de manera coherente y sana, disfrutando de él todo lo que puedan pero sin olvidar las responsabilidades. Para que os sirva de ayuda, aquí os dejo algunas recomendaciones muy útiles que se pueden tener en cuenta.
  • Lo primero, antes de mandarles hacer esta tarea o aquella, es sentarnos con ellos y hablar de la organización de su tiempo. Establecer una especie de horario consensuado para distribuir sus tareas y que sepan a qué atenerse en cada momento, que no estén perdidos.
  • Es importante que en este horario se marque un tiempo para repasar los contenidos que han ido adquiriendo durante el curso, sin atosigarles, pero marcando un espacio y que lo hagan como si fuera un juego divertido. Hoy en día en Internet podemos encontrar multitud de enlaces y páginas para "repasar jugando".
  • La lectura es otra actividad que debe ocupar un lugar prioritario. Hay que incentivarla y hacer que los niños disfruten con los libros, que encuentren la magia que encierran las historias. Podemos visitar con ellos bibliotecas, librerías, llevarles a las actividades de cuentacuentos que se hagan en la localidad, pequeños teatrillos y representaciones...Todo ello son actividades encaminadas a" formar lectores".
  • Las labores de casa también tienen que tener su hueco diario. La colaboración en esas tareas les hace ser responsables y valorar el trabajo que hacen los demás.
  • Dedicar un tiempo al televisor, el ordenador, la consola...pero un tiempo controlado, vigilando de cerca los programas que ven y las páginas de Internet que visitan.
  • Es importante pactar con ellos la hora aproximada para ir a dormir y para levantarse. El orden nos da seguridad a todos.
  • No olvidemos tampoco los buenos hábitos alimenticios: alimentación variada, fruta rica y fresquita en lugar de chuches y helados continuamente.
  • Las vacaciones también son un momento excelente para realizar actividades en familia. Disfrutemos de ellos siempre que tengamos ocasión.
  • Y nuestro último consejo es que habléis mucho con ellos, que os acerquéis a su mundo infantil aportando pequeñas soluciones a sus "problemillas". Esto mejorará mucho las relaciones con vuestros hijos y os ayudará a crecer juntos. Y disfrutad, disfrutad hasta el último momento todo lo que podáis porque estos maravillosos años nunca vuelven.

FELIZ NAVIDAD 2018-2109

Desde el CEIP “Pedro Sanz Vázquez” deseamos una Feliz Navidad a todos los que comparten el deseo de un mundo mejor, lleno de paz y esperanza.

Brindamos por todos aquellos que siguen considerando que la Educación es el arma más potente para cambiar el mundo.

https://youtu.be/AFvRf8PfpKw

¡Feliz Navidad!

 La educación genera confianza. La confianza genera esperanza. La esperanza genera paz (Confucio).

lunes, 17 de diciembre de 2018

La regla de los cuatro regalos de Navidad. Por Estefanía Esteban.



Los niños no deberían recibir en Navidad más de cuatro regalos


Ni ocho, ni diez ni doce. Cuatro. Cuatro es una cifra perfecta. Es la cantidad de regalos que recomiendan los expertos para los niños en Navidad. 
Ya me imagino que es un objetivo casi imposible. Toda la familia compite por hacer al niño feliz, e incluye sus deseos en su carta personal a los Reyes Magos. Al final, los niños se juntan con el regalo que encargó su tía, el que encargó su tío, el que pidieron sus abuelos, el que pidieron sus otros abuelos... los que apuntaron ellos... Y resulta que reciben tantos juguetes, que no son capaces de pasar más de un día seguido con uno de ellos. La solución para evitar este empacho de juguetes: la regla de los cuatro regalos de Navidad. 
En qué consiste la regla de los cuatro regalos de Navidad
La regla de los cuatro regalos navideños es bien sencilla. Consiste en seleccionar sólo cuatro cosas, basándose siempre en estos cuatro principios
1. Algo que sirva para llevar (ropa, zapatos, complementos...).
3. Algo que realmente deseen.
4. Algo que realmente necesiten.
Desde luego, se trata de apostar por la calidad frente a la cantidad, un auténtico desafío cuando se trata de niños. Porque ellos, evidentemente, sienten un afán desenfrenado por tenerlo todo, y si es posible, ya, en este mismo momento.
Pero... ¿realmente disfrutan cada vez que reciben una avalancha de juguetes? ¿Realmente valoran cada regalo? La respuesta es No. Cuanto más reciben, más vacíos se sienten, porque no son capaces de 'digerir' tal empacho.
Los niños reciben más juguetes en Navidad de los que necesitan
Según los últimos estudios, los niños reciben en Navidad diez veces más regalos de los que necesitan.  ¿Y no ocurre que a pesar de tener decenas de juguetes guardados, al final terminan jugando con los mismos siempre? ¿O quizás creando sus propios juguetes con cajas de cartón y cartulinas que encuentran por casa?
La razón es que poco a poco, ante tanto juguete, los niños pierden la ilusión. Y ante tanto estímulo, llega la apatía. Imagina que llega un día en el que le preguntas: ¿Qué le vas a pedir a Papá Noel? Y te contestará: no sé. Intenta que nunca llegue ese día. La Navidad, recuerda, no sólo se basa en regalar juguetes. Los niños son capaces de ver mucho más que nosotros en esta fiesta. Los villancicos, las tiendas decoradas con estrellas y espumillón, las luces, las reuniones en familia, los dulces navideños... Sólo necesitamos aprender un poco de ellos para disfrutar de otra forma durante estos días.


jueves, 13 de diciembre de 2018

REALMENTE, ¿QUÉ ES UNA EDUCACIÓN DE CALIDAD?

En el panorama educativo actual, estamos perdiendo el norte. Olvidamos con demasiada frecuencia el verdadero propósito de la educación: que nuestros alumnos y alumnas dispongan de los conocimientos, las destrezas, las habilidades, el carácter... que les permitan estar preparados (en el sentido más amplio que puedas imaginar) para la vida. Olvidamos demasiado a menudo que lo que debemos conseguir en nuestras escuelas, no es que los niños y las niñas hagan lo que quieran, si no que quieran lo que hagan.

Tenemos una tendencia casi obsesiva a complicarnos la existencia, y lo que es peor aún la existencia de nuestros alumnos y alumnas. Proponemos supuestas innovaciones cada vez más complicadas y complejas que no apartan mejora ni solución real alguna, pero las defendemos porque "molan" porque es "cool", porque nos diferencia de "otros".

Si de verdad queremos mejorar la calidad de la educación que ofrecemos en nuestras escuelas, debemos plantearnos propósitos claros y sencillo como estos:

- Leer comprensiva y compulsivamente.
- Comunicarse de forma eficaz, ya sea oralmente o por escrito.
- Ser capaces de plantear y resolver problemas, es decir, ser capaces de pensar de forma creativa y crítica.
- Conocer el mundo que nos rodea, pero no de memoria sino comprendiéndolo. Educar localmente para entender el mundo en su globalidad.
- Conocer y dominar el lenguaje de las ciencias, de las matemáticas; pero también el de la música, la pintura, la escultura...
- Conocer las emociones y dominarlas. Tener un carácter perseverante, meticuloso, resiliente...

- Desarrollar la capacidad de trabajar en equipo bajo la premisa fundamental de la convivencia: EL RESPETO.

Para conseguir esto (y seguramente alguna que otra cosa más) hay muchos caminos. Busca y encuentra el tuyo propio, evalúa los resultados que consigues, revísalo permanentemente y, sobre todo, compártelo con otros. Pero ten siempre presente que "la complejidad es tu enemiga. Cualquier tonto puede hacer algo complicado. Lo difícil es hacer algo simple." (Richard Branson).


Extraído de un artículo de Salvador Rodríguez Ojaos.

miércoles, 5 de diciembre de 2018

Superando la ilusión bilingüe

(Publicado en Escuela el 6 de septiembre de 2017)

El bilingüismo escolar hace mucha ilusión en España. Una palabra tan tramposa como esa (bilingüe es el hablante nativo de dos lenguas, no el que estudia en otras dos materias escolares) ha despertado esa ilusa fascinación que provocan ciertos escenarios futuros (¿una Europa en la que todos hablemos inglés?) y algunos espejismos procedentes del pasado (¿aquellos colegios británicos, alemanes o franceses en que se educaban nuestras élites?). Así ha crecido ese imaginario que asocia la modernización educativa de nuestros colegios e institutos con su declaración como centros bilingües en esos vistosos rótulos que suelen incluir la banderita del país que no quiere ser europeo.

La ilusión bilingüe ha llevado a algunos profesores a enseñar la materia de la que son especialistas en una lengua de la que no lo son. O a aparentarlo, porque no parece probable que los alumnos aprendan mejor las matemáticas o las ciencias si la comunicación en esas clases es todo el tiempo en una lengua distinta de la que comparten con el profesor.

No está claro que el aprendizaje intencional de una lengua extranjera mejore por usarla mientras se aprenden otros contenidos. De hecho, no se hace así en las academias y escuelas oficiales de idiomas, ni tampoco son en inglés las actividades extraescolares (musicales, deportivas, etc) que completan esa educación en la sombra orientada al enriquecimiento de la que habla Mark Bray. Obviamente, a nadie se le ocurriría que fuera en inglés la otra educación en la sombra, la del refuerzo en las clases particulares.

Pero en el aula están todos. Los alumnos con notables competencias y los que tienen más dificultades. O quizá no. Porque precisamente un efecto secundario (o no tan secundario) de la ilusión bilingüe es la segregación escolar. La separación entre quienes participan en ese experimento y quienes se quedan en otras aulas. Sobra decir que, además de otros beneficios, los profesores comprometidos con él no suelen tener en las suyas a ese otro alumnado.

En todo caso, la ilusión bilingüe no es solo escolar. Especialmente entre los más jóvenes, parece extenderse cierto complejo por que nuestro idioma no sea el inglés. Así, los nombres de los nuevos negocios, las expresiones con las que se publicita casi todo, los eventos resultones y muchas otras cosas (también las muy locales) están dejando de escribirse y pronunciarse en español para hacerlo en inglés. Algo que resulta especialmente patético en el país en que nació la lengua europea con más hablantes nativos en el mundo y la segunda, tras el chino, con más hablantes nativos en todo el planeta.

Lo peor de esta anglofilia lingüística es que parte de un presupuesto nada democrático sobre el que se piensa muy poco: que el inglés es, y debe ser, la lengua del futuro. Así, no caemos en la cuenta de que puede llegar a serlo sin que ningún organismo ni institución democrática lo haya debatido ni decidido jamás. De hecho, si no se extienden antes los traductores orales multilingües (sorprende el poco interés que despierta el desarrollo de estas tecnologías), el inglés puede acabar siendo pronto la lengua universal. O al menos la lengua medio oficial del universo occidental.

Lo cierto es que las lenguas no son como las especies biológicas cuya evolución requiere miles de años. El cambio en las lenguas se va dando a escala intergeneracional y en solo unas décadas pueden advertirse variaciones que pueden llevar a que unas lenguas se extiendan y otras desaparezcan. La historia del latín, del español o del inglés son buena prueba de ello.

Además de esos desafíos de gran alcance, el hecho de que la ilusión bilingüe produzca segregación escolar y no sea la mejor manera de aprender otras lenguas, debería hacernos pensar que la formación en esas competencias debería estar a cargo de sus especialistas y que, para ayudarlos, quizá fueran más útiles iniciativas que aprovechen mejor el tiempo escolar. Por ejemplo, revisar si tiene sentido que, con tanta educación en la sombra de inglés, esta deba seguir siendo la primera lengua extranjera para la inmensa mayoría del alumnado cuando buena parte de él podría elegirla como segunda lengua y aprovechar aquel espacio curricular para aprender portugués, francés, italiano o alemán. También se podrían promover otras iniciativas muy significativas como la extensión de los intercambios escolares y el aumento de las becas para estancias estivales en otros países. Medidas más razonables que, a diferencia de la ilusión bilingüe, no requieren una organización escolar segregadora.

No estaría mal, por tanto, asumir la responsabilidad que todos tenemos con nuestra lengua y la que tenemos los docentes con las nuevas generaciones. Por ejemplo, desenmascarando ese espejismo que está penetrando intensamente en nuestra sociedad y en nuestro sistema educativo. Lo bueno es que, al menos en las instituciones escolares, desnudar al rey no es difícil. Solo requiere que quienes no comulgamos con esa espuria ilusión bilingüe intentemos que nuestros centros estén libres de ella. Si la dirección, el claustro o las familias se plantean seriamente este tema es posible cambiar las cosas en cada centro aún antes de que las administraciones frenen esta ingenua y nociva inercia cuyos principales beneficiados no son los alumnos.

Además de deshacer el camino segregador que este experimento comporta, denunciar y renunciar a la ilusión bilingüe permitirá algo muy importante: hacer más eficaz el aprendizaje intencional de otras lenguas y convertirlo en medio para conocer y valorar otras culturas, no en instrumento para seguir erosionando el aprecio por la nuestra.

miércoles, 28 de noviembre de 2018

¿Qué hacer si crees que los niños molestan?



Se nos está olvidando qué es un niño, en qué consiste la infancia. En este mundo tan hedonista esperamos de los niños que se comporten, constantemente, como auténticos modelos de la buena educación desde edades tempranas. Se nos olvida que son niños que tienen que aprenderlo todo y que ese aprendizaje conlleva muchas horas, muchos días y muchos años. Así que tengamos paciencia.
Una sociedad que quiere niños que se comporten como adultos., niega el valor de la infancia.
Los niños gritan, los niños corren, los niños no se sientan, se tiran por el suelo, los niños atropellan, los niños se impacientan, los niños lloran, los niños tienen rabietas, los niños tienen miedo, los niños muerden, los niños se descontrolan, los niños se ensucian cuando comen, hablan con la boca llena, los niños miran, los niños señalan con el dedo, y vuelven a gritar, a correr, a no sentarse…
Pero los niños no molestan, pero hay cinco cosas que puedes recordar cuando creas que sí lo hacen:
1.- Los niños no molestan, molestan algunas cosas que hacen, pero sobre todo molesta que tú te pongas a “azuzarte” mentalmente diciendo: “no se callan, no se están quietos, qué cafres, etc, etc.” La naturaleza es sabia, y por eso los niños tienen padres, madres, abuelos, maestros, familia, vecinos, etc. porque esta tarea de educar, aunque es responsabilidad de padres y madres, precisa de la colaboración del resto de “la tribu”. Una buena manera de colaborar es mostrarse pacientes, entender el comportamiento de los niños, en vez de empezar a hacer invocaciones a Herodes. En este blog hemos repetido muchas veces que niños y adolescentes aún no están “terminados de construir” y, por lo tanto, las equivocaciones están implícitas en su proceso de aprendizaje.
2.- Educar es enseñar activamente a nuestros hijos modelos correctos de comportamiento. Por eso padres y madres no deben de escudarse en lo de “son niños” cuando el comportamiento de sus hijos pueda ser molesto para otras personas, sino hacer énfasis en que les pedimos a los hijos que dejen de hacer determinadas conductas, aunque sean de niños, para no molestar a otras personas. Y persistir. Y si tú ves que un niño hace esfuerzos por controlarse para parecer menos molesto, reconóceselo. Hazle saber que eso que ha hecho está muy bien, todos aprendemos con elogios. Y si hay que reñir, que lo riñan sus padres, que te recuerdo que educar a los hijos de los demás es tarea sencilla.
3.- No olvides que los niños pueden hacer algo que a ti te moleste, pero también son divertidos, imaginativos, cariñosos, empáticos, sorprendentes, creativos, artistas, comprensivos, leales, curiosos, inocentes. Los niños tienen muchos valores, y no sólo el de la obediencia ciega. Conozco muchos adultos que molestan más que un niño, y nadie dice que es por culpa de su padre o de su madre. Sin embargo en cuanto un niño saca los pies del tiesto, ponemos a escurrir a padres o madres negándoles capacidad educadora alguna.
4.- A mí me encantan los niños, me encanta estar entre ellos, y siempre hay uno que se acerca y me pellizca sibilinamente, pero si pongo cara de que me ha dolido, hay doce que me llenan la cara de besos con sus correspondientes babas. Y al que me pellizca le doy ración doble de abrazos. Por eso nunca me molestan los niños porque cualquiera de ellos necesita lo que tú y yo necesitamos: elogios y abrazos; confianza y abrazos; consideración y abrazos.
5.- Los niños no son molestos, sencillamente están vivos y hacen ruido. Se ensucian, gritan, te sonríen. Los niños necesitan que los adultos los entendamos, los eduquemos y sobre todo los protejamos. Proteger a los niños, proteger la infancia. Cómo nos puede molestar el mejor tesoro que tiene una sociedad.


viernes, 23 de noviembre de 2018

El valor de enseñar a los niños a decir “gracias”, “por favor” o “buenos días”. POR VALERIA SABATER.

Transmitir a los niños la importancia de dar las gracias, de “pedir por favor” o de decir “buenos días” o “buenas tardes”, va más allá de un simple acto de cortesía. Estamos invirtiendo en emociones, en valores sociales, y ante todo, en reciprocidad.
Para crear una sociedad basada en el respeto mutuo, en la que el civismo y la consideración marquen la diferencia, es necesario invertir en esas pequeñas costumbres sociales, a las que a veces, no prestamos la importancia que merecen. Porque la convivencia se basa al fin y al cabo en la armonía, en esas interacciones de calidad basadas en la tolerancia donde todo niño debería iniciarse desde una edad temprana.
Soy de la generación del gracias, del por favor y del buenos días, de la misma que no duda en decir un “lo siento” cuando es necesario. Cualidades todas ellas que no dudo en transmitir en mis hijos, porque educar en respeto es educar con amor.
Un error en el que suelen caer muchas familias es en iniciar a los niños en estas normas de cortesía cuando los más pequeños empiezan a hablar. Ahora bien, es interesante saber que el “cerebro social” de un bebé es tremendamente receptivo a cualquier estímulo, al tono de voz e incluso a las expresiones faciales de su padre y su madre.
Lo creamos o no, podemos educar a un niño en valores desde edades muy tempranas. Sus aptitudes son casi insospechadas y hemos de aprovechar esa gran sensibilidad en materia emocional. Te hablamos de ello.
niña-jugando-con-su-padre-al-método-Montessori

Dar las gracias, un arma de poder en el cerebro infantil

Los neurocientíficos nos recuerdan que el sistema neuronal  de un niño está programado genéticamente para “conectarse” con los demás. Es algo mágico e intenso. Incluso las actividades más rutinarias como alimentarlos, bañarlos o vestirles se convierten en improntas cerebrales que prefiguran en un sentido u otro la respuesta emocional que tendrá ese niño en el futuro.
El diseño de nuestros cerebros, por así decirlo, nos hace sentirnos inexorablemente atraídos a su vez por otros cerebros, por las interacciones de todos aquellos que están a nuestro alrededor. Así pues, un niño que es tratado con respeto y que desde una edad temprana se ha acostumbrado a escuchar la palabra “gracias”, entenderá rápidamente que está ante un refuerzo positivo de gran poder y, que sin duda, irá desentrañando poco a poco.
Es muy probable que un niño de 3 años al que su padre y su madre han enseñado a decir gracias, por favor o buenos días, no comprenda muy bien aún el valor de la reciprocidad y del respeto que impregnan estas palabras. No obstante, todo ello crea un adecuado y maravilloso sustrato para que después las raíces fuertes y profundas.
Al fin y al cabo, la edad mágica comprendida entre los 2 y los 7 años, es la que Piaget denominaba como “estadio de inteligencia intuitiva”. Es aquí donde los pequeños, a pesar de estar supeditados al mundo del adulto, van a ir despertándose progresivamente al sentido del respeto, a intuir ese universo que va más allá de las propias necesidades para descubrir la empatía, el sentido de la justicia y por supuesto, la reciprocidad.
madre e hija

La reciprocidad, un valor social de peso

Cuando un niño descubre por fin lo que sucede en sus contextos más próximos cuando pide las cosas por favor y las concluye con un gracias, ya nada va a ser igual. Hasta el momento, lo llevaba a cabo como una norma prosocial pautada por los adultos, algo que le confería refuerzos positivos por su buen comportamiento.
“La educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo”
-Paulo Freire-
No obstante, tarde o temprano experimentará el auténtico efecto de tratar con respeto a un igual, y cómo esa acción revierte a su vez en él o en ella misma. Es algo excepcional, una conducta que le habrá de acompañar para siempre, porque tratar con respeto a los demás es también respetarse a uno mismo, es actuar de acuerdo a unos valores y un sentido de convivencia basado en un pilar social y emocional de peso: la reciprocidad.
Niñas jugando
Será sobre los 7 años cuando nuestros hijos descubran plenamente todos estos valores que conforman su inteligencia social. Es ese instante en que empiezan a dar más importancia a la amistad, a saber lo que implica esa responsabilidad afectiva, a entender y disfrutar de la colaboración, atendiendo necesidades ajenas e intereses diferentes a los propios.
Es sin duda una edad maravillosa donde todo adulto debe tener muy presente un aspecto esencial: debemos seguir siendo el mejor ejemplopara nuestros hijos. Ahora bien, la pregunta mágica es la siguiente… ¿De qué manera vamos inculcando en nuestros hijos desde edades tempranas esas normas de convivencia, de respeto y de cortesía?
Te ofrecemos unas sencillas estrategias para que las tengas en cuenta, son indicaciones básicas que señalar a los niños en cada situación.Vale la pena tenerlo en cuenta.
  • ¿Has llegado o entrado a algún sitio? Saluda, di buenos días o buenas tardes.
  • ¿Te vas? Di adiós
  • ¿Te han hecho un favor? ¿Te han dado algo? Da las gracias.
  • ¿Te han hablado? Responde.
  • ¿Te están hablando? Escucha.
  • ¿Tienes algo? Compártelo.
  • ¿No lo tienes? No envidies.
  • ¿Tienes algo que no es tuyo? Devuélvelo.
  • ¿Quieres que hagan algo por ti? Pídelo por favor.
  • ¿Te has equivocado? Discúlpate.
Normas sencillas que, sin lugar a dudas, le serán de gran ayuda en el día a día.

jueves, 15 de noviembre de 2018

“Este niño es muy infantil”



A menudo escucho a adultos referirse a algunos niños y niñas diciendo de ellos, con un tono de preocupación, que son muy infantiles. Niños de 6 años, de 8, de 12, incluso de algunos adolescentes.

¿Será malo ser “muy infantil” cuando uno está en edad de ser infantil?

Intentar que un niño se comporte como un adulto es una manera de negar la infancia.

¿Qué es lo que queremos decir cuando nos referimos a un niño o adolescente como “muy infantil”?

Pues generalmente que es ingenuo, que le gusta jugar a cosas de niños, que es emotivo, vamos que se emociona con lo que ocurre a su alrededor y a veces se ríe a carcajadas o llora ante situaciones injustas; que no tiene interés por hacer cosas de “mayores”; que le gusta que lo abracen y le hagan cosquillitas; que tienen miedo y te piden que los protejas; que piden que les cuenten cosas de cuando eran más pequeños, que su mayor preocupación no es anotar las tareas que hay que llevar al colegio, etc.

En esta sociedad que roba la infancia a los niños ya no les dejamos ni ser niños, nos parece un problema que se comporten como niños y los llamamos inmaduros.

Es muy inmaduro es una manera de decirle a un niño que su forma de ser no nos gusta, que algo le falta, es una manera de de trasmitir que estamos deseando que se haga un maduro, para que no moleste. Inmaduro dicho como problema y no como una realidad del desarrollo: los niños van madurando a través de experiencias y tiene un ritmo, propio e individual, de maduración. Y mientras maduran, necesitan la ayuda de los adultos.

No tengáis prisa, tienen que ser niños, tienen que ser adolescentes y luego se convertirán en hombres y mujeres adultos capaces de gobernar su vida.

Los niños solo son niños y lo que tienen que aprender es a ser buenas personas, no a ser maduros precoces. La madurez necesita vida para ser vivida, ser niños el tiempo que dura la infancia, ser adolescentes el tiempo que dura la adolescencia, y ser adulto el tiempo que dura la vida adulta.

Así que cuando alguien diga que es un niño muy infantil tú contesta que eso es más normal que ser un niño “viejuno”.

Los niños son niños, dejadles que vivan su infancia, no les metáis prisa para que crezcan porque los trienios y las canas llegaran de todas manera.

martes, 6 de noviembre de 2018

Cinco pasos a seguir para que a tus hijos les guste leer un libro.

Claves para iniciarles en este hábito y que no lo consideren un aburrimiento


Las recomendaciones se basan en 5 pasos:
Conseguir que a los niños les guste leer es en ocasiones complicado. Las nuevas tecnologías suplantan muchas veces el tiempo de lectura. 
1. DESPIERTA SU INTERÉS:
Llévalo a actividades relacionadas con la lectura, por ejemplo a un cuentacuentos.
Pregúntale a la hora de escoger un libro. Haz que su opinión cuente, debe sentir que él toma de decisión de la compra del libro.
Conviértelo en parte de la historia del cuento. Ser protagonista del cuento despertará el interés del pequeño por la lectura.
Sirve de ejemplo. Lee. Los niños imitan todo lo que hacen los adultos. Si tú lees, ellos leen. El comportamiento de los padres se verá reflejado en el de los hijos.
2. Compartir tiempo juntos leyendo:
Leer a la vez es una buena manera de crear vínculos entre los padres e hijos y una buena forma para mantener su interés.
3. LA LECTURA NO DEBE CONVERTIRSE EN UNA OBLIGACIÓN:
Conviértela en un juego, recrear pasajes del libro con tus hijos puede ser una buena opción.
4. LEERLES ANTES DE IRSE A DORMIR:
A los niños les gusta que sus padres tengan un ratito para ellos antes de irse a dormir, además la lectura también les ayudará a conciliar el sueño.
5. AYÚDALES A DESCUBRIR:
Deja que busque nuevos géneros: misterio, aventuras, ciencia ficción, fantasía… No tengas miedo a que descubra otros libros ¡la lectura está llena de sorpresas!

miércoles, 31 de octubre de 2018

La empatía, un rasgo que se fomenta o se oxida. Por Ana Isabel Sanz.

En una película reciente de Álex de la Iglesia, la escena final me impactó y aún sigue incomodándome,  aunque hayan pasado meses desde que la vi: una Blanca Suárez llorosa y semidesnuda transita por la bulliciosa Gran Vía sin que nadie se le acerque, ni siquiera gire la vista extrañándose o doliéndose por su sufrimiento. Resulta duro pensar que esta indiferencia hacia los otros empieza a convertirse en lo habitual.

Si eso sucede en situaciones en las que nos hallamos al lado del que lo pasa mal, cómo extrañarse de que no nos movilice el terror de una guerra que solo vemos por televisión, el dolor de las víctimas de una catástrofe, la humillación y el riesgo derivados de la represión política en un país lejano o la gravedad del daño que nos estamos haciendo a nosotros mismos con la irresponsable actitud hacia el equilibrio ecológico del planeta.

A pesar de las advertencias de escritores como Jeremy Rifkin (Civilización empática, Paidós, 2010) sobre la urgencia de que la sociedad se implique como un todo en el abordaje activo de dilemas que condicionan el presente y el futuro de nuestra especie, lo que se constata es que nos estamos convirtiendo en auténticas piedras, nulidades emocionales, que no saludamos al vecino, ignoramos al anciano o a la embarazada que permanecen de pie en el autobús mientras disfrutamos de nuestro cómodo asiento, miramos hacia otro lado si vemos una actitud irrespetuosa en la calle… ¿Hacia dónde vamos por este camino? Y un problema aún más preocupante es que esas conductas son el ejemplo que interiorizan nuestros menores por lo que, de no modificar el rumbo, estamos sembrando una peligrosa cosecha de violencia y deshumanización con consecuencias nada halagüeñas.

Paradójicamente, mientras eso sucede, políticos, medios de comunicación, agentes sociales… usan una y otra vez hasta desgastarlas palabras como empatía, empatizar, empático… Cuando lo hacen, ¿saben lo que implican, las trasladan alguna vez del discurso demagógico a sus comportamientos? La empatía, concepto psicológico relativamente nuevo (no tiene más de un siglo de vida) implica –en contra del egocentrismo– interesarse por el otro sin prejuicios para entender lo que siente, las motivaciones de su conducta y devolverle no consejos banales o simplistas, sino un apoyo (a veces únicamente el respetuoso silencio para escuchar) que le permita no sentirse solo sino comprendido, aunque no se le aporten soluciones prácticas.

Los estudios cada vez más numerosos sobre este complejo proceso de acercamiento y conexión con los demás identifican la interacción de elementos cognitivos y emocionales en diferentes grados de profundidad en ese “ponerse en el lugar –en los zapatos– del semejante”. Más allá de esas complejidades conceptuales, querría limitarme a señalar que la empatía constituye un pilar fundamental de la inteligencia social y de la convivencia armónica. Una de las investigadoras más conocida en este ámbito, Brené Brown, considera que ser empático implica al menos cuatro capacidades: a) la habilidad de ponerse en el lugar de otro sujeto y admitir su punto de vista como válido y real; b) la no formulación de juicios de valor acerca de esa experiencia; c) la identificación de la vivencia emocional de otra persona, y d) la aceptación respetuosa y la expresión verbal de esa emoción compartiéndola con el semejante.

El interés por los procesos cognitivos y emocionales de otros individuos constituye un rasgo inherente a cualquier persona y, casi con toda seguridad, es propio de las especies de homínidos que nos precedieron. Sería motivo de un interesante debate qué sucede con los llamados psicópatas, aunque posiblemente ellos también son capaces de captar la vivencia del otro y lo que sucede es que les resulta indiferente o solo les sirve como vía para la manipulación dañina.

Las neuronas espejo sustentan biológicamente esta disposición natural a la empatía que se manifiesta rudimentariamente casi desde el nacimiento y de forma más consistente en bebés entre los 18 y los 24 meses. La consolidación de la llamada Teoría de la Mente (la posibilidad de establecer hipótesis sobre los procesos psicológicos propios y de otro individuo) permite que a los 4-5 años se sea ya plenamente capaz de desarrollar actitudes empáticas. Ese patrimonio innato no garantiza, como sucede con otras muchas capacidades, el desarrollo de adultos empáticos, salvo que esa predisposición se canalice y fomente a través de adecuadas medidas educativas.

Y si la empatía se educa, ¿por qué se le presta tan escasa atención en las políticas educativas o en la planificación de los centros? Tal vez sea, una vez más, porque se considera menos relevante que los conceptos o los procedimientos matemáticos, lingüísticos, históricos, tecnológicos… Craso error. Existen ya numerosos datos que indican que el prestar atención a la educación emocional, entre otros aspectos al desarrollo de la empatía, fomenta el desarrollo cognitivo y la calidad del clima escolar, aspecto que, a su vez, revierte en mejores rendimientos académicos y en la prevención de cuestiones tan distorsionadoras del ambiente escolar como el acoso entre compañeros, las transgresiones disciplinarias, el fracaso y el abandono prematuro de las aulas o el deterioro de la salud psico-física tanto del alumnado como de los docentes. Conviene subrayar que los estudiantes y los docentes que profundizan y ponen en práctica la empatía:
  • Se muestran más curiosos.
  • Aumentan sus destrezas comunicativas y, paralelamente, la capacidad de pensar de forma lógica.
  • Recurren a fuentes de aprendizaje más diversas que incluyen la experiencia propia y la de otros, lo que propicia una mayor flexibilidad cognitiva.
  • Ejercen el pensamiento crítico.
  • Valoran más los esfuerzos propios y los del otro, lo cual potencia su motivación y deseo de superarse.
  • Prestan más atención y se concentran mejor.
  • Se sienten satisfechos y agradecidos con lo que hacen y las oportunidades que se les ofrecen.
  • Progresan en la capacidad de identificar, expresar y modular sus propias emociones.
  • Logran interacciones sociales satisfactorias y enriquecedoras.
  • Disminuyen los comportamientos agresivos o descalificadores de otras personas.
  • Alcanzan un equilibrio psíquico que les permite optimizar su rendimiento cognitivo.
  • Ante esta perspectiva, ¿creéis que merece la pena incorporar a las programaciones y a los proyectos de centro el fomento de la empatía como principal bastión de la educación emocional?

lunes, 29 de octubre de 2018

Educar a los niños en la puntualidad.

Educar en valores

10 consejos para conseguir que los niños sean puntuales

La puntualidad es el cuidado y diligencia en llegar a un lugar o partir de él a la hora convenida o de hacer las cosas a su debido tiempo. Los adultos somos conscientes de la hora del día en la que vivimos, y el reloj forma parte importante del día a día para poder organizar nuestro tiempo.
Sin embargo, enseñar el valor de la puntualidad a los niños requiere su ciencia, ya que la noción del tiempo para los niños es diferente y además, todavía no comprenden el funcionamiento de las agujas del reloj.
Enseñar a los niños el valor de la puntualidad

Cómo conseguir que los niños sean puntuales

Existen algunas ideas que pueden ayudar a los padres y educadores para conseguir que los niños sean puntuales y hagan las tareas que les corresponden a su debido tiempo.
1- Es necesario que el niño comience a valorar la importancia de hacer una determinada cosa en un tiempo determinado. Para ello, es importante el diálogo con el niño y hacerle comprender, por ejemplo, que si no llegamos al cine a la hora convenida, la película habrá comenzado y no podremos verla.
2- Crear rutinas. La rutina no sólo es buena porque ayuda al niño a sentirse seguro. Además, ayuda a crear hábitos a los niños. A pesar de no saber medir el tiempo, les guiará para saber que después de levantarse de la cama tienen que lavarse, después vestirse, desayunar e ir al colegio. Poco a poco, irán aprendiendo que esta serie de pequeñas acciones, tienen que llevarse a cabo en un tiempo determinado para poder llegar al colegio antes de que lo cierren. 
3- Los niños han de conocer qué tipo de sentimientos desencadena alguien impuntual. Un valor importante es enseñar a los niños a no hacer a los demás aquello que no les gustaría a ellos mismos. Por lo tanto, han de comprender cómo se siente alguien cuando espera a una persona que no llega.
4- Hay que enseñar a los niños que las distracciones les llevarán a ser impuntuales. Hacer una tarea require su concentración, sobre todo en la infancia, donde la abstracción es mayor. El niño no podrá vestirse bien y con agilidad, si le televisión está encendida y están emitiendo sus dibujos favoritos.
5- Las personas aprendemos a partir de la experiencia, por ello aunque los padres mantengan un diálogo constante con los niños para educarles en valores, en ocasiones han de aprender de sus propios errores y experimentar ellos mismos qué ocurre si son impuntuales.
6- La puntualidad se enseña a los niños con el ejemplo, si los padres suelen llegar tarde a los sitios, los niños no valorarán la importancia de llegar a un lugar a la hora convenida.
7- Los niños han de conocer que las personas impuntuales van perdiendo la credibilidad y el respeto de los demás. Si el niño no llega a tiempo a jugar su partido de fútbol un día tras otro, quizás dejen de contar con él para próximos encuentros.
8 - La impuntualidad puede hacer perder grandes oportunidades a las personas. Hacer comprender al niño lo que puede perderse si llega tarde a los sitios sistemáticamente, ayudará a que comprenda la importancia de este valor.
9- El niño ha de aprender que algunos imprevistos pueden hacer que alguien no llegue a tiempo o que la tarea no se realiza en el tiempo determinado. Para evitar estos imprevistos es conveniente dar un poco más de tiempo a cada tarea y no ir con prisas y a última hora.
10 - La impuntualidad da una mala imagen de uno mismo. Una persona imputual es vista por los demás como poco seria o con una incapacidad de organizar su tiempo. Cómo nos ven los demás y que las personas tengan una buena impresión de nosotros habla bien de nosotros.