jueves, 19 de diciembre de 2019

La regla de los cuatro regalos de Navidad



Los niños no deberían recibir en Navidad más de cuatro regalos

Estefanía Esteban. Periodista

Ni ocho, ni diez ni doce. Cuatro. Cuatro es una cifra perfecta. Es la cantidad de regalos que recomiendan los expertos para los niños en Navidad. 
Ya me imagino que es un objetivo casi imposible. Toda la familia compite por hacer al niño feliz, e incluye sus deseos en su carta personal a los Reyes Magos. Al final, los niños se juntan con el regalo que encargó su tía, el que encargó su tío, el que pidieron sus abuelos, el que pidieron sus otros abuelos... los que apuntaron ellos... Y resulta que reciben tantos juguetes, que no son capaces de pasar más de un día seguido con uno de ellos. La solución para evitar este empacho de juguetes: la regla de los cuatro regalos de Navidad. 
En qué consiste la regla de los cuatro regalos de Navidad
La regla de los cuatro regalos navideños es bien sencilla. Consiste en seleccionar sólo cuatro cosas, basándose siempre en estos cuatro principios
1. Algo que sirva para llevar (ropa, zapatos, complementos...).
3. Algo que realmente deseen.
4. Algo que realmente necesiten.
Desde luego, se trata de apostar por la calidad frente a la cantidad, un auténtico desafío cuando se trata de niños. Porque ellos, evidentemente, sienten un afán desenfrenado por tenerlo todo, y si es posible, ya, en este mismo momento.
Pero... ¿realmente disfrutan cada vez que reciben una avalancha de juguetes? ¿Realmente valoran cada regalo? La respuesta es No. Cuanto más reciben, más vacíos se sienten, porque no son capaces de 'digerir' tal empacho.
Los niños reciben más juguetes en Navidad de los que necesitan
Según los últimos estudios, los niños reciben en Navidad diez veces más regalos de los que necesitan.  ¿Y no ocurre que a pesar de tener decenas de juguetes guardados, al final terminan jugando con los mismos siempre? ¿O quizás creando sus propios juguetes con cajas de cartón y cartulinas que encuentran por casa?
La razón es que poco a poco, ante tanto juguete, los niños pierden la ilusión. Y ante tanto estímulo, llega la apatía. Imagina que llega un día en el que le preguntas: ¿Qué le vas a pedir a Papá Noel? Y te contestará: no sé. Intenta que nunca llegue ese día. La Navidad, recuerda, no sólo se basa en regalar juguetes. Los niños son capaces de ver mucho más que nosotros en esta fiesta. Los villancicos, las tiendas decoradas con estrellas y espumillón, las luces, las reuniones en familia, los dulces navideños... Sólo necesitamos aprender un poco de ellos para disfrutar de otra forma durante estos días.

miércoles, 18 de diciembre de 2019

QUERIDOS REYES MAGOS: ¡¡¡QUIERO UN IPHONE!!!. Por Anais López (ORIENTACIÓN EDUCATIVA)

Ojeando las revistas de juguetes con mi hija mayor, me acordaba cuando yo era pequeña que una de mis preguntas era si los juguetes que los Reyes dejarían en casa llevarían las pilas para poderlos utilizar ese mismo día. Por suerte los Reyes Magos eran muy listos y año tras año aprendían cosas nuevas adelántadose a esas preocupaciones.

Hoy en día, las preocupaciones de nuestros hijos no giran en torno una simples pilas, sino que giran en cuánto me traerán y si lo que me traeran será lo suficientemente grande, lo suficientemente caro o si será el último modelo. La pilas se han ido sustituyendo por baterías y pantallas.

En la actualidad, donde las nuevas tecnologías acaparan parte de nuestro tiempo y atención, es necesario echar  un ojo con  más atención a aquellos regalos que han pedido nuestros hijos en su carta a los Reyes e intentemos no dejarnos llevar sólo por lo que les hace más ilusión, por lo que tienen sus amigos/as o por lo que se llevaAntes de ceder a sus deseos debemos ser críticos y plantearnos cuestiones tales como si lo que han pedido se adecua a su edad, si es un juguete educativo, bélico o si es nocivo para su salud.

A la hora de realizar nuestra función como Reyes Magos es importante hacerlo con toda la ilusión que ello conlleva pero sin perder el norte ni la dirección en la casa donde tenemos que dejar los regalos. Hay que saber seleccionar qué, cuántos y a quiénes van destinados aquellos regalos que ponen en la carta.

Hagamos una reflexión un poco crítica ante esto. No todo es válido y no todo es bueno aunque nos lo vendan y se lo vendan a los niños como educativo. El otro día leía un artículo sobre los beneficios del juego Fortnite para los adolescentes, defendiendo que tiene un componente educativo por encima de lo adictivo. A mí me gustaría centrarme en la parte adictiva más que en la educativa.

Estar delante de una pantalla horas no es educativo. No relacionarse con gente cara a cara no es educativo. El ruido, los estímulos agresivos, la postura corporal o la vista centrada en la pantalla…. NO ES EDUCATIVO. Sí es educativo pensar o buscar estrategias, pero hay mil juegos de mesa o de otro estilo que no requieren estar delante de una pantalla.

También nos subimos al carro de las peticiones en cuanto al móvil. En este sentido, como padres y madres debemos hacer una reflexión desde la responsabilidad, ya que muchas veces, y sin ser conscientes, somos nosotros mismos quienes buscamos excusas para que nuestros hijos tengan móviles y no uno cualquiera sino incluso uno de mayor calidad al que nosotros llevamos. Argumentos como “pobre, es que todos sus amigos los llevan”“así lo tengo siempre localizado” “los baratos no duran nada” no ayudan a que nuestros hijos empiecen a tomar decisiones en función de las necesidades y sí desde el capricho.

Cada vez veo más grupos de adolescentes con móviles que cuestan una cantidad indecente de dinero en el mercado ¿Realmente han de tener en sus manos una herramienta de comunicación tan cara? ¿Realmente están preparados madurativa y emocionalmente para usar estos aparatos? Y en este sentido, ¿los "Reyes Magos" se encargan de adjuntar un manual de instrucciones de funcionamiento específico donde no sólo se indica como se utiliza  sino que además indique los efectos secundarios que puedan tener?

En estas fechas que se acercan donde nos bombardean con todo tipo de juguetes, productos, donde la frase que más se escucha, por lo menos en mi casa es “me lo pido” y “quiero, quiero, quiero…” personalmente me vienen a la cabeza muchas preguntas en cuanto a la necesidad de no dejarme llevar por lo que creo que es lo “mejor” para mis hijos, o pensar que como los Reyes vienen una vez al año y podemos tirar la casa por la ventana dejándonos muchísimo dinero en cosas que utilizan los primeros días por ser la novedad y luego se acumulan junto con otros juguetes.

Hace poco vino a la consulta un padre y me contaba que todos los días jugaba a la Play con su hijo porque era un momento maravilloso para compartir una experiencia con él. No pasa nada si se juega un rato. Pero ese momento que un principio parecía inofensivo, se estaba convirtiendo en un ritual diario donde había una “competencia” entre ambos, y aunque el padre argumentaba que era un momento donde se fomentaba la comunicación padre-hijo, no era verdad. Hay demasiados estímulos para poder fomentar una conversación tranquila. Su hijo también empezaba a no controlar los tiempos de uso, dejando de lado algunas de sus responsabilidades o dejando de salir con los amigos para pasar horas jugando, a veces con su padre, pero también solo por la noche y a escondidas.

Hagámonos preguntas, reflexiones, tengamos una actitud crítica y  usemos nuestro papel como Reyes Magos de una manera más consciente y responsable.

viernes, 13 de diciembre de 2019

PROGRAMA DE ACTOS DEL FESTIVAL DE NAVIDAD 19/20 (20 DE DICIEMBRE)


CEIP “PEDRO SANZ VÁZQUEZ”.       NAVIDAD 19/20


Cada día es bueno para descubrir el significado más profundo de una sonrisa, un afectuoso saludo. La Navidad es un momento perfecto para volver a descubrir lo que realmente merece la pena. Bastan sólo cinco minutos, para reflexionar y entender que todo lo que necesitamos está dentro de nosotros. El conjunto de maestros del colegio aprovechamos para deseaos ¡Feliz Navidad!

Como el año anterior, la Fiesta de Navidad en el Centro se divide en dos acontecimientos, ACTUACIONES DE NAVIDAD Y MERCADILLO SOLIDARIO, Además, haremos dos pases: en primer lugar, actuarán los alumnos de Infantil y Primero (10,30) y, posteriormente, el resto de cursos de Primaria (12,30)

MERCADILLO SOLIDARIO. Venta de los trabajos hechos por los alumnos y cuyos beneficios serán destinados para apoyar a una ONG por determinar. Los más pequeños, una vez finalizada su actuación y el mercadillo, se volverán con sus profesoras a sus respectivas clases.

Para el MERCADILLO, como en años precedentes, se puede colaborar desde las familias trayendo algún dulce, pastel, algún aperitivo salado… También pedimos que, en la medida de lo posible, cada uno adquiera el trabajo que haya hecho el alumno en cuestión.

Los alumnos de Educación Infantil podrán venir disfrazados con cualquier motivo navideño. Se disfrazarán en casa, pero no en el centro.

La jornada lectiva será la habitual y acabaremos las clases a las 14’00 hrs.

PROGRAMA DE ACTOS DEL FESTIVAL DE NAVIDAD.

INFANTIL: 10,30:  BREVE PRESENTACIÓN DE LOS ACTOS.

  • 3 años: EL MUÑECO DE NIEVE.
  • 4 años: EL ESTORNUDO.
  • 5 años: TRES PASTELITOS.
  • 1º TUAIMA.
  • EL VILLANCICO DE LOS PIRATAS (TODOS)
  • VILLANCICO EN INGLÉS: “RUDOLPH THE RED NOSED REINDEER”
  • ENTREGA DE PREMIOS
  • MERCADILLO DE LOS MÁS PEQUEÑOS
PRIMARIA: 12,15

·    2º UNA ESTRELLA SIN NOMBRE.
  • 3º EL REGALO DEL NIÑO DIOS.
  • 4º LAS LETRAS A BELÉN.
  • 5º ES DE MARÍA.
  • 6º CAMINITO DE BELÉN.
  • EL VILLANCICO DE LOS PIRATAS (TODOS)
  • ACTUACIÓN CLASE DE BAILE DEPORTIVO.
  • BAILE DE ALUMNOS DE 5º: “DE ELLOS APRENDÍ” ( David Rees)
  • BAILE DE ALUMNOS DE 6º: “KISS AND MAKE UP” (BlackpinkDua Lipa )
  • MERCADILLO DE PRIMARIA.
PEDIMOS, POR FAVOR, QUE UNA VEZ QUE HAYAN VISTO LAS ACTUACIONES DE CADA PERIODO Y PARTICIPADO EN EL MERCADILLO ABANDONEN EL RECINTO POLIDEPORTIVO.


jueves, 12 de diciembre de 2019

EL PACTO PEDAGÓGICO


Un proceso de enseñanza y aprendizaje, con independencia de su naturaleza, conlleva un pacto entre dos partes. En la mayoría de las ocasiones, no se trata de un pacto explícito: no se habla de los términos del acuerdo ni se negocian las posiciones. A pesar de ello, el pacto está ahí, en las cabezas de las personas implicadas. Vamos a meternos en ellas... El pacto que nos invita a hacer la institución educativa, y que podríamos definir como "tradicional", viene a establecer lo siguiente:

En la cabeza del docente: YO vengo aquí a enseñar y TÚ vienes a aprender.
En la cabeza del alumnado: YO vengo aquí a aprender y TÚ vienes a enseñarme.

No parece un mal pacto. Los postulados son coherentes y compartidos por ambas partes. Sin embargo, esto no siempre se corresponde con la realidad. El origen de muchos problemas educativos tiene que ver con pactos en los que los términos difieren cual abismos siderales entre alumnado y docentes. Vamos a pensar mal...

En la cabeza del docente: YO vengo aquí a enseñar y TÚ solo vienes a incordiar.
En la cabeza del alumnado: YO vengo aquí a aprender y TÚ vienes a ponerme obstáculos.

Marc Prensky nos anima a preguntar a nuestros alumnos, a poner sobre la mesa los términos del pacto: "Te sorprenderás", promete. Además, advierte acerca de la necesidad de avanzar hacia una formulación que supere lo tradicional, de avanzar hacia lo que denomina "EL PACTO DE COASOCIACIÓN", que implica que el docente asuma un rol de mediador entre alumnado y conocimiento, que las relaciones en el aula sean más horizontales, que las tareas impliquen soluciones abiertas, o que la evaluación sea compartida. En definitiva, un pacto en los siguientes términos:


TÚ QUIERES APRENDER Y YO QUIERO QUE TÚ APRENDAS.

YO QUIERO APRENDER Y TÚ VAS A AYUDARME.


jueves, 5 de diciembre de 2019

¿Cómo lograr una autoridad positiva?


Tener autoridad, que no autoritarismo, es básico para la educación de nuestro hijo. Debemos marcar límites y objetivos claros que le permitan diferenciar qué está bien y qué está mal, pero uno de los errores más frecuentes de padres y madres es excederse en la tolerancia. Y entonces empiezan los problemas. Hay que llegar a un equilibrio, ¿cómo conseguirlo para tener autoridad?

En una de las primeras charlas que dí a un grupo de padres de un parvulario, una madre levantó la mano y me preguntó:
¿Qué hago si mi hijo está encima de la mesa y no quiere bajar?
Dígale que baje, - le dije yo.
Ya se lo digo, pero no me hace caso y no baja- respondió la madre con voz de derrotada.
¿Cuántos años tiene el niño?- le pregunté.
Tres años - afirmó ella.
Situaciones semejantes a ésta se presentan frecuentemente cuando tengo ocasión de comunicar con un grupo de padres. Generalmente suele ser la madre quien pone la cuestión sobre la mesa aunque estén los dos. El padre simplemente asiente, bien con un silencio cómplice, bien afirmando con la cabeza, porque el problema es de los dos, evidentemente.
¿Qué ha pasado para que en tan pocos meses una pareja de personas adultas, triunfadoras en el campo profesional y social, hayan dilapidado el capital de autoridad que tenían cuando nació el niño?
Actuaciones paternas y maternas, a veces llenas de buena voluntad, minan la propia autoridad y hacen que los niños primero y los adolescentes después no tengan un desarrollo equilibrado y feliz con la consiguiente angustia para los padres. El padre o la madre que primero reconoce no saber qué hacer ante las conductas disruptivas de su pequeño y que, después, siente que ha perdido a su hijo adolescente, no puede disfrutar de una buena calidad de vida, por muy bien que le vaya económica, laboral y socialmente, porque ha fracasado en el "negocio" más importante: la educación de sus hijos.
¿Cuáles son los errores más frecuentes que padres y madres cometemos cuando interaccionamos con nuestros hijos?
Antes de que siga leyendo, quiero advertirle que, posiblemente, usted, como todos -yo también- en alguna ocasión ha cometido cada uno de los errores que se apuntan a continuación. No se preocupe por ello. No es un desastre. Es lo normal en cualquier persona que intenta educar TODOS LOS DIAS. Tiene su parte positiva. Quiere decir que intenta educar, lo cual ya es mucho. En educación lo que deja huella en el niño no es lo que se hace alguna vez, sino lo que se hace continuamente. Lo importante es que, tras un periodo de reflexión, los padres consideren, en cada caso, las actuaciones que pueden ser más negativas para la educación de sus hijos, y traten de ponerles remedio.

Estos son los principales errores que, con más frecuencia, debilitan y disminuyen la autoridad de los padres:
  • La permisividad. Es imposible educar sin intervenir. El niño, cuando nace, no tiene conciencia de lo que es bueno ni de lo que es malo. No sabe si se puede rayar en las paredes o no. Los adultos somos los que hemos de decirle lo que está bien o lo que está mal. El dejar que se ponga de pie encima del sofá porque es pequeño, por miedo a frustrarlo o por comodidad es el principio de una mala educación. Un hijo que hace "fechorías" y su padre no le corrige, piensa que es porque su padre ni lo estima ni lo valora. Los niños necesitan referentes y límites para crecer seguros y felices.
  • Ceder después de decir no. Una vez que usted se ha decidido a actuar, la primera regla de oro a respetar es la del no. Él no es innegociable. Nunca se puede negociar el no, y perdone que insista, pero es el error más frecuente y que más daño hace a los niños. Cuando usted vaya a decir no a su hijo, piénselo bien, porque no hay marcha atrás. Si usted le ha dicho a su hijo que hoy no verá la televisión, porque ayer estuvo más tiempo del que debía y no hizo los deberes, su hijo no puede ver la televisión, aunque le pida de rodillas y por favor, con cara suplicante, llena de pena, otra oportunidad. Hay niños tan entrenados en esta parodia que podrían enseñar mucho a las estrellas del cine y del teatro.
    En cambio, el sí, sí se puede negociar. Si usted piensa que el niño puede ver la televisión esa tarde, negocie con él qué programa y cuanto rato.
  • El autoritarismo. Es el otro extremo del mismo palo que la permisividad. Es intentar que el niño/a haga todo lo que el padre quiere anulándole su personalidad. El autoritarismo sólo persigue la obediencia por la obediencia. Su objetivo no es una persona equilibrada y con capacidad de autodominio, sino hacer una persona sumisa, esclavo sin iniciativa, que haga todo lo que dice el adulto. Es tan negativo para la educación como la permisividad.
  • Falta de coherencia. Ya hemos dicho que los niños han de tener referentes y límites estables. Las reacciones del padre/madre han de ser siempre dentro de una misma línea ante los mismos hechos. Nuestro estado de ánimo ha de influir lo menos posible en la importancia que se da a los hechos. Si hoy está mal rayar en la pared, mañana, también.
    Igualmente es fundamental la coherencia entre el padre y la madre. Si el padre le dice a su hijo que se ha de comer con los cubiertos, la madre le ha de apoyar, y viceversa. No debe caer en la trampa de: "Déjalo que coma como quiera, lo importante es que coma".
  • Gritar. Perder los estribos. A veces es difícil no perderlos. De hecho todo educador sincero reconoce haberlos perdido alguna vez en mayor o menor medida. Perder los estribos supone un abuso de la fuerza que conlleva una humillación y un deterioro de la autoestima para el niño. Además, a todo se acostumbra uno. El niño también a los gritos a los que cada vez hace menos caso: Perro ladrador, poco mordedor. Al final, para que el niño hiciera caso, habría que gritar tanto que ninguna garganta humana está concebida para alcanzar la potencia de grito necesaria para que el niño reaccionase.
  • Gritar conlleva un gran peligro inherente. Cuando los gritos no dan resultado, la ira del adulto puede pasar fácilmente al insulto, la humillación e incluso los malos tratos psíquicos y físicos, lo cual es muy grave. Nunca debemos llegar a este extremo. Si los padres se sienten desbordados, deben pedir ayuda: tutores, psicólogos, escuelas de padres...
  • No cumplir las promesas ni las amenazas. El niño aprende muy pronto que cuanto más promete o amenaza un padre/madre menos cumple lo que dicen. Cada promesa o amenaza no cumplida es un girón de autoridad que se queda por el camino. Las promesas y amenazas deber ser realistas, es decir fáciles de aplicar. Un día sin tele o sin salir, es posible. Un mes es imposible.
  • No negociar. No negociar nunca implica rigidez e inflexibilidad. Supone autoritarismo y abuso de poder, y por lo tanto incomunicación. Un camino ideal para que en la adolescencia se rompan las relaciones entre los padres y los hijos.
  • No escuchar. Dodson dice en su libro El arte de ser padres, que una buena madre -hoy también podemos decir padre- es la que escucha a su hijo aunque esté hablando por teléfono. Muchos padres se quejan de que sus hijos no los escuchan. Y el problema es que ellos no han escuchado nunca a sus hijos. Los han juzgado, evaluado y les han dicho lo que habían de hacer, pero escuchar... nunca.
  • Exigir éxitos inmediatos. Con frecuencia, los padres tienen poca paciencia con sus hijos. Querrían que fueran los mejores... ¡ya!. Con los hijos olvidan que nadie ha nacido enseñado. Y todo requiere un periodo de aprendizaje con sus correspondiente errores. Esto que admiten en los demás no pueden soportarlo cuando se trata de sus hijos, en los que sólo ven las cosas negativas y que, lógicamente, "para que el niño aprenda" se las repiten una y otra vez.

Sin embargo, una vez que sabemos lo que hemos de evitar, algunos consejos y "trucos" sencillos pueden aligerar este problema, ofrecer un desarrollo equilibrado a los hijos y proporcionar paz a las personas y al hogar. Estos consejos sólo requieren, por un lado, el convencimiento -muy importante- de que son efectivos y, por otro, llevarlas a la práctica de manera constante y coherente.
Algunas de estas técnicas ya han sido comentadas al hablar de los errores, y ya no insistiré en ellas. Me limitaré a enunciar brevemente, actuaciones concretas y positivas que ayudan a tener prestigio y autoridad positiva ante los hijos:
    • Tener unos objetivos claros de lo que pretendemos cuando educamos. Es la primera condición sin la cual podemos dar muchos palos de ciego. Estos objetivos han de ser pocos, formulados y compartidos por la pareja, de tal manera que los dos se sientan comprometidos con el fin que persiguen. Requieren tiempo de comentario, incluso, a veces, papel y lápiz para precisarlos y no olvidarlos. Además deben revisarse si sospechamos que los hemos olvidado o ya se han quedado desfasados por la edad del niño o las circunstancias familiares.
    • Enseñar con claridad cosas concretas. Al niño no le vale decir "sé bueno", "pórtate bien" o "come bien". Estas instrucciones generales no le dicen nada. Lo que sí le vale es darle con cariño instrucciones concretas de cómo se coge el tenedor y el cuchillo, por ejemplo.
    • Dar tiempo de aprendizaje. Una vez hemos dado las instrucciones concretas y claras, las primeras veces que las pone en práctica, necesita atención y apoyo mediante ayudas verbales y físicas, si es necesario. Son cosas nuevas para él y requiere un tiempo y una práctica guiada.
    • Valorar siempre sus intentos y sus esfuerzos por mejorar, resaltando lo que hace bien y pasando por alto lo que hace mal. Pensemos que lo que le sale mal no es por fastidiarnos, sino porque está en proceso de aprendizaje. Al niño, como al adulto, le encanta tener éxito y que se lo reconozcan.
    • Dar ejemplo para tener fuerza moral y prestigio. Sin coherencia entre las palabras y los hechos, jamás conseguiremos nada de los hijos. Antes, al contrario, les confundiremos y les defraudaremos. Un padre no puede pedir a su hijo que haga la cama si él no la hace nunca.
    • Confiar en nuestro hijo. La confianza es una de las palabras clave. La autoridad positiva supone que el niño tenga confianza en los padres. Es muy difícil que esto ocurra si el padre no da ejemplo de confianza en el hijo.
    • Actuar y huir de los discursos. Una vez que el niño tiene claro cuál tiene que ser su actuación, es contraproducente invertir el tiempo en discursos para convencerlo. Los sermones tienen un valor de efectividad igual a 0. Una vez que el niño ya sabe qué ha de hacer, y no lo hace, actúe consecuentemente y aumentará su autoridad.

  • Reconocer los errores propios. Nadie es perfecto, los padres tampoco. El reconocimiento de un error por parte de los padres da seguridad y tranquilidad al niño/a y le anima a tomar decisiones aunque se pueda equivocar, porque los errores no son fracasos, sino equivocaciones que nos dicen lo que debemos evitar. Los errores enseñan cuando hay espíritu de superación en la familia.
Todas estas recomendaciones pueden ser muy válidas para tener autoridad positiva o totalmente ineficaces e incluso negativas. Todo depende de dos factores, que si son importantes en cualquier actuación humana, en la relación con los hijos son absolutamente imprescindibles: amor y sentido común.

Educar es estimar, decía Alexander Galí. El amor hace que las técnicas no conviertan la relación en algo frío, rígido e inflexible y, por lo tanto, superficial y sin valor a largo plazo. El amor supone tomar decisiones que a veces son dolorosas, a corto plazo, para los padres y para los hijos, pero que después son valoradas de tal manera que dejan un buen sabor de boca y un bienestar interior en los hijos y en los padres.
El sentido común es lo que hace que se aplique la técnica adecuada en el momento preciso y con la intensidad apropiada, en función del niño, del adulto y de la situación en concreto. El sentido común nos dice que no debemos matar moscas a cañonazos ni leones con tirachinas.
Un adulto debe tener sentido común para saber si tiene delante una mosca o un león. Si en algún momento tiene dudas, debe buscar ayuda para tener las ideas claras antes de actuar.

Pablo Pascual Sorribas
Maestro, licenciado en Historia y logopeda.



jueves, 28 de noviembre de 2019

Jordi Adell: “Que un niño saque un cuatro no significa que sepa la mitad que uno que saca un ocho”




Pedagogo y profesor de Nuevas Tecnologías aplicadas a la Educación en la Universidad Jaume I de Castellón.
Empezamos hablando de learning analytics. Es curioso cómo un buen conocedor del análisis de datos sobre educación sea muy crítico con las pruebas PISA. ¿Por qué?
Sobrevaloramos la información que nos dan los datos. PISA mide sólo las competencias en matemáticas, lengua, ciencias y la competencia financiera, una visión muy estrecha de la educación. Y la prensa lo toma como una medida absoluta del valor de un sistema educativo. Además, ¿quién ha nombrado a la OCDE el Ministerio de Educación del mundo? PISA no detecta los alumnos moralmente más desarrollados, los más justos o los que toleran menos la corrupción; no detecta la función socializadora y individualizadora de la educación.
¿Considera que los datos pesan demasiado a la hora de hacer políticas educativas?
Absolutamente. Hay una fuerte tendencia a simplificar todo en datos. Un niño que saca un cuatro no sabe la mitad que un niño que saca un ocho. Y eso realmente nos lo creemos. Pero en un sistema complejo como es la educación, donde las variables y los mecanismos de comportamiento no siempre son iguales, esto no funciona.
“Todo lo que se puede medir, se puede mejorar”. Esta es una célebre frase atribuida a Peter Drucker. ¿No la comparte?
Dentro de su lógica, tiene sentido. Pero podemos hacer perfectos imbéciles midiendo y mejorando el nivel de imbecilidad de la gente. ¿Por qué PISA no evalúa materias como medio social y natural? Porque no dan dinero. El problema es cuando tenemos que enfocar la enseñanza para obtener buenos resultados. Es lo que se llama teaching to the test , la peor manera de educar, que es lo que hemos hecho toda la vida en Segundo de Bachillerato: preparar la selectividad en vez de aprender matemáticas o filosofía.
Vamos a hablar de la incorporación de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en la educación. De entrada, ¿podría identificar cuál es, según usted, su principal ventaja?
Que abren la escuela al mundo. Acaban con la educación como lo que sucede en un aula de manera cerrada, donde los únicos recursos son los libros de texto y el maestro. Rompen las paredes de la escuela y la hacen más transparente y comunicativa hacia la sociedad. Permiten no dar una única visión de las cosas. Por eso me entristece cuando veo alumnos con tabletas conectadas a Internet que en clase sólo las usan de libro de texto. Gastarse dinero para hacer esto…
Si ya no es el maestro quien te explica el mundo, sino que lo hace Internet, ¿qué le queda al maestro?
Fue el traductor. La persona que te guía y diseña situaciones y actividades que permitan entender la complejidad del mundo. Es el componente que aporta sabiduría más allá de la transmisión pura de información. Y cuando esta información es tan confusa y contradictoria como la que tenemos en nuestras sociedades, el maestro se convierte en imprescindible.
En una entrevista reciente, el investigador Philip Schmidt explicaba que las TIC se apoderan de la transmisión de información pero no todavía del componente emocional de la educación, que al final es lo que motiva el aprendizaje.
Esto aún lo construimos a partir de la interacción humana. El gran valor añadido de las TIC no son sus cables y los aparatos, son las personas que con cables y wifi acercan, se comunican y hacen cosas juntos. Esta capacidad no viene dada, hay que aprender. Ahora, por ejemplo, vivimos en un momento muy interesante en el que partidos políticos nuevos están utilitzando las TIC para hacer nuevas formas de política. Es un momento apasionante.
¿Considera que los docentes se están adaptando a los nuevos contextos digitales?
Creo que no. Saben usar las nuevas tecnologías pero no con fines didácticos. Muchos las integran para hacer las cosas que ya hacían. Hay que cambiar la mentalidad de los maestros para que cedan a los alumnos un papel más activo en la construcción de conocimiento, a partir de sus necesidades, dudas y curiosidades. Y eso empieza por la formación inicial del profesorado, que sigue siendo muy tradicional: de aula y examen.
Y sobre todo: el maestro debe dejar de pensar la docencia como una actividad aislada que hace él solo dentro del aula. Él es un nodo dentro de una red, sus problemas los han tenido otros maestros antes, y colaborando y comunicándose a través de la red ampliará perspectivas y encontrará gente de la cual -y con la cual- aprender. Esto son los entornos personales de aprendizaje aplicados al desarrollo docente.
Internet facilita el intercambio de conocimiento en la red.
En España hay 800.000 docentes. Pongamos que cada uno de ellos publica una actividad didáctica que le haya funcionado. Quizá 750.000 no son lo suficientemente buenas o son repetitivas. Aun tenemos 50.000 que, si las organizamos en la nube, nos proporciona enormes posibilidades. Al final la virtud de la red es que está conformada por personas. Internet no es un cuarto de herramientas, sino un ágora llena de gente.
El discurso favorable a la incorporación de las TIC en las aulas choca a veces con los problemas del día a día en clase. ¿Qué le diría usted a un maestro cuya foto corre por el WhatsApp de sus alumnos?
Que tiene una magnífica oportunidad para explicarles qué es la privacidad de datos y de los peligros de las TIC a los alumnos. Para ser revolucionario en las nuevas tecnologías hay que ponerlas en manos de los alumnos. Cuando las pones en las de los maestros, las usan para enseñar. Pero los alumnos se divierten y, con suerte, aprenden.
Antes hay que poner las nuevas tecnologías a disposición de las escuelas.
Sí, pero la verdad es que vivimos en un ritmo de consumo vertiginoso -marcado por la industria- que las escuelas no pueden seguir de ninguna manera. Tampoco los maestros tienen margen para asimilarlas y integrarlas.
Tampoco todas las escuelas -y evidentemente no todas las familias- tienen la misma capacidad económica para incorporar estos dispositivos.
Es cierto. Necesitamos una fuerte inversión en la escuela pública no sólo para que sea una escuela 2.0, sino sobre todo para que sea un espacio igualador. Hablo de una política que no siga privilegiando las escuelas concertadas, como ocurre con el Gobierno valenciano, que concierta cualquier cosa: te regala el terreno, te construye la escuela y te cede la gestión 50 años. Están convencidos, desde su ideología neoliberal, que la escuela privada funciona mejor que la pública.
Fuente (entrevista original): El Diari de l’Educació


miércoles, 20 de noviembre de 2019

¿Por qué no hay que criar niños obedientes, pero sí cooperadores?


Los niños obedientes escuchan y obedecen a la autoridad. Los cooperadores evalúan la situación y hacen lo que es necesario de forma voluntaria. Piensan por sí mismos, pero quieren hacer lo correcto.
Cuando los adultos hablamos de “disciplina” solemos habitualmente relacionarlo casi de forma inconsciente con los castigos, parece que una cosa fuera unida a la otra.

Los adultos a veces gritamos, sermoneamos, damos un cachete, quitamos privilegios o castigamos a un niño en un rincón para que reflexione sobre lo que ha hecho.
El castigo es inequívocamente efectivo en el momento, conseguimos que el niño pare el mal comportamiento pero desgraciadamente no genera el aprendizaje ni fomenta las habilidades socioemocionales que deseamos que adquieran.
El castigo aunque eficaz en un primer momento invita tanto a adultos como a niños a luchas de poder y en los niños provoca sentimientos de rebeldía, revancha, resentimiento o retraimiento.

La disciplina que es “positiva” se basa en un premisa que la diferencia del concepto de la disciplina tradicional.

“NOS PORTAMOS MEJOR CUANDO NOS SENTIMOS MEJOR”.


Disciplina deriva del latín discipulus que significa discípulo, quien recibe una enseñanza de otro, educación. Sus componentes léxicos son discer (aprender) más el sufijo ina (pertenencia).

También dudamos de la eficacia de nuestra intervención si no es en el momento inmediatamente posterior al conflicto o reto al que nos enfrentamos sin darnos cuenta que cuando tomamos medidas bajo el efecto de un cerebro desconectado de sus funciones ejecutivas, estas no van a ser sabias, ni van a resolver el problema y lo peor de todo van a dar un ejemplo poco alentador al niño.
Cuando se prescinde del uso de los castigos no es que no se desee resolver los conflictos, no es que se quiera actuar con permisividad, obviando el respeto hacia la situación o hacia uno mismo, es que lo que se desea por encima de todo es que el niño aprenda y modele la forma que se usa para resolver ese conflicto.



Es habitual que los adultos nos formulemos con frecuencia estas preguntas:
– ¿Cómo puedo conseguir que mi hijo se involucre?
– ¿Cómo puedo hacer que mi hijo comprenda el significado de “no”?
– ¿Cómo puedo conseguir que mi hijo me escuche?
– ¿Cómo puedo hacer desaparecer este problema?

En estos caso, el adulto está pensando a corto plazo.
Si el adulto está preparado para un cambio de paradigma se podría fácilmente formular las siguientes preguntas.
 
– ¿Cómo puedo ayudar a mi hijo a sentirse capaz?
– ¿Cómo puedo ayudar a mi hijo a aprender respeto, colaboración y habilidades para la solución de problemas?
– ¿Cómo puedo entrar en el mundo de mi hijo y comprender su proceso evolutivo?
– ¿Cómo puedo convertir los problemas en oportunidades para aprender para mi hijo y para mi?


Estas preguntas se centran en la situación global y se basan en un pensamiento a largo plazo.
Cuando los padres pueden responder a las segundas, las primeras encuentren respuesta por si solas.

Los niños se implicarán más y colaborarán cuando tengan sentido de pertenencia y se sientan valiosos y contributivos, entenderán el “no” cuando se les tenga en cuenta a la hora de buscar soluciones y escucharan cuando los padres les escuchen a ellos y les hablen de forma que les inviten a ser escuchados.

Es probable que cuando decimos que un niño no nos escucha en realidad queremos decir que un niño no nos obedece.

Los problemas se solucionan más fácilmente cuando los niños participan en el proceso.
 
¿QUÉ PUEDO HACER PARA INVITAR A LA COOPERACIÓN?

La palabra educación precede del latín educare que significa “mover adelante”, esto posiblemente explique el motivo de la desconexión de los niños cuando intentamos “rellenarles” de exigencias o sermones.
En lugar de decirle al niño lo que debe hacer encuentra la manera de implicarlo y averiguar que siente y piensa. Las preguntas de curiosidad en lugar de las ordenes te ayudaran a conectar con él.
 
·         Crea Rutinas juntos, implícale en los acontecimientos diarios que se repiten, levantarse, acostarse, cenar, ducharse… confecciona una tabla de rutinas con él.

·         Ofrece opciones limitadas, si le das opciones el niño tiene sensación de su propio poder personal, si lo que proponga no está en consonancia con su nivel evolutivo puedes redirigir diciéndole que esa no es una opción pero que puede elegir entre esta y esta…

·         Proporcionar oportunidades para ayudar, los niños pueden resistirse a la orden, pero difícilmente se resisten a una petición de ayuda.

 
¿CÓMO SE HACE PARA ENSEÑAR A LOS NIÑOS QUE SUS ACCIONES TIENEN CONSECUENCIAS?

Los adultos tenemos dificultades de aceptar la idea de que los niños se van a portar mejor si se sienten mejor, parece que nos choca, como va aprender sino tiene un escarmiento, es decir la corrección y que el niño pague.
Siempre que se pueda los niños tienen que tener la oportunidad de vivir las consecuencias naturales o lógicas de sus actos.
El niño que no come, no debería ser castigado, si no quiere comer que no coma, la consecuencia natural de no comer será tener hambre, pero mediamos tanto que evitamos que los niños lleguen a sentir las consecuencias naturales de sus actuaciones, les despistamos totalmente.
Lo hacemos al crear una situación y plantearles las consecuencias lógicas. Por ejemplo: ‘Si dejaste el paraguas mojado en la entrada hay que secar el suelo’.
 
¿QUÉ DIFERENCIA HAY CON UN CASTIGO?

Hay una línea muy delgada entre ambos. Uno tiene que ver con permitir que el niño enfrente la realidad de la vida, y el otro pasa por la manipulación y el control. Es un tema educacional y está vinculado a la motivación de los padres, en si éstos pueden ver que las diferentes opciones tienen diferentes resultados. Un método pone énfasis en las alternativas y el otro en el castigo. Pasa todo por la ejecución y la actitud de los padres, la clave está en cómo lo plantean. Los niños no aprenden con la amenaza sino cuando ellos mismos experimentan.

• No hacer las cosas por los hijos
“Hay muchas cosas que los padres realizamos por ellos, cuando en realidad las podrían hacer por sí mismos. Por ejemplo, cuando les pedimos que dejen colgada la ropa en algún lugar y como no lo hacen, vamos nosotros y lo realizamos por ellos. Esto les crea una visión egocéntrica, y deducen que la gente tiene que servirlos. Es necesario tomarse el tiempo para enseñarles a los hijos a hacer las cosas por sí mismos. Podemos enseñarles a ponerse los zapatos, a atarse los cordones. No lo aprenderán a menos que se lo mostremos. Además, un niño de dos años siempre está diciendo ‘yo puedo, yo lo hago, dejame ayudar’. Pero muchas veces les contestamos ‘eres muy pequeño chiquito o muy lento, yo lo hago más rápido’. En lugar de eso, deberíamos dejarlos ayudar. Y si hacen algo mal, deberíamos mostrarle de qué forma hacerlo bien. Cuando empieza a realizar esas tareas, el niño comienza a sentirse integrado a la familia, empieza a percibir que se encuentra en un plano de igualdad. Por eso desafío a los padres a que piensen qué cosas podrían estar haciendo los niños, y que den un paso atrás para que sus hijos empiecen a colaborar“.

• Enseñar causa y efecto
“Si suelto un objeto que tengo en mi mano, siempre va a caer al suelo. Los niños pueden probar hacerlo para aprender la lección. No necesitamos enseñarles la ley de la gravedad para que entiendan que si lo suelto, siempre va a caer. Entonces nuevamente desafío a los padres a que dejen que los pequeños experimenten cuáles son las consecuencias naturales de determinadas situaciones, que puedan hacer cosas y ver los efectos, con los adultos a un lado viéndolos.. Decirles 400 veces lo mismo sin un resultado efectivo, seguro va a afectar la relación. Es mucho más fácil dejarlos que experimenten la consecuencia y después abrazarlos. También nos pasa muchas veces cuando quieren entrar en un charco con barro, porque se ensucian los pies. Déjalos que entren al charco y experimenten la incomodidad de estar con los pies y los zapatos mojados, y embarrados. O cuando les damos algo para el recreo y el almuerzo. Si se comen todo en el recreo, van a aprender que cuando llegue el almuerzo, no van a tener comida. Ante esto, muy a menudo pasa que los padres les llevan el almuerzo porque piensan que el niño se morirá de hambre. Eso es un error. Los niños siempre están aprendiendo, el tema es qué están aprendiendo. Muchos niños aprenden que sus papás siempre los van a rescatar, y eso los lleva a no tomar buenas decisiones por sí mismos“

• Fomentar las consecuencias lógicas
“¿Cómo socializamos a los niños para que funcionen en familia? Por ejemplo, en nuestra cultura nos sentamos a la mesa para almorzar y cenar, y es un problema mantener a los niños sentados hasta el final. Entonces los padres vamos atrás de ellos con el tenedor para que coman la comida. Hay que enseñarles que hay reglas para estar en la mesa, con lo cual no estoy diciendo que le diga al chico que le voy a pegar si se levanta o que lo voy a premiar si se queda sentado. En lugar de eso aplico la estrategia de la consecuencia lógica. ‘En nuestra cultura, cuando estás sentado a la mesa, estás comiendo. En el momento que te levantás entiendo que terminaste y retiro tu plato. Y no habrá más hasta la próxima comida’. Esto es muy efectivo porque le estás dando la oportunidad de saber cuáles son sus opciones y le estás permitiendo que haga su propia elección. De alguna manera lo estamos educando y está aprendiendo a saber qué está bien y que está mal. Ahora, muchas veces venimos haciendo toda la estrategia bien, hasta que el niño -quien optó por no seguir comiendo- dice que tiene hambre. Y nosotros decimos ‘ya te lo dije’. No es necesario meter el dedo en la llaga para hacerle ver que teníamos razón, sino que esto debe ser puesto en práctica con una actitud de respeto. La idea es: ‘yo respeté tu decisión, te fuiste de la mesa, entonces entendí que no tenías más hambre’. Los niños no experimentan por la amenaza de lo que va a suceder, sino por lo que sucede. Hay que enseñarles a tomar una mejor decisión la próxima vez. Tenemos que diferenciar la consecuencia de la decisión que el niño tomó, sin que se viva como un castigo; para eso tiene que haber una consecuencia lógica“

• Pedir su cooperación en lugar de dar órdenes
“En vez de decirles qué hacer, prueba a transformarlo en una pregunta; va a sonar menos autoritario. Los niños reciben unas 200 órdenes por día, y no les gusta. Es bueno preguntarles en lugar de mandar, ya que uno recibe más cooperación. También es bueno pedirles favores. Si están en el parque y no se quieren ir, decirles “me ayudarías a irnos, ya es tarde para estar en el parque’. te asombrarías de cómo los niños reaccionan al pedirle un favor en lugar de las órdenes. Otra buena herramienta es aplicar el ‘cuando hagas tal cosa, pasará tal otra’. Si no puedo hacer que mi hijo se lave las manos antes de cenar, lo que digo es ‘cuando tus manos estén lavadas, entonces estás preparado para cenar’. ‘Cuando estés vestido para el colegio, entonces estás listo para tomar el desayuno’. Así, el niño se siente empoderado y toma buenas decisiones“.