jueves, 21 de diciembre de 2017

FELIZ NAVIDAD

Desde el CEIP “Pedro Sanz Vázquez” deseamos una Feliz Navidad a todos los que comparten el deseo de un mundo mejor, lleno de paz y esperanza.

Brindamos por todos aquellos que siguen considerando que la Educación es el arma más potente para cambiar el mundo.

https://youtu.be/AFvRf8PfpKw

¡Feliz Navidad!

 La educación genera confianza. La confianza genera esperanza. La esperanza genera paz (Confucio).

NO SOLO HAY QUE EDUCAR DISTINTO, HAY QUE EDUCAR MEJOR.

"Lo que se le dé a los niños, los niños darán a la sociedad." Karl Menninger

El mundo de la educación está lleno de buenas intenciones, pero nos juzgan por nuestros resultados no por nuestros propósitos, aunque a veces parece que lo olvidemos. Es por ello que no solo debemos educar de una manera distinta a como se ha hecho tradicionalmente, sino mejor.

Las dificultades ante las que nos enfrentamos para educar mejor, es decir, para dotar a las personas de las herramientas que les permitan tener un aprendizaje autónomo y perdurable en el tiempo, son múltiples y variadas. La primera de ellas tiene que ver con la gran cantidad de contenidos innecesarios, inútiles, obsoletos y desfasados que pretendemos enseñarles.

No somos conscientes de los tratos que llegamos a acumular en nuestras casas, en nuestros trasteros guardados en cajas sin clasificar, hasta que tenemos que organizar una mudanza o tenemos que hacer una limpieza a fondo por obras o algo parecido. Guardamos todas esas cosas porque les tenemos afecto, por si acaso algún día las necesitamos (cosa que nunca sucede)... en general, nos cuesta despegarnos de nuestras propiedades. Pues algo parecido ocurre con los contenidos que se establecen en el currículo y que nos "obligan" a enseñar en la escuela. Son contenidos que han ido acumulándose con el paso del tiempo, se han ido añadiendo nuevos, pero no se han desechado los que han quedado desfasados.

También sucede lo mismo con nuestra forma de enseñar, con nuestra práctica educativa. Incluso aquellos que innovan de forma evidente suelen conservar maneras de hacer que proceden de metodologías obsoletas.

Por todo ello, debemos proponernos que de tanto en tanto, dediquemos un tiempo para hacer limpieza, para reflexionar y detectar qué enseñamos que ya no tenga sentido y cómo lo hacemos.


También es interesante saber ordenar, clasificar todo lo que hacemos en cajas diferentes. con sus etiquetas, que nos permitan acceder a ello de manera más fácil. Solo así seremos conscientes de que son cosas útiles, que cumplen con un objetivo o no.

Otra de las grandes dificultades a la que nos enfrentamos a la hora de educar mejor es el reparo que tenemos a evaluar y ser evaluados, y nuestra arraigada costumbre utilizar para ello casi exclusivamente exámenes. El propósito de la evaluación es detectar si estamos consiguiendo nuestros objetivos o no, e identificar qué tenemos que cambiar para conseguirlo. Para ello no solo tenemos que evaluar si se adquieren o no ciertos contenidos, sino el proceso como se llega a ellos. Hay que evaluar también las destrezas, habilidades y el grado de competencia que tenemos. La evaluación no debe tener como objetivo premiar, castigar o clasificar sino dirigir nuestra práctica educativa. Para saber si no solo educo de forma diferente, sino mejor, necesito evaluar constantemente lo que hago.

Por tanto, adelgazar de manera coherente el currículo y perder el miedo a evaluar y a ser evaluados de una manera constante y no puntual son dos de las cosas que nos permitirán educar mejor. 

miércoles, 13 de diciembre de 2017

ABRAZOS EN CLASE: EDUCAR CON AFECTIVIDAD Y CON EFECTIVIDAD.

No compartimos en absoluto la afirmación de que se educa en casa y se aprende en la escuela. 

Hoy en día se educa en la familia, pero también en la escuela. Estamos convencidos de que se aprende en la escuela y en la familia (y gracias a los medios de comunicación, a la facilidad del acceso a la información...). No ser consciente de ello es un grave perjuicio para los niños y los jóvenes, pero también para la escuela y las familias.


La clave está en la cooperación y la coordinación entre familia y escuela. Ya va siendo hora de que todos rememos en la misma dirección, que todos demos los mismos "mensajes", que todos entendamos y compartamos que hay algunos valores que son indispensables para sobrevivir en el mundo actual.


La tolerancia, la cooperación, la responsabilidad, la transparencia, el entusiasmo son algunos de esos valores que, además de en la familia, deben tener cabida en la escuela. Por eso es necesario educar en nuestras escuelas con afectividad y efectividad.


Los alumnos y alumnas de nuestras escuelas tienen que "abrazar" los contenidos de las distintas materias. Queremos que salgan de la escuela con el máximo nivel de conocimientos posibles. Pero los alumnos también tienen que "abrazar" las destrezas, las habilidades y las competencias que les permitirán tener una vida plena.


Pero, aunque algunos todavía sean reticentes a creerlo, los alumnos y las alumnas deben ser ellos mismo abrazados, en sentido literal y figurado. Es cierto que los abrazos no sustituyen a las ecuaciones, a las fórmulas matemáticas, a las definiciones de conceptos, a las reglas ortográficas..., eso es cierto, pero sin duda ayudan a que todo esto se entienda mejor, se asimile más y se interiorice de forma significativa de modo que sean capaz de utilizarlos durante toda su vida.


Aunque te cueste entenderlo, los abrazos no se dan solo con los brazos, no es solo acercan nuestros corazones para que latan uno junto a otro. Los abrazos también se dan con la mirada, preguntando cómo te encuentras, qué te preocupa, cómo te sientes, qué te pasa... Y de ese tipo de abrazos los docentes tenemos que darlos todos los días, en todo momento.


Sí, una de las funciones de los docentes es dar abrazos (de los reales y de los figurados). Puede que esto sea una pequeña parte de la solución para mejorar la educación en nuestras escuelas, pero es muy necesaria.


Salvador Rodríguez Ojaos

martes, 5 de diciembre de 2017

¿SABES QUE IGNORAS A TU HIJO SIN DARTE CUENTA?

Un padre que está hablando con un conocido y su hijo le llama insistentemente sin recibir respuesta, un niño que está en el parque y quiere hacer una demostración de un salto nuevo que ha aprendido y no consigue que su padre le mire…
A veces no contestamos a los hijos. A veces, estamos haciendo otra cosa o el “nivel de saturación” se ha pasado tanto de la raya, que decidimos ignorar una demanda directa de los niños.

¿ES BUENO IGNORAR A LOS NIÑOS?

Un niño que siente que se le ignora, es un niño que piensa que sus padres no le quieren. Es un niño que crece pensando que no es lo suficientemente importante, ni bueno, ni merecedor de afecto. Mostrar indiferencia es una de las cosas que más daño puede hacer a los niños. Daña su autoestima, daña su autoconcepto e interfiere de forma negativa en su regulación emocional.
Ignorar daña más que reñir, porque hasta quien riñe, lo hace porque se preocupa por ti. Pero sentir que aún hablando no se te escucha, que aún llamando la atención no se te ve, es sentir que no vales nada. Hay padres que utilizan esta estrategia para dar a entender a sus hijos que su forma de decir o hacer no es la correcta. Pero no es una buena estrategia. No, si quieres cuidar a tu hijo, si quieres que crezca pensando que confías en él, que es grande y que puede conseguir que sus sueños se cumplan si cree de verdad en ellos y se esfuerza en alcanzarlos.

ESTRATEGIAS ALTERNATIVAS 

1/ Ejercer una escucha activa con tu hijo haciéndole una devolución de lo que te está contando, es una forma de decirle que todo lo que tenga que contarte te interesa. Si te está explicando que ha visto un pájaro posarse en un tejado, puedes incorporar comentarios sobre su narración para que se de cuenta, que efectivamente le escuchas y que tu forma de atenderle es porque te importa, porque merece la pena atenderle, porque vale.
2/ Hablar y dar ejemplo con tu forma de decir y de hacer. Las palabras y los gestos cuentan. Una cara de desprecio puede herir tanto o más que una “buena” reprimenda.
Si tu hijo te importa, házselo saber. No desprestigies, no ridiculices, no impongas, no critiques, no grites. Reconduce, orienta.
No es lo mismo decir “¡Te he dicho un montón de veces que te lavas mal los dientes! ¡Lávatelos de nuevo!” que decir “Creo que hay que lavar un poco más los dientes, que la comida de hoy es de las que se queda ‘pegada’. Mira cómo me lavo yo. ¿Nos lavamos a la vez?”.
3/ Mírale a los ojos, sonríele, bromea con él. Son formas de decirle que le quieres, que te importa y que vas a estar con él pase lo que pase. Que el cariño hacia él no te falte nunca.
4/ Si ves que no puedes atenderle en el momento que te demanda, házselo saber. No permitas que espere pensando que no es lo suficientemente importante. Dile “Cariño, estoy hablando por teléfono. Dame un par de minutos que en cuanto termine te atiendo”. Mantén el contacto visual con él en la medida de lo posible. Le estarás ayudando a esperar de forma positiva.
5/ Tócale. El contacto físico es necesario a cualquier edad, pero en la infancia aún más. Si te has encontrado en la calle con un amigo y estás hablando con él mientras tu hijo te demanda, ayúdale a esperar y a entender que sabes que te está llamando dándole la mano, abrazándole o tocando su cara.
6/ Establece claves con él. Crea un “código de llamada de urgencia”. Hay cosas que requieren atención inmediata, como la necesidad de ir al baño, las ganas de vomitar, el sentirse mareado… Puedes tener con tu hijo una palabra “secreta” que indique que su demanda no puede esperar de forma que tenga la seguridad de que en casos en que la espera no sea posible, su uso, le garantiza la atención prioritaria.
Disgustate, enfádate. Ríñeme si es preciso… pero no me ignores.