jueves, 28 de noviembre de 2019

Jordi Adell: “Que un niño saque un cuatro no significa que sepa la mitad que uno que saca un ocho”




Pedagogo y profesor de Nuevas Tecnologías aplicadas a la Educación en la Universidad Jaume I de Castellón.
Empezamos hablando de learning analytics. Es curioso cómo un buen conocedor del análisis de datos sobre educación sea muy crítico con las pruebas PISA. ¿Por qué?
Sobrevaloramos la información que nos dan los datos. PISA mide sólo las competencias en matemáticas, lengua, ciencias y la competencia financiera, una visión muy estrecha de la educación. Y la prensa lo toma como una medida absoluta del valor de un sistema educativo. Además, ¿quién ha nombrado a la OCDE el Ministerio de Educación del mundo? PISA no detecta los alumnos moralmente más desarrollados, los más justos o los que toleran menos la corrupción; no detecta la función socializadora y individualizadora de la educación.
¿Considera que los datos pesan demasiado a la hora de hacer políticas educativas?
Absolutamente. Hay una fuerte tendencia a simplificar todo en datos. Un niño que saca un cuatro no sabe la mitad que un niño que saca un ocho. Y eso realmente nos lo creemos. Pero en un sistema complejo como es la educación, donde las variables y los mecanismos de comportamiento no siempre son iguales, esto no funciona.
“Todo lo que se puede medir, se puede mejorar”. Esta es una célebre frase atribuida a Peter Drucker. ¿No la comparte?
Dentro de su lógica, tiene sentido. Pero podemos hacer perfectos imbéciles midiendo y mejorando el nivel de imbecilidad de la gente. ¿Por qué PISA no evalúa materias como medio social y natural? Porque no dan dinero. El problema es cuando tenemos que enfocar la enseñanza para obtener buenos resultados. Es lo que se llama teaching to the test , la peor manera de educar, que es lo que hemos hecho toda la vida en Segundo de Bachillerato: preparar la selectividad en vez de aprender matemáticas o filosofía.
Vamos a hablar de la incorporación de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en la educación. De entrada, ¿podría identificar cuál es, según usted, su principal ventaja?
Que abren la escuela al mundo. Acaban con la educación como lo que sucede en un aula de manera cerrada, donde los únicos recursos son los libros de texto y el maestro. Rompen las paredes de la escuela y la hacen más transparente y comunicativa hacia la sociedad. Permiten no dar una única visión de las cosas. Por eso me entristece cuando veo alumnos con tabletas conectadas a Internet que en clase sólo las usan de libro de texto. Gastarse dinero para hacer esto…
Si ya no es el maestro quien te explica el mundo, sino que lo hace Internet, ¿qué le queda al maestro?
Fue el traductor. La persona que te guía y diseña situaciones y actividades que permitan entender la complejidad del mundo. Es el componente que aporta sabiduría más allá de la transmisión pura de información. Y cuando esta información es tan confusa y contradictoria como la que tenemos en nuestras sociedades, el maestro se convierte en imprescindible.
En una entrevista reciente, el investigador Philip Schmidt explicaba que las TIC se apoderan de la transmisión de información pero no todavía del componente emocional de la educación, que al final es lo que motiva el aprendizaje.
Esto aún lo construimos a partir de la interacción humana. El gran valor añadido de las TIC no son sus cables y los aparatos, son las personas que con cables y wifi acercan, se comunican y hacen cosas juntos. Esta capacidad no viene dada, hay que aprender. Ahora, por ejemplo, vivimos en un momento muy interesante en el que partidos políticos nuevos están utilitzando las TIC para hacer nuevas formas de política. Es un momento apasionante.
¿Considera que los docentes se están adaptando a los nuevos contextos digitales?
Creo que no. Saben usar las nuevas tecnologías pero no con fines didácticos. Muchos las integran para hacer las cosas que ya hacían. Hay que cambiar la mentalidad de los maestros para que cedan a los alumnos un papel más activo en la construcción de conocimiento, a partir de sus necesidades, dudas y curiosidades. Y eso empieza por la formación inicial del profesorado, que sigue siendo muy tradicional: de aula y examen.
Y sobre todo: el maestro debe dejar de pensar la docencia como una actividad aislada que hace él solo dentro del aula. Él es un nodo dentro de una red, sus problemas los han tenido otros maestros antes, y colaborando y comunicándose a través de la red ampliará perspectivas y encontrará gente de la cual -y con la cual- aprender. Esto son los entornos personales de aprendizaje aplicados al desarrollo docente.
Internet facilita el intercambio de conocimiento en la red.
En España hay 800.000 docentes. Pongamos que cada uno de ellos publica una actividad didáctica que le haya funcionado. Quizá 750.000 no son lo suficientemente buenas o son repetitivas. Aun tenemos 50.000 que, si las organizamos en la nube, nos proporciona enormes posibilidades. Al final la virtud de la red es que está conformada por personas. Internet no es un cuarto de herramientas, sino un ágora llena de gente.
El discurso favorable a la incorporación de las TIC en las aulas choca a veces con los problemas del día a día en clase. ¿Qué le diría usted a un maestro cuya foto corre por el WhatsApp de sus alumnos?
Que tiene una magnífica oportunidad para explicarles qué es la privacidad de datos y de los peligros de las TIC a los alumnos. Para ser revolucionario en las nuevas tecnologías hay que ponerlas en manos de los alumnos. Cuando las pones en las de los maestros, las usan para enseñar. Pero los alumnos se divierten y, con suerte, aprenden.
Antes hay que poner las nuevas tecnologías a disposición de las escuelas.
Sí, pero la verdad es que vivimos en un ritmo de consumo vertiginoso -marcado por la industria- que las escuelas no pueden seguir de ninguna manera. Tampoco los maestros tienen margen para asimilarlas y integrarlas.
Tampoco todas las escuelas -y evidentemente no todas las familias- tienen la misma capacidad económica para incorporar estos dispositivos.
Es cierto. Necesitamos una fuerte inversión en la escuela pública no sólo para que sea una escuela 2.0, sino sobre todo para que sea un espacio igualador. Hablo de una política que no siga privilegiando las escuelas concertadas, como ocurre con el Gobierno valenciano, que concierta cualquier cosa: te regala el terreno, te construye la escuela y te cede la gestión 50 años. Están convencidos, desde su ideología neoliberal, que la escuela privada funciona mejor que la pública.
Fuente (entrevista original): El Diari de l’Educació


miércoles, 20 de noviembre de 2019

¿Por qué no hay que criar niños obedientes, pero sí cooperadores?


Los niños obedientes escuchan y obedecen a la autoridad. Los cooperadores evalúan la situación y hacen lo que es necesario de forma voluntaria. Piensan por sí mismos, pero quieren hacer lo correcto.
Cuando los adultos hablamos de “disciplina” solemos habitualmente relacionarlo casi de forma inconsciente con los castigos, parece que una cosa fuera unida a la otra.

Los adultos a veces gritamos, sermoneamos, damos un cachete, quitamos privilegios o castigamos a un niño en un rincón para que reflexione sobre lo que ha hecho.
El castigo es inequívocamente efectivo en el momento, conseguimos que el niño pare el mal comportamiento pero desgraciadamente no genera el aprendizaje ni fomenta las habilidades socioemocionales que deseamos que adquieran.
El castigo aunque eficaz en un primer momento invita tanto a adultos como a niños a luchas de poder y en los niños provoca sentimientos de rebeldía, revancha, resentimiento o retraimiento.

La disciplina que es “positiva” se basa en un premisa que la diferencia del concepto de la disciplina tradicional.

“NOS PORTAMOS MEJOR CUANDO NOS SENTIMOS MEJOR”.


Disciplina deriva del latín discipulus que significa discípulo, quien recibe una enseñanza de otro, educación. Sus componentes léxicos son discer (aprender) más el sufijo ina (pertenencia).

También dudamos de la eficacia de nuestra intervención si no es en el momento inmediatamente posterior al conflicto o reto al que nos enfrentamos sin darnos cuenta que cuando tomamos medidas bajo el efecto de un cerebro desconectado de sus funciones ejecutivas, estas no van a ser sabias, ni van a resolver el problema y lo peor de todo van a dar un ejemplo poco alentador al niño.
Cuando se prescinde del uso de los castigos no es que no se desee resolver los conflictos, no es que se quiera actuar con permisividad, obviando el respeto hacia la situación o hacia uno mismo, es que lo que se desea por encima de todo es que el niño aprenda y modele la forma que se usa para resolver ese conflicto.



Es habitual que los adultos nos formulemos con frecuencia estas preguntas:
– ¿Cómo puedo conseguir que mi hijo se involucre?
– ¿Cómo puedo hacer que mi hijo comprenda el significado de “no”?
– ¿Cómo puedo conseguir que mi hijo me escuche?
– ¿Cómo puedo hacer desaparecer este problema?

En estos caso, el adulto está pensando a corto plazo.
Si el adulto está preparado para un cambio de paradigma se podría fácilmente formular las siguientes preguntas.
 
– ¿Cómo puedo ayudar a mi hijo a sentirse capaz?
– ¿Cómo puedo ayudar a mi hijo a aprender respeto, colaboración y habilidades para la solución de problemas?
– ¿Cómo puedo entrar en el mundo de mi hijo y comprender su proceso evolutivo?
– ¿Cómo puedo convertir los problemas en oportunidades para aprender para mi hijo y para mi?


Estas preguntas se centran en la situación global y se basan en un pensamiento a largo plazo.
Cuando los padres pueden responder a las segundas, las primeras encuentren respuesta por si solas.

Los niños se implicarán más y colaborarán cuando tengan sentido de pertenencia y se sientan valiosos y contributivos, entenderán el “no” cuando se les tenga en cuenta a la hora de buscar soluciones y escucharan cuando los padres les escuchen a ellos y les hablen de forma que les inviten a ser escuchados.

Es probable que cuando decimos que un niño no nos escucha en realidad queremos decir que un niño no nos obedece.

Los problemas se solucionan más fácilmente cuando los niños participan en el proceso.
 
¿QUÉ PUEDO HACER PARA INVITAR A LA COOPERACIÓN?

La palabra educación precede del latín educare que significa “mover adelante”, esto posiblemente explique el motivo de la desconexión de los niños cuando intentamos “rellenarles” de exigencias o sermones.
En lugar de decirle al niño lo que debe hacer encuentra la manera de implicarlo y averiguar que siente y piensa. Las preguntas de curiosidad en lugar de las ordenes te ayudaran a conectar con él.
 
·         Crea Rutinas juntos, implícale en los acontecimientos diarios que se repiten, levantarse, acostarse, cenar, ducharse… confecciona una tabla de rutinas con él.

·         Ofrece opciones limitadas, si le das opciones el niño tiene sensación de su propio poder personal, si lo que proponga no está en consonancia con su nivel evolutivo puedes redirigir diciéndole que esa no es una opción pero que puede elegir entre esta y esta…

·         Proporcionar oportunidades para ayudar, los niños pueden resistirse a la orden, pero difícilmente se resisten a una petición de ayuda.

 
¿CÓMO SE HACE PARA ENSEÑAR A LOS NIÑOS QUE SUS ACCIONES TIENEN CONSECUENCIAS?

Los adultos tenemos dificultades de aceptar la idea de que los niños se van a portar mejor si se sienten mejor, parece que nos choca, como va aprender sino tiene un escarmiento, es decir la corrección y que el niño pague.
Siempre que se pueda los niños tienen que tener la oportunidad de vivir las consecuencias naturales o lógicas de sus actos.
El niño que no come, no debería ser castigado, si no quiere comer que no coma, la consecuencia natural de no comer será tener hambre, pero mediamos tanto que evitamos que los niños lleguen a sentir las consecuencias naturales de sus actuaciones, les despistamos totalmente.
Lo hacemos al crear una situación y plantearles las consecuencias lógicas. Por ejemplo: ‘Si dejaste el paraguas mojado en la entrada hay que secar el suelo’.
 
¿QUÉ DIFERENCIA HAY CON UN CASTIGO?

Hay una línea muy delgada entre ambos. Uno tiene que ver con permitir que el niño enfrente la realidad de la vida, y el otro pasa por la manipulación y el control. Es un tema educacional y está vinculado a la motivación de los padres, en si éstos pueden ver que las diferentes opciones tienen diferentes resultados. Un método pone énfasis en las alternativas y el otro en el castigo. Pasa todo por la ejecución y la actitud de los padres, la clave está en cómo lo plantean. Los niños no aprenden con la amenaza sino cuando ellos mismos experimentan.

• No hacer las cosas por los hijos
“Hay muchas cosas que los padres realizamos por ellos, cuando en realidad las podrían hacer por sí mismos. Por ejemplo, cuando les pedimos que dejen colgada la ropa en algún lugar y como no lo hacen, vamos nosotros y lo realizamos por ellos. Esto les crea una visión egocéntrica, y deducen que la gente tiene que servirlos. Es necesario tomarse el tiempo para enseñarles a los hijos a hacer las cosas por sí mismos. Podemos enseñarles a ponerse los zapatos, a atarse los cordones. No lo aprenderán a menos que se lo mostremos. Además, un niño de dos años siempre está diciendo ‘yo puedo, yo lo hago, dejame ayudar’. Pero muchas veces les contestamos ‘eres muy pequeño chiquito o muy lento, yo lo hago más rápido’. En lugar de eso, deberíamos dejarlos ayudar. Y si hacen algo mal, deberíamos mostrarle de qué forma hacerlo bien. Cuando empieza a realizar esas tareas, el niño comienza a sentirse integrado a la familia, empieza a percibir que se encuentra en un plano de igualdad. Por eso desafío a los padres a que piensen qué cosas podrían estar haciendo los niños, y que den un paso atrás para que sus hijos empiecen a colaborar“.

• Enseñar causa y efecto
“Si suelto un objeto que tengo en mi mano, siempre va a caer al suelo. Los niños pueden probar hacerlo para aprender la lección. No necesitamos enseñarles la ley de la gravedad para que entiendan que si lo suelto, siempre va a caer. Entonces nuevamente desafío a los padres a que dejen que los pequeños experimenten cuáles son las consecuencias naturales de determinadas situaciones, que puedan hacer cosas y ver los efectos, con los adultos a un lado viéndolos.. Decirles 400 veces lo mismo sin un resultado efectivo, seguro va a afectar la relación. Es mucho más fácil dejarlos que experimenten la consecuencia y después abrazarlos. También nos pasa muchas veces cuando quieren entrar en un charco con barro, porque se ensucian los pies. Déjalos que entren al charco y experimenten la incomodidad de estar con los pies y los zapatos mojados, y embarrados. O cuando les damos algo para el recreo y el almuerzo. Si se comen todo en el recreo, van a aprender que cuando llegue el almuerzo, no van a tener comida. Ante esto, muy a menudo pasa que los padres les llevan el almuerzo porque piensan que el niño se morirá de hambre. Eso es un error. Los niños siempre están aprendiendo, el tema es qué están aprendiendo. Muchos niños aprenden que sus papás siempre los van a rescatar, y eso los lleva a no tomar buenas decisiones por sí mismos“

• Fomentar las consecuencias lógicas
“¿Cómo socializamos a los niños para que funcionen en familia? Por ejemplo, en nuestra cultura nos sentamos a la mesa para almorzar y cenar, y es un problema mantener a los niños sentados hasta el final. Entonces los padres vamos atrás de ellos con el tenedor para que coman la comida. Hay que enseñarles que hay reglas para estar en la mesa, con lo cual no estoy diciendo que le diga al chico que le voy a pegar si se levanta o que lo voy a premiar si se queda sentado. En lugar de eso aplico la estrategia de la consecuencia lógica. ‘En nuestra cultura, cuando estás sentado a la mesa, estás comiendo. En el momento que te levantás entiendo que terminaste y retiro tu plato. Y no habrá más hasta la próxima comida’. Esto es muy efectivo porque le estás dando la oportunidad de saber cuáles son sus opciones y le estás permitiendo que haga su propia elección. De alguna manera lo estamos educando y está aprendiendo a saber qué está bien y que está mal. Ahora, muchas veces venimos haciendo toda la estrategia bien, hasta que el niño -quien optó por no seguir comiendo- dice que tiene hambre. Y nosotros decimos ‘ya te lo dije’. No es necesario meter el dedo en la llaga para hacerle ver que teníamos razón, sino que esto debe ser puesto en práctica con una actitud de respeto. La idea es: ‘yo respeté tu decisión, te fuiste de la mesa, entonces entendí que no tenías más hambre’. Los niños no experimentan por la amenaza de lo que va a suceder, sino por lo que sucede. Hay que enseñarles a tomar una mejor decisión la próxima vez. Tenemos que diferenciar la consecuencia de la decisión que el niño tomó, sin que se viva como un castigo; para eso tiene que haber una consecuencia lógica“

• Pedir su cooperación en lugar de dar órdenes
“En vez de decirles qué hacer, prueba a transformarlo en una pregunta; va a sonar menos autoritario. Los niños reciben unas 200 órdenes por día, y no les gusta. Es bueno preguntarles en lugar de mandar, ya que uno recibe más cooperación. También es bueno pedirles favores. Si están en el parque y no se quieren ir, decirles “me ayudarías a irnos, ya es tarde para estar en el parque’. te asombrarías de cómo los niños reaccionan al pedirle un favor en lugar de las órdenes. Otra buena herramienta es aplicar el ‘cuando hagas tal cosa, pasará tal otra’. Si no puedo hacer que mi hijo se lave las manos antes de cenar, lo que digo es ‘cuando tus manos estén lavadas, entonces estás preparado para cenar’. ‘Cuando estés vestido para el colegio, entonces estás listo para tomar el desayuno’. Así, el niño se siente empoderado y toma buenas decisiones“.



jueves, 14 de noviembre de 2019

Lo que los adolescentes esperan escuchar.



A veces, intentar comunicarse con un adolescente en crisis es una de las tareas más difíciles.
Cinco mensajes que quieren oír ¿Los pronunciamos alguna vez?

¿De qué hablamos con nuestro hijo adolescente? Quizá, lo primero que se nos venga a la cabeza sean los gritos a causa de las notas o porque el fin de semana ha llegado más tarde de lo habitual a casa. A veces, intentar comunicarse con un adolescente en crisis es una de las tareas más difíciles.
Si nos descuidamos, nuestra relación puede reducirse peligrosamente a reconvenciones y críticas…
Y, sin embargo, nuestro hijo tiene unas necesidades especiales de comunicación: espera que tomemos la iniciativa.
A lo largo de las siguientes páginas describiremos en detalle los cinco mensajes que la mayoría de los adolescentes – nuestro hijo también – están deseando oír de nuestros labios. Sus necesidades especiales de comunicación requieren de nuestra parte una postura más activa.
ORGULLO
MENSAJE PRIMERO: “Estoy orgulloso de ti”.
Con esta frase tan simple, ayudamos a construir la autoestima de nuestro hijo. Es probable que se la digamos cuando consigue algún éxito, pero un adolescente la necesita especialmente cuando falla. Estamos orgullosos de él porque es nuestro hijo… y no hacen falta más motivos. Y, sin embargo, muchos adolescentes de hoy en día pueden no tener la suerte de escuchar este mensaje a menudo.
Deberíamos estar orgullosos de nuestro hijo y reconocerle por lo que es y por los esfuerzos sinceros que hace por mejorar, sin compararle con otros y sin establecer metas arbitrarias como sacar todo sobresaliente, por ejemplo. Sentirse orgulloso de un hijo no debería de los puntos anotados en un partido de baloncesto, por ejemplo, ni de las notas conseguidas.
Puede que resulte difícil estar orgulloso de un hijo cuando toma decisiones equivocadas o cuando falla. Sin embargo, nunca, nunca, debemos permitir que se esfume el cariño. Cuando falle, no diremos: “no llegarás nunca a ninguna parte”. Un simple descuido y cuatro o cinco palabras pueden llegar a herirle profundamente. En nuestro hijo adolescente hacen el efecto de: “estoy disgustado contigo como ser humano”.
AQUÍ ESTOY
MENSAJE SEGUNDO.
“Puedes acudir a mi para que te haga falta; siempre estaré aquí para escucharte”.
Un adolescente da mucha importancia a poder acudir a sus padres cuando existen problemas; aunque exista rebeldía, en los momentos difíciles necesita tener una seguridad: “mis padres están ahí”. Sin embargo, si no le prestamos atención cuando lo está pasando mal, le estaremos dando una buena razón para que se las apañe por sí solo y busque consejo y ayuda en otros lugares.
Hay que escucharles, sin querer hablar y pontificar continuamente. Así, dejamos claro a nuestro hijo que: “Eres importante para mi”, “me preocupo de las cosas en las que tú estás interesado”, “me gusta escuchar tus ideas y opiniones”. Escuchar con atención también estimula el deseo de hablar de los hijos. Se construye un ambiente de respeto y afecto mutuo.
COMPRENSIÓN
MENSAJE TERCERO: “Quiero comprenderte”
A veces, es frustrante ser padre. Continuamente oyendo los prejuicios de los quinceañeros que afirman que somos una generación antigua y que no les comprendemos… No hay duda; es difícil comunicarse con los adolescentes.
Muchas veces, cuando nuestro hijo nos acusa de que no le comprendemos es tan sólo una manera de defenderse.
Confunde “no comprender” con “no estar de acuerdo”, por lo que no hemos de dejar que nos manipule. Si nos acusa de que no le comprendemos, hemos de decir a nuestro hijo que nos ayude: “Quiero comprenderte, cuéntame más, que sientes…”.
Si tenemos la sospecha de que lo único que ocurre es que simplemente no estamos de acuerdo con él, podemos repetir lo que nos dice, sus argumentos, sus ideas, hasta que se dé por satisfecho y entonces: “Ves que comprendo lo que quieres decir y por qué; si no es así, quiero llegar a comprenderlo. Pero me parece que nuestro problema no es de falta de comprensión sino de falta de acuerdo”.
CONFIANZA
MENSAJE CUARTO: “Confío en ti”.
Contar con la confianza de sus padres es importante para un adolescente. “Lo más dañino que me han dicho mis padres en mi vida fue que nunca podrían volver a confiar en mí”.
Nuestro hijo necesita que le digamos que nuestra confianza en él se desarrollará gradualmente en la medida que adquiera nuevos conocimientos y experiencias en esas situaciones que requieran la confianza. No podemos pretender que nuestro hijo de quince años conduzca un coche – aparte de que es ilegal – porque no tiene la experiencia necesaria que nos permita confiar en su buen juicio.
Pero hay otra razón por la que nos cuesta tanto a los padres confiar en nuestros hijos. Nos conocemos bien a nosotros mismos y, seguramente, hemos experimentado de primera mano todos los riesgos, situaciones y peligros de esta etapa. Sabemos qué fácil es ceder a las presiones del ambiente cuando no se está preparado. Esto nos previene de dar a nuestros hijos una confianza sin límites.
De hecho, no estaríamos haciendo bien nuestro trabajo de padres si permitimos que nuestros hijos se encuentren en situaciones donde el grado de riesgo es más elevado que su nivel de madurez.
CARIÑO
MENSAJE QUINTO: “Te quiero”.
A veces, podemos perder muchas oportunidades de expresar amor y cariño – y de recibirlo – sólo porque no nos lo hemos propuestos como un objetivo consciente. Y, sin embargo, es el mensaje más importante que chicos y chicas quieren oír de sus padres.
El amor es el ingrediente esencial de una familia sana. Un “te quiero”, dicho en voz alta y a menudo, nos ayuda a saber quiénes somos y por qué hemos nacido. Cuando un adolescente no está seguro del amor de sus padres, los otros cuatro mensajes anteriores no significan nada. Necesitan que le digan que les quieren y que se lo demuestren. ¿Cómo pueden estar seguros de que les quieren si nunca se lo han dicho? ¿Cómo pueden estar seguros si sus padres nunca pasan el tiempo con él?
La manera de demostrar el amor a un hijo se deletrea con estas letras: T – I – E – M – P – O. Darle regalos, proveerle de comida y ropa, mostrarle cariño de otras maneras está bien, pero también hay que estar dispuesto a perder tiempo con nuestro hijo adolescente: ir de pesca, ir de tiendas juntos…
Relacionarse, comunicarse, cuesta trabajo. Esto ocurre en el matrimonio, en la amistad… y en la relación entre padres e hijos. Con un adolescente cuesta más, porque crece y gana más independencia constantemente, y por eso puede llegar a frustrarnos. No dejemos que ocurra en nuestra familia.
PARA PENSAR
- ¿Habéis dicho alguna vez a vuestro hijo: “Hijo, ¿sabes que estoy orgulloso de ti, y no me importa nada más?” La palabra orgullo en este contexto se relaciona cercanamente con la de amor. Así, vuestro hijo sabrá que queréis decirle que estáis felices porque él es vuestro hijo.
- Cuando mejoréis vuestro modo de escuchar, vuestro hijo también aprenderá a escuchar mejor. Imaginad el impacto positivo que tendrá en la calidad de la conversación en vuestro hogar.
- Vuestro hijo adolescente necesita abrir una cuenta personal de autoestima basada en lo que es como persona, no por sus actuaciones diarias. Así, cuando falle, puede retirar de esa cuenta la cantidad necesaria. Si no tiene ese reconocimiento, puede acudir a lugares equivocados en su busca.
- No se trata de decir: “Comprendo exactamente cómo te sientes”. Suena a querer desmarcarse de sus sentimientos y querer buscar una solución rápida al problema.
- Existe el peligro de poner un nivel demasiado alto a los hijos. Si los adolescentes llegan a creer que necesitan sacar todo sobresalientes para que sus padres les acepten, pueden deducir que a sus padres sólo les importa los éxitos… no las personas. Y así, como resultado, no intentarán hacer lo mejor que puedan.
- Es importante que le ayudéis a tener esta distinción clara en la cabeza: se puede aceptar a la persona aunque no se apruebe el comportamiento. Estáis orgullosos de él, porque en vuestro hijo, pero no de lo que ha hecho, dejándole claro que vuestro enfado se refiere sólo a sus acciones, no a él como persona.
… Y ACTUAR
Podemos ser tan despistados, ocupados en tantas cosas intrascendentes, que nos olvidemos de las necesidades comunicativas de nuestros hijos. Si disponemos de una agenda de trabajo, o un calendario que veamos todos los días, podemos hacer alguna señal para recordar: “Ojo, en esta semana no he hablado con mi hijo ni una sola vez”.


miércoles, 6 de noviembre de 2019

Entrevista a Pepa Horno, experta en infancia. (Por GESTIONANDO HIJOS)


«Educar no es otra cosa que garantizar el desarrollo emocional pleno de nuestros niños y niñas»
Pepa Horno es una reconocida consultora y experta en temas de infancia. Ha llevado a cabo campañas sobre prevención y erradicación de la violencia contra los niños, organiza cursos y charlas sobre educación y comunicación positiva a padres y madres y es autora de muchos cuentos para niños y libros para padres y madres sobre el buen trato. Forma parte del equipo Espirales Consultoría de Infancia. Hablamos con Pepa sobre los retos de padres y madres y sobre las claves de una educación positiva y respetuosa (la primera, nos dice, «aunque pueda parecer paradójica, es el autocuidado» y otra es «ser pesadas» en esto de los besos, los abrazos y los ‘te quieros’). Una entrevista de las de tomar nota. 😉

¿Qué diagnóstico haces sobre la situación de las familias en España y su estilo educativo? ¿Cuáles son, en tu opinión, los principales desafíos a los que hemos de hacer frente?
Creo que las familias educan hoy en día con mayor consciencia y sensibilidad. Nadie cuestiona ya la importancia del vínculo afectivo, de la comunicación e intimidad en las familias y de la importancia de la presencia de los adultos en la vida de los niños y niñas para poder guiarlos y protegerlos. En mi opinión los grandes desafíos son el ajuste emocional con los niños y niñas, el respeto a sus tiempos y la cobertura institucional a las familias para que puedan hacerlo. Temas como el permiso de maternidad y paternidad, las políticas de conciliación laboral y familiar, o la situación de las familias en riesgo de exclusión social son retos que exigen una respuesta que dista mucho de recibirse. El equilibro entre la sobreprotección y el autoritarismo sigue siendo también un reto para las familias, así como la promoción de una igualdad real en la crianza de los niños y niñas.

¿Qué principales claves ofreces a padres y madres para educar a nuestros hijos de un modo positivo y respetuoso?
La primera clave, aunque pueda parecer paradójica, es el autocuidado. No se puede educar bien si no se está bien. Las familias deben encontrar tiempos propios para cultivar su identidad y su fortaleza emocional. Y tener cuidado con la logística. Yo suelo decir que para mí la maternidad y paternidad es amor y logística. La segunda clave es la consciencia. En la medida que sé para qué hago algo, desde dónde lo hago y sobre todo cómo lo estoy haciendo, mi actuación tendrá un sentido educativo pleno. El modo en que hacemos las cosas cambia el significado de lo que hacemos. Y ese modo muchas veces tiene que ver con la elaboración de nuestra propia historia afectiva. Y la tercera clave sería la afectividad consciente. Yo siempre le digo a las familias que sean «pesadas». No basta con querer, hay que hacer sentir querido. El afecto hay que mostrarlo y convertirlo en una pauta cotidiana en las relaciones en las familias. Abrazarse, contar un cuento, comer juntos, decir «te quiero», «qué regalo es tenerte» etc.

¿Qué actividad realizas en concreto para formar a familias en protección de la infancia y en desarrollo emocional? ¿Cuáles son las claves para trabajar con las familias el desarrollo emocional?
Trabajo brindando formación a familias y a profesionales que trabajan con familias sobre el desarrollo emocional de los niños y niñas. Las claves son las mismas que he mencionado previamente, porque educar no es otra cosa que garantizar el desarrollo emocional pleno de nuestros niños y niñas. Si pueden gestionar sus emociones con consciencia y lo logran en un marco de afectividad que les haga sentir protegidos habremos logrado la base de todo lo demás.

¿Qué retos son los más importantes de los que crees que tiene la sociedad española para que se respeten los derechos de la infancia?
Para mí el reto es tratar a los niños, niñas y adolescentes como ciudadanos de pleno derecho, y contemplar la necesidad de inversión social, política y económica en el colectivo de la infancia del mismo modo que se contemplaría en cualquier otro colectivo vulnerable. Los temas de infancia son siempre objeto de gran consenso teórico pero poca implicación real. Pero son ciudadanos aquí y ahora, cuya protección además es responsabilidad directa del Estado y de toda la sociedad. En los últimos años se ha logrado mayor sensibilidad social hacia los derechos de los niños, niñas y adolescentes pero problemáticas como la violencia contra los niños y niñas, las dificultades para lograr que sean escuchados en los procesos judiciales que les afectan, la situación del sistema educativo o los niveles de pobreza infantil son prueba de que la infancia no es aún una prioridad política, ni mucho menos económica, en nuestro país. La medida en que los niños, niñas y adolescentes de nuestro país logren el pleno cumplimiento de sus derechos es la medida de nuestro valor ético, social y político como sociedad.

Hace unos días pronunciaste una conferencia en Palma de Mallorca que lleva por título «Cuando la maternidad aísla. Criar en tribu». ¿Es el aislamiento de las familias un problema para educar de una forma positiva y sana a nuestros hijos? ¿Qué supone para ti criar en tribu? 
Es imposible criar sanamente sin una red afectiva. La red es un entorno de afectividad, de creación de vínculos afectivos y protectores, la red es un espacio de legitimidad y de consciencia, que te permite revisar tus criterios educativos y tener un apoyo para hacerlo sin sentirte amenazado, la red es un espacio de protección al que acudir cuando necesitas ayuda estás enfermo o sencillamente no llegas con la logística.

Como experta en infancia y parentalidad positiva, ¿nos podrías recomendar algún recurso interesante para padres y madres? ¿Y algún recurso para nuestros hijos sobre estos temas?
Hay un cuento que se llama «Vacío» de Anna Llenas que merece muchísimo la pena. Y es tanto para los niños y niñas como para sus familias. Y un par de blogs a los que merece la pena suscribirse: www.buenostratos.com, de Jose Luis Gonzalo, y https://disparefuturo.wordpress.com/, que lo lleva Javier Romeu.