martes, 29 de noviembre de 2016

Acompañar sin sobreproteger

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Muchos piensan que sobreprotegemos a nuestros hijos cuando los llevamos en brazos hasta que ellos deciden, cuando dormimos con ellos aún con edad avanzada, cuando damos teta hasta que caminan o corren o leen, cuando no castigamos, cuando los abrazamos después de agredirnos, cuando no chantajeamos para que se comporten…
La realidad es bien diferente… ¿Qué es sobreproteger, en realidad?.
Todos ejercemos la sobreprotección con nuestros hijos, cuando queremos evitarles el dolor, las dificultades, las trabanquetas de la vida, si las entendemos así, los conflictos. Todos sobreprotegemos cuando hacemos por ellos, cuando decidimos por ellos, cuando acallamos y disimulamos sus emociones, las nuestras… por su “bien”(o el nuestro)…
Los niños han venido a vivir la vida y nosotros no podemos evitarles la vida… sería ir contra propósito vital. Ellos han venido a experimentarla en su amplio espectro, en todo su riqueza de experiencias y vivencias. Por qué nos empeñamos en no querer verles ante dificultades, ante el dolor, ante los retos que la vida nos presenta?. El dolor es la vida misma, la dificultad es un peldaño y una oportunidad, los retos son necesarios para su
crecimiento interior…
Qué nos pasa a los padres que queremos evitárselo a toda costa, acallando sus emociones, reprimiendo sus expresiones de dolor, de rabia, de ira, de alegría, de excitación… El dolor está, la dificultad existe, la tensión se produce y necesita ser expresada y acompañada.
La vida es un constante aprender, y para aprender sales de tu zona de confort y salir de tu zona de confort significa: miedo, duda, pérdida, riesgo, ganar y perder… y eso conlleva momentos de tensión y también de calma, sobretodo cuando eres niño, porque estás
experimentando, conociendo, saliendo al mundo, aprendiendo, poco a poco…  a su ritmo.
Y cuando se arriesgan, cuando salen, cuando deciden, cuando rompen, les pasan cosas y necesitan expresarlas, no les reprimamos ese expresar por que entonces desde el buen hacer de padres para evitar verlos tristes, llorando, pataleando, expresando, gritando, saltando, corriendo… les reprimimos el flujo de la vida.
Recuerdo cuando quería que mis hijos fueran estables, felices, sin conflictos, internos ni externos, sin sube y baja… y fuimos a la escuela libre para que en la libertad de ser quienes eran, desaparecieran todos esos conflictos… y recuerdo que no disminuían… seguía habiendo conflictos, rabietas, expresiones de dolor, de rabia, de tristeza, de miedo, de angustia, de alegría, de excitación… También había momentos de creación, de crecimiento, de risas, de silencios, de abrazos, de construcción… pero, ¿qué es la vida sino?
La vida pasa a través de ellos más que de nadie porque ellos viven el momento presente más auténtico.
Entendí entonces que los conflictos no son negativos, los conflictos son conflictos cuando yo los miro así, desde mi conflicto interno, desde mi desconexión.
Sobreprotejo cuando intento que vivan sólo la parte “bonita” de la vida… pero la parte bonita que mis ojos ven e interpretan, la parte en que siempre están tranquilos, en paz, alegres (pero no excitados), sonriendo, brillando…  mis ojos del miedo son los que ven que esa parte es la buena y que hay una parte “mala” en la vida…. mis ojos del corazón abrazan todos los momentos, estados y colores, del blanco al negro… El corazón acepta la vida en su esencia divina… completa. Por que voy a privar a mis hijos de verla también, porque les voy a negar la oportunidad de abrazar la luz y la sombra de la vida condenándolos a juzgar su sombra y sobrevalorar su luz, llevándoles al camino interminable de ser mejores…
Los niños necesitan aprender qué es una emoción, qué le pasa, cuando y cómo, aprender a manejar y gestionar, que no reprimir, sus emociones. No los acallemos, expliquemos les qué les sucede, cómo canalizarlo, cómo no hacerse daño expresando, cómo escucharse y no engancharse, cómo relajarse, cómo conocerse y sobretodo como amarse.
Y a nosotros ¿qué nos pasa con sus emociones?.
¿Sabemos enseñarles a gestionar sus emociones?. ¿Sabemos cómo gestionar las
nuestras?. ¿Nos conocemos lo suficiente para saber cuando y cómo aparecen?. ¿Cómo respirar, cómo escucharnos y no engancharnos a ellas, cómo canalizar la energía…?.  ¿Cómo aprender del mensaje de las emociones, cómo reconocerlas cuando aparecen ?.
Ahí está la clave, desde ahí es desde donde podemos cuidar sin sobreproteger, podemos acompañar sin controlar (ni reprimir), desde nuestro conocimiento de las emociones y de su gestión.
Y ¿cómo les enseñamos?, con el ejemplo.
Si un niño pierde los papeles, nosotros ¿mantenemos la calma o perdemos los papeles?, ¿nos ponemos a su altura, ¿gritamos, aporreamos la puerta, contenemos violentamente, castigamos? Cuando nos suceden cosas en la vida ¿cómo reaccionamos, cómo gestionamos, cómo vivimos las emociones?, porque recordemos que nuestros hijos son espectadores de todos esos momentos
¿Cómo van a saber qué hacer con esa emoción si nadie les muestra?. Con tu ejemplo o con tu acompañamiento… ¿Cómo van a saber si cuando explotan en una emoción nadie les dice, con el cuerpo: tranquilo, ésto que te pasa es normal, es rabia, te amo aquí también, ámate
aquí, yo también la siento a veces y a mi me va bien hacer ésto o lo otro… para
no hacerme daño ni hacérselo a los demás.
Eso es proteger a nuestros hijos, darles herramientas para que cuando las vivencias de la vida los sacudan puedan mantener el equilibrio interno, sentir la luz aunque no la vean, porque confían, porque saben que las emociones pasan, que el silencio es el mejor
compañero de uno mismo, que el amor es lo que perdura siempre.

martes, 22 de noviembre de 2016

Educar despacio.

Empezó hace ya 25 años como una propuesta alternativa a la comida rápida, "slow food" frente a "fast food". Desde entonces, el movimiento denominado "slow", que aboga por ralentizar el ritmo de vida diario y aprender a gestionar bien el tiempo, se ha extendido a otras áreas y ha dado lugar a nueva terminología: "ciudades slow""slow travel" o "slow home", entre otras. Ahora también esta filosofía de vida se extiende al entorno educativo y propone nuevos modos de abordar la educación tanto en el ámbito escolar como en casa.

Educación acelarada

El ritmo rápido, los objetivos a corto plazo y la presión afectan a los resultados académicos
"Educar más y más deprisa con la finalidad de educar mejor". Así identifica el maestro y pedagogo Juan Domenech las pretensiones de la escuela hoy en día. En su obra 'Elogio de la educación lenta', Domenech, uno de los principales impulsores de esta teoría en nuestro país, describe el panorama educativo actual como un mercado de oferta y demanda donde destacan "una educación acelerada, programas sobrecargados y objetivos pensados para ser alcanzados antes de tiempo".
Las consecuencias no son satisfactorias. Como apunta el autor, el ritmo rápido, los objetivos a corto plazo y la presión, además de afectar a los resultados académicos a medio y largo plazo, provocan "situaciones insostenibles, pérdida de creatividad y estrés en los alumnos y profesorado". Además, esta aceleración no beneficia la igualdad, "ya que los ritmos intensos solo tienen respuesta en una parte del alumnado", matiza Domenech.

La propuesta "slow"

Frente a esta situación, los defensores del movimiento "slow" reivindican una educación más flexible, basada en el sentido común. Recomiendan pasar de considerar la actividad escolar como una carrera de relevos en la que el más rápido es mejor, a un camino firme donde importa aprender bien y asentar los conocimientos con un ritmo apropiado. Como señala Joan Domenech, "las actividades educativas tienen que definir el tiempo para ser realizadas, y no al revés".
Por este motivo, el "slow school" o "slow education" apuesta por métodos de enseñanza más eficaces y estimuladores para los alumnos, que atiendan a sus características particulares y modos de aprendizaje. Una de las ideas es evitar la obsesión por la educación precoz y adelantar contenidos académicos en niños que están en edad de aprender, jugar y desarrollarse en otros aspectos no intelectivos.
Se apuesta por métodos de enseñanza más eficaces y estimuladores para los alumnos
Carl Honoré, periodista y uno de los principales divulgadores internacionales del movimiento "slow", resalta en su obra 'Bajo presión: rescatar a nuestros hijos de una paternidad frenética', el modelo educativo finlandés. A pesar de que en este país "la escolarización es más tardía, no se mandan deberes y los escolares pasan menos horas en el colegio, sus resultados en las evaluaciones educativas son notorios". El sistema de autoevaluación, la disposición de más tiempo para relajarse, jugar y procesar lo aprendido en el aula son algunas de las claves del éxito en Finlandia.

"Slow parenting": todo empieza en casa

Hoy en día, muchos progenitores planifican el tiempo de sus hijos hasta el último detalle: de nueve a dos al colegio y después, deportes, idiomas o clases particulares, baño, cena y a la cama. Ésta es una apretada agenda condicionada por la presión social, que ha llevado a los padres a creer como premisas obligadas que el niño debe aprender a leer en preescolar, saber inglés antes de terminar Primaria, un segundo idioma en Secundaria y destacar o "ser el mejor" en algún deporte o actividad artística.
Los progenitores planifican el tiempo de sus hijos hasta el último detalle
Honoré critica la cautividad a la que se somete a la infancia y a la juventud con esta excesiva planificación, no exenta de supervisión por parte de los progenitores. Los denomina "padres helicóptero", ya que planean sobre sus hijos de modo que "asfixian su capacidad de decisión, la conexión con su interior y la inmadurez". Este control milimétrico de su tiempo, afirma el periodista, elimina la posibilidad de disfrutar de momentos de "libertad" para jugar, inventar, descubrir, sufrir contratiempos, o aburrirse, "sus vidas se convierten en extrañamente sosas", concluye.
El "slow parenting" reivindica un cambio de la actitud parental. Éstas son algunas de las pistas que Honoré y otros especialistas aportan para conseguir ralentizar el ritmo y permitir que, tanto padres como hijos, disfruten de su evolución de una forma más pausada:
  • Apostar por el juego sencillo, básico y desestructurado como herramienta de aprendizaje. Jugar e inventar actividades con un simple trozo de cartón o un cajón de arena, buscar bichos o dibujar es más beneficioso para su desarrollo cerebral que muchos de los juegos actuales más sofisticados o tecnológicos.
  • Conseguir despertar en los niños la pasión por aprender, descubrir y sentir curiosidad por las cosas les ayudará más en el futuro que obligarles a adquirir antes de tiempo un exceso de conocimientos.
  • Confiar en su capacidad como padres, sin acudir de modo constante a manuales y libros que explican cómo deben educar a sus hijos. Ellos son quienes mejor les conocen.
  • Pasar más tiempo con los hijos, tiempo de calidad y sin prisas que proporcione, tanto a los padres como a los niños, la oportunidad de conocerse mejor y aprender unos de otros.
  • No intentar llenar los espacios "vacíos" de los niños con actividades planificadas, ser más flexibles y liberarles del estrés al que se someten muchos de ellos. Los hijos tienen que ir a su ritmo, no al de sus padres.
  • Respetar la infancia y no intentar que los niños se conviertan en adultos antes de tiempo.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

LA ERA DE LAS PERSONAS

Si revisamos la evolución del mercado laboral, nos daremos cuenta que la gran revolución se ha producido en los últimos 25 años, empujada por la expansión, conexión y democratización de la tecnología. Desde los cajeros automáticos, pago en la autopista, auto pago en los supermercados… a los expendedores automáticos de leche, robotización de las farmacias, venta por internet (Ali Baba es el almacén que más factura en el mundo) o el primer hotel totalmente robotizado (Henn-na en Japón). La tecnología está transformando, y lo hará mucho más en los próximos 5-10 años, el mundo del trabajo. El mundo está cambiando cada vez más deprisa por la evolución exponencial de la tecnología.
 
El informe "The Future of employment; how susceptible are jobs to computerisation?" pone de manifiesto que un 47% del empleo total de Estados Unidos (y del mundo occidental al que pertenecemos) está en riesgo. Las ocupaciones existentes en la actualidad se habrán trasformado en 2020 de tal modo debido a la evolución de la inteligencia artificial y la tecnología que, o habrán desaparecido o habrán cambiado de tal forma que serán irreconocibles y requerirán capacidades totalmente distintas a las actuales. Si hoy no sabemos lo que nos depara el futuro, ¿cómo podemos formar a los jóvenes para trabajos que todavía no existen? ¿Qué podemos aconsejarles para sean capaces de afrontar y triunfar en el futuro? Para mí estas son las cuatro claves:
 
1. Estudia Idiomas. El mundo se hace pequeño, la tecnología permite que todo esté conectado y las personas y las empresas se mueven libremente por su geografía. Dominar idiomas te permitirá trabajar en otros países, o pertenecer a multinacionales afincadas en España. Este proceso plastificará tu mente para te resulte más fácil aprender un nuevo idioma en el futuro.
 
2.  Aprende a aprender. Quien piense que con lo que sabe es suficiente, está muerto. Todo se acelera, y el conocimiento y las capacidades apreciadas en el mercado laboral cambian. La capacidad de aprender a Aprender abre las puertas a transformarse, evolucionar y reinventarse contantemente. Solo formándote constantemente podrás optar a los empleos que vayan apareciendo.
 
3. Conócete a ti mismo. Descubre que te gusta, en que eres bueno (fortalezas), que cosas necesitas reforzar (debilidades), que te apasiona, Solo sabiendo quien eres sabrás rodearte de los complementarios para triunfar, o reforzar tus fortalezas para ofrecerlas al mundo y ser feliz trabajando. Puedes empezar haciendo tu propia lista y, preguntarle a tus amigos o compañeros para ver en que coincides y que te descubren de nuevo.
 
4. Desarrolla softskills. Habilidades como la paciencia, la humildad, la flexibilidad, la gestión de las emociones, la concentración, la positividad, la gestión del stress, el trabajo en equipo… son hoy los grandes decisores de quien trabaja y quién no. En un mercado donde muchas personas tienen y ofrecen las capacidades técnicas que los puestos demandan aplicando a las ofertas de empleo, son las llamadas sofskills las que finalmente deciden, entre los candidatos que tienen las bases técnicas requeridas (experiencia en venta, lenguajes de programación, metodologías de calidad, …), los que se quedan con el trabajo.
 
El mundo se tecnifica y se acelera hacia una nueva revolución, las máquinas y la tecnología estarán cada día más presentes. A nosotros, el ser humano, nos toca ocupar nuestro lugar, y ofrecer lo que realmente es diferencial: nuestra humanidad, nuestra empatía, nuestras emociones, nuestro AMOR. En la nueva revolución de las máquinas, nace la era de las personas, ¡no te quedes fuera!