martes, 31 de marzo de 2015

Preparar a los niños para la vida.

La salud emocional de los niños es hoy un tema que preocupa a los padres y educadores. Los niños tienen, sin duda, gran capacidad para reponerse a las situaciones difíciles, pero también es cierto que lo que de nosotros, los adultos, reciban, va a formar su imagen de ellos mismos y les va a enseñar a relacionarse con el mundo. ¿Podemos hacer algo para ayudarles a crecer emocionalmente sanos y ser más felices? Por supuesto que se puede, y es preparándolos para la vida. Mi respuesta es que los padres y educadores tenemos la clave para la salud emocional de los niños y de su éxito vital en todos los ámbitos y por eso os daremos estos cuatro consejos que prepararán a tus hijos para la vida.
Nosotros somos sus modelos, sus referentes, los espejos donde se miran. Lo que hagamos y digamos va a hacer que ellos se vean de una forma u otra y se valoren por lo que son, no por lo que otros esperen de ellos. La capacidad de fijar sus propios objetivos vitales es una de las cosas más importantes que los padres deberíamos enseñarle a nuestros hijos y para ello, contrariamente a lo que se piensa, es importante bajar nuestra exigencia y cambiarla por mantener altas expectativas y ofrecer apoyo incondicional.

Espera lo mejor de tus hijos

Todos nos equivocamos. Todos actuamos a veces mal. Todos perdermos los nervios y la serenidad. Todos somos humanos. Nuestros hijos también lo son y lógicamente, van a errar. Pero cada error que comentan no significa que están condenados a repetirlo sino que pueden aprender de ello. Por eso es indispensable que les transmitamos nuestra confianza en que son buenas personas, capaces de pedir perdon, de enmendar un yerro, de descubrir que las emociones no son ellos ni van a actuar llevados por ellas haciendo daño a los demás. Confiaza, es la clave.
Palabras que deberíamos dejar de usar son “siempre” y “nunca” cuando hablemos con ellos de un comportamiento inadecuado. Nadie hace siempre las cosas mal, nadie hace las cosas equivocadas y mucho menos nos decepciona siempre. Si les decimos eso les transmitimos una poderosa creencia sobre ellos mismos y su incapacidad de cambio. Es indispensable cimentar su autoestima.
Cuando a nuestro hijo le transmitimos que estamos convencidos de que es una persona válida, buena e inteligente estamos ayudándole a construir su propia voz interior y a tener herramientas para manejarse ahora y en el futuro.

Educa, ni dejes solo al niño ni lo domes

No dejes que el niño se eduque solo, transmítele valores. Tampoco lo domes controlando todo lo que piensa o hace. Deberíamos evitar posturas radicales en ideas sobre la bondad innata o la maldad de los niños. Los niños, que por naturaleza desean vivir en armonía y complacernos, también son humanos y tienen reacciones que pueden perjudicar a otras personas o a ellos mismos. El papel del adulto educador toma aqui su verdadera dimensión. Ni tiene que domarlos porque de otro modo serían bestias peligrosas y egoístas, ni tiene que dejarlos sin guía ni contencion. Educa a tu hijo, es tu papel como padre y adulto.
Nuestro papel como educadores es del de influir en el niño ofreciéndole ejemplo, enseñanza y explicaciones, ayudándole a comprender y expresar lo que siente y decubriéndole el poder de la voluntad personal para encaminar las acciones hacia objetivos personales y también hacia el respeto al otro. Los niños no siempre actuan bien, pero desde luego no lo hacen siempre mal.

Ayúdale a ser feliz

Cuando nuestro hijo esté desarrollando estrategias de comunicación y acciones violentas deberíamos saber detectarlo sin hacerle cargar con sentimientos del culpa pero si reforzando su autoestima, su responsabilidad y siendo esa persona en la que siempre pueden confiar para comprenderse mejor y encontrar apoyo, cariño y refuerzo.Ayúdale a ser feliz y a ser una persona amable, respetuosa, empática y apreciada por los otros, sin ser sumiso por ello.
De verdad que la clave para la resiliencia no es pasarlo mal de niño. No quiero decir que estemos pendientes unicamente de caprichos y diversión en contra de los intereses reales de crecimiento armonioso, sino que hagamos que los niños puedan disfrutar de su infancia dejándoles tiempo para jugar, haciendo con ellos cosas que sean agradables y nos reunan en situaciones bonitas, permitiéndoles ser niños y por tanto ruidosos, alegres, movidos y espontáneos.

Valora al niño por quien es, no por ser el mejor

Tenemos la idea de que solamente el que llega el primero, el que gana, el que tiene la mejor nota, es el que triufa. Pero no es cierto y ese concepto es importate transmitirselo a nuestros hijos. La competencia feroz no prepara para la vida, ser el primero no garantiza el triunfo, ni el éxito verdadero, ni mucho menos la capacidad de tener una vida productiva, útil y feliz, pues eso, de verdad, radica en que sepas quien eres y lo que quieres.
Ni en los adutos es cierto eso. Todos hemos experimentado momentos de éxito y grandes fracasos. Y hemos aprendido a levantarnos, a planificar de nuevo, a plantearnos nuevos objetivos y sobre todo, los adultos que nos decimos felices, hemos aprendido a conocernos a nosotros mismos y trabajar para tener la vida que realmente nosotros, no la sociedad ni nuestros padres, deseamos.
Y esa enseñanza merece la pena transmitírsela a nuestros hijos, valorando lo que son, lo que aman, lo que les interesa, lo que les apasiona y lo que quieren aprender nuevo, más que el que ganen en un deporte hoy, o saquen un diez, o sean los que antes o mejor logran algo. El ser el primero, además, será mucho menos útil en su vida que descubrir las estrategias por las que los humanos trabajamos en equipos y cooperamos los unos con los otros para que cualquier proceso o área mejore. Enséñale a pensar de manera crítica y creativa, no le digas lo que tiene que pensar.
Renuncia a ser dueño del destino de tu hijo, acompáñalo, pero no lo fuerces a ser como tu crees que hay que ser. Ten por seguro que va a equivocarse, quizá, como todos hacemos, pero también que tomará decisiones que él vivirá como válidas y no serán las que habrías tomado tu. Es otra persona. Prepáralo para vivir su propia vida.
Es decir, preparar para la vida no es hacer pasar al niño frustraciones forzadas ni presiones para cumplir expectativas externas, sino enseñarle los valores humanos de cooperación, confianza, superación y empatía. Eso si le ayudará a vivir mejor y ser más feliz, ahora y en el futuro.

viernes, 27 de marzo de 2015

10 VERDADES ACERCA DE LOS DEBERES (O 10 RAZONES PARA DEJAR DE MANDAR DEBERES)


A pesar de que el debate sobre los deberes ha existido desde 1900, durante las dos últimas décadas del siglo XX parecía haber un consenso mundial a favor del valor de los deberes por parte de las autoridades educativas. En cambio, padres, profesores y expertos en la materia han aumentado en los últimos años las investigaciones antideberes (Kralovec, 2007). Muchas de estas investigaciones se han centrado en la relación entre cantidad de deberes y resultados académicos. Algunos de ellos han encontrado relación positiva, otros relación negativa y otros ninguna relación (Cooper, Lindsay, Nye & Greathouse, 1998, Cooper & Valentine, 2001). Pero los beneficios o perjuicios de los deberes no se pueden valorar estudiando sólo la relación entre cantidad y aprendizaje, ya que éste depende de muchos más factores que la cantidad de práctica.
Hace unas semanas, la Federación de Consejos de Padres de Alumnos de Francia (FCPE) convocó una huelga de dos semanas sin deberes para parar lo que ellos consideraron “trabajos forzosos”. Con el lema “Ce soir, pas de deboirs”, han abierto una plataforma que ha servido de ejemplo para otras asociaciones de padres que tampoco ven los deberes con buenos ojos. La asociación mayoritaria de padres y madres de alumnos de España, CEAPA, comparte la mayor parte de las ideas recogidas en esa plataforma y por eso lanzó un comunicado de prensa de apoyo ante la iniciativa francesa.
En el presente artículo se pretende hacer un análisis de algunas de las concepciones erróneas que tradicionalmente se han ido adquiriendo acerca de los deberes con el fin de aclarar algunas de las cuestiones que más se debaten.
1.     Los deberes no desarrollan aspectos positivos del carácter como la autodisciplina o la responsabilidad.
No existe ninguna evidencia científica que demuestre relación entre el desarrollo de estos valores y la realización de deberes en casa (Khon, 2006a). Habitualmente, tal como señala Kohn (2006b), los deberes sólo enseñan a “hacer lo que otros te dicen que hagas”.
Teniendo esto en cuenta, algunos de los valores más importantes para optimizar los aprendizajes como pueden ser el compromiso o la voluntad propia se desarrollarían mejor a través de otro tipo de tareas que partieran del interés del alumno y que se realizaran de manera voluntaria.
2.     El impacto sobre el resultado académico de los deberes es pequeño en secundaria y mínimo o inexistente en primaria.
En general, las investigaciones sobre deberes no han encontrado ninguna correlación entre los deberes y los resultados obtenidos en enseñanza primaria, y sólo han encontrado relaciones positivas en secundaria cuando las pruebas o tests los han elaborado los propios profesores (Cooper, 2001; Kohn, 2006a). En cualquier caso, y tal como se exponía en la introducción, la mayoría de los estudios se han centrado en la cantidad de práctica en relación al resultado académico.
Otra corriente de estudio, quizá más interesante teniendo en cuenta que el resultado académico depende del currículo de cada institución, de la exigencia de las pruebas, etc., es el análisis de la relación entre deberes y bienestar de los alumnos. Galloway y Pope (2007) encontraron en un estudio realizado en secundaria, que para el 67,8% de los alumnos, el estrés provocado por el colegio estaba en relación a los deberes y exámenes. Este mismo estudio señala que los alumnos dedican 3.04 horas (SD=1.40) por las tardes a los deberes, y el 56% de la muestra expresó que los deberes les había hecho abandonar las actividades o hobbies que les divertían. Por otro lado, el estudio muestra una clara relación entre la cantidad de tiempo empleado en los deberes con las posibilidades para abandonar actividades a causa del estrés provocado por los deberes, sentirse exhausto, ganar peso o dormir menos horas.
3.     La mayoría de los alumnos evitan hacer los deberes que se mandan desde la escuela.
Los niños y jóvenes habitualmente odian los deberes y frecuentemente se resisten a hacerlos (Crain, 2007). Uno de los aspectos que analizaron en el estudio de Galloway y Pope (2007) fue la utilidad de los deberes percibida por los alumnos. Los alumnos del estudio perciben una utilidad baja de las tareas que se les asignan, y además, muestran un mayor estrés y cansancio mental cuando la utilidad percibida es menor. La utilidad de las tareas no sólo es fundamental para enganchar a los alumnos al aprendizaje, sino para asegurar un mejor bienestar emocional de los mismos.
4.     Los deberes alejan a los alumnos de sus familias.
En el momento en que los alumnos se resisten a hacer los deberes, es cuando los profesores piden a los padres que tomen parte en el asunto. Se convierten, como muchos padres han expresado en “el sicario del profesor” o el “mandatareas”(Bennett & Kalish, 2007).
A pesar de que a priori los deberes hacen que los alumnos pasen más tiempo con sus hijos, algunos estudios demuestran que los deberes tienen un impacto negativo en las relaciones familiares por tratarse de interacciones tensas y frustrantes para padres e hijos, por reducir el tiempo de ocio familiar y el tiempo para dedicar a las tareas de la casa (Dudley-Marling, 2003). Estos problemas se incrementan especialmente en aquellos casos en que los alumnos no obtienen resultados favorables.
Los colegios deberían fomentar una implicación de las familias de otras formas que no sea sólo obligándoles a ayudar a sus hijos a realizar unas tareas que ellos solos no pueden hacer.
Profesora: Susana no ha terminado las tareas de matemáticas hoy en el colegio, así que se lo mando a casa para que lo termine, por favor dedique tiempo con ella haciéndolo.
Madre: Lo hicimos, pero por ese motivo no ha tenido tiempo para hacer sus tareas en casa, así que le mando algo de ropa para lavar en la escuela, por favor dedique tiempo con ella haciéndolo (Ohanian, 2007)
5.     Cuanto más tiempo se dedique a los deberes, se dispone de menos tiempo de calidad en clase.
Si analizamos las horas que dedican los alumnos a tareas estructuradas, encontramos que pasan al menos 8 horas en el colegio. Si quitamos las 12 horas necesarias para descanso y comidas, les quedarían 3 horas para el resto de actividades. Siguiendo las recomendaciones de los defensores de los deberes (10 minutos por curso) (Cooper, 2001), un alumno en 6º de primaria dispondría de 1 hora para el resto de actividades (higiene corporal, socializarse, jugar, leer…). Es difícil imaginar que después de todo el trabajo en casa, los alumnos van a estar al máximo de sus posibilidades en el aula. Según Ellsasser (2007), lo que determina el éxito no es el tiempo que dedican en casa, sino la cantidad de tiempo de calidad para el aprendizaje que se aprovecha en clase.
Además, los deberes son tradicionalmente recogidos, corregidos y asignados en clase. Si sólo se gastaran cinco minutos en cada clase a corregir deberes, un alumno con siete horas lectivas, gastaría treintaicinco minutos al día corrigiendo deberes en el colegio, lo cual supone un total de más de ciento tres horas lectivas al año.
6.     Son discriminatorios.
Los deberes tradicionales están diseñados para la familia típica de clase media de hace cien años. Padre, madre, varios hijos, con una estructura jerárquica muy determinada, y en la cual uno de los miembros (la madre) no trabaja y se dedica única y exclusivamente al cuidado de los hijos (Dudley-Marling, 2003). En la actualidad, familias donde los dos padres trabajen o familias monoparentales se encuentran en desventaja respecto a aquellas que tienen un contexto familiar similar al de la época en el fueron diseñados. Mayor es la diferencia cuando los alumnos viven en entornos socioculturales desfavorecidos (Kralovec & Buell, 2000). Lo más preocupante es que las consecuencias negativas que acarrea no hacer los deberes recaen habitualmente sobre los alumnos sin tener en cuenta que ellos no son responsables de sus propias circunstancias (Hyde, 2008).
Por otro lado, los deberes son mandados, en la mayoría de los casos, sin que los profesores tengan en cuenta la vida personal de los alumnos. Da igual si van al conservatorio de música y practican 4 horas cada tarde de piano, o dan clases de dibujo, o practican deportes.
7.     Los efectos positivos de los deberes son menores que los efectos negativos.
Según los expertos, la ventaja más importante de hacer deberes en casa es que extiende los contenidos aprendidos en el colegio más allá del recinto escolar (Marzano & Pickering, 2007).
Entre los efectos negativos de los deberes, una revisión realizada por Kohn (2006a) de las investigaciones sobre los deberes muestran que los alumnos obtienen frustración, falta de tiempo para otras actividades, pérdida de interés por aprender o perjuicio en las relaciones familiares.
Según Bennet y Kalish (2007) haciendo deberes los estudiantes ganan muy poco, si a cambio pierden tiempo para dormir, jugar, socializarse con sus amigos o dejar de desarrollar sus intereses propios, incluso si estos son académicos, creativos o sociales.
8.     La mayoría de los aprendizajes no dependen de la cantidad de tiempo dedicado.
El aumento del tiempo de estudio en casa parte de una premisa errónea que relaciona directamente la cantidad de práctica con el aprendizaje. Según Kohn (2006a), la afirmación “mayor tiempo generalmente lleva a un mejor aprendizaje” es demostrablemente falsa, ya que existen suficientes casos en los que más tiempo no conduce a un mejor aprendizaje, especialmente cuando están involucradas la comprensión y la creatividad. Tanto en lectura comprensiva como en tareas matemáticas relacionadas con las resolución de problemas se han encontrado resultados que demuestran que el tiempo de práctica no es determinante (Kohn, 2006a). Según Carole Ames (citado por Kohn, 2006a), el aprendizaje “no depende de los cambios cuantitativos sino de los cambios cualitativos en la forma en que los estudiantes se ven a sí mismos en relación a la tarea o la forma en que se involucran en el proceso de aprendizaje”.
9.     Los tradicionales deberes no despiertan el interés de los niños.
Testimonios reales: “A mi hija de primer curso le encantaban los libros y solía estar leyéndolos. Pero ahora ella raramente coge un libro que no se le ha asignado” “Mi hija no lee por placer porque ella asocia leer con los deberes y no lo encuentra divertido. Lo siente como un castigo” (Crain, 2007).
Como ya se ha expuesto en alguna otra ocasión a lo largo del artículo, los deberes suelen mandarse sin tener en cuenta a los alumnos, con lo cual puede ocurrir que en alguna ocasión se estén mandado tareas para alumnos que no necesitan una mayor cantidad de práctica, para otros a los que no les resulte útil, o incluso para otros para los que la tarea es demasiado difícil como para poder hacerla sólo.
Kohn (2007) propone como solución a este problema utilizar los deberes para involucrar a los alumnos en el proceso de toma de decisiones, ya que cree que la mejor forma en que pueden aprender es tomar decisiones en lugar de seguir directrices.
10.  Hay otro tipo de actividades que el alumno puede hacer en casa por las tardes o durante el tiempo libre.
Las actividades en casa deben ayudar a los niños a desarrollar buenos hábitos de salud, actitud positiva hacia la escuela, mejorar el gusto por la lectura y las ciencias, y favorecer la idea de que aprender no sólo es algo que se hace en el colegio (Marzano & Pickering, 2007).
En un estudio realizado en Alemania por Elschenbroich (2004), se entrevistaron expertos de diferentes disciplinas sobre una serie de experiencias o aprendizajes que tienen que tener los niños a los siete años y que poco o nada tienen que ver con las tareas tradicionales. Entre ellas se encontrarían las siguientes: querer ganar y saber perder; haber cocinado, limpiado, hecho la cama, trabajado, pasado días enteros con los padres; poder experimentar que el cuerpo flota en el agua; haber participado en una guerra de almohadas; pasar una noche fuera de casa, etc.
Las tareas que proponemos para hacer en casa o durante el tiempo libre tienen más que ver con el desarrollo de la creatividad, el descanso, la actividad física, la socialización, etc. y que parten de la voluntad y del interés del niño.

jueves, 26 de marzo de 2015

LA NECESIDAD DEL PENSAMIENTO CRÍTICO.

El pensamiento crítico es lo que va a permitirles analizar las afirmaciones o estructuras de pensamiento que se dan por válidas por la mayoría o por la sociedad. Y eso es fundamental para poder encontrar sus propias respuestas, pensar por unos mismo, descubrir posiciones más razonadas y razonables sobre lo que se considera la verdad. Para la vida, para el desarrollo personal y para ejercer la libertad o descubrir nuevas respuestas es casi lo más importante que debe aprender a hacer un ser humano con su mente.
Pero, ¿de verdad nuestro sistema educativo fomenta eso? Nuestra respuesta es que no lo hace, pues cuestionar es lo menos valorado de todo lo que un niño va a aprender, lo que menos se valora. No, mientras sigamos teniendo como base del aprendizaje el repetir contenidos de manera memorística y el obedecer cualquier norma, orden o decisión externamente impuesta sobre lo que hay que aprender y lo que hay que responder, esta habilidad más que potenciarse, se aplasta.
Os dejamos algunas propuestas para lograr poner las bases para el pensamiento crítico en los niños:
No insistiremos en inculcarles nuestras creencias religiosas o políticas, presentándolas con objetividad y dando también su valor a los que piensan de manera diferente. Seremos respetuosos con otras etnias, culturas, religiones e ideologías, evitando la parcialidad y la confrontación.
Los animaremos a defender con pasión y respeto sus propias ideas, y a sustentarlas en argumentos. Y eso lo haremos desde que son pequeños. Nada hay más desesperante que un grupo de alumnos de Bachillerato que se paralizan cuando les pides su opinión sobre un tema o solo saben defenderlo con prejuicios y descalificaciones, pues nadie nunca les animó al pensamiento crítico, sino a la memorización, la falta de opciones y la obediencia.
Les ayudaremos a desarrollar un pensamiento lógico y a expresarse con coherencia, no dando tanto valor a la expresión escrita sobre la oral. Los escucharemos de forma activa, sin juicios, y por supuesto, sin arrogancia. Muchas veces los niños intentan contarnos algo pero nos creemos que nuestros propios asuntos son mucho más importantes.
Valoraremos y fomentaremos la colaboración, el intercambio de ideas y el trabajo en equipo, pues solamente mediante la práctica se consigue entender al otro y saber llegar a acuerdos. Desterraremos la competitividad como medio de mejora y excelencia educativa.
Daremos tiempo al juego libre, como vehículo de autodescubrimiento y exploración y como fórmula para aprender a valorar riesgos, cooperar y llegar a acuerdos. Incluso debemos tener presente que el juego libre, en grupo o en solitario, ayuda al niño a buscar soluciones creativas y divergentes a lo establecido.
Otro vehículo del desarrollo del pensamiento crítico es la que nace de la pasión por un tema en concreto, en el que, el niño, fascinado, querrá investigar, comparar datos y teorías, profundizar y sacar sus propias conclusiones, del amor y la entrega, del placer.
Y recordaremos en todo momento que las personas libres aprenden a ser libres, siéndolo y aprendiendo también a hacerse responsables de sus actos, no por miedo al castigo, sino por compromiso personal con sus derechos y los de los demás.
Todos los niños, y no solo los mejores alumnos, son capaces de desarrollar el pensamiento crítico. Para ayudarles el educador debe introducirlo en todos los ámbitos del aprendizaje: con paciencia, haciendo preguntas y permitiendo que el alumno vaya logrando expresar su opinión o su pensamiento de manera clara. La verdad establecida se aplica a todo lo que nos rodea: valores, costumbres, normas, ideología y cultura propia, explicaciones sobre la ciencia, la historia o la sociología. Los adultos tenemos que tener el valor de realizar este tipo de pensamiento nosotros para poder transmitírselo a los niños.
El pensamiento crítico no consiste en sacar fallos a todo, sino analizar las premisas de manera lógica, aportando datos y llegando a conclusiones propias. La claridad, el propósito, la valoración de las fuentes y los datos, las implicaciones de la consecuencia de nuestra respuesta, la capacidad de autocrítica es algo que los educadores debemos hacer y acompañar a los niños en este proceso cognitivo.
Las bases del aprendizaje del pensamiento crítico es sencilla: el pensamiento crítico. Debemos permitir que el niño aprenda mediante el error y la reflexión autónoma, no mediante la memorización.
Debemos permitirle ofrecernos sus propias respuestas sin penalizar la equivocación, la imaginación o la divergencia. Nunca jamás ridiculizarlos, ni usar el chantaje, ni hacerles sentir presionados, ni confundir castigo con consecuencia.
Los niños que piensan por ellos mismos y ejercen el pensamiento crítico cuestionarán lo que les presentemos como verdades morales, normas, ideas, creencias y respuestas.
A veces nos harán sentir incómodos ante nuestras propias contradicciones. Nos revelarán nuestra propia ignorancia y prejucios. Son maravillosos. Pero para poder acompañarlos nos tenemos que volver nosotros capaces de autocrítica, flexibles y conscientes de nuestros límites.
Nos van a hacer aceptar una idea que nos dolerá: los adultos no siempre tienen la razón. Tenemos que asumirlo y hasta comprender y aceptar que los adultos que nos educaron con amor hicieron cosas equivocadas y nos dañaron. Sin esa capacidad nunca ayudaremos a que los niños desarrollen un pensamiento crítico real, pues este se aprende mediante su ejercicio.
No podemos reproducir en ellos la necesidad de obedecer a la autoridad sin cuestionarla ni negarse a seguir órdenes injustas. No digo que sea más sencillo educar de esta manera, pero desde luego eso si es educar, no adiestrar. Estamos con los niños para ayudarles a convertirse en adultos plenos y responsables, no en súbditos sin criterio propio ni capacidad de desobediencia. El camino es complicado, pero indispensable.
Mireia Long

jueves, 19 de marzo de 2015

SIN EMOCIONES NO PUEDE HABER ATENCIÓN, NI APRENDIZAJE NI MEMORIA.


Francisco Mora (Granada, 1945), doctor en Neurociencia por la Universidad de Oxford y catedrático de Fisiología de la Universidad Complutense, ha publicado Neuroeducación (Alianza), un volumen con el que pretende desarrollar “las preguntas centrales que son de interés y preocupación en el mundo de la enseñanza a cualquier nivel y ayudar a desentrañar las claves de cómo contestarlas a la luz de los conocimientos mas recientes de la neurociencia cognitiva”.
La alegría como base del aprendizaje
El científico señala que “los niños hoy aprenden, desde muy pronto, conceptos abstractos en habitaciones con ventanales sin mucha luz o luz artificial, con el rigor y la seriedad de maestros que se aleja de aquel “juego” primitivo que generaba aprender y memorizar de lo sensorial directo, “con alegría”, base de la atención y el despertar de la curiosidad”.
Entender esto hoy en su raíz y desde la perspectiva de cómo funciona el cerebro y sacar ventaja de ello –afirma– “es un primer principio básico de la enseñanza con el que se puede llegar a aprender y memorizar mejor. estos principios se pueden extender en su aplicación no solo a la enseñanza básica o durante la adolescencia sino a los más altos estudios universitarios o a estudios aplicados sea la empresa o la investigación científica”.
“La atención, ventana del conocimiento, despierta cuando hay algo nuevo en el entorno. Ese ‘algo nuevo’ apela, como hace millones de años, a la supervivencia como último significado” –añade–. “La atención nace de algo que puede significar recompensa (placer) o castigo (peligro) y que por tanto tiene que ver con nuestra propia vida”. “Pero con el devenir evolutivo y la propia civilización –advierte Mora–, aprender y memorizar son mecanismos que los hemos llevado a unos niveles tan abstractos y de tan alto calado social que escapan y se han venido alejando de las raíces inviolables, genéticas y evolutivas, de aquella alegría que en su origen significó verdaderamente aprender y memorizar”.
 Conocer cómo funciona el cerebro revitalizaría la enseñanza
A su juicio, revitalizar hoy la enseñanza y el aprendizaje en este nuevo contexto de una cultura avanzada, “requiere un conocimiento de cómo funciona el cerebro en esos procesos y llevarlo a los maestros y los profesores para que estos finalmente lo apliquen en las aulas”. Asegura que “de esto se han dado cuenta muy recientemente prestigiosos pensadores e instituciones como el recién creado Centro de Neurociencia para la Educación de la Universidad de Cambridge o la International Mind-Brain and Education Society a través de su revista Mind, Brain and Education“. No obstante asegura que “es bien cierto que, hasta ahora, el conocimiento extraído de las neurociencias no ha sido fácil mostrarlo a los maestros y ellos transferirlo como método a la enseñanza de los niños o los estudiantes de instituto”.
Reconoce que “existen problemas en la relación neurocientífico-maestro (y mas allá profesores universitarios) sobre todo en el lenguaje utilizado por los primeros para dirigirse a los segundos en la transferencia de estos conocimientos. y en los segundos, los maestros, para captar, con certeza y seguridad esos conocimientos a la hora de emplearlos con los alumnos”.
Mora, utilizando un lenguaje sencillo, conciso y asequible pretende “desarrollar las contestaciones a las preguntas básicas y los componentes esenciales del problema que representa el advenimiento de la neurociencia para la educación y enumerar y describir brevemente las soluciones y ventajas de estas nuevas concepciones”.

miércoles, 11 de marzo de 2015

¡Por qué evitar el castigo en la educación de los niños!

Utilizar el castigo para educar a los niños es un gran error. Y por desgracia, un error muy común entre las familias de hoy en día. Descubre alternativas.


A veces nos equivocamos. El castigo es algo que la mayoría vivimos en nuestra infancia como una “técnica” normal en nuestra educación. Pero no hace otra cosa que alejarnos de nuestros hijos y fomentar la desconfianza en nuestro hogar.
Si, por ejemplo, amenazas a tu hijo con dejarlo sin móvil si no saca buenas notas, tu hija pega a su hermana y le das un cachete y la dejas sin ir al parque, tu hijo ha roto el reloj de su padre y le castigas sin ordenador, etc. No haces otra cosa que  dejar patente que no tienes las herramientas correctas y necesarias para educar a tus hijos como verdaderamente merecen, como merecéis todos los miembros de tu familia.

Existen dos grandes tipos de castigos: los físicos y los psicológicos.

Los primeros, son los relacionados con “el cachete”, “la torta”, “el empujón”, etc. Que, por supuesto, deben ser totalmente desechados y apartados de la vida de los hijos. Si no se lo harías ni a tu pareja ni a tu madre ¿por qué a tus hijos sí? .
Por otro lado, los psicológicos, abarcan a un gran número de actitudes que se tienen diariamente con los niños y que parece que pasen desapercibidas ante la sociedad, o que estén totalmente normalizadas. Tales como: amenazar, chantajear, ignorar, mentir, asustar, gritar, etc.
Esto, sólo indica que hay que cambiar, avanzar, mejorar…Porque los niños necesitan a unos padres comprensivos, que les atiendan, en los que poder confiar y aprender de la vida, tanto en los buenos como en los malos momentos.

Algunas de las consecuencias reales de utilizar el castigo, son:

  • Los niños actúan por sumisión: es decir, hacen las cosas movidos por un interés externo. Por temor a que se les niegue aquello que desean. Esto hace que, durante su infancia, adolescencia y, más tarde, en su vida adulta; sean personas sumisas, que viven con el objetivo de gustar a los demás, de realizar lo que otros quieren y no seguir libremente, su propio camino y sus propias decisiones.
  • Genera frustración y ansiedad: el ver que no confían en ti, que constantemente te cortan las alas, que no te dejan acertar o errar, que no valoran tus estados de ánimo sean cuales sean…te hunde, te frustra, te genera desazón. Y así crecerán, con frustración y tarde o temprano, con rabia.
  • Rebaja la autoestima y dificulta el conocimiento de uno mismo: cualquiera que no es tratado como se merece, se siente mal consigo mismo e incluso se acaba culpabilizando y sintiendo fuera de lugar. Esto, hará muy difícil el libre reconocimiento de sus habilidades físicas y psicológicas.
  • Dificultades sociales: estas frustraciones y baja autoestima, generan, a su vez, problemas para relacionarse. Problemas que perdurarán, si no se busca ayuda, probablemente, durante toda la vida adulta.
Ninguna madre/padre queremos esto para nuestros hijos. Y por ello, debemos ponernos a trabajar para conseguir tratar a los hijos con: empatía, reflexión, afecto, acompañamiento, igualdad, confianza, libertad, calma, coherencia, etc.
Si quieres aprender más, y sumergirte  en un nuevo camino, en donde aprenderás a educar con técnicas positivas y respetuosas y con las que nunca más te dejarás llevar por tu ira e incomprensión….

viernes, 6 de marzo de 2015

Decálogo de la alimentación saludable para los niños y niñas.


La alimentación Sana y equilibrada así como los buenos hábitos alimenticios siempre han estado presentes en Imágenes Educativas hoy os compartimos un Decálogo de la alimentación saludable para los niños, en la que se nos indican una serie de consejos que pueden mejorar la relación de nuestros hijos con los alimentos y fomentar hábitos saludables.

Decálogo de la alimentación saludable para los niños
  1. Una alimentación completa y equilibrada mantiene la salud y previene las enfermedades, y se consigue con una dieta variada que incluya todos los grupos de alimentos. Si los niños comienzan desde que son pequeñitos a comer de todo, se acostumbrarán a hacerlo así para siempre.
  2. La dieta mediterránea es muy sana. Consiste en comer muchos vegetales (frutas, verduras, legumbres y hortalizas), cereales (pan, pasta, arroz) y más aves y pescado que carne roja. Y cocinar con aceite de oliva, usando poca sal, la cual preferiblemente que sea yodada.
  3. Es bueno repartir lo que se come en cinco comidas: desayuno, media mañana, comida, merienda y cena. En la media mañana y la merienda lo mejores ofrecer una pieza de fruta fresca o un bocadillo que un zumo envasado o bollería industrial. La cena debe ser ligera. Y no hace falta comer más entre horas, nada de “picar”.
  4. Recordad que los niños aprenden a comer imitando a los mayores. Es mejor comer despacio, masticando bien los alimentos, sentados en la mesa y siempre que sea posible disfrutando en familia. No se debe comer con la televisión, porque el niño mal comedor se distrae fácilmente y no come; y el que come mucho, lo hace sin darse cuenta de la cantidad que toma.
  5. Para empezar el día con energía y para ir al colegio es fundamental un buen desayuno que debe contener: lácteo, cereales y fruta o zumo natural. Ayuda a mejorar el rendimiento físico e intelectual y a evitar la obesidad.
Decálogo de la alimentación saludable para los niños
  1. Todos los días se deben tomar frutas, verduras y hortalizas. Se recomiendan cinco raciones al día. Dos o tres deben ser frutas enteras y a mordiscos. Es mejor ofrecer como postre una fruta que un lácteo y no más de un vaso de zumo natural al día.
  2. El agua es la única bebida necesaria y más sana que cualquier zumo, refresco o batido.
  3. Evitar la comida precocinada (lleva más grasa y sal) y los alimentos con grasa saturadas, trans o hidrogenadas y los aceites de coco y palma (se deben leer las etiquetas de los productos que consumimos habitualmente). Los dulces y aperitivos salados deben tomarse con moderación. Cocinar más veces a la plancha, al horno o al vapor y menos fritos, empanados o rebozados.
  4. Deja que tu hijo decida cuánto quiere comer. Los niños comen la cantidad que necesita su cuerpo, no la que a nosotros nos parece adecuada o queremos. Es mejor ofrecer que obligar. No utilizar la comida como castigo ni premio.
  5. Realizar una hora de ejercicio todos los días: correr en el patio, ir andando al colegio, pasear, subir las escaleras, andar en bici… Además varias veces a la semana conviene hacer un poquito más de deporte, y mejor en compañía.

lunes, 2 de marzo de 2015

El valor de la risa y las actitudes positivas en la educación.


“La raza humana tiene un arma verdaderamente eficaz: la risa”
Mark Twain
En muchas ocasiones tenemos la idea equivocada de que lo importante no es divertido. Pero probemos a emplear la risa y las actitudes positivas con frecuencia, acompañando a lo que hacemos, los resultados serán más efectivos.
En la educación la risa y las actitudes positivas tienen un importante valor en muchas ocasiones desestimado.
risa
¿Qué nos aporta la risa y las actitudes positivas?
  • Constituyen el mejor remedio natural contra el estrés y la tensión. La risa hace que nos relajemos y que liberemos tensión. Que veamos las cosas de otra manera.
  • Tienen un importante valor para expandir el conocimiento. Las actitudes y pensamientos positivos nos alientan para superar retos y lograr nuestras metas y no quedarnos atascados en el yo no puedo, si hacemos ver una dificultad con humor, damos la fuerza para superar esa dificultad y a la larga se amplía el conocimiento.
  • Estimulan el aprendizaje, los niños y niñas aprenden con el juego, el entretenimiento y la diversión.
  • Favorecen la creación de vínculos emocionales. La alegría hace que nos sintamos bien y el sentirnos bien nos une a las personas que tenemos cerca en ese momento que hacen que nos sintamos bien y que comparten esos momentos de alegría.
  • Contribuyen al desarrollo emocional sano y a un desarrollo cognitivo efectivo. Las actitudes positivas fomentan las emociones positivas, y ambas fomentan el desarrollo.
  • Favorecen una sana autoestima. Es importante saber reírse y ver las cosas desde un punto de vista positivo para tener una sana autoestima.
  • Hacen que tengamos pensamientos positivos. Si la actitud es positiva el pensamiento es positivo.
  • Refuerzan las habilidades sociales. Estar relajados y positivos contribuye a relacionarnos de forma efectiva.
  • Favorece la concentración. Estar alegre y en un ambiente relajado hace que la concentración sea más efectiva.
Una actitud positiva, nos va a ayudar a tener pensamientos positivos y a eliminar los negativos, de esta forma veremos las dificultades desde un punto de vista optimista. Esto contribuye a no centrar el problema en nosotros mismos, a ver más puntos de vista. Y así tenderemos abuscar soluciones, creeremos que estas son posibles y dispondremos de fuerzas y energía para llevar a cabo la solución.
Es por ello que se hace imprescindible emplear las actitudes positivas y su expresión en forma de risa para la educación de los más pequeños. Ya que enriqueceremos el proceso educativo y el desarrollo de los niños y niñas.
Pautas para educar con una actitud positiva
  • Establece buenas relaciones con los demás. Si creas un ambiente de relaciones positivas y alegres, los niños y niñas se sentirán relajados y cómodos y las actitudes positivas surgirán de manera natural.
  • Préstale Tiempo y atención suficiente. Dedica tiempo de calidad a los pequeños, juega con ellos, cuéntales un cuento, ríe, habla, escúchales, etc. Deja a un lado las preocupaciones y dedícales unos momentos relajados, divertidos, sin tensiones.
  • Sé empático con ellos, ponte en su lugar, no les juzgues entiéndelos. Si se sienten comprendidos se sentirán cómodos para expresar sus actitudes positivas.
  • Utiliza un estilo de educación congruente y coherente. Evita mandar mensajes contradictorios a los pequeños. Es importante que seas coherente, si no permites determinada actitud no la permites nunca, que no dependa de tu estado de ánimo o cansancio.
  • Emplea unos valores compartidos por todos los miembros de la familia. Es fundamental que tanto el padre como la madre sigan una misma línea educativa. Así como todos los miembros de la familia. Las contradicciones generan sentimientos y actitudes negativas.
  • Muéstrate con naturalidad, en todo momento deja que tus actitudes surjan, no fuerces una actitud positiva, relájate primero y después deja que salgan las actitudes.
  • Sirve de ejemplo, no escatimes en sentido del humor. Ríete a menudo, bromea, juega canta. Muestra ante los problemas una actitud positiva, no te dejes desanimar. Los niños y niñas aprenden más de lo que ven que de lo que les dice.
  • Dialoga con los pequeños cuando se les presente una dificultad o problema, muéstrale pensamientos positivos acerca de esta situación particular.
  • Motívale, hazle ver que puede, si tú crees que pueden, ellos creerán que pueden, tendrán la actitud positiva que necesitan.
Los niños y niñas que crecen en un ambiente alegre y positivo, tomarán esas actitudes en sus vidas futuras. Si queremos educar a los niños y niñas para que sean brillantes, debemos educarlos en el buen humor, en las actitudes positivas y sanas que fomenten su alegría y su risa.
A veces cuando vemos a personas felices creemos que lo son porque todo les va bien, pero deberíamos pensar que tal vez todo les vaya bien porque son alegres y tienen actitudes positivas como un estilo de vida.