miércoles, 7 de diciembre de 2016

Un gran pacto educativo

Firmar un pacto educativo sería algo inédito en 40 años de democracia. El acuerdo, hasta hoy imposible, podría verse favorecido por un momento político inédito, con un Gobierno en minoría que necesita recabar apoyos. 9,5 millones de estudiantes, desde la educación infantil a la universidad, se verán beneficiados. Las altas tasas de fracaso, las posiciones modestas en las clasificaciones internacionales, los recortes y el futuro incierto de las próximas generaciones lo hacen más necesario que nunca.
Hay un axioma que se replica en miles de foros sobre educación y resume la incertidumbre que reina ante el presente y el futuro de la escuela. La dijo el exsecretario de Educación de Estados Unidos, Richard Riley: “Estamos preparando a nuestros estudiantes para trabajos que aún no existen, en los que tendrán que usar tecnologías que no han sido inventadas, para resolver problemas en los que no hemos pensado todavía”.
España, campeona de Europa en alumnos que dejan el aula antes de tiempo, está saliendo de una crisis que le ha supuesto perder 7.300 millones de euros de gasto educativo en seis años (ahora se invierten 46.000 millones entre Administraciones, entidades y familias) y ha dejado a 33.000 profesores en el camino (-8%).
El nuevo gobierno encara esta etapa con un compromiso urgente encima de la mesa: cerrar en seis meses un pacto educativo inédito que "que dure para 10 o 15 años, que dé seguridad y certeza", en palabras del ministro Íñigo Méndez de Vigo, que repite esta legislatura al frente de Educación.
Más allá de si existe una opción real de cerrar un pacto entre fuerzas políticas dispares, la cuestión de fondo es hacia dónde se debe encaminar un sistema educativo en ese panorama de cambios vertiginosos al que alude Riley.
“La escuela vive una crisis institucional que afecta a sus funciones, a su relación con el entorno y a su estructura interna, a la vez que una transformación radical de su público, el alumnado, es acompañada por el anquilosamiento de su principal agente, el profesorado”, define el sociólogo de la Complutense Mariano Fernández Enguita en su libro reciente La educación en la encrucijada, de la Fundación Santillana. Así lo catalogó en una entrevista el pensador educativo Ken Robinson -cuya charla TED ¿Matan las escuelas la creatividad? es la más vista de la historia- : “La gente piensa que es una excentricidad decir que la escuela funciona como una fábrica, pero es cierto. Se divide en compartimentos separados, a los que la gente acude durante unas horas fijas; los días se distribuyen en bloques de tiempo y los alumnos son evaluados de forma periódica para saber si son aptos para seguir ahí”.
Los informes PISA de la Organización para la Cooperación y Desarrollo económico (OCDE), que evalúan a alumnos de 15 años de una treintena de países, sitúan a España en una posición que muchos consideran mediocre, entre cinco y 10 puntos por debajo del promedio en las materias analizadas: Matemáticas, Comprensión Lectora y Ciencias. Pero existen comunidades autónomas que superan esa media y se acercan a la modélica Finlandia, como le pasa a Navarra en Matemáticas.
En su último gran informe educativo, la OCDE situaba el gasto educativo españolpor debajo de la media de los 35 países que la integran en todas las etapas. Y advertía a España: “Una educación de alta calidad necesita una financiación sostenible”.
Pero la estadística que peor deja al país es la referida al abandono educativo temprano, los jóvenes que dejan los estudios con, como máximo, el título de la ESO bajo el brazo. El último dato disponible es el más bajo de la serie histórica, un 19,4%, pero aún así resulta casi el doble de la media europea y está lejos de los objetivos marcados por la UE para 2020: menos del 15% que ya consiguen País Vasco, Cantabria y Navarra.
La educación es el sexto problema del país señalado en las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) pero está lejos de las grandes preocupaciones. Son la mitad de los que citan la crisis, preocupa tres veces menos que la corrupción y siete menos que el paro. Quizá esa falta de impulso ciudadano esté detrás de la falta de motivación política para llegar a acuerdos.
“Necesitamos un cambio metodológico. Funcionamos con los mismos esquemas de enseñanza y aprendizaje de hace 30 años: libro, deberes, clase, explicación y examen. Hay otras alternativas de organización en el aula que permiten que adquieran competencias para que las puedan usar en cualquier situación que se les plantee en la vida”, considera Carlos Utrera, presidente de la asociación de inspectores educativos ADIDE. El cambio ha empezado desde los centros, impulsado más por profesores voluntariosos que por un apoyo decidido de las Administraciones. “Las últimas leyes de educación no han tenido memoria económica para la formación”, recuerda Utrera. Y con proyectos, como la inclusión del teléfono móvil entre las herramientas para aprender, que nacen respaldados por grandes empresas de tecnología.
Una encuesta de la Comisión Española de Cooperación con la Unesco, la Fundación de Ayuda Contra la Drogadicción (FAD) y el BBVA, presentada en junio, pregunta a 200 profesores y expertos sobre el futuro de la educación, cómo se ven dentro de cinco años. El 71,4% piensa que estarán poco valorados o desmotivados entonces. Nueve de cada 10 consideran que las becas serán más selectivas y exigentes. Y la mayoría coinciden en que el currículo escolar contemplará mejor la capacidad del trabajo en equipo, las habilidades emocionales, la iniciativa emprendedora, la creatividad o el liderazgo. El alumno ganará protagonismo en la gestión de su propio aprendizaje, añaden, aunque la mitad cree que la memorización seguirá pesando lo mismo.
Pero será el papel de los maestros el más determinante. Multitud de estudios internacionales sitúan a los docentes en el epicentro de la calidad educativa. Es otro de los debates a los que España se ha aproximado con lentitud. El profesor y pedagogo José Antonio Marina elaboró en 2015, por encargo del Ministerio de Educación, el libro blanco de la función docente para cambiar el proceso de selección de profesores. El documento, que lleva casi un año en un cajón, propone siete años de carrera para convertirse en maestro y evaluaciones “sistemáticas” durante su ejercicio profesional con efectos en el sueldo.
Todos los partidos comparten que hay que cambiar la forma de seleccionar, evaluar y formar a los profesores a lo largo de su vida. La propuesta del MIR docente —formarlos como se prepara ahora a los futuros médicos— es un concepto que asumen PP, PSOE y Ciudadanos. Tampoco es nuevo. Ya en 2009, el último presidente del Consejo Escolar del Estado, Francisco López Rupérez, promovió esa idea que Alfredo Pérez Rubalcaba acuñó como el MIR de los profesores en 2010. Estaba en los programas electorales de PSOE y PP en 2011 y repitieron con distintas fórmulas todos los partidos en 2015, pero no se han hecho.
El debate sobre el futuro de los profesores es un ejemplo de cómo España es capaz de detectar cambios necesarios aunque los aplica, si es que lo hace, con lentitud. El profesor de Sociología de la Universidad de la Laguna, José Saturnino Martínez, lo resume así: “Vamos donde hay que ir pero no vamos a la velocidad adecuada”.
Los partidos han creado una subcomisión de Educación para abordar ese pacto educativo que todos aseguran querer. Antes de empezar a dialogar, deberán hacer un diagnóstico para decidir cuál es el punto de partida. Juntos tendrán que reflexionar sobre si el fracaso escolar retrocede como efecto de leyes o porque los jóvenes dejaban las aulas atraídos por empleos fáciles que ya no existen. Habrá que analizar, también, por qué hay una brecha tan amplia de rendimiento entre unas comunidades y otras, o cómo formar a esos profesores que educarán a las siguientes generaciones para empleos y tecnologías que no existen.
El presente y el futuro están en juego y la única forma de lograr el acuerdo es empezar por lo que a todos une: la calidad en la enseñanza y su adecuación a los nuevos tiempos.


martes, 29 de noviembre de 2016

Acompañar sin sobreproteger

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Muchos piensan que sobreprotegemos a nuestros hijos cuando los llevamos en brazos hasta que ellos deciden, cuando dormimos con ellos aún con edad avanzada, cuando damos teta hasta que caminan o corren o leen, cuando no castigamos, cuando los abrazamos después de agredirnos, cuando no chantajeamos para que se comporten…
La realidad es bien diferente… ¿Qué es sobreproteger, en realidad?.
Todos ejercemos la sobreprotección con nuestros hijos, cuando queremos evitarles el dolor, las dificultades, las trabanquetas de la vida, si las entendemos así, los conflictos. Todos sobreprotegemos cuando hacemos por ellos, cuando decidimos por ellos, cuando acallamos y disimulamos sus emociones, las nuestras… por su “bien”(o el nuestro)…
Los niños han venido a vivir la vida y nosotros no podemos evitarles la vida… sería ir contra propósito vital. Ellos han venido a experimentarla en su amplio espectro, en todo su riqueza de experiencias y vivencias. Por qué nos empeñamos en no querer verles ante dificultades, ante el dolor, ante los retos que la vida nos presenta?. El dolor es la vida misma, la dificultad es un peldaño y una oportunidad, los retos son necesarios para su
crecimiento interior…
Qué nos pasa a los padres que queremos evitárselo a toda costa, acallando sus emociones, reprimiendo sus expresiones de dolor, de rabia, de ira, de alegría, de excitación… El dolor está, la dificultad existe, la tensión se produce y necesita ser expresada y acompañada.
La vida es un constante aprender, y para aprender sales de tu zona de confort y salir de tu zona de confort significa: miedo, duda, pérdida, riesgo, ganar y perder… y eso conlleva momentos de tensión y también de calma, sobretodo cuando eres niño, porque estás
experimentando, conociendo, saliendo al mundo, aprendiendo, poco a poco…  a su ritmo.
Y cuando se arriesgan, cuando salen, cuando deciden, cuando rompen, les pasan cosas y necesitan expresarlas, no les reprimamos ese expresar por que entonces desde el buen hacer de padres para evitar verlos tristes, llorando, pataleando, expresando, gritando, saltando, corriendo… les reprimimos el flujo de la vida.
Recuerdo cuando quería que mis hijos fueran estables, felices, sin conflictos, internos ni externos, sin sube y baja… y fuimos a la escuela libre para que en la libertad de ser quienes eran, desaparecieran todos esos conflictos… y recuerdo que no disminuían… seguía habiendo conflictos, rabietas, expresiones de dolor, de rabia, de tristeza, de miedo, de angustia, de alegría, de excitación… También había momentos de creación, de crecimiento, de risas, de silencios, de abrazos, de construcción… pero, ¿qué es la vida sino?
La vida pasa a través de ellos más que de nadie porque ellos viven el momento presente más auténtico.
Entendí entonces que los conflictos no son negativos, los conflictos son conflictos cuando yo los miro así, desde mi conflicto interno, desde mi desconexión.
Sobreprotejo cuando intento que vivan sólo la parte “bonita” de la vida… pero la parte bonita que mis ojos ven e interpretan, la parte en que siempre están tranquilos, en paz, alegres (pero no excitados), sonriendo, brillando…  mis ojos del miedo son los que ven que esa parte es la buena y que hay una parte “mala” en la vida…. mis ojos del corazón abrazan todos los momentos, estados y colores, del blanco al negro… El corazón acepta la vida en su esencia divina… completa. Por que voy a privar a mis hijos de verla también, porque les voy a negar la oportunidad de abrazar la luz y la sombra de la vida condenándolos a juzgar su sombra y sobrevalorar su luz, llevándoles al camino interminable de ser mejores…
Los niños necesitan aprender qué es una emoción, qué le pasa, cuando y cómo, aprender a manejar y gestionar, que no reprimir, sus emociones. No los acallemos, expliquemos les qué les sucede, cómo canalizarlo, cómo no hacerse daño expresando, cómo escucharse y no engancharse, cómo relajarse, cómo conocerse y sobretodo como amarse.
Y a nosotros ¿qué nos pasa con sus emociones?.
¿Sabemos enseñarles a gestionar sus emociones?. ¿Sabemos cómo gestionar las
nuestras?. ¿Nos conocemos lo suficiente para saber cuando y cómo aparecen?. ¿Cómo respirar, cómo escucharnos y no engancharnos a ellas, cómo canalizar la energía…?.  ¿Cómo aprender del mensaje de las emociones, cómo reconocerlas cuando aparecen ?.
Ahí está la clave, desde ahí es desde donde podemos cuidar sin sobreproteger, podemos acompañar sin controlar (ni reprimir), desde nuestro conocimiento de las emociones y de su gestión.
Y ¿cómo les enseñamos?, con el ejemplo.
Si un niño pierde los papeles, nosotros ¿mantenemos la calma o perdemos los papeles?, ¿nos ponemos a su altura, ¿gritamos, aporreamos la puerta, contenemos violentamente, castigamos? Cuando nos suceden cosas en la vida ¿cómo reaccionamos, cómo gestionamos, cómo vivimos las emociones?, porque recordemos que nuestros hijos son espectadores de todos esos momentos
¿Cómo van a saber qué hacer con esa emoción si nadie les muestra?. Con tu ejemplo o con tu acompañamiento… ¿Cómo van a saber si cuando explotan en una emoción nadie les dice, con el cuerpo: tranquilo, ésto que te pasa es normal, es rabia, te amo aquí también, ámate
aquí, yo también la siento a veces y a mi me va bien hacer ésto o lo otro… para
no hacerme daño ni hacérselo a los demás.
Eso es proteger a nuestros hijos, darles herramientas para que cuando las vivencias de la vida los sacudan puedan mantener el equilibrio interno, sentir la luz aunque no la vean, porque confían, porque saben que las emociones pasan, que el silencio es el mejor
compañero de uno mismo, que el amor es lo que perdura siempre.

martes, 22 de noviembre de 2016

Educar despacio.

Empezó hace ya 25 años como una propuesta alternativa a la comida rápida, "slow food" frente a "fast food". Desde entonces, el movimiento denominado "slow", que aboga por ralentizar el ritmo de vida diario y aprender a gestionar bien el tiempo, se ha extendido a otras áreas y ha dado lugar a nueva terminología: "ciudades slow""slow travel" o "slow home", entre otras. Ahora también esta filosofía de vida se extiende al entorno educativo y propone nuevos modos de abordar la educación tanto en el ámbito escolar como en casa.

Educación acelarada

El ritmo rápido, los objetivos a corto plazo y la presión afectan a los resultados académicos
"Educar más y más deprisa con la finalidad de educar mejor". Así identifica el maestro y pedagogo Juan Domenech las pretensiones de la escuela hoy en día. En su obra 'Elogio de la educación lenta', Domenech, uno de los principales impulsores de esta teoría en nuestro país, describe el panorama educativo actual como un mercado de oferta y demanda donde destacan "una educación acelerada, programas sobrecargados y objetivos pensados para ser alcanzados antes de tiempo".
Las consecuencias no son satisfactorias. Como apunta el autor, el ritmo rápido, los objetivos a corto plazo y la presión, además de afectar a los resultados académicos a medio y largo plazo, provocan "situaciones insostenibles, pérdida de creatividad y estrés en los alumnos y profesorado". Además, esta aceleración no beneficia la igualdad, "ya que los ritmos intensos solo tienen respuesta en una parte del alumnado", matiza Domenech.

La propuesta "slow"

Frente a esta situación, los defensores del movimiento "slow" reivindican una educación más flexible, basada en el sentido común. Recomiendan pasar de considerar la actividad escolar como una carrera de relevos en la que el más rápido es mejor, a un camino firme donde importa aprender bien y asentar los conocimientos con un ritmo apropiado. Como señala Joan Domenech, "las actividades educativas tienen que definir el tiempo para ser realizadas, y no al revés".
Por este motivo, el "slow school" o "slow education" apuesta por métodos de enseñanza más eficaces y estimuladores para los alumnos, que atiendan a sus características particulares y modos de aprendizaje. Una de las ideas es evitar la obsesión por la educación precoz y adelantar contenidos académicos en niños que están en edad de aprender, jugar y desarrollarse en otros aspectos no intelectivos.
Se apuesta por métodos de enseñanza más eficaces y estimuladores para los alumnos
Carl Honoré, periodista y uno de los principales divulgadores internacionales del movimiento "slow", resalta en su obra 'Bajo presión: rescatar a nuestros hijos de una paternidad frenética', el modelo educativo finlandés. A pesar de que en este país "la escolarización es más tardía, no se mandan deberes y los escolares pasan menos horas en el colegio, sus resultados en las evaluaciones educativas son notorios". El sistema de autoevaluación, la disposición de más tiempo para relajarse, jugar y procesar lo aprendido en el aula son algunas de las claves del éxito en Finlandia.

"Slow parenting": todo empieza en casa

Hoy en día, muchos progenitores planifican el tiempo de sus hijos hasta el último detalle: de nueve a dos al colegio y después, deportes, idiomas o clases particulares, baño, cena y a la cama. Ésta es una apretada agenda condicionada por la presión social, que ha llevado a los padres a creer como premisas obligadas que el niño debe aprender a leer en preescolar, saber inglés antes de terminar Primaria, un segundo idioma en Secundaria y destacar o "ser el mejor" en algún deporte o actividad artística.
Los progenitores planifican el tiempo de sus hijos hasta el último detalle
Honoré critica la cautividad a la que se somete a la infancia y a la juventud con esta excesiva planificación, no exenta de supervisión por parte de los progenitores. Los denomina "padres helicóptero", ya que planean sobre sus hijos de modo que "asfixian su capacidad de decisión, la conexión con su interior y la inmadurez". Este control milimétrico de su tiempo, afirma el periodista, elimina la posibilidad de disfrutar de momentos de "libertad" para jugar, inventar, descubrir, sufrir contratiempos, o aburrirse, "sus vidas se convierten en extrañamente sosas", concluye.
El "slow parenting" reivindica un cambio de la actitud parental. Éstas son algunas de las pistas que Honoré y otros especialistas aportan para conseguir ralentizar el ritmo y permitir que, tanto padres como hijos, disfruten de su evolución de una forma más pausada:
  • Apostar por el juego sencillo, básico y desestructurado como herramienta de aprendizaje. Jugar e inventar actividades con un simple trozo de cartón o un cajón de arena, buscar bichos o dibujar es más beneficioso para su desarrollo cerebral que muchos de los juegos actuales más sofisticados o tecnológicos.
  • Conseguir despertar en los niños la pasión por aprender, descubrir y sentir curiosidad por las cosas les ayudará más en el futuro que obligarles a adquirir antes de tiempo un exceso de conocimientos.
  • Confiar en su capacidad como padres, sin acudir de modo constante a manuales y libros que explican cómo deben educar a sus hijos. Ellos son quienes mejor les conocen.
  • Pasar más tiempo con los hijos, tiempo de calidad y sin prisas que proporcione, tanto a los padres como a los niños, la oportunidad de conocerse mejor y aprender unos de otros.
  • No intentar llenar los espacios "vacíos" de los niños con actividades planificadas, ser más flexibles y liberarles del estrés al que se someten muchos de ellos. Los hijos tienen que ir a su ritmo, no al de sus padres.
  • Respetar la infancia y no intentar que los niños se conviertan en adultos antes de tiempo.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

LA ERA DE LAS PERSONAS

Si revisamos la evolución del mercado laboral, nos daremos cuenta que la gran revolución se ha producido en los últimos 25 años, empujada por la expansión, conexión y democratización de la tecnología. Desde los cajeros automáticos, pago en la autopista, auto pago en los supermercados… a los expendedores automáticos de leche, robotización de las farmacias, venta por internet (Ali Baba es el almacén que más factura en el mundo) o el primer hotel totalmente robotizado (Henn-na en Japón). La tecnología está transformando, y lo hará mucho más en los próximos 5-10 años, el mundo del trabajo. El mundo está cambiando cada vez más deprisa por la evolución exponencial de la tecnología.
 
El informe "The Future of employment; how susceptible are jobs to computerisation?" pone de manifiesto que un 47% del empleo total de Estados Unidos (y del mundo occidental al que pertenecemos) está en riesgo. Las ocupaciones existentes en la actualidad se habrán trasformado en 2020 de tal modo debido a la evolución de la inteligencia artificial y la tecnología que, o habrán desaparecido o habrán cambiado de tal forma que serán irreconocibles y requerirán capacidades totalmente distintas a las actuales. Si hoy no sabemos lo que nos depara el futuro, ¿cómo podemos formar a los jóvenes para trabajos que todavía no existen? ¿Qué podemos aconsejarles para sean capaces de afrontar y triunfar en el futuro? Para mí estas son las cuatro claves:
 
1. Estudia Idiomas. El mundo se hace pequeño, la tecnología permite que todo esté conectado y las personas y las empresas se mueven libremente por su geografía. Dominar idiomas te permitirá trabajar en otros países, o pertenecer a multinacionales afincadas en España. Este proceso plastificará tu mente para te resulte más fácil aprender un nuevo idioma en el futuro.
 
2.  Aprende a aprender. Quien piense que con lo que sabe es suficiente, está muerto. Todo se acelera, y el conocimiento y las capacidades apreciadas en el mercado laboral cambian. La capacidad de aprender a Aprender abre las puertas a transformarse, evolucionar y reinventarse contantemente. Solo formándote constantemente podrás optar a los empleos que vayan apareciendo.
 
3. Conócete a ti mismo. Descubre que te gusta, en que eres bueno (fortalezas), que cosas necesitas reforzar (debilidades), que te apasiona, Solo sabiendo quien eres sabrás rodearte de los complementarios para triunfar, o reforzar tus fortalezas para ofrecerlas al mundo y ser feliz trabajando. Puedes empezar haciendo tu propia lista y, preguntarle a tus amigos o compañeros para ver en que coincides y que te descubren de nuevo.
 
4. Desarrolla softskills. Habilidades como la paciencia, la humildad, la flexibilidad, la gestión de las emociones, la concentración, la positividad, la gestión del stress, el trabajo en equipo… son hoy los grandes decisores de quien trabaja y quién no. En un mercado donde muchas personas tienen y ofrecen las capacidades técnicas que los puestos demandan aplicando a las ofertas de empleo, son las llamadas sofskills las que finalmente deciden, entre los candidatos que tienen las bases técnicas requeridas (experiencia en venta, lenguajes de programación, metodologías de calidad, …), los que se quedan con el trabajo.
 
El mundo se tecnifica y se acelera hacia una nueva revolución, las máquinas y la tecnología estarán cada día más presentes. A nosotros, el ser humano, nos toca ocupar nuestro lugar, y ofrecer lo que realmente es diferencial: nuestra humanidad, nuestra empatía, nuestras emociones, nuestro AMOR. En la nueva revolución de las máquinas, nace la era de las personas, ¡no te quedes fuera!
 
 

lunes, 24 de octubre de 2016

Cómo enseñar a los niños a ver las diferencias como algo positivo.

Educar a los niños para que se valoren y sepan apreciar sus diferencias.
El mundo está lleno de diferencias y esto es algo que nos hace crecer de forma interna ya que podemos comprobar que en la vida cada uno es cómo es y es algo que se debe comprender y respetar. Pero en esta sociedad de valores superficiales a veces el hecho de tener diferencias en uno mismo puede ser un motivo de baja autoestima en los niños, algo que desde casa se debe solucionar.
Las diferencias en uno mismo no tiene que ser algo malo (tanto internas como externas) y es que muchas veces la diferencia es lo que realmente hace la vida interesante. Además, las diferencias entre las personas nos enriquece y nos hace ver que no todo es cómo nosotros pensamos. Pero, ¿cómo enseñar esto a los niños? 
5 consejos para enseñar a los niños a ver las diferencias como algo positivo
Las diferencias pueden ser de muchas maneras, pueden ser culturales, físicas, internas, emocionales, etc. Pero todas y cada una de las diferencias que existe en nuestra sociedad son cosas positivas. A continuación podrás ver cómo enseñar a los niños a ver las diferencias como algo positivo y bueno para sus vidas.

1. Enséñales desde el ejemplo y el amor. Sé un ejemplo de amar a los demás aunque existan diferencias. No le des más importancia de la cuenta a que los demás no sean como tú. Ayuda a los demás aunque sean diferentes. Ama a tus hijos, a tu familia y respeta a los demás. Si existen diferencias  míralo siempre desde el lado positivo, por ejemplo si tu hijo es muy alto dile que podrá alcanzar lugares donde otros no podrán.

2. Piensa en los valores familiares. Todas las familias tienen valores o creencias que les ayudan a entender el mundo. Sea cuáles sean tus valores, aboga por tolerar a los demás y por ver las diferencias como algo bueno. Así, si tu hijo se siente diferente no tendrá problemas de autoestima, ¡todo lo contrario! Podrá sentirse mejor consigo mismo y con los demás.

3. Expón a los niños a las diferencias. Para que los niños puedan entender y respetar las diferencias tendrán que verlo directamente. Para ello es tan fácil como dar una vuelta por la ciudad o la zona donde residís y permitir que los niños se fijen en las diferencias entre las personas, culturas y todos los puntos de vista diferentes que pueden haber (puntos de vista que no necesariamente se debe compartir, pero siempre se debe comprender y respetar). Esto le permitirá al niño ver y respetar a los demás.

4. Además, tendrás que enseñar a tu hijo que en esta sociedad llena de estereotipos y tan poco tolerante, es importante no participar en situaciones en los que se degradan a los demás, la intolerancia es una falta de respeto hacia los demás intolerable que no querríamos hacia nosotros mismos. 


5. Fomentar la autoestima de los niños es fundamental, porque si se sienten bien consigo mismos no se sentirán amenazados por las diferencias de los demás. Sentirse seguro de sí mismo es la mejor manera de poder explorar el mundo observando las diferencias como algo bueno.

LA CURIOSIDAD POR APRENDER

Qué duda cabe que a lo largo de cualquier día las personas aprendemos sin necesidad de tener un marco estrictamente formal, e incluso, sin tener una persona que tenga la misión de hacernos aprender. La experiencia e interacción con el entorno y la curiosidad son una receta ideal para ello. Por tanto, queda claro que los espacios formales de educación y formación no son los únicos de los que podemos nutrirnos.
 
Como bien es sabido, existen numerosas propuestas estrictamente educativas que no pertenecen a la dimensión formal y que, en su gran mayoría, no tienen ningún lazo con las instituciones clásicas a las que se les encarga la educación de la población, como colegios o universidades.
 
Y es que la intuición ya nos dice que espacios como las actividades de tiempo libre son generadoras de experiencias de aprendizaje muy potentes. Habitualmente las que tienen una estructura más programada y con un nivel de intencionalidad educativa más elevada se atribuyen a los niños y jóvenes, pero también existen para adultos.
 
La pedagogía del tiempo libre ha tenido un recorrido en las últimas décadas donde especialmente se ha reconocido su labor en paralelo a que se ha consolidado una programación y diseño de mucha calidad. En muchos casos estas propuestas tienen un relación muy directa con el aprendizaje especialmente colectivo y, es por ello, que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, UNESCO "reconoce y promueve la educación no formal como herramienta de empoderamiento y transformación social" tal y como explica Hoppers (2006) citado por Chacón-Ortiz (2015).
 
Este reconocimiento también viene acompañado por la profesionalización de algunos de los profesionales que piensan, diseñan, ejecutan y evalúan las acciones que se llevan a cabo en este entorno educativo. Es el caso, por ejemplo, de los profesionales de la Educación Social que son unos de los referentes en estas cuestiones.
 
La intuición de que estas propuestas generan cambios y aprendizaje en las personas ha pasado a materiales concretos que hacen tangibles los resultados. En este sentido, una de las preocupaciones actuales se centra en la evaluación de los proyectos. "El proceso de evaluación en educación no formal: Un camino para su construcción", en la revista Educare, es una de las últimas publicaciones al respecto que sitúa esta cuestión como esencial para el éxito. El autor Manuel Chacón-Ortiz pone sobre la mesa numerosas dimensiones a tener en cuenta al respecto y la importancia, como decíamos, de hacer tangible el proceso y recorrido que acaba haciendo una persona que participa de una iniciativa de educación no formal.
 
Desde la experiencia de la Universidad, qué duda cabe que en general existen diferencias entre las personas que acceden a ella y ha pasado por experiencias educativas de tiempo libre. Estas propuestas generan conflictos personales, con mayor o menor dificultad, de manera continua que requieren de una resolución. El proceso que ello conlleva prepara para situaciones futuras que la vida te depara en diferentes ámbitos.
 
Tener que planificar un fin de semana o una semana en la montaña genera un nivel de entrenamiento en la organización, en la previsión y en el trabajo en equipo pocas veces comparable con lo que pueda ofrecer una asignatura en la secundaria desde un modelo tradicional de aprendizaje.
 
Y si en la Universidad esa diferencia es detectable especialmente los primeros cursos, cuando el contexto es el laboral puede en algunos casos marcar la diferencia como futuro profesional.
 
En definitiva, la escuela lógicamente no es el único marco donde aprender. La motivación puede llevar a cabo momentos de aprendizaje maravillosos más allá de las paredes de los colegios que por otra parte, sin duda, ejercen el encargo educativo y de igualdad de oportunidades más importante.
 
Para acabar, solamente hace falta añadir que sobre todo lo que hemos hablado será fundamental las ganas de aprender. Así pues, la curiosidad puede llegar a provocarnos a nosotros mismos espacios continuos de aprendizaje incluso en solitario. El saber observar más allá de únicamente ver nos lleva a aprender. E incluso iría más allá animando a hacer el proceso de ver, mirar y además contemplar para gozar de los pequeños instantes y situaciones donde hay posibilidades de aprender solamente si se ejecuta esa curiosidad tantas veces citada en este artículo.
 
Hay numerosos autores que explican como una actividad tan simple y humana como el caminar puede ser una posibilidad de aprendizaje, un actividad absolutamente informal en la que no existe planificación. "Virtudes pedagógicas del Camino de Santiago" de Xavier Ücar, "Presencia de la pedagogía en el acto de caminar: homo viator, nomadismo y formación" de Jordi García Farrero o incluso el siempre brillante Francesc Torralba con su última publicación "Correr para pensar y sentir" son algunas propuestas de lectura obligadas en este sentido.
 

miércoles, 5 de octubre de 2016

La risa influye en el rendimiento escolar.


Los profesores que integran el humor en el aula llegan mejor a los alumnos, que se sienten más motivados y capaces para superar las dificultades
Libros, deberes, estudio... y risa. El humor en el aula es una herramienta que se debe tener en cuenta en el momento de enseñar. Reírnos genera un bienestar físico y emocional, potencia la motivación y las ganas de aprender. Los efectos de la risa en el aula ayudan a mejorar el rendimiento académico. No es cuestión de caer en la carcajada sin más, sino en el refuerzo positivo de los alumnos más jóvenes para crear en ellos unos hábitos de estudio que se prolonguen en la etapa adulta. En este artículo se explica cómo.

Efectos de la risa en clase

La risa potencia las actitudes positivas. Cuando reímos se liberan endorfinas que proporcionan una sensación de bienestar. Pero el simple hecho de sonreír ayuda a esa mejoría. De ahí que la risa se emplee para eliminar tensiones e, incluso, para aliviar el dolor. En el aula, es un instrumento para mejorar el rendimiento académico de los estudiantes.
Al reírse, los alumnos se sienten motivados, están receptivos y se favorece el estudio
Al reírse, los alumnos se sienten motivados, con ganas de adquirir conocimientos, estimulados para el aprendizaje. Están receptivos y se favorece el estudio. Se calcula que los niños ríen unas 300 veces al día -los adultos, menos de 30-. Aprovechar estos momentos para facilitarles el gusto por los libros resulta sin duda muy beneficioso.
A su vez, la alegría que se crea en el aula refuerza las relaciones entre los estudiantes y el vínculo con el profesorado. Reír juntos une y aumenta la confianza entre quienes comparten ese momento. La pedagoga y psicóloga Celia Rodríguez Ruiz asegura que la risa refuerza las habilidades sociales y favorece la concentración. "Estar relajados y positivos contribuye a relacionarnos de forma efectiva y hace que la concentración sea más efectiva", subraya.
No obstante, en su tesis 'El uso del humor en la enseñanza: una visión del profesorado de ELE', Francisco Manuel Rivero González señala que todavía hay resistencias a introducir el humor en el aula por el miedo a perder el control de la clase, a no tener gracia suficiente, impartir contenidos serios que no se prestan al humor o la preocupación por ofender a alguien.

Cómo potenciar la risa en el aula

El humor en el aula, en especial en edades tempranas, motiva hacia el estudio y ayuda a generar unos hábitos que se mantendrán en la edad adulta. Germán Payo, director del programa "Educa desde el Humor", insiste en la idea de que "el humor es una herramienta para relacionarnos". Sin conceder a esta capacidad más importancia que al hecho de ser "un buen profesor", defiende que quien enseña con humor "comunica mejor, se relaciona, motiva y conecta con el alumnado".
No hay que caer en el exceso hasta el punto de que los estudiantes se rían del profesor. Se debe buscar el equilibrio. Y este es tan importante que hasta algunos centros, como la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, han creado un "Aula del Humor", para el conocimiento y el estudio de este fenómeno, además de organizar distintas actividades que lo promueven.
El juego en clase es un aliado de la risa, de los buenos momentos y de la unión del grupo. Germán Payo añade otras ideas para potenciar el buen humor: "Clases activas, participativas, entretenidas con juegos de aprendizaje, con temas serios y ejemplos divertidos que ilustren los conceptos que explicamos". La actitud del profesorado es fundamental. Incluso ellos se benefician de la risa, al reducir su nivel de estrés.Introducir un chiste, una frase divertida o una broma en el momento oportuno es un recurso didáctico que proporciona una risa sana para todos.
El programa "Aulas Felices", implantado en España y países como México o Colombia, se basa en la psicología positiva. Dirigido a alumnos entre 3 y 18 años y de descarga gratuita en Internet para que cualquier centro cuente con él, proporciona ideas al profesorado para introducir el humor en el aula, a la vez que se fomenta la autonomía, la iniciativa y el denominado "aprender a aprender".

Reír antes de un examen

No es una cuestión baladí. La risa no es algo que deba tomarse, precisamente, a risa. En un experimento realizado en 2002, se comprobó que reír antes de un examen resulta mejor que repasar apuntes. Una vez realizada esta prueba, "se redujeron los niveles de ansiedad y tensión y se estimuló la creatividad y la imaginación". La risa antes de comenzar una prueba ayuda a superar el miedo y relaja a los estudiantes.

martes, 4 de octubre de 2016

La importancia de saber decir ‘no’ a los niños.

«¡Tienes la piel muy fina!». Es muy posible que en algún momento haya escuchado o pronunciado esa expresión para referirse a alguien que no sabe encajar bien las críticas. Una persona que no concibe perder, porque no ha aprendido a hacerlo desde su más tierna infancia, en el seno de su hogar, donde empiezan a asimilarse casi todas las lecciones. Las consecuencias negativas de no poner límites a los menores es un asunto mucho más serio de lo que algunos padres piensan.
Especialistas consultados avisan de que la ausencia de disciplina generará «niños inseguros» a los que estaremos enseñando que pueden tener y hacer lo que deseen. El problema surgirá cuando esa persona crezca y descubra que la vida, como se dice en el argot de la calle, da muchos palos, ya que a su cerebro le va a costar cambiar algo que tiene aprendido, entonces empezarán los problemas de toda índole: psicológicos o emocionales, conductuales...
«Los límites son fundamentales para el desarrollo emocional y social del niño. Les ayudan a vivir en sociedad enseñándoles dónde acaban sus derechos y empiezan los del otro, les enseñan a frustrarse y a perder, y a tolerar el error», explica la psicóloga infantil Mónica González. La especialista del Hospital Quirónsalud Marbella afirma que estos límites deben existir en cualquier contexto (casa, colegio...) y en referencia a cualquier situación (horario de salidas o juegos, higiene, etc.) «En cuanto el niño va adquiriendo cierta autonomía ya le ponemos límites, aunque lo hacemos de una forma espontánea o natural, y casi sin darnos cuenta. Por ejemplo cuando no dejamos al bebé que toque algo peligroso o se meta algo en la boca... Ahí ya estamos empezando a limitar. Pero alrededor de los 2 años ya deberíamos hacer esto de una forma mucho más consciente y planificada», explica González.
Esta especialista afirma que aplicar límites a los menores de una forma razonable y efectiva es mucho más sencillo de lo que parece y ha elaborado unas pautas fundamentales para que los papás no fallen en el intento:
Flexibilidad
Es primordial adaptarnos a la edad y necesidades del niño. Por ejemplo, no podemos exigir a un menor de dos años que permanezca sentado en un restaurante todo el tiempo. Es mejor no estar corrigiendo permanentemente y que lo hagamos en lo realmente importante, y ahí seamos autoridad.

Claridad
El niño tiene que saber exactamente qué conductas son las que se esperan de él y qué conductas no se toleran. Tenemos que ser concretos, ya que el pensamiento del niño es así y tenemos que adaptarnos a ellos si queremos ser eficaces. Mensajes como «pórtate bien» o «no seas malo» son muy generales, tenemos que especificar en conductas palpables y concretas. Por ejemplo: «no debes pegar a tu hermano» o «tenemos que llevar el plato a la cocina al terminar de comer».

Causa-Efecto
Aplicar consecuencias que estén asociadas a las conductas del niño, y que siempre tienen que estar establecidas de antemano, nunca se improvisa. El niño tiene que saber lo que va a pasar antes de actuar, porque así le damos control y porque mucho más importante incluso es el mensaje que le estamos mandando: «el responsable de tu vida eres tú». Algo que a medida que vamos creciendo nos convierte en personas proactivas y luchadoras.
Reconocimiento y desatención
Refuerzo positivo para conseguir o mantener las conductas deseadas mediante economía de fichas, atención en lo positivo, premios, valoración o acceso a tecnologías dependiendo de la edad y de cada niño. Desatención y si es necesario consecuencias que no gusten al niño para extinguir las conductas no deseadas. Por ejemplo: «si pegas a un niño dejas de jugar». Si se produce esa conducta se retira al niño del contexto de juego durante los minutos que años tenga. Si tiene tres años, tres minutos. Después de este tiempo vuelve al juego, y lo repito si es necesario cada vez que se dé esa conducta indeseada.

Mantener la calma
No utilizar broncas, gritos, ni ninguna conducta violenta ni física ni verbal. Los mensajes deben ir enfocados a la conducta concreta y no a la totalidad del niño o a su persona (cambiar «eres malo» por «esto está mal»). Los sermones y las explicaciones excesivas tampoco funcionan y desgastan muchísimo. El cerebro del niño, que está en desarrollo, es muy poco cognitivo, y aprende sobre todo desde lo experiencial. Es por esto por lo que los padres nos dicen siempre «es que ya le he dicho esto miles de veces y sigue sin hacerlo». El niño aprende sobre todo por asociaciones entre un estímulo y una emoción o una conducta y una consecuencia. Esto no quiere decir que no tengamos que hablar o explicar al niño, de hecho es fundamental que escuchemos a nuestros hijos y que respondamos a sus dudas y curiosidades.

Además, los papás deben saber que la atención es uno de los mayores reforzadores (si no el mayor) para el ser humano. Muchas veces, sin darnos cuenta, llevamos toda nuestra atención a lo que los niños hacen mal y casi ni vemos lo que hacen bien. El cerebro del niño necesita atención, y mejor en lo negativo que en ningún sitio, y cuanta más atención más enganchadas van a quedar esas conductas que lejos de extinguirse se mantendrán por lo que en psicología llamamos un refuerzo por atención. Así que vamos a intentar llevar la atención a lo que el niño hace bien y a mandarle mensajes en positivo.
Los papás son la autoridad
Aunque se puede negociar, al final la última palabra sobre las normas en la casa la tienen los padres. Y siempre, tenemos que cumplir lo que hemos pactado (lo positivo y lo negativo).
Canalizar sentimientos
Permitir y normalizar la expresión de emociones desagradables en el niño. Si hemos dicho al niño que si pega a otro nene nos iremos del parque, es normal que se enfade cuando vea que cumplimos con lo que hemos dicho, o que llore o se sienta mal si no le damos algo que nos pide en una tienda.
Permitirle errar
Todo esto se puede hacer desde el amor, la comprensión, el respeto y la tolerancia al error, que nos va ayudar a aprender y más si somos niños. Todos nos equivocamos y actuamos mal a veces, eso forma parte del ser humano, y es el mensaje que debemos mandar a nuestro hijos, que los queremos igual aunque se equivoquen y que les estamos ayudando a avanzar, a aprender y a desarrollar su mejor versión, y por eso tenemos que ir marcándoles el camino correcto.

lunes, 26 de septiembre de 2016

El miedo en los niños ¿de dónde viene?.

El miedo en los niños es algo habitual, generalmente no supone más que una etapa en la que les resulta difícil conciliar el sueño, pero en ocasiones puede llegar a ser un problema mayor si se alarga su duración en el tiempo o el miedo en los niños desencadena pesadillas frecuentes o ataques de ansiedad a la hora de dormir.

miedo
Llega la noche, ya ha cenado, se ha bañado y se ha cepillado los dientes. Se pone el pijama y se va a la habitación un poco a regañadientes. Llega el momento clave: le das un beso de buenas noches y le apagas la luz. Al poco tiempo su habitación se ilumina y te llama. “No puedo dormir” o “tengo miedo”suele ser el comienzo de una noche más que terminará con un inquilino  en vuestra cama.

¿Cuál es la causa más común del miedo en los niños?

La respuesta no es sencilla, porque las razones del miedo en los niños varían según el niño y la edad, pero es algo general sobre todo en menores de diez años.
Uno de los temores más comunes en nuestros hijos es la oscuridad y todo lo que esto supone.

El origen del miedo en los niños

Cuando un niño tiene miedo a la oscuridad, o a los monstruos, no está simplemente siendo víctima de su imaginación. El miedo en los niños tiene un origen primitivo y a la vez depende de unainfluencia social, que varía según la cultura a la que pertenece. Uno de los miedos más comunes cuando son pequeños es el temor a determinado tipo de criaturas, reales o no, desde leones, cocodrilos, perros, lobos o arañas, hasta vampiros, brujas o zombis.
Este miedo tiene su origen en el ADN humano y su causa no es otra que la de evitar las situaciones en las que nos encontramos indefensos o expuestos a peligros externos. El instinto de supervivencia se reflejaba en el temor a los animales con los que convivíamos en nuestros inicios: los animales más grandes y más feroces suponían una amenaza para la especie, por tanto había que estar alerta constantemente y más cuando la visibilidad disminuía y se estaba más expuesto a un ataque.
El miedo a las serpientes, los leones o los cocodrilos surge en los niños de manera espontánea por este motivo, aunque no sean animales con los que el niño conviva en su día a día. Incluso los seres ficticios tienen como base el miedo a criaturas grandes que pueden suponer un peligro.
Con el tiempo el miedo a la oscuridad o a dormir solos desaparece. Es importante tratar el miedo en los niños de una manera cercana pero sin que suponga una dificultad mayor a largo plazo.
La ayuda que se le pueda proporcionar a un niño con miedos nocturnos pasa por crear zonas seguras como dejar una luz encendida, leerle un cuento en el que el protagonista debe enfrentarse a un miedo similar (como un dragón) o hacerle compañía hasta que se duerma en los casos más reincidentes.
Si el miedo persiste o va en aumento es aconsejable la intervención de un especialista, el enfoque de un profesional puede ayudar tanto al niño como a los padres a poner bajo control este problema. Siempre teniendo presente que no tiene que suponer un problema y que es propio de la edad y no algo inusual o específico de nuestro hijo.
*Te recomendamos el libro El sueño infantil y sus dificultades, de Jesús Jarque. Un manual para afrontar las dificultades habituales relacionadas con el sueño que suelen presentarse en los niños de 3 a 12 años.