lunes, 23 de febrero de 2015

TE QUIERO SIEMPRE Y TODO LO QUE SIENTES ESTÁ BIEN.



¡Te quiero siempre!
Te quiero cuando estás contento, cuando eres amable, cuando ríes, cuando compartes, cuando ayudas a mamá y papá, cuando eres agradecido, cuando pides las cosas por favor, cuando me abrazas…
Te quiero cuando te enfadas, cuando lloras, cuando no quieres compartir, cuando estás triste, cuando estás frustrado, cuando no sabes cómo hacer algo…
¡Te quiero siempre!
Te quiero pase lo que pase, en cualquier momento y a cualquier hora, hagas o no lo correcto, aciertes o te equivoques… 
Mi amor es incondicional.
Este es el mensaje de vital importancia para nuestros hijos.
No es el castigo ni el reproche, ni retirarle nuestras muestras de afecto lo que hará el cambio a mejor. No lo es.
Sé que muchos piensan que la educación que recibieron basada en estos puntos les ayudó a ser mejores personas, les ayudó a comprender lo que hacían mal. Y ellos siguen ahí, todos seguimos ahí, todos hemos crecido y superado esos comportamientos que no gustaban en casa, que no eran apropiados …
De acuerdo, pero ¿a qué precio?
 Cerrad los ojos y pensad ¿qué sentís cuando cometéis un error? Quizás sentís que merecéis ser castigados, quizás incluso os castiguéis a vosotros mismos siendo duros jueces y verdugos. Porque los adultos nos castigamos con fiereza aunque no sean dejándonos sin tele o sin salir. Nos castigamos dejando de creer en nosotros, nos castigamos poniéndonos etiquetas duras: “soy débil”, “soy un fracasado”, “no tengo lo que hay que tener para lograr esto…” y miles más, dependiendo de cada persona y cada circunstancia.
¿De verdad os ayudó que ante un error los adultos se centrasen en culpar más que en buscar una solución? Cierto es, que dichos adultos no perseguían las consecuencias que de adultos podemos sentir unos y otros, lo que perseguían era ayudar a aquellos niños. No se trata de culpar porque buscamos enfocarnos en soluciones. Y si no se trata de culpar a los niños sino de centrarse en buscar el modo de resolver, no vamos a centrarnos ahora tampoco en culpar a nadie de nuestra falta de autoestima adulta o de cualquiera que sea el problema, sino de encontrar qué podemos hacer al respecto para nosotros y para nuestros hijos.
 ¿Y qué ocurre cuando os sentís tristes, agobiados, enfadados…? Habitualmente lo que pasa es que añadimos otros sentimientos a todo eso: nos sentimos no válidos, débiles, con la sensación de estar haciendo algo malo, culpables… ¿Porqué? Porque nadie nos dijo que sentirnos tristes, enfadados, frustrados, etc. estaba bien. Y seguro que al leer simplemente que sentirse así está bien muchos de vosotros habréis sentido un hondo rechinar en alguna parte de vuestro cuerpo.
No hay sentimientos malos ni prohibidos o inadecuados. Forman parte del ser humano y rechazarlos es el primer paso para problemas mayores.
No estoy con esto diciendo que sea estupendo estar todo el día enfadado o triste, lo que estoy diciendo es que todos nos sentimos a veces así y que está bien. Sí, está bien. Incluso tienen su lado positivo, pues el enfado genera energía y arrojo, la tristeza genera espacio para la reflexión.
Así que nuestro primer paso es aceptar estas emociones, pensar que está bien sentirse así y dejarlas ser de forma consciente y canalizando.
Si estás enfadado, sé consciente de que lo estás, respira hondo, exprésalo y pide tiempo para volver a tu centro. Haz algo que te guste, que te tranquilice, que te armonice. Si tu hijo está enfadado no es momento para razonar. Ofrécele buscar su equilibrio relajándose de algún modo, porque enviarle a otra habitación o donde sea a pensar en lo que ha hecho no es sino repetir lo que nuestra generación y otras han sufrido ya en cuanto a la negación de las emociones y el no ofrecer herramientas con las que afrontarlas, dando por sentado que un niño debe saber tranquilizarse y controlarse sin que nadie le haya enseñado cómo.
Afronta la situación del enfado cuando estés centrado. No antes, de este modo eres respetuoso contigo, con la otra persona y con la situación.
 Si estás triste de nuevo exprésalo, sin culpas ni reproches (tus sentimientos son tuyos). Quizás te venga bien llorar un rato o estar a solas reflexionando sobre los cambios oportunos. Después busca lo que te haga feliz, sal con amigos, mira una película de risa, lo que sientas que te ayudará… pero no como negación de la tristeza, sino como solución.
 No es quizás fácil ver hasta qué punto la educación puede afectar a la vida adulta porque nos centramos casi exclusivamente en el comportamiento que queremos cambiar, pero hay un extenso trasfondo que no debemos olvidar.
 ¿Qué tal si cambiamos los modos de hacerlo? ¿Qué tal si cambiamos el modo de educar para no solo ayudar a modificar comportamientos sino también – y sobre todo – para dotar a la maleta de nuestros hijos de herramientas que les ayuden a enfrentar la vida?
 Ana Isabel Fraga Sánchez

domingo, 22 de febrero de 2015

¿Por qué no debemos comparar a los niños con otros?.

A veces creemos normal y adecuado comparar a los niños con otros e incluso compararnos nosotros mismos con otras familias, amigos, famosos y hasta desconocidos. Pero pocas veces nos paramos a pensar en lo que actuar así produce en nosotros y en los demás. Esto nos pasa porque tendemos a hacer las cosas sin reflexionarlas, nos salen solas por que con nosotros han hecho lo mismo de pequeños y creemos que el hacerlo ahora en el rol del adulto es lo habitual. ¿De verdad crees que es lo normal? ¿Piensas que comparar a tu hijo con el hijo del vecino o a tu alumno que saca nueves con el que saca cuatros es normal? Pues vamos a hacer una actividad para reflexionar sobre este tema. Es fácil, sólo tenemos que poner en práctica la empatía y el respeto.


Antes de hablaros yo misma sobre los efectos negativos que ocasiona el comparar constantemente un niño con otro en su autoestima, haremos el ejercicio para que antes sintáis eses efectos en vosotros mismos. Si lo sientes, no necesitarás basarte en datos o información. ¿Os parece?

Debes coger una hoja en blanco y un bolígrafo para anotar y responder a las siguientes preguntas:
* Algunos ejercicios tienen varias preguntas, pero no tienes por qué contestar a todas, el objetivo es conectar con tus emociones y llegar a reflexionar sobre cada situación. No te llevará más de 10/15 minutos.



1. Cuando eras niño/a, recuerda 3 situaciones en las que tu madre/padre o profesor te comparaba con otro niño/a de tu familia, del entorno o de tu clase. Escríbelas.


2. Recordando esas 3 situaciones, intenta conectar con las emociones que sentías en cada una de ellas. Siéntelas ahora. Puede ayudar hacerte estas preguntas:

¿Te gustaba que te compararan a ti de niño con los demás? ¿En ese momento, te sentías querido, importante y seguro, o todo lo contrario? ¿Quizás te sentías muy presionado/a? ¿A veces te sentías forzado a hacer algo que no te gustaba o a ser alguien que no eras? ¿Sentías envidia o rabia por los niños con los que te comparaban? ¿Empezabas a pensar que eras inferior y menos importante que otros niños?

Escribe todas esas emociones y sentimientos con las que has conectado.


3. Ahora siendo adulto, escribe 3 situaciones en las que tu familia, tu pareja, tus amigos o tu jefe te compara con otras personas. Escríbelas.


4. Teniendo en cuenta esas 3 situaciones, conecta con las emociones que sientes en cada uno de esos momentos. Siéntelas ahora. Puede ayudarte hacerte estas preguntas:

¿Te sientes bien cuando un adulto te compara con otro? ¿En ese momento te sientes importante, valorado y querido, o todo lo contrario? ¿Quizás te sientes muy presionado/a? ¿A veces te sientes demasiado forzado a hacer algo que no te gusta o a ser alguien que no eres? ¿Sientes envidia o rabia por las personas con los que te comparaban todo el tiempo? ¿Empiezas a pensar que eras inferior y menos importante que otras personas?
Escribe todas esas emociones y sentimientos con las que has conectado.


5. A partir de las situaciones que has descrito antes de niño y de adulto, contesta ahora a algunas de estas preguntas y reflexiona.

¿Sientes que cuando te comparaban o te comparan te sirve para mejorar en algo? ¿Algunas de esas situaciones te han llevado a conseguir un logro o una meta? ¿Te sientes feliz cuando recuerdas eses momentos? ¿Te sientes motivado a ser mejor o te sientes presionado a cambiar? ¿Intentabas hacer lo mismo que el otro niño/adulto por propia motivación o por contentar al adulto? ¿Te gustaría que te motivaran desde el respeto, la comprensión y el cariño? ¿Sentías que te aceptaban tal y como eras, o sentías que te querrían más si eras mejor que otros niños? ¿Y ahora, te sientes aceptado y querido como adulto?


6. Escribe 3 situaciones en las que compares a tu hijo/alumno con otros.


7. Viendo las preguntas anteriores con las que has reflexionado, pregúntate si los niños a los que alguna vez comparas, se sienten tal y como te has sentido tú. ¿Quieres lo mismo para ellos? ¿Te gustaría ahora dejar de comparar a otros niños y adultos con otras personas? ¿Te has dado cuenta de que las comparaciones no son positivas para nuestra salud emocional?




Si has llegado hasta aquí ¡te felicito por haber hecho la actividad! Si has conectado de verdad con las emociones que produce ser comparado con otros constantemente habrás sentido tristeza, inseguridad, rabia, envidia, confusión, falta de afecto, anulación, impotencia, angustia... Pues así es como se sienten todos los niños cuando la familia, los educadores y muchas veces hasta desconocidos, son comparados con otra gente. 

Yo a veces hago un juego para ver hasta que punto comparamos a los niños. Cuando voy por la calle, en el supermercado, en la farmacia o en el parque, estoy muy atenta a todos los comentarios, sobretodo de otras madres o padres hacia sus hijos. Y me da mucha rabia que en su vocabulario habitual siempre haya frases como estas:


- Deja ya de llorar hombre, ¿no ves que los demás niños están tranquilos y tú eres el único niño que está llorando? ¡Mira que bien se portan todos menos tú!

- ¡Ay! Mi hijo con 12 meses ya andaba. No es normal que el tuyo con 15 meses todavía no lo haga ¿no? Ya debería ir aprendiendo.

- Comparte tus juguete con ese niño ahora, ¡todos los niños están compartiendo sus juguetes menos tú, no seas tan egoísta!

- No te voy a coger más en brazos. Todos los niños de tu edad ya van andando solos ¡míralos!, ¿o quieres que se crean que aun eres un bebé pequeño? 

- Mira tu hermano que buen estudiante es y que bien se comporta, que sus profesores están encantados con él y de ti no paran de darme quejas y más quejas.

- El hijo de María siempre le ayuda sin perdírselo en las tareas del hogar, y yo para que me ayudes un poco tengo que andar detrás tuya todo el tiempo. 


Bueno, la lista lamentablemente es muy larga... Haced el juego, seguro que escucháis algunas de estas frases más veces de las que os imagináis, y esto os ayudará a ser más consciente de vuestras acciones en vuestra vida y en la crianza de vuestros hijos.




¿Por qué no debemos comparar a los niños con otros?


Daña totalmente la autoestima del niño, ya que llegan a sentir que no son queridos del todo por esa persona. Se vuelven más sensibles e inseguros.

Les provoca ansiedad por la presión que les ejerce querer ser como la otra persona. Cuando ven que no consiguen ser como los demás les dicen, se frustran y aumenta el estrés.

Pérdida de su identidad, ya que gastan energía y tiempo en querer ser como otros niños olvidándose que lo más importante es conocerse y ser ellos mismos. Hacen cosas que no les gusta o con las que no se sienten identificados por quedar bien, y esto les impide desarrollar su propia personalidad.

- A veces atenta contra la intimidad del niño cuando las comparaciones son ante otras personas. Esto es una humillación en toda regla para el niño, lo que le provoca un gran malestar emocional.

Provocan emociones negativas como la envidia y los celos por otros niños, lo que puede llevar a que surjan nuevos conflictos, convirtiendo su vida en una auténtica competición por ser mejor que el otro.

Se vuelven niños pesimistas. Pierden la capacidad y las ganas de luchar por conseguir sus logros. Escondiéndose en ellos su verdadero potencial y sus talentos.

- El efecto que queremos conseguir con ello, se vuelve el contrario. La consecuencia es negativa y dañará la confianza y la relación con el niño.


Hay más consecuencias, pero con estas espero haberte expuesto las más importantes.

Así que para acabar, te dejo una breve lista de pautas para evitar comparar a los demás:



viernes, 20 de febrero de 2015

APEGO SEGURO

Ningún niño se malcría por exceso de amor. Llenar constantemente a nuestros hijos de palabras amorosas, decirles lo bellos que son, lo bienvenido que son en nuestras vidas, lo mucho que los amamos, lo orgullosos que nos sentimos de ellos, nunca les hará daño. Todas las expresiones y manifestaciones genuinas de amor hacia nuestros hijos constituyen el principal factor protector de su psiquis durante su formación. Insisto, demasiado amor nunca ha malcriado a nadie. Por el contrario, es la mejor vacuna contra neurosis, y otros síntomas que hoy agobian a la humanidad. No hay que sacar muchas cuentas ni estadísticas, para deducir que la gran plaga, la mayor pandemia de nuestros tiempos es el déficit de amor. Y si no nos basta con el sentido común o con escuchar nuestra intuición para creérnoslo, podemos encontrar abundantes referencias científicas literalmente al alcance de los dedos en Internet. Propuestas como la teoría del apego de John Bolwby, además de los recientes estudios de la neuropsicología que demuestran cómo el amor parental, se constituye en modulador de la salud mental de los niños, son algunas de ellas. El amor, la mirada, la presencia segurizante de adultos cuidadores significativos, la nutrición epidérmica del cuerpo de la madre, la acogida amorosa en los brazos de sus progenitores, las demostraciones de afecto, nunca deben limitarse

              


Por Berna Iskandar.

domingo, 15 de febrero de 2015

Como crear hábitos y rutinas en los niños.

La creación de  hábitos y rutinas son cruciales para el desarrollo integral de los niños y niñas, así como para su crecimiento y el afianzamiento de sus emociones. Los hábitos y rutinas pueden verse como límites necesarios para los niños ya que les aportan seguridad y confianza porque saben lo que pueden esperar de su casa.
Una ventaja muy importante de los hábitos y rutinas es que impiden que tu hijo sienta desconfianza e incertidumbre y que aprenda a ser responsable. Sigue leyendo y te daremos algunos tips para que sepascómo crear hábitos y rutinas en los niños.

¿Cuándo y cómo crear hábitos y rutinas en los niños?

Empieza lo más pronto posible
Entre más temprano le enseñes a tus hijos hábitos y rutinas más éxito tendrás en su implementación. Es decir, debes empezar antes de que tu hijo o hija cumpla un año de edad. Si esperas hasta que el niño esté más grande “porque entiende más” seguramente ya habrá adquirido algunos malos hábitos difíciles de remover.
Tu hijo aprende con el ejemplo
Nuestros  hijos pequeños copian todo lo que ven, sea bueno o malo, ya que no saben diferenciarlo. Si quieres que tu hijo aprenda hábitos  y rutinas tú mismo deberás darle el ejemplo, ya que es la mejor forma de enseñarle algo a tu hijo.
Crea un horario para las necesidades básicas
Lo primero que debes establecer es la misma hora para comer, dormir y bañarse. Escoge la hora que mejor se acomode al horario de tu familia y tu hijo y respétala a diario. Luego con base en ella añade la hora para estudiar, jugar y hacer la siesta.
Recuerda que la creación de hábitos y rutinas en los niños es un proceso que requiere paciencia y trabajo en familia para que sea exitoso.

viernes, 13 de febrero de 2015

NO PUEDES CAER BIEN A TODO EL MUNDO.

Si siempre permites que los demás decidan la película de cine que vais a ver, si tiendes a seguir siempre la corriente, si evitas dar tu opinión sobre ciertos temas para no discutir y para que los demás no se enfaden contigo, siento decirte que tengo una mala noticia para ti: es imposible llevarse bien con todo el mundo.
Intentar agradar en todo momento, dejar de expresar tus preferencias y tus gustos para caerle bien a los demás, a la postre, resulta una peligrosa arma de doble filo. Si bien es cierto que debido a tu conformidad puedes tener una amplia red de amigos y conocidos que acudan a ti cuando necesiten ayuda o compañía, también lo es el hecho de que el precio a pagar es demasiado alto: tu propia identidad, tu propio ser. Las conversaciones, las películas, la compañía, a la larga, no podrán llenar ese vacío interior que sientes por tanta contención, por tanta pasividad, por tanta negación de ti misma, de tus deseos, de tus necesidades.
Esta situación que describo no es nueva para ti. Esta forma de actuar para protegerte del rechazo, ancla sus raíces en tu más tierna infancia. Cuando eras pequeña, tenías que amoldarte a las preferencias de tus padres o cuidadores para que no se enfadaran contigo y te prestaran sus cuidados. El peligro de no hacerlo, podía ser un grito, una paliza o quedarte sin cena. Además, a un nivel inconsciente, sabías que tu vida dependía de ellos y tenías que someterte a sus deseos y órdenes para poder sobrevivir. Poco a poco, fuiste reprimiendo tus necesidades y dejaste de expresar tus verdaderas emociones. En aquella época, en la que dependías al completo de tus mayores para subsistir, no tuviste otra alternativa: ocultar tus deseos, acallar tus necesidades, negar tus preferencias, todas estas estrategias funcionaron, te permitieron salir adelante, sobrevivir.
Sin embargo, a pesar de que ya eres adulta y estás capacitada para sobrevivir por ti misma, sigues utilizando el mismo esquema de comportamiento en tu día a día: te amoldas, cedes, callas tus necesidades y preferencias, quieres caerle bien a todo el mundo, temes el rechazo. Este patrón, ha acabado por convertirse, de tanto repetirlo e interiorizarlo como “lo que debías hacer”, en la manera automática que tienes de relacionarte con todas las personas. Por desgracia, cada vez que dejas de expresar tu opinión, tu verdadero ser se va ocultando más y más.
Tras largos años actuando de esta forma, estamos tan distanciados de nosotros mismos que no sabemos lo que nos gusta ni lo que no. Ni siquiera sabemos quiénes somos.
Un paciente me contó que se había dado cuenta de hasta qué punto estaba desconectado de sí mismo el día que estaba en un restaurante con unos amigos y le preguntaron si le gustaba la ensalada con o sin tomate. Tras pensarlo durante un largo rato, tuvo que confesar que no sabía, en realidad, si le gustaba el tomate o no. No podía decidirse.
¿Cómo había llegado a ese grado de desconexión con sus propios gustos? Como expliqué anteriormente, la adaptación a los demás implica la separación progresiva de uno mismo. Los padres de este chico se separaron de forma muy traumática cuando él era pequeño. Tras el divorcio, el niño se pasó la infancia viviendo por temporadas con su madre o con su padre. Con el paso de los años, el chiquillo aprendió, incluidos los gustos culinarios, a adaptarse al ritmo y la idiosincrasia de cada uno de ellos para no enfadarles. A su padre, le gustaba el tomate y su madre, lo odiaba, por lo tanto, cuando estaba con su padre, lo comía sin problemas y cuando estaba con su madre, él tampoco lo tomaba. La consecuencia fue que, varios años más tarde, ya de adulto, fue incapaz de decidir si le gustaba o no el tomate cuando fue con sus amigos a aquel restaurante.
Como podéis imaginar, esta falta de conexión consigo mismo se extendía a todos los ámbitos de su vida, por lo que cuando acudió a consulta, estaba sumido en un estado de profunda apatía.
Tras su trabajo terapéutico, este hombre logró recuperar la conexión con su interior, con sus propios gustos y con lo que le apetecía hacer en cada momento. Fue dejando de mirar hacia fuera, preocupándose por complacer a los demás, y se centró mucho más en lo que le decía su voz interior. Me explicaba: “Ramón, en el mundo hay 7.000 millones de personas y he entendido que es imposible llevarse bien con todas ellas. A unos les gustará el tomate y a otros no, unos serán del Madrid y otros del Barcelona. Es imposible complacerles a todos. Yo tengo que ser fiel a mí mismo
Para volver a conectar contigo misma, tienes que recuperar tu identidad, tu poder de decisión y aprender a escuchar tus verdaderos deseos y necesidades.
Dejar de amoldarte siempre a los deseos de los demás te hará ser menos popular y tener menos amigos, pero no debes preocuparte por perderlos, ya que, en realidad, muchos de ellos, nunca fueron amigos sinceros; sólo se aprovechaban de ti.
Frente a esta pequeña pérdida, el beneficio es enorme: te conocerás y podrás ser tú misma. Y eso no tiene precio.
Dejarás de gustarle a mucha gente, eso te lo puedo asegurar, pero también, comprobarás que otros te apreciarán y te querrán por lo que realmente eres. Las relaciones que tengas con estas personas serán mucho más sanas. No querrán nada de ti, simplemente, disfrutarán de tu compañía. Y tú te sentirás bien pudiendo ser tú misma. Unas pocas relaciones de este tipo valen mucho más que 7.000 millones de falsos amigos.
Bien mirado, no llevarse bien con todo el mundo no es ninguna condena, sino todo lo contrario, supone una gran liberación.

jueves, 12 de febrero de 2015

Nuestra educación pretende ser proactiva, reflexiva y creativa.

Las personas no somos recipientes a los que hay que rellenar. Ni siquiera en la más tierna infancia los seres humanos somos "seres incompletos" a los que hay que "completar" llenando nuestra cabeza de datos e informaciones. Por ese motivo, la educación debe ser proactiva, reflexiva y creativa.


Proactiva. Aunque la Real Academia de la Lengua no contemple esta palabra, me tomo la licencia de emplearla para señalar que los educadores (ya sean padres, docentes...) deben tener pleno control de sus conductas, de modo activo. Una educación proactiva implica aprendizaje continuo, por lo que hay tener iniciativa, trabajar colaborativamente y saber buscar información de manera eficiente y crítica.

Una educación proactiva permite superar las dificultades marcando objetivos claros y asumibles e indicando el camino adecuado para conseguirlos. Tradicionalmente, la educación ha sido reactiva, es decir, pasiva y siendo incapaz de superar los problemas. Cuando un alumno es incapaz de adaptarse al sistema, una educación reactiva lo deja al margen y lo etiqueta de "fracaso escolar"; una educación proactiva es capaz de actuar y buscar la manera de superar la situación.

Una educación proactiva permite que se aprenda de los errores y se vea el fracaso como un paso más hacia el éxito.

Reflexiva. El objetivo final de la educación no es solo que el alumno conozca muchos conceptos y maneje mucha información, sino también que sea capaz de producir conocimiento y de resolver problemas. Por eso no podemos educar de forma pasiva, transfiriendo de manera mecánica datos del maestro (poseedor del conocimiento) al alumno (receptor del conocimiento).

Dotar de conciencia crítica es uno de los objetivos más importantes de la educación.

Creativa. Ya he tratado este tema en otros post (La creatividad como motor de la educación), pero quisiera remarcar que una educación sin creatividad es como un pintor sin colores o un escritor sin palabras. La creatividad es el oxígeno de la educación, sin ella acabará ahogándose.

En conclusión, la educación se construye, no se adquiere.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Relación padre – profesor

Relación padre – profesor

Llevar una buena relación padre – profesor puede contribuir en gran medida al éxito escolar, a los niños hay que tenerles paciencia, se debe ser optimista y a la vez, muy realista. Se deben conocer las posibilidades de los hijos y aceptar sus limitaciones, para ello quien más puede ayudarle a los padres el profesor del niño porque tienen experiencia, son profesionales y más objetivos.
No espere a que su hijo tenga dificultades con los estudios para conocer al profesor, infórmese de en qué y cómo se le va a exigir al chico, y cómo puede colaborar con los profesores. Tener una entrevista inicial con ese fin es esencial para el resto del curso
El profesor de los niños debe ser tratado con respeto y consideración, como nos gustaría que nos trataran a nosotros en nuestro ámbito profesional, hay padres que antes de empezar ya abordan al profesor como al culpable del fracaso del hijo o como un enemigo.
Un buen profesor pretende siempre es lo mejor para sus alumnos, por lo tanto hay que considerarlo como el mejor de los aliados, hay que escucharlo con atención, poniendo interés en todo lo que dice, intente ganar la confianza, la simpatía de los profesores de sus hijos, porque les deben y les pueden ayudar mucho.

Relación padre – profesor5 Consejos para mantener una buena relación padre – profesor
  1. Conócela: Es bueno conocer a los profesores antes de que surja cualquier problema, intenta planificar, por lo menos, una conversación breve al principio del año escolar.
    Durante ese encuentro te puedes presentar y hablarle brevemente sobre tu hijo, pregúntale sobre la inquietud que tengas. Si es posible, deja que tu hijo te vea hablando con su profesor, pues los niños se sienten más seguros cuando se dan cuenta que las personas que son importantes en su vida trabajan en conjunto.
  1. Constante comunicación. Es recomendable que mantengas constante comunicación con el profesor, puede ser por medio de notas en los cuádernos o incluso por e mail, es importante porque así puedes llevar un avance del pequeño y estar al pendiente de lo que necesite tanto el pequeño como el profesor.
  1. Agradece: Ofrécele cumplidos, sugerencias, o críticas constructivas al profesor. Todo el mundo aprecia unas palabras bondadosas. Si tu hijo regresa a casa hablando de lo divertida que fue la escuela ese día, díselo a su maestra.
  1. Ofrece tu ayuda.Aunque tengas un trabajo de tiempo completo, puedes ayudar un poquito. A través de un gesto pequeño puedes demostrar que estás dispuesta a ayudar.
  2. Habla de la escuela en casa. Pregúntale a tu hijo sobre lo que sucedió en la escuela todos los días, trata de hacer preguntas específicas, como “¿Ya regresó tu amigo Andrés a la escuela?”, es más probable que los niños contesten esas preguntas concretas y así podrás usar esa información cuando converses con el profesor.
Finalmente respeta la cadena de mando, si tienes una inquietud seria acerca de tu hijo o su clase, es recomendable que hables primero con la maestra. Programa una reunión para enmendar el problema o hablar sobre posibles soluciones.

martes, 3 de febrero de 2015

"Tales From The Box" Storytelling. Cuentacuentos en inglés.

Hoy hemos tenido una visita maravillosa. Hoy nos ha visitado Stevie, un maravilloso cuentacuentos en inglés.


Con la visita de "Tales From The Box" Storytelling seguimos tratando la divulgación del inglés a través de unas sesiones de cuentacuentos diseñadas para la diversión y el aprendizaje de los niños y niñas de todas las edades.

Trabajan tanto cuentos tradicionales como modernos que preferiblemente estén editados originalmente en inglés.

Las sesiones las hemos realizado en el aula de Música durante el horario lectivo y como actividad complementaria a la tarea en el aula para 3º, 4º, 5º y 6º  de manera independiente lo cuál ha asegurado una interacción total entre el Storyteller y los alumnos.




JUGAR MÁS EN LA ESCUELA.

Para los niños jugar lo abarca todo en su vida: adquisición de experiencias, trabajo, exploración del mundo que les rodea, diversión... A través del juego despiertan cada una de las áreas de su desarrollo y se preparan para la vida futura. Juegan para aprender y como mejor aprenden es jugando.

Jugando con nuestros alumnos podemos divertirnos, educarlos y transmitirles diferentes valores. Es posible jugar de muchas maneras: con el cuerpo, con las palabras, con los números, con objetos, con otros, con la imaginación, con los idiomas, etc. 

El juego es un mundo de ilusión y fantasía, ¿imagináis un sitio mejor para divertirse y aprender? ¡A jugar maestro!.