martes, 30 de enero de 2018

Los 42 valores para la paz.

Desde 1964 se celebra el 30 de enero el Día Escolar de la No Violencia y la Paz, reconocido por la UNESCO en 1993. En esta fecha (que recuerda el asesinato de Gandhi) se pone de manifiesto la necesidad de la educación para la tolerancia, la solidaridad, el respeto a los Derechos Humanos, la no violencia y la paz. Y en esto, como en todo, los niños son el futuro.
Hoy en muchos colegios hacemos una mención especial a la paz y a los valores que la envuelven y es que desde la escuela, como desde casa, se establecen las bases de una convivencia respetuosa y pacífica, entre los más cercanos y más allá de las fronteras. Una tarea que no se puede circunscribir a un solo día, sino que los pilares de la paz se construyen poco a poco.
Quizás podríamos empezar a enseñarles a consumir de manera sostenible, a disfrutar viviendo y no comprando, a compartir, a empatizar, a desarrollar la solidaridad por encima de la caridad, a ser personas más que consumidores, a pensar y a escuchar.
Quizás podríamos empezar a enseñarles el valor de los pequeños gestos, de sus ideas, de sus propuestas, de sus principios. Desde pequeños gestos como colaborar limpiando una playa a otros mayores como dejar de consumir bolsas de plástico, todos dentro de las opciones y las ideas a las que pueden acceder nuestros hijos.
La paz a partir de nuestra relación con el entorno, es una forma sensata de plantearse el futuro porque nuestros hijos muchas veces nos dan lecciones que nos empeñamos en no aprender. Sus discusiones con sus amigos se solucionan con la misma rapidez con la que se generaron y su relación vuelve a ser tan sana como al principio.
Viven más cerca de la paz que los adultos, quizás deberíamos pensarlo más de una vez.
Honestidad, autoestima, cooperación, creatividad, libertad, respeto a la diversidad, valentía... son algunos de los valores que todo niño debería conocer y poner en práctica. Y aunque sobre alguno podríamos poner algún "pero" o hacer alguna puntualización (por ejemplo, la obediencia), en general son conceptos importantes, conceptos abstractos que hay que materializar y poner en práctica con el tiempo. ¿Crees que tu hijo va por el buen camino?

Los 42 valores para la paz

  • Amabilidad
  • Amistad
  • Amor a la naturaleza
  • Amor a lo nuestro
  • Amor al esfuerzo y el trabajo conjunto
  • Amor filial
  • Amor y comprensión
  • Autocontrol
  • Autoestima
  • Bondad
  • Colectivismo
  • Compasión
  • Confianza en sí mismo
  • Confianza mutua
  • Cooperación y ayuda mutua
  • Creatividad
  • Curiosidad
  • Democracia
  • Flexibilidad
  • Generosidad
  • Gratitud
  • Honestidad
  • Independencia
  • Justicia
  • Laboriosidad
  • Libertad
  • Obediencia
  • Orden
  • Paciencia
  • Perseverancia
  • Persistencia
  • Resiliencia o Tolerancia a la frustración
  • Respeto a la Diversidad
  • Respeto a lo ajeno
  • Respeto del bien común
  • Responsabilidad
  • Sensibilidad
  • Sinceridad
  • Solidaridad
  • Tolerancia
  • Valentía
  • Veracidad

jueves, 25 de enero de 2018

"No todo es acoso". Ana Cobos Cedillo.

"No todo es acoso", empecemos por ahí. Recientemente me comentaban el caso de una madre que denunció por acoso escolar al compañero de su hijo porque su niño se rompió un brazo en una pelea contra ese compañero. Resultaba además que este compañero era su amigo de siempre, justo era su amigo hasta dicha pelea. Este caso no es de acoso. El acoso no consiste en una pelea coyuntural, sino en una conducta persistente y duradera en el tiempo que realiza intencionalmente una persona o grupo contra otra u otras que se encuentra/n en situación de vulnerabilidad.

Por tanto, lo primero para hablar de acoso escolar es conocer de qué se trata y tener claro que realmente se ajusta a esta definición y se diferencia claramente de un suceso aislado, aunque éste sea violento. Una agresión física y verbal que se produce espontáneamente por sí sola no es una conducta de acoso. El acoso lleva aparejada la intención e incluso cierta planificación.

Asimismo, tan importante como la identificación del acoso es la percepción del mismo. A veces perdemos la perspectiva y las energías tratando de averiguar si objetivamente un alumno o alumna está siendo acosado y buscamos evidencias que demuestren el acoso.  La demostración de que el acoso existe o no es irrelevante a la hora de intervenir. Lo realmente importante es cómo se siente la persona y, si esta se siente acosada tenemos que intervenir, dejando a un lado si el sentimiento es la consecuencia de hechos contrastables. No se trata de averiguar qué pasa como la policía, sino de poner una tirita como un enfermero. En definitiva, es más relevante que alguien diga que se "siente acosado/a" a que tengamos evidencias del hecho. Porque lo verdaderamente importante es la intervención y que esta se produzca lo antes posible.

Como siempre, hay que empezar por la prevención. En climas de convivencia positiva aderezada de respeto, cooperación y afecto es mucho más difícil que se generen situaciones de violencia y acoso. Hemos de trabajar con el alumnado en los centros y con la familia en el hogar para fomentar el respeto y que las diferencias se valoren como fuente de enriquecimiento. Es imprescindible que trabajemos la gestión emocional como una de las mejores herramientas para sentir bienestar. Solucionar los conflictos a través del diálogo, desarrollar la empatía desde lo más profundo del sentirse humano son otras de las claves para que nuestro alumnado desarrolle la asertividad y se exprese y defienda sus derechos sin vulnerar los de los demás.

Plantear estas cuestiones puede parecer iluso si miramos a nuestro alrededor y tomamos nota de las características del mundo en que vivimos. Sin embargo, la utopía es la que siempre ha guiado el camino de los avances de la humanidad y debemos tener referencias para continuar hacia delante.

Como profesionales de la educación debemos observar siempre a nuestras alumnas y alumnos. No se puede educar sin mirar a la cara, quizás sí enseñar, pero no educar porque la educación necesita de la emoción como puente imprescindible. Por ello, es necesario que estemos alerta ante las señales que nos puedan apuntar que un alumno se está sintiendo acosado porque a partir de ahí es cuando hay que intervenir.

Es lamentable ver cómo en estos casos hay quienes se preocupan primero de si se ha realizado o no todos los documentos del protocolo de acoso que marca la normativa, mientras el adolescente en su dormitorio está rumiando ideas suicidas.

Las personas quieren querer y ser queridas. Este es el principio básico de la educación y de la convivencia, también es la finalidad. Por ello, ante una persona que lo está pasando mal tenemos la obligación de actuar, de intentar saber qué le pasa, no tanto para encontrar la justicia y castigar al acosador, sino primero y principal para proteger a la víctima y poner fin a su sufrimiento con celeridad. No debemos consentir un minuto más de dolor.

El primer paso es arropar, ayudar, acompañar, es decir, mostrar a la persona que sufre que no está sola. Para ello nuestro mejor instrumento somos nosotros mismos y las personas que están a su alrededor, me refiero a las personas de su propio contexto que quizás no son conocedoras de este sufrimiento o que no han empatizado con la víctima. Algunos trucos nos valen: comentar la situación en el grupo y concienciarles de la situación y hacer que se involucren en la integración social de esta persona; facilitar que la víctima se incorpore a grupos que trabajen intereses comunes como talleres teatrales, musicales, deportivos… y siempre la constante observación.

Trabajar con el grupo es tan importante como hacerlo con la víctima, a la que es necesario reforzar su autoestima, sensación de acompañamiento y la vinculación con los objetivos de su proyecto de vida, puesto que el camino se hace más sencillo cuando sabemos hacia donde nos dirigimos. Es importante trabajar para fortalecer a esta persona y que no sienta culpabilidad alguna por lo que le está pasando.

Del mismo modo, no puede obviarse el trabajo con los acosadores o bien las personas a las que la víctima responsabiliza de su sufrimiento. En la mayoría de las ocasiones se trata de personas que sufren y que tienen mucho miedo, por eso tiran la piedra primero, se adelantan en el ataque para marcar territorio en el poder por temor a recibir daño, porque temen sentir dolor. Es frecuente incluso que hayan sido víctimas de acoso con anterioridad o que lo sigan siendo en otros contextos. Es necesario trabajar con ellos estrategias para el desarrollo de la empatía y de las habilidades sociales para que aprendan a gestionar su frustración sin agresividad contra nadie.

Coordinación, coordinación y coordinación, cuanta más mejor. Coordinación con las familias para la puesta en marcha y desarrollo de estrategias educativas. Coordinación en los equipos educativos para trabajar en un mismo son, como dice Santos Guerra: "No hay alumno que se resista a diez profesores que se pongan de acuerdo". Coordinación son los servicios externos que pudieran estar interviniendo con los implicados: salud mental, fiscalía, protección de menores…

Queda mucho por hacer, especialmente en los medios de comunicación que están contribuyendo bastante a confundir cuando utilizan el término acoso escolar de forma inadecuada, como si fuera sinónimo de cualquier manifestación violenta en los centros educativos. Se está instaurando cierta alarma social ante el tema, cuando insisto, tendríamos que aunar las energías hacia trabajar la convivencia positiva y el bienestar emocional fuera y dentro de la escuela. Es una utopía para el sistema educativo, pero también es una guía y un objetivo educativo a conseguir. Sin embargo, para nuestro mundo es mucho más que eso, la no-violencia es un objetivo no conseguido, una asignatura pendiente.

Ana Cobos Cedillo,
Presidenta de COPOE y orientadora en el IES Ben Gabirol (Málaga)

jueves, 18 de enero de 2018

Educar en el silencio.

Estamos educando a nuestros hijos bajo el lema de que más es mejor. Pero es muy alto el precio que debemos pagar si damos más valor a la cantidad que a la calidad. No disfrutaremos de las cosas, ni de las situaciones ni de las personas si siempre estamos corriendo, pasando de una cosa a otra... Vivimos en un mundo hiperacelerado donde todo va deprisa. No dejamos que nuestros hijos se detengan a observar una flor o un insecto. Al segundo ya les estamos empujando: ¡Venga vamos, que no llegamos! Y esto tiene consecuencias. Como destaca Alicia Banderas "los niños ya poseen el deseo de conocer y asombrarse por las cosas que os rodean, sólo hay que facilitarles las oportunidades para descubrir el entorno por sí mismos". Pero ¿les permitimos que lo descubran desde la calma y la tranquilidad? Difícil si caemos en la vorágine de este mundo de prisas que no se detiene.

Somos los adultos los que transmitimos a los niños esa ansiedad por pasar de una cosa a otra, por pensar que no tenemos tiempo, que todo lo que hacemos es verdaderamente urgente, etc. Somos los adultos los que les  transmitimos nuestro estrés, nuestras prisas y nuestras urgencias... ¿por qué no lo cambiamos? Está en nuestras manos. 

Fruto de no dedicar tiempo a parar, a detenernos es la sobreestimulación a la que están sometidos nuestros hijos. Y nuestro objetivo como padres y educadores debe ser ofrecerles la oportunidad de "conectar consigo mismos". El ser humano crece de dentro hacia afuera y no al revés. 
Una planta necesita espacio para florecer; si no lo tiene su crecimiento se ve dificultado. Nosotros no somos distintos. Para aprender y crecer precisamos de espacio. Cuando nos damos cuenta de ello tomamos conciencia de la necesidad de crear espacio para nosotros.

Ahora bien, ¿cómo podemos hacerlo? Muy sencillo pero a la vez muy complicado porque no estamos acostumbrados a ello. Podemos crear espacio a través del silencio. Como destaca Tal Ben-Shahar "si llenamos todos los momentos de la vida de sonidos, no podemos descubrir nuestro potencial".

Y por eso nos cuesta tanto, porque hemos sido educados con la distracción de estímulos externos, aparatos de música, televisión, etc.  Y ahora nuestros hijos tienen muchísimos estímulos más (smartphones, tablets, etc. que les ponemos delante para que produzcan un efecto hipnótico y tranquilizado consiguiendo el efecto contrario, una hiperestimulación) . Por eso es necesario que eduquemos a nuestros hijos para que aprendan a vivir y abrazar el silencio. De esa forma aprenderán a vivir y saborear cada minuto de su existencia.

Vivimos en un mundo adicto al ruido: los niños necesitan música para hacer los deberes, las familias necesitan la televisión de fondo cuando se sientan a comer o cenar... ¿de verdad todo esto es necesario?  Como destaca Robert M. Pirsig "el ruido se ha convertido en un elemento tan importante en la vida que cuando no está presente, lo ansiamos" pero "cada vez hay más estudios que apuntan al alto precio que hay que pagar por esta estimulación constante del oído. El silencio es necesario para aumentar la creatividad, tener una conexión más intensa y profunda con el entorno y con nosotros mismos, tener un mayor desarrollo físico y mental y niveles superiores de felicidad". ¿No te parece interesante? Vaciemos la vida de nuestros hijos de ruidos y llenémoslas de silencios.

EN LA PRÁCTICA ¿Cómo podemos hacerlo?

Para conseguirlo podemos usar sencillas técnicas de relajación adaptadas a los niños. Existe un "juego" creado por la filosofía Montessori para esta finalidad. Ésta sería la manera de hacerlo:

1.    Sentarse en círculo y explicar a los niños que vamos a hacer el Juego del Silencio
2.    Preguntar a los niños si son capaces de quedarse tan quietos y silenciosos como una planta, como una flor…
3.    Invitar a los niños a cerrar los ojos y mantener el silencio.
4.    Se puede empezar con 30 seg e ir aumentando a medida que los niños aguanten más tiempo en silencio.
5.    Al terminar el tiempo se puede llamar a cada niño por su nombre para que vayan saliendo del círculo en silencio, o bien tocar una campana o similar para que todos los niños sepan que ha terminado el juego.
6.    Se pregunta a los niños qué han sentido, qué han escuchado durante el silencio…

Óscar González.


martes, 9 de enero de 2018

EL DOCENTE COMO PROVOCADOR DE SUEÑOS

"Los jóvenes llevan dentro una mecha de entusiasmo que, cuando alguien se la enciende, explota." Nuccio Ordine

Hay dos funciones de los docentes que me parecen imprescindibles: establecer límites y provocar sueños. Puede parecer una paradoja, pero no lo es. Ambas cosas se complementan y se refuerzan mutuamente. 

Si los docentes no establecen límites, los alumnos y alumnas interpretan que no se preocupan por ellos. Esos límites se convierten en una guía, en un modelo, en un referente. Pero esos límites deben marcarse teniendo en cuenta que a los alumnos y alumnas hay que dirigirlos menos y cuestionarles más. Los límites no deben ser órdenes basadas en "porque lo digo yo", sino estar basados en un diálogo constante.

Esos límites lejos de ser barreras que frenan deben servir para que se impulsen "hacia el infinito y más allá" y puedan perseguir sus sueños.

Hay alumnos y alumnas que, por el motivo que sea, tienen claros sus sueños. Los han descubierto por sí solos. Pero otros muchos no los han descubierto todavía y es labor de los y las docentes ayudarles a que lo hagan. La labor de los profesores y profesoras va mucho más allá de transmitir los conocimientos propios de las distintas materias, su labor principal es ayudar a cada alumno a que tenga un objetivo en la vida. Los docentes han de ser provocadores se sueños.

En una entrevista publicada en el diario El Mundo, Nuccio Ordine explica que "uno debería ir a la escuela a cultivar su espíritu, no a aprender un oficio, a prepararse para encontrar un trabajo". La escuela actual está encorsetada por una visión pragmática y utilitarista, cuando debería estar llena de sueños. Los sueños nos marcan un objetivo y nos obligan a trabajar para alcanzarlos. Aquí está la clave: en la persecución del objetivo.

Mientras perseguimos nuestros sueños nos sentimos motivados y con fuerzas para hacer todo lo necesario por alcanzarlos. El esfuerzo y la perseverancia se convierten en aliados que nos ayudan a ser mejores y a aprender constantemente. Os confesaré un secreto personal: yo aún no he alcanzado mi sueño (¡afortunadamente!) y ese es el combustible que me da fuerzas para seguir aprendiendo, formándome y embarcarme en todos los proyectos que me resultan interesantes.

La educación es la herramienta que nos permiten alcanzar nuestros sueños. Por eso, debe ser creativa y no reproductiva, colaborativa y no competitiva, emocionante y no aburrida, desafiante y no memorística. Por eso, no podemos enseñar hoy como lo hacíamos ayer ni como lo haremos mañana.