miércoles, 21 de octubre de 2020

Combatir la desinformación desde la educación. Por Pablo Gutiérrez de Álamo.

 

  • Desde hace años, la desinformación y las fake news se han convertido en un problema importante para las democracias en el mundo. Varias iniciativas intentan impactar en la población más jóven para que sepan identificarlas y tener una mirada crítica hacia todo aquello que ve y lee a lo largo del día.

La situación de pandemia por Covid-19 se ha convertido en el caldo de cultivo más reciente para la explosión de las noticias falsas (fake news) y la desinformación a nivel global. En los últimos meses casi cualquier pesona ha podido ver en las redes sociales, desde Facebook a Instagram, pasando por WhatsApp noticias falsas de diversa índole. Desde remedios alternativos para protegerse del contagio a bulos relacionados con la creación de la Covid en algún laboratorio.

Pero, aunque ahora mismo nos encontramos inmersas e inmersos en esta situación, la desinformación lleva siendo un problema para el mundo desde hace ya muchos años. Desde los primeros 2000 principalmente, gracias al auge de internet y particularmente, de la creación y extensión de las redes sociales.

Recientemente, Marc Amorós, periodista y experto en el fenómeno de las fake news ha publicado ¿Por qué las fake news nos joden la vida?, un volumen en el que repasa algunos de los hitos relacionados con este tipo de falsas informaciones en los últimos años. Un libro con el que coger la medida al fenómeno, en el que abruman las cifras de consumo mediático de la población a través de las redes sociales.

Para él, la educación es uno de los pilares importantes en los que sostener la fomación mediática de la infancia y la adolescencia para el desarrollo de un pensamiento crítico y la detección de las informaciones falsas. Informaciones que no son neutras, siempre tienen detrás importantes intereses económicos o políticos y que, por increíbles que sean, tienen un impacto en la vida de las personas (muchas personas han muerto en los últimos meses por hacer caso de remedios inventados contra el virus, por ejemplo).

«La última gran esperanza blanca ante este fenómeno tiene que pasar por la educación», bromea durante la conversación por videollamada. Para él, el sistema educativo ha de comprender que tiene entre manos a unas nuevas generaciones que están en un entorno de consumo de la información que les empuja «a pensar rápido, por tanto, la racionalidad, la paciencia, la capacidad de ver diferentes puntos de vista desaparece». Al mismo tiempo, asegura, «nos definimos ante los demás en función de lo que compartimos y difundimos en redes sociales».

Para este periodista «la educación puede contribuir a recuperar una cierta pausa para intentar informarse mejor» en un munto, recoge en su libro, en el que dedicamos entre ocho y 10 segundos a decidir si una información es falsa o no, si la leemos o no.

Amorós señala, además de lo anterior, cómo el consumo de información y gracias a las redes sociales, ha dejado de ser activo para ser pasivo. Te asalta en tus redes sociales, en el muro de Facebook, el el time line de Twitter. A esto se suma, asegura, que hay estudios que afirman que «las nuevas generaciones premian las informaciones que se plantean de forma polarizadora, divisiva, que generan confrontación». La importancia de esto reside en que, si no se hace nada, «estaremos educando y formando a generaciones que en lugar de confrontar ideas confrontarán posturas».

¿Qué podemos hacer?

Jacqueline Sánchez y Enrique A. Martínez, han editado sendos manuales con los que acercan a menores y docentes el concepto de las fake news, cómo identificarlas y defenderse de ellas. Ambos llevan años trabajando en alfabetización mediática desde el Taller Telekids.

El primero de los libros, Educar en el aula sobre fake news, está pensado para el profesorado. En él se facilita información básica sobre este fenómeno, así como una serie de ejemplos para entender mejor la cuestión. Incluye un cuaderno de trabajo para utilizar con el alumnado y con propuestas en función de diferentes edades de chicas y chicos. E incluye una serie de verificadores para que sean usados para encontrar noticias falsas.

El otro, Con las fake news no se juega, se dirige al alumnado del primer curso de primaria y de secundaria obligatoria; «es cuando empiezan a conocer el mundo de la información y de los medios con un poco de énfasis», asegura Sánchez. El libro se estructura en cuatro partes: conceptos básicos sobre las noticias falsas; tipos básicos de contenidos falsos; cómo descubrir estas fake news y, la última, dedicado a conceptos más complejos como el funcionamiento de internet a la hora de conocer nuestros datos, intereses y preferencias.

Explica que en las formaciones que llevan tiempo dando a profesorado sobre alfabetización mediática ha ido surgiendo el interés sobre el fenómenos de las noticias falsas. «Algunos de los docentes querían saber más sobre la desinformación y otros aprender a reconocerlas, sobre todo, para compartir este conocimiento con su alumnado», comenta Sánchez vía correo electrónico. También asegura que «el profesorado tiene claro que es un tema importante en nuestros días».

Según la periodista, en los últimos años han constatado las dificultades de chicas y chicos para diferenciar fake news de informaciones veraces, «incluso para la realización de sus deberes», dice. Una situación, continúa, que «se agravó desde la pandemia cuando una gran cantidad de información falsa relacionada con la COVID-19 empezó a publicarse para todo tipo de público. Vimos que era conveniente aportar algo».

Destapar las fake news desde el juego

Desde hace ya un curso lectivo, la FAD, en colaboración con Google, han puesto en marcha un proyecto, (In)fórmate con el que quieren realizar un esfuerzo en alfabetización mediática, informacional, según palabras de Miguel Ángel Rodríguez, responsable del programa.

Lo hacen centrándose en el alumnado de 3º y 4º de ESO («aunque los hay mayores y menores») para «dotarles de las capacidades para manejar información» a través del pensamiento crítico, saber si una información es veraz o no y si es útil.

La parte central del programa es una formación gamificada de módulos a la que han llamado Eraser. El objetivo último es que el alumnado sea capaz de detectar las informaciones, chequearla para ver si es correcta o no, buscar su posicionamiento frente a ellas y, por último, buscar la acción por su parte.

Este trabajo se realiza con ejemplos reales de fake news que han aparecido en las redes sociales, tuits, campañas, vídeos… En ellos se tratan temas como la tolerancia y el racismo, la igualdad de género o la ideología, explica Rodríguez. La dinámica establecida es que el alumnado vaya respondiendo a cuestiones para identificar dónde hay desinformación, al mismo tiempo que se realiza un trabajo relacionado con los valores: «Igualdad, respeto a la diversidad, a lo diferente».

Como material complementario, utilizan vídeos cortos de entre 5 y 7 minutos de duración en los que se enseña a chicas y chicos el trabajo de los periodistas en situaciones de conflicto, cómo realizan su labor en la redacción de algún medio, de una agencia de noticias o cómo hace los vídeos un youtuber. Entre los temas que se trabajan está el de la diferenciación entre lo que es opinión y lo que es información.

Quienes utilizan el proyecto de Eraser pueden participar en la fase de producir su propia información como parte de un concurso al que se pueden presentar. El concurso trata de que el alumnado genere una noticia, bien en formato audiovisual, escrito o en un podcast y durante el proceso son acompañados por un periodista especialista en alguno de estos tres soportes.

«La clave es el pensamiento crítico», asegura Rodríguez. En realidad, aclara, es el leit motiv que mantiene la FAD en todas sus iniciativas, sean esta o las campañas sobre consumo de sustancias.

El pensamiento crítico, la capacidad de análisis y de criba de la información a la que todos los días estamos expuestas y expuestos es la clave principal para poder luchar contra una situación, la de la desinformación, que está poniendo en jaque a buena parte del planeta. Que individuos como Trump (uno de los mayores creadores de fake news) o Bolsonaro estén donde están tiene relación con este caldo de cultivo generado por las redes sociales y quienes las utilizan para transmitir sus mensajes falsos.

 

jueves, 15 de octubre de 2020

CRISIS: SOLIDARIDAD O CAOS. Por Josep Mª Puig

 

  • La situación de crisis que ha provocado la Covid requiere de una manera prioritaria, aunque no exclusiva, destacar el valor de la solidaridad. Creo que hoy más que nunca, para conectar la educación a la vida, se debe invitar a vivir el valor de la solidaridad.

Escribir en estos momentos en un medio destinado a educadores y educadoras para hacerles una sugerencia es un atrevimiento presuntuoso. Todo el mundo está bastante atareado, y un poco saturado de opiniones, para añadir una nueva recomendación. No es momento de discursos, sino de hacer con honestidad el trabajo que a cada cual le corresponde. Justo el que hoy están haciendo tantos y tantos docentes: todo lo que pueden y más para echar a andar en un curso difícil, un curso que tiene que movilizar mucha inteligencia y mucho optimismo. A pesar de todo, quizás para aclararme a mí mismo y quizás para hacer una cosa que puedo hacer, he escrito estas notas sobre un aspecto de la educación de los chicos y chicas que hoy me parece especialmente pertinente.

Transmitir los conocimientos y las competencias que corresponden a cada nivel educativo es relevante, aunque no hay que exagerar porque los currículos suelen estar demasiado cargados de contenidos y ahora puede ser un buen momento para limitarse a lo fundamental. Sin embargo, antes de entrar en materia tendremos que aprender a cumplir las medidas de protección que los centros hayan implantado y tendremos que explicarlas como una contribución de la escuela al bien común y al control de la pandemia.

También durante los primeros días se impone hablar de cómo se han vivido estos meses, quizás compartiendo los momentos malos y los buenos, las angustias y las alegrías, las pérdidas y todo lo que cada chico y cada chica quiera expresar. Estos tres ámbitos tienen que ver con valores –la responsabilidad ante el trabajo, el respecto a las normas como una forma de respeto mutuo y la acogida y el cuidado de todos y todas–, pero la situación de crisis que ha provocado la Covid requiere de una manera prioritaria, aunque no exclusiva, destacar el valor de la solidaridad. Creo que hoy más que nunca, para conectar la educación a la vida, se debe invitar a vivir el valor de la solidaridad.

La razón es sencilla: ante una situación de crisis, de cualquier crisis, no sirve de nada buscar salidas individuales, que solo consiguen empeorar los problemas. Salir de una crisis exige colaborar de manera solidaria, ir a la par para contribuir a la solución. Las crisis se superan aunando esfuerzos para producir una fuerza colectiva que permita vencer la situación de dificultad: ejerciendo la solidaridad como acción común.

No se trata de una solidaridad de declaraciones y palabras, sino de la solidaridad como compromiso e implicación. La solidaridad como acción común es un esfuerzo para reunir a las personas afectadas por una dificultad, un esfuerzo para crear las condiciones que les permitan dialogar a pesar de no pensar igual y, finalmente, un esfuerzo para impulsar el trabajo conjunto con el objetivo de aplicar un plan de acción ideado para paliar la dificultad a la que se enfrentan. Esta idea de solidaridad como acción conjunta para enfrentarse a una dificultad expresa un comportamiento imprescindible ante una situación de pandemia, pero es también un valor necesario para avanzar hacia una sociedad mejor, porque tenemos varias crisis.

Hemos visto que la solidaridad no solo es adhesión verbal –es un proceso de trabajo conjunto para enfrentarse a un problema–, pero también es un proceso que tiene efectos positivos en diferentes ámbitos. En primer lugar, la solidaridad tiene un efecto moral en la medida que predispone a la ayuda mutua y al cuidado del otro, abre un espacio de altruismo y llena de orgullo silencioso a quien lo ejerce. En segundo lugar, la solidaridad tiene un efecto práctico en la medida que reúne participantes, despierta la creatividad colectiva e impulsa la cooperación. En tercer lugar, la solidaridad tiene un efecto terapéutico para los implicados en la medida que reunirse, deliberar y actuar juntos es un remedio ante el miedo, la angustia y la incertidumbre que a menudo generan las crisis.

Por todo ello, hoy es más que oportuno que nunca destinar tiempo escolar a la solidaridad. La pandemia nos obliga a cooperar para vencerla y la pandemia nos recuerda que la solidaridad es una de las herramientas de supervivencia humana más efectiva. La salvación no está en el individualismo y la competición, el futuro es de las comunidades que cooperan solidariamente. Y esta idea se puede enseñar y es urgente enseñarla.

La cuestión ahora es ver cómo trabajar la solidaridad en la escuela. Solo con explicaciones ya sabemos que es una didáctica poco atractiva y casi completamente ineficaz. La mejor manera de trabajar la solidaridad en la escuela es practicándola, en el ámbito del grupo clase o bien ofreciendo un servicio en la comunidad. Cuando los chicos y chicas se distribuyen tareas necesarias para el buen funcionamiento de la clase, están ejerciendo una forma de solidaridad recíproca. Cuando los chicos y chicas de un mismo grupo aplican un sistema de ayudas mutuas para impedir que nadie se atrase y quede marginado, practican la solidaridad en el seno de su grupo de convivencia. Pero también cuando participan en un proyecto de ciencia ciudadana destinado a estudiar los mosquitos, los pájaros o la cantidad de microplásticos en la arena del mar, están realizando una tarea sanitariamente segura que se convertirá en un servicio con utilidad social. Cuando los chicos y chicos preparan programas de radio que se emitirán desde la radio escolar o desde la emisora local y tienen como objetivo informar, entretener y reflexionar, están ofreciendo un servicio solidario en la comunidad de sus oyentes. Y así otros muchos ejemplos de aprendizaje servicio, esta metodología común a tantas y tantas experiencias provenientes de diferentes tradiciones pedagógicas. Todas ellas con unos rasgos comunes: se aprenden conocimientos, se realiza una acción de servicio y se adquieren valores.

He empezado diciendo que no quería agobiar y acabo dando trabajo. Es verdad, disculpadme, pero no he podido evitarlo porque educar para la solidaridad es urgente y es una muestra imprescindible de inteligencia, de optimismo y de esperanza.

 

jueves, 1 de octubre de 2020

¿Qué sucede en nuestro cerebro cuando sentimos emociones?. Por María Dolores de la Rosa Centella.

La anatomía de las emociones nos explica lo que sucede en nuestro interior cuando sentimos emociones. ¿Qué sucede en nuestro interior cuando sentimos miedo, tristeza, felicidad?

Todas las personas sentimos emociones, ya sean positivas o negativas. Las emociones invaden nuestro día a día y siempre nos acompañan.

 «No olvidemos que las pequeñas emociones son los grandes capitanes de nuestras vidas y las obedecemos sin darnos cuenta».

-Vincent Van Gogh-

Con frecuencia, los conceptos de emociones y sentimientos se confunden. Es frecuente, incluso, que se utilicen como si fuesen sinónimos.

Ambos son experiencias subjetivas y relacionadas, pero constituyen fenómenos mentales diferentes. Existe una paradoja al respecto, y es que, aunque los conceptos de sentimiento y emoción se refieren a cosas diferentes, donde hay una emoción hay siempre un sentimiento (o varios).

Una emoción es un conjunto de respuestas neuroquímicas y hormonales que nos predisponen a reaccionar de cierta manera ante un estímulo externo (algo que vemos u oímos) o interno (pensamiento, recuerdo, imagen interna…).

Un sentimiento es parecido a una emoción. La diferencia es que en un sentimiento hay una valoración consciente de la emoción y de la experiencia subjetiva en general.

Digamos que la emociones son básicas, primitivas y unidireccionales (aparecen de forma automática al presentarse un estímulo) y nos impulsan hacia la acción. En cambio, el sentimiento incluye la capacidad de reflexionar de forma consciente sobre lo que se siente.

Las emociones, en general, son más intensas y menos duraderas que los sentimientos. Los sentimientos se mantienen más tiempo que las emociones y surgen después de las emociones. No hay sentimiento sin emoción.

Pero, ¿qué aspectos anatómicos están implicados en el procesamiento de las emociones?

¡Vamos a descubrir la anatomía de las emociones!

Anatomía de las emociones

El sistema límbico, comúnmente conocido como cerebro emocional, tiene un papel fundamental en la aparición de los estados emocionales. Es aquí donde las emociones tienen su base neurológica. No obstante, los procesos límbicos impactan en áreas como la memorización y el aprendizaje. Según Jeremy Bentham, el sistema límbico es el que determina qué merece ser aprendido en función de las sensaciones placenteras o dolorosas que se deriven de la experiencia.

El sistema límbico no constituye una región anatómica dentro del encéfalo, si no que se compone de una red de neuronas distribuidas por el cerebro. Existen zonas en las que el sistema límbico actúa de una forma más específica. Vamos a ver algunas de ellas:

La amígdala

La amígdala tiene una gran importancia en el procesamiento emocional, en la anatomía de las emociones. Este núcleo cerebral juega un papel central en las reacciones emocionales básicas. Se sitúa al lado de cada hipocampo: hay una en cada hemisferio. Esta zona está relacionada con la respuesta emocional aprendida por lo que es una de las zonas involucradas en el aprendizaje emocional.

La amígdala es el principal núcleo cerebral relacionado e implicado en las respuestas de miedo, tanto innatas como aprendidas.

“La amígdala revisa constantemente toda la información que llega al cerebro a través de los distintos sentidos con el fin de detectar rápidamente cualquier cosa que pueda influir en nuestra supervivencia”, explica Feinstein (2010).

“Una vez que detecta el peligro, la amígdala orquesta una respuesta rápida de todo el cuerpo que nos empuja a alejarnos de la amenaza, lo cual aumenta nuestras posibilidades de supervivencia”. Feinstein (2010)

El hipocampo

El hipocampo está implicado en procesos mentales relacionados con la memoria, tanto en la memorización de experiencias e informaciones abstractas como en la recuperación de recuerdos.

Un ejemplo para entender una de las funciones más esenciales del hipocampo:

Clara acudió ayer por la noche a una fiesta de cumpleaños. Conoció a gente nueva e incluso quedó cautivada por una chica. La memoria de Clara no se limita a recoger y a guardar cada dato experimentado como lo haría un ordenador. Precisamente lo que nos diferencia de un ordenador es nuestra capacidad para construir una auténtica memoria emocional. Cualquier recuerdo sobre la fiesta a la que ha acudido Clara se procesa de forma detallada en el sistema límbico. En él, el hipocampo, se encarga de catalogar lo que la otra chica y el resto de amigos le hicieron sentir y si se vio a sí misma feliz o quizás incómoda en ese evento. Si sus conversaciones fueron relajadas o tensas. Si Clara sufriera alguna lesión en el hipocampo o se le extirpara al día siguiente no recordaría nada de lo sucedido.

La corteza prefrontal

La evidencia científica muestra que las estructuras prefrontales son las principales encargadas de organizar el comportamiento y la toma de decisiones. Estas estructuras se encargan del control de la regulación emocional, la comprensión de situaciones complejas y el comportamiento social adaptativo.

En condiciones normales ambos hemisferios cerebrales trabajan de forma complementaria en la regulación y control de las emociones. Sin embargo, investigaciones como la de Canli y cols. (Canli, et al., 1998) sugirieron que cada hemisferio muestra una vinculación diferencial con las reacciones emocionales de valencia positiva y negativa:

·         Hemisferio derecho: Es dominante en el control del tono emocional, con un mayor procesamiento de las emociones negativas (ej., el miedo o la ira). Muestra mayor vinculación con aspectos automáticos relacionados con la supervivencia inmediata. Promueve conductas de alejamiento, timidez, depresión, etc.

o    Lesiones prefrontales localizadas en este hemisferio se relacionan con la aparición de un síndrome psicopático. Son frecuentes sentimientos de euforia injustificados y anosognosia.

·         Hemisferio izquierdo: Es dominante en la interpretación de las emociones positivas. Realiza el control cognitivo de los estados emocionales a través del lenguaje. Favorece conductas de aproximación, control, vigilancia y superación de estados disfóricos y media en las respuestas del sistema inmunitario.

o    Lesiones prefrontales localizadas en este hemisferio (preferentemente dorsolaterales) pueden generar un síndrome pseudodepresivo (hipocinesia, apatía, falta de impulso, reducción del habla, indiferencia, falta de planificación, inercia psíquica y ausencia de motivación).

La corteza orbitofrontal

La corteza orbitofrontal es una estructura que sirve de cauce de las órdenes emocionales hacia otras zonas del lóbulo frontal encargadas de la planificación y creación de estrategias. Por esta razón, la corteza orbitofrontal tiene especial importancia en el control de los impulsos irracionales. Digamos que la corteza actúa de ya filtro, dejando pasar aquellas señales que definen los objetivos de nuestras acciones.

Las lesiones de esta región pueden originar la aparición del síndrome prefrontal orbitario que se relaciona con conductas impulsivas e irritables. También se relaciona con patrones de psicopatía o sociopatía adquirida.

Los Hemisferios Cerebrales

La corteza cerebral juega un papel muy importante en la anatomía de las emociones:

·         Expresión de las emociones.

·         Interpretación de las emociones.

·         Regulación y monitorización de las respuestas emocionales.

·         Experiencia consciente de éstas (los sentimientos).

Se ha sugerido la especial implicación del hemisferio derecho en el procesamiento emocional, frente al hemisferio izquierdo, más racional.

Algunos autores son partidarios de una distinta implicación de ambos hemisferios en el procesamiento de la información emocional a partir de las diferentes categorías de emociones: las formas más primitivas de emoción, que por regla general tienen connotación negativa, se encontrarían relacionadas con el funcionamiento del hemisferio derecho, mientras que aquellas otras emociones más avanzadas, y con connotaciones sociales, se encuentran especialmente vinculadas al funcionamiento del hemisferio izquierdo (Martínez, Segura y Sánchez, 2011, p.175)

Antonio Damasio y la anatomía de las emociones

António Damasio, neurocientífico y médico neurólogo, parece haber sido el autor que mejor ha descrito la importancia del hemisferio derecho en la anatomía de las emociones. Damasio defiende que el procesamiento emocional depende del procesamiento de la información somática. Esto quiere decir que, las emociones implican unas aferencias desde el cuerpo, e implican también unas eferencias hacia el cuerpo. En ambos casos participan los aspectos endocrinos y viscerales.

Según Damasio, las emociones son patrones de respuestas químicas y neurales, cuya función es contribuir al mantenimiento de la vida, generando conductas adaptativas. Para Damasio, esto es debido a que las estructuras neuroanatómicas que subyacen a los procesos emocionales son las mismas que las estructuras que tienen la función de controlar y regular los estados corporales básicos mediante la homeostasis.

Para Antonio Damasio el cerebro es el teatro de las emociones. ¡Curiosa analogía!

Eduardo Punset, realizó una entrevista a Damasio. Durante la charla se abordó la fisiología neuronal de las emociones y las consecuencias de ello para la educación.