miércoles, 30 de octubre de 2019

10 CLAVES PARA EDUCAR A LOS HIJOS

Nunca es pronto para comenzar a educarle.
CUANTO ANTES... ¡MEJOR!
Educar es una de las tareas más difíciles a las que nos enfrentamos los padres. Y, aunque no existen fórmulas mágicas, sí hay algunas cuestiones clave que tenemos que manejar con soltura. Nunca es pronto para comenzar a educarle. Estas son las reglas básicas para conseguir que tu hijo crezca feliz:

1. Un ejemplo vale más que mil sermones
  • Desde muy pequeños los niños tienden a imitar todas nuestras conductas, buenas y malas.
  • Podemos aprovechar las costumbres cotidianas -como saludar, comportarnos en la mesa, respetar las normas al conducir- para que adquieran hábitos correctos y, poco a poco, tomen responsabilidades.
  • De nada sirve sermonearle siempre con la misma historia si sus padres no hacen lo que le piden.

2. Comunicación, diálogo, comprensión…
  • Las palabras, los gestos, las miradas y las expresiones que utilizamos nos sirven para conocernos mejor y expresar todo aquello que sentimos. Por eso, incluso durante el embarazo, hay que hablar al bebé.
  • Debemos continuar siempre con la comunicación. Hablarle mucho, sin prisas, contarle cuentos y también dejar que él sea quien nos los cuente.
  • ¿Has probado a hacerle una pregunta que empiece con «Qué piensas tú sobre...»? Así le demostramos que nos interesa su opinión y él se sentirá querido y escuchado.

3. Límites y disciplina, sin amenazas
  • Hay que enseñarle a separar los sentimientos de la acción. Las normas deben ser claras y coherentes e ir acompañadas de explicaciones lógicas.
  • Tienen que saber lo que ocurre si no hace lo que le pedimos. Por ejemplo, debemos dejarle claro que después de jugar tiene que recoger sus juguetes.
  • Es importante que el niño -y también nosotros- comprenda que sus sentimientos no son el problema, pero sí las malas conductas. Y ante ellas siempre hay que fijar límites, porque hay zonas negociables y otras que no lo son. Si se niega a ir al colegio, tenemos que reconocerle lo molesto que es a veces madrugar y decirle que nosotros también lo hacemos.

4. Dejarle experimentar aunque se equivoque
  • La mejor manera para que los niños exploren el mundo es permitirles que ellos mismos experimenten las cosas. Y si se equivocan, nosotros tenemos que estar ahí para cuidar de ellos física y emocionalmente, pero con límites.
  • La sobreprotección a veces nos protege a los padres de ciertos miedos, pero no a nuestro hijo. Si cada vez que se cae o se da un golpe, por pequeño que sea, corremos alarmados a auxiliarle, estaremos animándole a la queja y acostumbrándole al consuelo continuo. Tenemos que dejarles correr riesgos.

5. No comparar ni descalificar
  • Hay que eliminar frases como «aprende de tu hermano», «¿Cuándo vas a llegar a ser tan responsable como tu prima?» o «eres tan quejica como ese niño del parque».
  • No conviene generalizar y debemos prescindir de expresiones como «siempre estás pegando a tu hermana» o «nunca haces caso».
  • Seguro que hace muchas cosas bien, aunque últimamente se esté comportando como un verdadero «trasto». Cada niño es único, no todos actúan al mismo ritmo y de la misma manera.
  • Frases como «tú puedes nadar igual de bien que tu hermano, inténtalo. Ya lo verás» transforman su malestar en una sonrisa y le animan a conseguir sus metas.

6. Compartir nuestras experiencias con otros padres
  • Puede sernos muy útil. Así, vivir una etapa de rebeldía de nuestro hijo, algo muy frecuente a determinadas edades, puede dejar de ser una fuente de angustia tremenda y convertirse, simplemente, en una fase dura pero pasajera. Frases como «no te preocupes, a mi hijo le ocurría lo mismo», pueden ayudarnos a relativizar los «problemas» y, por tanto, conseguir que nos sintamos mejor y actuemos más tranquilos.
  • Si estamos desorientados, preocupados o no sabemos cómo actuar, siempre podemos consultarlo con un profesional. No tenemos nada que perder.

7. Hay que reconocer nuestras equivocaciones
  • Tenemos derecho a equivocarnos y eso no significa que seamos malos padres. Lo importante es reconocer los errores y utilizarlos como fuente de aprendizaje.
  • Una frase sencilla como «perdona cariño, refuerza su buen comportamiento y nos ayuda a sentirnos bien.

8. Reforzar las cosas buenas
  • Está comprobado que los refuerzos positivos gestos de cariño, estímulos, recompensas resultan más eficaces a la hora de educar que los castigos. Por eso siempre debemos darle apoyo afectivo y dejar que sea él el que, según su capacidad, resuelva los problemas.
  • Los niños son muy sensibles y los calificativos como «tonto» o «malo» les hacen mucho daño y pueden afectar de modo negativo a la valoración que tienen de ellos mismos.
  • Debemos ser generosos con todo aquello que les hace sentirse valiosos y queridos. Si le premiamos con caricias, abrazos o palabras como «guapo» o «listo», estamos construyendo una buena autoestima.
  • Tan importante como rectificar sus malas conductas es reconocer y reforzar las buenas.

9. No hay que pretender ser sus amigos
  • Aunque siempre conviene fomentar un clima de cercanía y confianza, eso no significa que debamos ser sus mejores amigos.
  • Mientras que entre los niños el trato es de igual a igual, nosotros, como padres y educadores, estamos situados en un escalón superior. Desde allí les ofrecemos nuestros cuidados, experiencia, protección… pero también nuestras normas.
  • Buscar su aprobación continua para todo puede ser un arma de doble filo, ya que la amistad también es admiración y confianza y le resultará muy difícil confiar en nosotros si no sabemos imponernos.
  • Un buen padre no es aquel que cede de modo continuo y no enseña.

10. Ellos también tienen emociones
  • A veces pensamos que solo nosotros nos sentimos contrariados y que los niños tienen que estar todo el día felices. Pero también tienen preocupaciones.
  • Su mundo emocional es igual o más complejo que el nuestro, por eso conviene dar importancia a sus emociones y ser conscientes de ellas. Debemos ayudar a nuestro hijo a poner nombre y apellido a lo que experimenta y siente.



Autora: Nuria Corredor.
Asesor: Raúl Gómez, psicólogo.

jueves, 24 de octubre de 2019

Los 7 problemas que más nos preocupan de la educación actual




Se dice que los malos resultados de la educación en España son debidos a que los alumnos no estudian, que se pasan todo el tiempo en las redes sociales, no atienden, que los profesores no enseñan bien, que la política está mirando hacia otro lado o que los colegios privados solo intentan sacar dinero. Pero quizás es porque no existe una educación diaria en las escuelas basada en la felicidad, la creatividad, la iniciativa, la autonomía, los valores… Pero veamos realmente cuales son los 7 problemas que más nos preocupan de la educación actual.
Es evidente que a muchos centros educativos les preocupa el ranking tanto nacional como internacional en la que se encuentran sus escuelas, pero justamente, estas son las personas que no ayudan a esta situación educativa en la que estamos, ¿no crees?
Las instituciones, los ministros, la dirección de las escuelas, los profesores, qué más da, como bien decía Alfredo Vela, si hay un problema y te dedicas a buscar culpables, no encontrarás la solución. Hay que preocuparse menos por los resultados y más por el proceso de aprendizaje.

Los 7 problemas que más nos preocupan de la educación actual: derribar muros.

Para solucionar los verdaderos problemas de la educación, hay que derribar muchos muros, ¿nos ayudas? Para iniciar este largo proceso de cambio educativo, expongamos cuáles son los problemas existentes:
1.     Elevado índice de fracaso y abandono escolar, pero ¿por qué? Siento contaros que las respuestas que se saben son un tanto inciertas, se acusa a un rendimiento académico bajo, falta de motivación, estilos de aprendizaje poco estimulantes, además se puede mirar desde un punto económico, donde muchas familias no pueden permitirse ciertos estudios o necesitas que sus hijos se pongan a trabajar a un edad muy temprana, también es importante destacar aspectos sociales como el consumo de drogas, la delincuencia y por último la situación del mercado laboral, donde muchos alumnos abandonan viendo que por mucho que estudien no les espera un futuro mejor.
2.     Nuestro sistema condena el error, en el sistema educativo actual, un fallo te condena a que te expulsen de clase, a suspender un examen, una asignatura, que te echen del trabajo, un pequeño detalle te puede llevar a ser el mejor o no ser nadie.
3.     Educar basándose en la concepción memorística, nuestra forma de enseñar, aprender y evaluar tiene que ver con la retención y recitación de datos y conceptos. Por ello las destrezas y habilidades cognitivas se ven en un segundo plano.
4.     La educación actual no fomenta la creatividad y la curiosidad, si no que más bien la reprimen y anulan. Es necesario más autonomía, que los niños experimenten y desarrollen valores y habilidades que serán realmente útiles para un futuro.
5.     No se personaliza la enseñanza y el aprendizaje de los alumnos. No hay dos individuos iguales, todos somos diferentes y diversos. Pero no confundamos personalizada con individualizada.
6.     Los resultados de nuestro país en las pruebas internacionales (PISA) demuestran que hace falta un cambio, una modificación de nuestro sistema educativo, nos dejan al límite del promedio OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico) lo que viene siendo un 5 raspado.
7.     Las administraciones desconfían del buen hacer del profesorado. Pero la educación se imparte en las clases no en los despachos y por ello hay que dar máximo apoyo a los docentes para que puedan llevar a cabo sus metodologías y no cortar las alas a la hora de enseñar.


viernes, 18 de octubre de 2019

Los docentes también lloran. De Luis Aretio.


Todos hemos tenido una maestra o un maestro que recordamos de manera entrañable por su ternura o su paciencia; los hubo y los habrá que no, que los recordemos por su firmeza o exigencia, pero todos tienen un denominador común, todos han sido habitantes del planeta escuela.

Son personas como tú y como yo, salvo que a ellos les exigimos un extra de autocontrol, de sobre atención con cada uno de nuestros hijos y un extra de tiempo y calma ante las exigencias del sistema. Y no, no creo que sean súper héroes ni súper villanos, son seres normales y corrientes; son madres, son padres y algunos hasta abuela o abuelo. Son de carne y hueso; sienten, sufren y padecen como cualquiera.

Los docentes también lloran de pena al decir adiós a sus alumnos: te conozco, te acompaño, te guió, te cuido, te respeto y te educo, para luego decirte adiós una y otra vez. Cambian las caras, los nombres, las historias, pero todo se repite con una cadencia de ciclos entrañables, una y otra vez.

Los docentes también lloran de dolor al saberse menospreciados o agredidos tan sólo por ejercer su trabajo, de convivir con el insulto o la falta de respeto, y a pesar de ser inmerecido, soportan la carga como si fuera parte de su mochila. Os aseguro que un docente no recibe formación específica para soportar reproches. Eso no se estudia en ninguna asignatura, eso se aprende a base de experiencias a veces muy ingratas.

Los docentes también lloran de impotencia cuando ven que no consiguen sacar de sus alumnos todo lo que saben que pueden llegar a dar; y se revuelven entre técnicas de motivación, de refuerzos imaginarios, de paciencia infinita, de inventos caseros pensados para esos alumnos que no olvidan incluso estando fuera de la escuela. Eso sí que es llevarse el trabajo a casa, pero en el alma.

Los docentes también lloran de frustración; esos noveles que llegan a las aulas queriendo comerse el mundo con tal intensidad que terminan muchas veces sin  saber por qué ni cómo, pero al final es el mundo quien les ha comido a ellos. Sus expectativas más idealizadas chocan contra el muro de la rutina y del sistema, dando al traste con muchas de sus ilusiones.

Los docentes también lloran de desesperación hasta obtener una plaza definitiva, llevando siempre en la maleta el estigma de los inicios de la profesión. Aquí te toca aquí te aguantas; da igual que te venga bien o mal, que tengas hijos, proyectos o familiares que te necesiten. No importa, hay que estar disponibles, siempre disponibles.

Los docentes también lloran de amor, de alegría y satisfacción cuando cada curso sienten que su empeño ha servido para ir más allá de la didáctica académica. Cuando ven su esfuerzo en el proceso y en los resultados. Cuando en muchos casos han surgido lazos con sus alumnos o familias que traspasan de lo profesional a lo personal. Siempre hay un recuerdo especial que conecta con cada una de las personas que pasan por sus aulas. Es increíble. ¿Cómo se puede guardar tanto cariño en un sólo corazón?

Detrás de cada docente hay una historia de vida, de obstinación incluso hasta llegar a ejercer su carrera, su profesión, su decisión de vida; porque ser y dedicarse a la docencia no es una causalidad, es más bien una actitud muy premeditada.

Después de la familia directa, las educadoras y las maestras son las primeras figuras de apego de nuestros hijos fuera de casa. Con ellas se adaptan a un mundo nuevo de experiencias, de destrezas y herramientas, de fichas, de bocadillos imposibles de recomponer y de zumos desparramados sin control por el aula. Son quienes como por arte de magia adentran a nuestros hijos en el maravilloso mundo de las letras, los números, los colores y de las primeras palabras raras. Se crea entre ellos un lazo invisible trenzado a base de normas, sonrisas y mucha complicidad.

Los días viajan en el tiempo llevando la práctica docente como referente una mañana tras otra, tragando saliva, dolor de garganta, tirando del «buenos días con alegría» como si nunca les pasara nada, como si algo sobre humano les hubiera inmunizado de las penas propias y ajenas… y nada más lejos de la realidad. Soportan lo insoportable incluso a veces más allá de lo razonable, pero sólo son personas, sólo eso.

Nunca olvidemos de dónde venimos ni a quiénes debemos lo mucho que hoy somos y sabemos; porque todo lo que se enseña con cariño se conserva en la retina de los buenos recuerdos.

jueves, 10 de octubre de 2019

CUALIDADES DEL BUEN MAESTRO

”. Mi madre me da la vida,
mi padre me da el sustento,
y el maestro de la escuela,
cultiva mi entendimiento
Publio A. Cordero



Según Irina Bokova, ex Directora General de la UNESCO:
 “Los educadores… determinan, en última instancia, nuestra capacidad colectiva de innovar, inventar y encontrar soluciones para el futuro. Nada reemplazará a un buen maestro. No hay nada más importante que darles nuestro apoyo.” 
Todos coincidimos en que los buenos maestros merecen y deben ser festejados. Todos tenemos en nuestra memoria el recuerdo de algún buen maestro y estoy segura que si alguien preguntara por sus cualidades tal vez no podríamos enunciarlas, pero sabemos con certeza que fue bueno, porque aprendimos, porque lo respetábamos y admirábamos y porque de mayores queríamos ser como él. 
El maestro no sólo forma académica, física y emocionalmente a sus alumnos, sino que finalmente acabará siendo un buen ejemplo a seguir.
La figura del buen maestro siempre ha inspirado palabras sublimes e idealistas, pero en esas apologías se le atribuyen dotes casi divinas. Al mismo tiempo, se le exigen cualidades de súper hombre para poder ejercer su magisterio, cosa que no ocurre con otras profesiones Por si fuera poco, existen multitud de decálogos que enuncian las virtudes, muchas de ellas inalcanzables, que todo buen maestro debe poseer. 
Si creen que exagero, sólo hay que leer el listado de dichas cualidades que se enumeran en los perfiles de maestros de la mayoría de las instituciones educativas, que nunca van aparejadas a un reconocimiento social y económico, acorde a todas esas cualidades, aptitudes y obligaciones que se le exigen.
Pero el maestro, siendo el elemento más importante de la educación, no es perfecto ni posee todas las cualidades que se enuncian en poemascanciones o perfiles profesionales. Tiene, eso sí, algunos aspectos que son el denominador común de los que eligen esta profesión:
·         La vocación
·         El espíritu de servicio y
·         El amor a los niños. 
Reconozco también que algunos inician en estas andaduras, careciendo de los mismos, pero si son buenos maestros, no tardarán en descubrirlos y en enamorarse de la docencia.
Un maestro no es un trabajador de la educación, un técnico pedagógico o un simple funcionario, es mucho más que eso, es la persona en la cual depositamos la enorme responsabilidad del desarrollo académico, social y emocional de nuestros hijos.  Es finalmente, el que se encarga de darle seguimiento y reforzar la educación que les damos en casa y en algunos casos, suplirá la que no se da en casa.
Aquí es oportuno recordar que la primera educación, la que proporciona seguridad y autoestima y la que desarrolla el gusto por aprender se da en la familia y el maestro se convierte en un aliado invaluable de los padres.  Decía Bárbara Colorose:
Si los niños vienen a nosotros de familias fuertes, saludables y funcionales, hacen nuestro trabajo más fácil. Si ellos no vienen a nosotros de familias fuertes, saludables y funcionales, hacen nuestro trabajo más importante”.
En la actualidad, el trabajo del maestro debe adaptarse a los cambios en las familias, asumiendo, en muchos casos, la función de los padres; además de esto, deben adecuar su trabajo a un nuevo léxico pedagógico, nuevos programas y metodologías que cambian constantemente. 
Todo lo anterior, mientras es evaluado y supervisado minuciosamente por alumnos, padres y directivos, con el consiguiente reporte de evaluación en el que siempre hay cosas que mejorar. Una especie de “Cómo ser un profesor perfecto y no morir en el intento”. Es la única profesión en la que se le exige cada vez más al profesional, sin que su salario esté a la altura de esa exigencia.
Los maestros no son perfectos, es verdad, pero son conscientes de que su importante actividad los obliga a tener una sólida formación, a estudiar constantemente, leer mucho, tener una amplia cultura y sobre todo fortalecer una serie de actitudes y valores que le den la autoridad moral para ejercer, siendo no sólo el mejor profesor, sino un ejemplo a seguir.
Los buenos maestros son joyas invaluables para un centro educativo, hay que comprenderlos y apoyarlos, porque es muy fácil que caigan en el desánimo y la desesperanza. Su trabajo está en permanente contacto con las emociones y es muy estresante. Necesitan menos apologías y celebraciones y más justicia, gratitud y respeto por su labor.

"Los maestros escriben, en sus alumnos, cosas que el mundo nunca borrará" Petra Llamas García

miércoles, 2 de octubre de 2019

"Nuestros chicos no acaban de creerse que estudiar les vaya a hacer felices"

Creo que hay un problema cuyo origen se encuentra en la evolución de la propia sociedad y los modelos considerados de éxito. Si hay tantos periodistas interesados en preguntar a un futbolista por su lesión o por su valoración del partido y tan pocos que se agolpan a las puertas de otros centros de trabajo para preguntar por la jornada laboral, es que el que triunfa es el futbolista que dejó sus estudios a los 16 años y tiene un deportivo de fábula. Si la televisión consagra en el prime time a grotescos personajes descarados y mal hablados, haciendo gala del cuanto peor, mejor, es imposible que el sistema educativo apueste por el conocimiento como ascensor social o como vía de éxito personal. De José Antonio Marina me gusta mucho la frase que dice que la educación es cosa de la tribu. Nuestros chicos y chicas no acaban de creerse que estudiar les vaya a hacer felices. Tienen ejemplos que demuestran lo contrario. Sin conexión entre la acción política y los valores sociales no veo posible solucionar el problema. Mi pesimismo, no obstante, no me impide emocionarme con historias de superación personal, de alumnos y alumnas que una vez fueron fracasados escolares.

MARÍA JESÚS ROMERO | Profesora de Geografía e Historia en Secundaria, Miguelturra (Ciudad Real).