lunes, 26 de junio de 2017

RECOMENDACIONES DE LECTURA

Seguimos empeñados en que los niños se aficionen a la lectura, no sólo por la cantidad de aventuras que pueden vivir tirados en el sofá con un libro, sino también porque lo necesitan y lo necesitamos.
Los especialistas en lectura están de acuerdo en que leer es un hábito, un placer, que difícilmente se adquiere en la edad adulta. Y que la afición a la lectura tiene muchas posibilidades de consolidarse cuando se ha despertado en la niñez. A veces escuchamos a los padres lamentarse: “a mi hijo no le gusta leer”. Y lo dicen con cierta inquietud. En realidad, hay muchas personas a las que no les gusta leer. Es una cuestión de temperamento, de intereses, de medio… Leer es una actividad contemplativa que necesita concentración, silencio, aislamiento, inmovilidad, exclusividad. Pero, a pesar de las excepciones, la afición a la lectura depende también de cómo se haya abordado la cuestión cuando los niños ya leen.
Muchas veces se ha considerado que un niño sabe leer porque pronuncia una frase escrita. A los seis o siete años aproximadamente, comienza a utilizar un código, pero le hará falta tiempo para saber utilizarlo realmente. Porque saber leer es apropiarse del texto: elegir la lectura, leer rápidamente, ser capaz de servirse del texto para algo, hablar del mensaje, completarlo y ampliarlo con otras lecturas.


Estas son algunas de sus propuestas y a ver si nos “enganchamos”:
De 0 a 5 años
  • Calma. Charol Thomson. Dora está enfadada y Juan muy triste, ¿qué habrá que hacer para reconciliarse? Mantener la calma.
  • Pluma.  Isabelle Simler. ¿Cuál es la pluma más bonita? Un gato tendrá que decidirlo.
  • El álbum de Adela. Claude Ponti. La imaginación de los niños es infinita y los peques lo descubrirán página a página.
De 4 a 6 años
Cómo encender un ladrón apagado. Pues sí, los ladrones tienen también días malos, pero nada como tener un amigo que se empeñe en encontrar tus chispa de nuevo.
Wonder, todos somos únicos. «Sé que no puedo cambiar mi aspecto. Pero quizá, solo quizá, la gente puede cambiar su manera de mirar…» creo que no hay más que añadir.
Quién busca encuentra.– tenemos en casa posters de Ingela, ilustradora sueca, así que cuando vi el libro me quedé prendada, es precioso y ya lo hemos regalado.

De 6 a 8 años
  • Feliz feroz El autor-ilustrador Alberto Vázquez. La hermana del lobo feroz está preocupada porque su hijo no es feroz, así que el Lobo feroz lo invita a su casa unos días…. un básico en nuestra casa.
  • El gato y el pájaro. Géraldine Elschner y Peggy Nille. Una historia de libertad basada en el cuadro Gato y Pájaro, del pintor Paul Klee. 
  • El árbol generoso Shel Silverstein, en el año 1964. Narra la historia de un amor profundo e incondicional, estamos deseando leerlo.
·         Perrock Holmes.– La edad recomendada es a partir de 9 años y en casa gustó mucho, ya vamos por el tercero y descontando. Detectives, niños… la historia les engancha.
·         ¡Súper Jaime!.- Ante los problemas ponte el disfraz de Súper Héroe y todo saldrá genial.
·         Este libro cree que eres científico.– Para los que le entre el gusanillo de la ciencia.
·         La historia interminable.- Recuerdo que cuando lo leí me encantó. Un clásico perfecto perfecto para los peques a los que le gusten las aventuras.

De 9 a 14 años
  • El club de los raros.  Jordi Sierra i Fabra (Autor), Tomás Hijo (Ilustrador). Hugo es tartamudo y Bernardo disléxico. El matón de la clase les hace la vida imposible porque piensa que son raros, deciden formar un club y resulta que se quieren apuntar unos cuantos chicos porque lo normal es ser raro.
  • El Tesoro de barracuda Llanos Campos Martínez. Un grumete de once años, cuenta en esta novela las aventuras que vive a bordo del Cruz del Sur, el navío del capitán Barracuda, en busca del tesoro del legendario Phineas Johnson Krane.
·         Memorias de Idhum.- Me encanta la ficción, si a tus peques les ha gustado Harry Potter puede que esta lectura fantástica también le guste. Es una trilogía y cada libro es un buen tocho, pero a mi me gustó muchísimo, yo soy una buena lectora de 12 años 
·         El Jinete del Dragón .-Esperando está en la estantería a que proceda a atacar, en Moito Conto una súper librería coruñesa, me han dicho que es un lujo como escribe Cornelia Funke. Fantástico también.

Para los más mayorcitos
  • Fun girl. Rainbow Rowell. La historia de dos gemelas que se van a la universidad…
  • La Cata. Rolad Dahl. Seis personas se sientan a la mesa en la casa de Mike Schofield, un corredor de bolsa londinense: Mike, su esposa e hija, un narrador sin nombre y su esposa, y un famoso gastrónomo, Richard Pratt.
  • Mentira. Care Santos Torres

 

Otras diez recomendaciones de libros para niños para acertar seguro

Estos son los libros infantiles avalados por libreros para fomentar la lectura entre los más pequeños.


Pocos conocen mejor los gustos de los niños en esta materia que quienes tratan con ellos a diario y observan sus reacciones: los libreros. A modo de pequeña ayuda, hemos preguntado a una decena —la mayoría especializados en literatura infantil y juvenil— de distintas ciudades de España qué libro recomendarían para acertar seguro y conseguir así contagiar a los más pequeños el gusanillo por las letras.

'La niña de los libros', de Oliver Jeffers (Andana Editorial)

Quién lo recomienda: Zaida Pérez, de la librería infantil Liberespacio (Joaquín María López  25, Madrid).
Por qué: "Es un álbum ilustrado para niños y mayores perfecto para invitarnos a leer, porque la imaginación es libre y nos lo recuerda con una combinación de tipografía e ilustraciones que abre un abanico de lecturas clásicas, esas que deseamos volver a tener tiempo para releer.
Nos parece un libro estupendo para compartir niños y grandes, a ser posible en voz alta a varias voces. El texto principal, sencillo y claro para los más pequeños, se combina con fragmentos de grandes clásicos de la literatura infantil y juvenil, libros de aventura y fantasía".
Edad recomendada: A partir de 5 años.

'Un libro', de Hervé Tullet (Kókinos)
Quién lo recomienda: Ester Madroñero, de la librería infantil Kirikú y la bruja (Rafael Salazar Alonso 17, Madrid), y Miguel Ángel Rincón y Júlia Blázquez ,de La Petita (Marià Aguiló 115, Barcelona).
Por qué: "Es un libro interactivo que sorprende e ilusiona. Página tras página, unas breves líneas a modo de sencillas instrucciones nos acompañan, nos animan, nos hacen reír… y cuando creemos llegar al final, nos propone desandar de nuevo el camino", señala Madroñero.
"Se trata de un libro interactivo, divertido, sencillo, que invita al niño a participar en el juego mágico que propone el autor en cada página. Si tocamos un punto, aparecen dos; si restregamos otro, al pasar la página ha cambiado de color; y a veces los dibujos se van de un lado para otro, según inclinemos el libro; o crecen, dependiendo de la fuerza con que aplaudamos... Una obra maravillosa, recomendada entre los dos y los cinco años", apuntan Rincón y Blázquez.
Edad recomendada: A partir de 3 años


‘Libro de los defectos de los demás', de Chu-li Chen (Media Vaca)
Quién lo recomienda: Enrique García, de la librería infantil Venir a cuento (Embajadores 29, Madrid).
Por qué: "Hay libros absolutamente diferentes a cualquier otro, que son tan distintos que no hay un compartimento en el que clasificarlos. Éste es un libro infantil, pero no, y es una broma y es un derroche de arte y es un flipbook. Las series que componen el libro buscan el efecto del movimiento al pasar las páginas tratando el tema de algunos defectos de los demás (de los que disfrutamos gracias a nuestros propios defectos) a partir de cinco divertidos personajes: la Señora Chismosa, el Señor Pusilánime, el Señor Caviloso, la Señora Errátil y el Señor Ebrio. Un libro de humor, transformaciones y arte que desarrollará la imaginación a casi todas las edades".
Edad recomendada: Para todas las edades.

'Yuju! Príncipe Azul, ¿dónde estás?', de Sylvie Misslin (Koala Ediciones)
Quién lo recomienda: Karol Conti y Bea Lezcano, de la Libroteca El gato de Cheshire (Juslibol 46, Zaragoza).
Por qué: "Se trata de un libro infantil ilustrado al uso, pero con la particularidad de poder elegir cómo sigue la aventura, algo que nos recuerda a nuestros tiempos de peques y esos Elige tu propia aventura. Las princesitas de este cuento se han cansado de esperar al Príncipe Azul y deciden ir a buscarlo. Para ello recorren el bosque largo y peligroso.
El lector tendrá que ir eligiendo qué decisión toma. Estas decisiones están destacadas al final del texto de cada página y llevan un icono que ayuda al lector a buscar en el lateral la página a la que debe ir.
Las ilustraciones de Amandine Piu son muy divertidas están llenas de detalles, nos han gustado casi tanto como que las princesas sean las aventureras que salen a recorrer el bosque sin esperar al príncipe y tomando unas decisiones de lo más graciosas".
Edad recomendada: De 4 a 7 años.

'Ya vooooy', de Susana Peix y Romina Marí (Bululú)
Quién lo recomienda: Pablo Zaera, de la librería infantil Cascanueces(Cordonería 10, A Coruña).
Por qué: "Porque visualmente es muy llamativo, lleno de habitantes del fondo marino. Y también porque de una manera muy amena se trabaja la secuencia semanal, la rutina diaria y también porque nos refleja a los millones de despistados que andamos por el mundo".
Edad recomendada: Entre 3 y 6 años.

'¡De aquí no pasa nadie!', de Isabel Minhós Martins (Takatua)
Quién lo recomienda: Lola Tejada, de la librería infantil El lobo feroz (Paulina Harriet 29, Valladolid).
Por qué: "Este libro de reciente aparición es un cántico a romper las normas establecidas. Desde los trazos enloquecidos del rotulador con que Bernardo P. Carvalho crea el universo en el que vamos a introducirnos hasta el comportamiento de los personajes que hablan con las palabras de Isabel Minhós Martins. La historia es bien simple: un general quiere mantener limpia para sí la hoja derecha, impidiendo al resto seguir su historia. La tensión se acumula tanto en el texto como en la imagen, hasta que algo —muy inocente y muy redondo— hace que todo explote.
Lo recomiendo porque es un álbum delicioso para contemplar, con miles de detalles que seguir; porque está lleno de humor y enseña el deleite de mirar con atención y, sobre todo, porque la pequeña revolución con que termina es todo un ejemplo a seguir. Y, por supuesto y por encima de todo, porque su lectura es todo un placer".
Edad recomendada: De 5 a 8 años.

'Cuentos en verso para niños perversos', de Roald Dahl (Loqueleo)
Quién lo recomienda: Naia Hernández, de la librería infantil Sopa de Sapo(Calle Aretxabaleta 6, Bilbao).
Por qué: "Me decanto por recomendar los de Roald Dahl, un autor que ha creado grandes lectores en todo el mundo y a través de varias generaciones. De entre ellos recomiendo Cuentos en verso para niños perversos porque es gamberro, desternillante y un poco salvaje. Una revisión de seis cuentos clásicos, versados y versionados para convertirlos en relatos perversos, con cambios de roles y un poquito de sangre".
Edad recomendada: A partir de 9 años.

La serie 'Pequeños grandes gestos', de Francisco Llorca (Alba)
Quién lo recomienda: Gonzalo Queipo, de la librería Tipos Infames (San Joaquín 3, Madrid).
Por qué: "Cada libro está dedicado a un tema y tiene personajes reales. Hay uno del deporte, otro contra la discriminación, por el planeta. Cada volumen cuenta con un ilustrador distinto". 
Edad recomendada: De 8 a 12 años.

La serie 'Sapo y Sepo', de Arnold Lobel (Loqueleo)
Quién lo recomienda: Alejandra Camacho y Clara Echeverría, de la librería infantil El dragón lector (Fernández de la Hoz 72 y Sagunto 20, Madrid).
Por qué: "Leer la serie Sapo y Sepo de Arnold Lobel debería ser un derecho y una obligación fundamental de todos los niños. Las aventuras de Sapo y Sepo, tan tiernos e incondicionales amigos nos hacen sonreír. ¿Su valor? Sencillamente el de la excelencia literaria, que no es moco de pavo. Cuatro libros para leer en voz alta o fantásticas primeras lecturas, cuatro libros que perduran en la memoria: Sapo y Sepo, inseparables, Días con Sapo y Sepo,Sapo y Sepo un año entero y Sapo y Sepo son amigos".
Edad recomendada: A partir de 6 años.

'Garra de la guerra', de Gloria Fuertes e ilustrado por Sean Mackaoui (Media Vaca)
Quién lo recomienda: La editorial valenciana Media Vaca, especializada en libros ilustrados para niños y ganadora de cuatro premios en los Bologna Ragazzi Award, la feria más importante del sector.
Por qué: "Las guerras y sus consecuencias están en una permanente actualidad y no hace falta decir que los niños son los que sufren sus consecuencias de una forma más terrible. En Garra de la guerra se habla de la Guerra Civil —la más incivil—, de la bomba atómica (que aún colea), del horror, del hambre, de los hombres que pasan hambre y, por supuesto, de los niños, que son siempre las víctimas favoritas de todas las guerras.

Además, la poeta Gloria Fuertes siempre quiso reunir en un volumen sus poemas contra la guerra; el título Garra de la guerra lo inventó ella y existe desde hace mucho tiempo. Los niños de hace cuarenta años la conocemos muy bien".
Edad recomendada: A partir de 12 años.

Espero que estas ideas de lectura os sirvan para aficionar a los más pequeños a la lectura.


martes, 20 de junio de 2017

10 consejos para las vacaciones

Aquí una serie de recomendaciones para padres interesados en conocer qué tipo de actividades proponer a los hijos para que aprovechen y disfruten de su tiempo libre.
1. Las vacaciones son para disfrutar y descansar
Del mismo modo que los adultos no emplean -o no deberían emplear- el tiempo de vacaciones para repasar o adelantar el trabajo de la oficina, no tiene sentido que los niños se pasen las vacaciones realizando las mismas tareas que realizan a lo largo del curso. El verano es el tiempo para que duerman más, tengan horarios menos rígidos y menos obligaciones que durante el curso académico. Y hay que pensar que jugar nunca es perder el tiempo, y menos en vacaciones.
2. Ayudar en casa
Las vacaciones son para descansar, pero no para no hacer nada. Y lo primero que hay que enseñar a los niños es que deben contribuir a las tareas domésticas, ayudando a que el tiempo de descanso lo sea para todos, también para los padres. El hecho de que tengan horarios menos rígidos y más tiempo para el ocio y descanso debe ser aprovechado para fomentarles su autonomía e incrementar su habitual aportación a la buena marcha de la casa, Que se vistan solos y aprendan a recoger la ropa cuando son pequeños, que hagan la cama y mantengan ordenada su habitación, que ayuden a poner y quitar la mesa o a poner los platos en el lavavajilla o incluso a preparar la comida o la cena, que colaboren haciendo la compra o yendo por algunos recados, son tareas muy recomendables que contribuyen más de lo que se piensa a su desarrollo personal y también a su felicidad presente y futura.
3. Conversar con ellos (y escucharlos)
Las vacaciones son un buen momento para pedir a los hijos que aumenten su contribución en casa. Recíprocamente, son también la mejor época para dedicar tiempo a nuestros hijos y estar con ellos y sobre todo conversar con ellos. "Habla para que yo te conozca", decía Sócrates. Hacer hablar a los niños, incluso de forma pública, entre nuestros familiares y amigos, es una manera extraordinaria de desarrollar sus capacidades intelectuales y de entrenarlos en una de las habilidades y competencias tradicionalmente más deficitarias en nuestro sistema educativo, que es la de hablar en público. A los niños les encanta hablar en público y sentirse protagonistas. Aprovechar este tiempo para escucharlos y también para que nos escuchen a nosotros es otra excelente forma de contribuir a su desarrollo personal e intelectual.
4. Entrenar los conocimientos de forma lúdica
Hay muchas formas, y sólo hay que aprovechar el contexto y las oportunidades de cada día, y también tener en cuenta las habilidades y gustos de cada niño. Por ejemplo, una forma de que un niño de siete años haga matemáticas, sin tener la sensación de estar haciéndolo, es dejándolo que se encargue de pagar y de que esté pendiente de que le den la vuelta correcta. ¡Les encantará! A un niño que le gusta dibujar puede resultarle mucho más motivador hacer un dibujo en la arena de la playa que ponerlo delante de un cuaderno. Y desde luego a todos les podrá parecer mucho más divertido tener en casa "la hora del inglés" antes que repasar vocabulario. Y el resultado puede ser casi el mismo (o mejor).
5. Leer, leer y leer
Y si es posible, organizar un momento de lectura en voz alta. La lectura en voz alta es magnífica para el cerebro y, si al niño no le gusta especialmente, se le hará mucho más llevadera al poder contar con la atención de la familia. En cualquier caso, tenga en cuenta que los niños imitan lo que ven, y si ven a los padres leer, lo normal es que ellos lean. Si ven a sus padres con la tableta o el móvil, ellos pensarán que esa es también la mejor forma de ocio.
6. Una actividad para demostrar lo aprendido
Hay que enseñar a los niños que los conocimientos son algo útil y eficaz, algo que les ayuda para la vida. El verano es un momento magnífico para que los niños se den cuenta de lo que han aprendido y de lo bueno que es saber más para la vida diaria. Una buena forma de lograrlo es plantearles, en forma de reto, que desarrollen una actividad para demostrarnos y demostrarse a sí mismo algo de lo mucho que han aprendido. En un niño pequeño, puede ser comprar una postal para el abuelo, redactarla y enviársela. O escribir una carta a un amigo del cole y enviársela contando cómo se lo está pasando en las vacaciones. En un chaval que entra en la ESO puede ser un resumen creativo del verano o de un viaje del verano, en dibujos, diapositivas, vídeo, o como quiera. Una actividad de este tipo no sólo será un buen entrenamiento intelectual para no perder la forma sino que además fomentará la autoestima de los niños.
7. El día en el que "mandan" ellos
Otra idea en esta misma dirección es reservar un día en el que todas las actividades son decididas por ellos, pero también desarrolladas por ellos (aunque sea con nuestra ayuda). Ellos son los jefes, los "padres" y deciden el calendario de la jornada. Que todo salga bien, depende de ellos.
8. Viajar
Siempre que se pueda, viajar es ya en sí mismo una forma de aprender y madurar y desarrollarse intelectual y personalmente. Si tenemos esa suerte de poder viajar, lo que hay que evitar a toda costa es que los niños formen parte simplemente del equipaje. Darles responsabilidad en la planificación y desarrollo del viaje, dejarles que ellos se informen y sean los que elijan algunas actividades en concreto y que tengan que ponernos al día a nosotros de lo que estamos viendo o vamos a hacer, permitirles que ellos sean los que pidan en el restaurante o se hagan responsables de su documentación en el hotel o en el aeropuerto, dejar que nos saquen los billetes de los museos o de los espectáculos a los que vamos a ir..., todo eso es potenciarles su autonomía y su capacidad intelectual.
9. Museos, conciertos... Cultura
Aprovechar el verano para interesarlos por las artes y la cultura, visitando museos o pueblos monumentales, o yendo a conciertos juntos, o simplemente al cine de verano, son otras actividades más que recomendables para el verano.
10. La televisión y el móvil: ni premio ni castigo
Con la televisión y los dispositivos electrónicos, lo mejor que se puede hacer es establecer unas normas a principio del verano sobre los horarios y condiciones de uso. Y en la medida de lo posible, que sean similares para toda la familia, niños y adultos. También resulta recomendable no usar el tiempo de exposición a estos dispositivos como mecanismo de premio o castigo, pues, si se hace así, los niños aprenderán inconscientemente que no hay ninguna forma de ocio mejor que esa. Nuevamente aquí es preciso insistir que la mejor forma de predicar es con el ejemplo.


miércoles, 14 de junio de 2017

Hay que acostar a los niños leyendo un libro. Tonucci.

«Es jugando como el niño se desarrolla, y por eso le es reconocido como un derecho», defiende pedagogo italiano Francesco Tonucci

El derecho a jugar es vital y siempre deben buscarse las genuinas oportunidades que tienen los niños y las niñas en relación al juego y al movimiento.
Y para jugar, no es necesario gastar un dineral en los juguetes más avanzados a nivel tecnológico.
«Los buenos juguetes cuestan muy poco. El barro es el príncipe de los juguetes. El barro no es nada y puede ser todo. Y a lo largo de la historia de la humanidad, ha sido un material que ha servido para hacer infinidades de cosas. Es un material riquísimo. Un buen juguete es lo que se presta a muchos usos, con distintas condiciones sociales», agregó el pedagogo, que luego enumeró y clasificó como buenos juguetes a la pelota y a la muñeca, chiches que todo niño y toda niña han tenido alguna vez y que sirven para muchas cosas.

Pero Tonucci siempre deja para el final la referencia a otro «buen juguete»: el libro. «A mí me gusta mucho pensar que algún día un padre le dará dinero a su hijo, lo llevará a una librería y le dirá: «Elige un libro». Ese libro, seguramente, se irá a una casa, de la mano de ese niño, esperando ser leído. Y para Tonucci ahí nace la relación que generará un nuevo lector:
«Creo que lo más importante es ofrecer a los niños la experiencia de la escucha. No se puede aprender a leer bien y con gusto sin haber vivido, sin haber tenido una experiencia de gozar con la escucha de un adulto que lea al niño. Pero como no todas las familias pueden acceder a ese derecho, es obligación de la escuela hacerlo para todos los niños, de manera que todos tengan una experiencia básica fundamental para pasar a la parte técnica delaprendizaje de la lectura».
«Un niño debería empezar a leer porque desea leer; porque vivió la experiencia fascinante de la escucha de la lectura de libros que un adulto le regaló», aclara Tonucci quien considera que esto debería ser costumbre en las escuelas, con una franja horaria establecida para tal fin. «Esta es la única garantía de que en esos niños pueda surgir el deseo de aprender a leer. Una vez hecho esto, lo más importante ya estará conseguido, y después el aprendizaje instrumental de la lectura es una cosa que los niños hoy en día aprenden solos», agregó.

Finalmente, Tonucci recomienda «leer sin temor, sin pensar que se está perdiendo el tiempo o que se podría hacer algo de mayor importancia». Y antes de ir a la cama «acompañar a los niños a dormir leyendo un libro y no mirando la televisión, lo que constituye las bases de la lectura».
Tonucci, también conocido por el seudónimo «Frato», —pedagogo y dibujante italiano— es un activo propulsor del Proyecto internacional "Ciudad de los niños". Es autor de numerosos libros, artículos en revistas nacionales y extranjeras y ha sido distinguido con múltiples títulos honoríficos por diversas unidades académicas.

jueves, 8 de junio de 2017

“Sólo aprendemos de un maestro al que queremos”

La manera que tenemos los docentes de relacionarnos con nuestros alumnos es un pilar fundamental para su aprendizaje, no sólo académico sino personal también. Francisco Mora, gran conocedor del cerebro y experto en Neuroeducación, popularizó la frase que daba nombre a uno de sus libros Sólo se aprende aquello que se ama.
Estoy totalmente de acuerdo con la frase de Mora, pero añadiría que sólo aprendemos de un maestro al que queremos. De ahí que sea fundamental que los maestros tengamos unas nociones básicas sobre cómo relacionarnos emocionalmente con nuestros alumnos y qué características del maestro hacen que el aprendizaje sea óptimo.
La manera en que nuestros padres nos han enseñado a relacionarnos con los demás, social y emocionalmente, tiene una serie de consecuencias, positivas o negativas, a lo largo de nuestra vida.

Teoría del apego


Hace más de medio siglo que John Bowlby, médico psicoanalista inglés, desarrolló lateoría de apegoTodos los mamíferos superiores, entre los cuales nos incluimos nosotros, venimos al mundo con la capacidad innata de apegarnos a nuestra/s figura/s de apego para aumentar nuestras probabilidades de supervivencia.
La manera en que nuestros padres nos han enseñado a relacionarnos con los demás, social y emocionalmente, tiene una serie de consecuencias, positivas o negativas, a lo largo de nuestra vida. A través de esta relación de tipo emocional nos dan información sobre nosotros mismos, los demás y el mundo. Muchas de las dificultades, patologías o trastornos que padecemos los adultos en la actualidad, se deben a un mal desarrollo del vínculo infantil. Aun así, afortunadamente, hay un motivo para la esperanza, ya que estos patrones de relación desadaptativos, que en el presente están provocando una manifestación de síntomas, se pueden modificar y reconstruir de una manera más sana, aun siendo adultos.
4 de cada 10 niños tiene un apego inseguro, con todas las consecuencias que tiene esto para el niño
Pero comencemos construyendo la casa desde el principio y no por el tejado. Quizá dos de las figuras de apego más significativas para un niño pequeño son sus padres y su profesor o profesora. Es por ello que se hace necesario conocer cuáles son las características de una figura de apego segura. La gran mayoría de estudios que se han realizado desde Bowlby hasta la actualidad han llegado a la conclusión de que en torno a un 60% de la población tiene apego seguro, lo cual implica que 4 de cada 10 niños tiene un apego inseguro, con todas las consecuencias que tiene esto para el niño.
Dos de las figuras de apego más significativas para un niño pequeño son sus padres y su profesor o profesora

A continuación veremos cuáles son las características del apego seguro para que los docentes puedan establecer una correcta relación emocional con su alumnado:


1. Protección

La función principal de un apego seguro consiste en proteger al menor. Los niños, por definición, son dependientes y necesitan del cuidado de las personas que están al cargo de él (madre, padre, profesores, abuelos, etc). Nuestra obligación es ofrecerles entornos seguros y protegidos. Cuando el niño se siente protegido y en un entorno de seguridad, surgen las ganas de explorar lo que le rodea (curiosidad).
En ese punto es importante que los maestros permitamos a nuestros alumnos que exploren y curioseen el lugar donde se encuentran. Si por algún casual ocurriera algo que causara miedo al niño y le hiciera sentirse desprotegido, con la consiguiente llantina, nuestra función consiste en calmar al niño para que vuelva lo antes posible al equilibrio y a la normalidad (homeostasis emocional). Generalmente los niños que tienen un apego inseguro evitativo no son capaces de ser calmados por sus padres o maestros, ya que éstos no tienen dominadas las funciones de protección.

2. Autonomía

Como característica complementaria de la protección tenemos la autonomía. Tan importante para un niño es que sus padres y maestros le den seguridad, como que les permitan y animen a ser autónomos, es decir, a hacer las cosas por sí mismos.
La autonomía será muy diferente según la edad de la que hablemos. Así, por ejemplo, permitir a un bebé de unos meses que está reptando por el suelo que se mueva por el salón saciando su curiosidad tocando todos los juguetes que ve por el suelo, cumpliría con este requisito. Pero también estaríamos favoreciendo la autonomía de nuestra hija adolescente cuando le permitimos que se vaya a estudiar 3º ESO a Londres porque tiene esa necesidad de conocer un nuevo idioma, nuevas amigas y vivir una cultura diferente. En ambos casos estamos en presencia de figuras de apego que permiten la autonomía de sus hijos o alumnos. Los padres o maestros sobreprotectores tienen muy comprometida la autonomía de sus hijos o alumnos. Por miedo a que sean autónomos o les pase algo, no les dejan “volar”. 

3. Decodificación

El concepto de decodificación lo acuñó Peter Fonagy. ¿Os acodáis del antiguo Canal Plus? Necesitábamos una llave que decodificara  la señal para poder ver el canal. A esto mismo se refiere este concepto. Cuando los niños ven algo en el patio que no entienden, un niño de Bachillerato que les asusta o se pelean con su mejor amigo, necesitan que una autoridad, normalmente una de sus figuras de apego (en el colegio sería generalmente su tutora) le explique qué ha pasado y por qué se sienten de esa manera. Es decir, necesitan que alguien les decodifique lo ocurrido. Alguien se lo tiene que explicar. Tenemos la obligación de darles una explicación o una narrativa a lo sucedido. Cuando los niños nos preguntan algo porque necesitan saciar su curiosidad, tenemos la obligación de darles una respuesta adaptada a su edad (decodificar).

4. Ser visto

El concepto de ser visto incluye varias cosas. Un niño es visto cuando estamos con él al 100%, dejando a un lado lo que estemos haciendo porque lo que en ese momento tiene importancia es el menor. Cuando es el día de Halloween, los niños se disfrazan para ser vistos. Se disfrazan para que les digamos lo terroríficos que van y lo genial que es su disfraz. El ser visto implica tres características:
Atención: prestar atención al niño con todos nuestros sentidos. Sabemos que en ese preciso momento, lo más importante es él/ella.
Afecto: tratar en ese momento con todo el afecto del mundo a nuestros niños. Reforzarles, alabarles, etc.
Normas y límites: el ser visto también implica ponerles normas y límites a nuestros alumnos e hijos. Cada vez que les decimos a nuestros niños NO, les estamos diciendo que les queremos. No te dejo ir al río en este prado porque te quiero.

5. Responsividad

No debemos confundir la responsividad con la responsabilidad. También es importante que las figuras de apego seamos responsables, pero en esta ocasión me refiero a la responsividad. Este concepto se refiere a la idea de que demos respuesta siempre que nuestro hijo o alumno tenga una necesidad de tipo emocional. Consiste en ser contingentes con las necesidades de nuestros hijos. Como figuras de apego debemos responder a todas sus necesidades. Ojo, no confundir necesidades con deseos. Me gustaría (deseo) que me tocara la lotería, pero puedo vivir sin que me toque (no es una necesidad).
Una necesidad para nuestros alumnos es que le atendamos siempre que esté preocupados o temerosos por algo. En cambio, un deseo es querer comerse la tarta entera que ha traído su compañero de clase por ser su cumpleaños. Debemos atender la necesidad emocional de nuestro alumno que está preocupado pero cualquiera de nuestros alumnos pueden vivir perfectamente sin comerse la tarta entera a pesar de que tengan muchas ganas de hacerlo.
Para concluir este artículo, deciros que desarrollar un apego seguro en nuestros niños tiene un efecto de protección futuro muy grande. Aquellos niños que tienen un apego seguro se mostrarán en un futuro con mayor capacidad de tolerar la frustración y el estrés, tomarán mejores decisiones, aprenderán a autorregularse emocionalmente mejor y serán adultos más adaptados en sus entornos. Como os imagináis, en los casos de niños con apegos inseguros (evitativo, ansioso-ambivalente o desorganizado) nos encontraríamos las características contrarias, con las consecuencias tan devastadoras que tendría esto para el niño, el adolescente y el adulto.

martes, 30 de mayo de 2017

¿Y si estamos ahogando la sed de aprender de los niños con un bombardeo de estímulos?

Qué curioso que el niño de 18 meses vaya corriendo hacía el enchufe y tire del mantel sin que tengamos que prometerle recompensas a cambio. Ni los castigos, ni los más severos, pueden contra el poderoso deseo de conocer, ese asombro, esa curiosidad innata que lleva en sí el joven aprendiz. "En cada una de esas deliciosas cabezas se estrena el mundo por primera vez, como en el séptimo día de la creación", decía Chesterton. Cabe preguntarnos lo que ocurre años después y adonde se marchitó el interés para aprender, que hace elucubrar a tantos gurús de la educación sobre los métodos más indicados para paliar su ausencia.
Estamos asistiendo a un desencanto por la educación formal, que desencadena un juicio en el que se la acusa de mecanicismo y de conductismo, por lograr sus objetivos cortoplacistas a través de premios y castigos externos que nunca llegan, como es lógico, a modelar el interior de la persona. Con razón, se salta con entusiasmo al mantra del protagonismo del alumno en el aprendizaje. Pero habrá que ver si todos entendemos lo mismo por ello y si los medios que se proponen son los adecuados para revertir la situación. Montessori ya decía que no era lo mismo que el niño quiera hacer todo lo que hace, que dejarle hacer todo lo que quiere. Menudo matiz.

Cabe ampliar la mirada y preguntarse por el papel que tienen esas gafas en dos dimensiones a través de las cuales los niños estrenan la realidad, como lo hacían aquellos personajes encadenados de la caverna de Platón que se contentaban con las sombras. ¿Son reales aquellas sombras? Por supuesto, pero empobrecidas reducciones de la realidad. Es curioso que el cine en tres dimensiones nos emocione tanto —quizás anhelamos secretamente re-inventar el teatro—, mientras nos empeñamos en quitar la tercera dimensión de la vida misma, convirtiendo el mundo en un lugar plano y sin profundidad, con más pantallas que ventanas.
Cabe levantar la mirada. Cabe preguntarse por el efecto de desplazar el locus de control —ese secreto lugar desde el que arranca la acción de cada uno— hacía fuera de la persona, convirtiendo al niño en un periférico más y el aula en una diversión continua. Con ese parche, ¿no estaríamos generando más de lo mismo, es decir un conductismo disfrazado de apetecible? Denunciamos el rígido proceso educativo que llena al niño como si fuera un cubo vacío. ¿Y si fuera el mismo niño ahora el que se llena a sí mismo —"a ver lo que me echan"— de todo aquello que encuentra navegando felizmente? ¿Eso nos pasará por confundir diversión con juego, o fascinación con asombro?
Hace miles de años, Platón dijo que educar es ayudar a desear lo bello. Hace unos años, Steve Jobs dijo que había que diseñar los teléfonos inteligentes de forma que le entren "ganas al usuario de lamerlos". ¿Que sobre gustos no hay nada escrito? Sobre belleza hay mucho escrito, lo que pasa es que la generación que viene lee muy poco. Como decía Gisela, en el opera de Chaikovski del mismo nombre, "¿cómo puedo desear ardientemente lo que solo puedo ver confusamente?"
Y si volviésemos a la primera causa de todas y nos preguntáramos: ¿dónde marchitó aquel asombro? ¿Y si la sed de aprender se hubiera ahogado en un océano de información sin sentido, en un bombardeo de estímulos externos compuestos por ruidos, contenidos y horarios que no respetan el orden interior de los niños, y por qué no decirlo también, de nosotros sus padres? Para que la sed sea sostenible, es preciso dejar beber poco a poco a la persona de una fuente que se ajuste a sus necesidades reales. ¿Hay que sorprenderse si uno se ahoga intentando tomar un sorbo de una boca de incendio? El asombro es lento, saborea la realidad a la que se acerca por primera vez, o como si fuera por primera vez. En cambio, los estímulos externos que saturan los sentidos empachan, embotan, anestesian el deseo, la sensibilidad y la capacidad de saborear la dimensión estética y lo lento de lo ordinario.
Ya lo decía Christakis, el neuropediatra con más publicaciones científicas sobre el efecto pantalla: "Una exposición prolongada a cambios rápidos de imágenes durante el periodo crítico de desarrollo condiciona la mente a niveles de estímulos más altos, lo que lleva a una falta de atención más adelante en la vida". En otras palabras, la mente del niño se acostumbra a una realidad que no existe normalmente en la vida real. Y entonces, cuando la mente del niño o del adolescente vuelve a experimentar la vida ordinaria real, todo le parece extraordinariamente aburrido o agobiante, porque no puede ver la belleza en la vida cotidiana. Como no capta la belleza, el niño no se siente atraído por nada y se distrae fácilmente —la distracción es lo opuesto a la atracción—, haciéndose así completamente dependiente del entorno externo. Como decía Edith Stein, uno siente esta insensibilidad como algo que no está de acuerdo con lo que debiera ser la realidad, y eso hace sufrir, o agobia.
Ante el embote y la insensibilidad, el umbral de sentir del niño sube a niveles dramáticamente altos, lo que le deja en un estado que oscila entre la apatía, la hiperactividad y la inatención. En un desesperado intento de reconectar con la realidad, el niño busca compulsivamente y a ciegas sensaciones nuevas, que le introducen en un círculo vicioso que le desconecta aún más de la lentitud de la realidad y le impide dejarse medir por ella.
Ahora bien, aprender consiste esencialmente en dejarse medir por lo real. Y la principal condición que favorece esa introducción en la realidad total es la atención sostenida, que no es lo mismo que la fascinación ante estímulos llamativos e intermitentes, por mucho que algunos los llamen "métodos activos de aprendizaje". Si esos métodos están fundamentados en llamar la atención de forma artificial, en el mejor de los casos paliarán la ausencia del interés por aprender, pero no irán más allá. Es preciso volver a la causa, la primera de todas: el asombro. Ya lo profetizó Chesterton cuando dijo que "el mundo nunca tendrá hambre de motivos para asombrase; pero si tendrá hambre de asombro". La educación en el asombro es un intento de dar la vuelta a la profecía de Chesterton para que, en el medio de tantas distracciones, nuestros hijos puedan otra vez asombrarse ante lo irresistible de la belleza que les rodea.
Catherine L'Ecuyer es investigadora y divulgadora de temas relativos a la educación y autora deEducar en el asombro y de Educar en la realidad.

viernes, 26 de mayo de 2017

Para combatir el machismo, la educación en casa es esencial. (Gema Lendoiro)

Tenemos unas cifras de malos tratos a mujeres y asesinatos que escandaliza. Ponemos mucho énfasis en las leyes y, tengo la sensación, que dejamos muy hilvanada la cuestión educativa en la infancia, el origen de todas las personalidades adultas. ¿De qué sirven leyes ejemplares cuando la mujer ya está muerta? ¿De qué sirven condenas ejemplares si el machismo sigue campando a sus anchas?.

La educación falla porque hay muchas, demasiadas cosas, que pasamos por alto y con las que no nos ponemos lo suficientemente serios. Y ahí los padres, cuando nos toca educar, tenemos mucho que hacer porque la responsabilidad es enorme. No se nace maltratador ni se nace machista, se aprende por imitación. Principalmente en casa. Y tanto de la madre como del padre.

Soy madre de dos niñas pequeñas. Mi tarea con respecto a ellas consiste básicamente en que crezcan felices, sanas mental y físicamente y con criterio, con capacidad para tomar sus propias decisiones cuando sean adultas. Es una de las bases de la libertad: saber elegir y asumir los errores en el caso de que los haya. El problema es que aprender a tomar decisiones no se improvisa, se aprende practicando. Para trabajar ese criterio, las tengo que dejar escoger cuando es infinitamente más cómodo hacerlo por ellas. Dejar que los niños vayan tomando decisiones es importante para formarles en criterio. Y me gustaría dejar claro (hay que explicarlo siempre todo en los tiempos que corren) que no les dejo que se suban a la ventana para ver qué se experimenta si se caen al vacío, pero sí les permito tomar otras pequeñas decisiones en el día a día. Como elegir su ropa, escoger entre bajar a jugar al jardín o quedarse en casa jugando y dibujando, dejando que elijan qué actividades extraescolares quieren hacer e, incluso, dentro de un menú equilibrado, muchos días les doy la oportunidad de escoger entre dos platos para la cena. Creo que fomentar en un niño la capacidad de elección, les hará ser adolescentes y adultos mucho más asertivos cuando alguien les agreda o interfiera en sus sentimientos. Aprender a decidir también supone aprender a decir no.

Claro que no basta con que lo hagamos algunos padres. Los demás también deben hacerlo. Recuerdo un día que la mayor estaba en un cumpleaños. Un niño de su curso (que se empeña en que ella tiene que ser su novia cuando ella no tiene el mínimo interés), le estaba dando la lata con que le diera un beso. Ella se negaba. El niño, erre que erre y, cuando vio que por las buenas no lo conseguía, entonces decidió hacerlo a las bravas y la cogió para plantarle un sonoro beso en la mejilla. Yo estaba observando desde lejos sin querer intervenir, quería saber qué recursos tendría ella. Finalmente, mi hija vino hacia mí llorando y diciendo que ese niño le había “roto el cuello” (esa era la manera de expresar el daño que le había hecho).

Enseguida intervinimos las dos madres y, para mi sorpresa, la madre del niño le explicó a la mía que es que su hijo había hecho eso “porque te quiere mucho”. Fui cobarde y no cogí a la madre a solas después del incidente para explicarle que cuando una persona dice no, es no. Me da igual que sea una mujer que un hombre. Y que querer mucho no implica obligar a la otra persona a que te bese. De hecho, no implica a nada.

Me fui muy inquieta del cumpleaños. Por un lado estaba horrorizada y por el otro sentía una especie de miedo a ser una exagerada. Y esto último me pasa porque todavía persiste en la sociedad la idea de que muchas dramatizamos actitudes que son, aparentemente, “normales”.
Desde luego las leyes tienen que ser las que velen siempre por los intereses de los ciudadanos, pero ¿por qué no nos centramos de verdad en el origen? Todos somos el resultado de nuestras educaciones. Y cuando hablo de educación me refiero a la familia, no al colegio (que es enseñanza y también importa). Si no desterramos frases y creencias de raíz, nunca jamás acabaremos con el machismo. Padres y madres debemos trabajar tanto si tenemos niños como si tenemos niñas. El machismo también se da entre las mujeres y de una manera todavía más ofensiva, si cabe.

¿Se han parado a leer los comentarios en las redes sociales sobre la desaparición de Diana Quer? ¿O los que se hicieron tras la violación de Pamplona? Muchos se centran en culpabilizar a la víctima en lugar del agresor. En hacerla responsable de lo que le ha sucedido: Que a quién se le ocurre ir con desconocidos, que hay que ver si habría bebido o no, que sabe Dios si será verdad porque (este es el peor y hay artículo por ahí circulando) “cuando las navarras o las vascas te dicen que sí, ten cuidado porque cuando se les pasa el pedo, entonces se dan cuenta de lo que han hecho y te denuncian por violación”, que fíjate cómo iba vestida, así no me extraña que la violen, si es que va pidiendo guerra...” ¿Qué educación han recibido quienes piensan así?.

La educación es un camino largo, a veces difícil, pero tiene que ser siempre en la misma línea. Si estamos horrorizados con el machismo, no podemos seguir educando a los más pequeños con estereotipos como “los chicos no lloran, eso es de mariquitas, para estar bella hay que sufrir, ese deporte es de chicos, las muñecas son de niñas…la lista es interminable. Esto en la infancia, pero en la adolescencia el discurso tampoco tiene desperdicio. ¿Acaso no es una frase de madres la de tienes que hacerte respetar y por eso no te puedes ir a la cama con un chico en la primera cita? Siempre he encontrado en ese discurso algo perverso. Porque lo que se persigue con ese consejo no es un respeto emocional, sino de pureza, de virginidad, como si una mujer que no lo sea ya no puede ser tomada en serio. Se persigue un engaño, un, hasta que no me pongas el anillo o me ofrezcas garantías, no te doy mi cuerpo. Me parece una manipulación de la sexualidad. Un te doy mi cuerpo a cambio de algo. Preferiría que las muchachas jóvenes tuvieran en cuenta otras cosas mucho más importantes como hacer respetar sus emociones y cuerpos pero por otros motivos que nada tienen que ver con esa idea de “mujer que ya está usada”.


La tarea educativa para frenar esta lacra del machismo es ingente. Y, o nos ponemos en serio manos a la obra o seguiremos lamentando cada año tantas muertes.

miércoles, 17 de mayo de 2017

¿Qué le pasa a tu cerebro cuando te equivocas?.

Que la actividad neuronal sea beneficiosa ante un error depende de una decisión nuestra. Veamos cuál.

¿Por qué hay personas que les fascinan los retos y otras que prefieren evitar cualquier desafío para no equivocarse? Carol Dweck, psicóloga de la Universidad de Stanford, dio la respuesta con una clasificación muy sencilla. Todos podemos tener dos tipos de mentalidades: una orientada al crecimiento y otra fija.

Las personas con “mentalidad de crecimiento” piensan que el éxito depende del esfuerzo, del trabajo o de sudar la camiseta. Sin embargo, las personas con “mentalidad fija” creen que depende de habilidades innatas y tienen urticaria ante cualquier error. “Si no se ha nacido con dichos dones, ¿para qué intentarlo?”, se plantean. Curiosamente, el hecho de decantarnos por una o por otra no depende de cuestiones genéticas, sino de educación, como  demostró Dweck con alumnos de once años y después de que hicieran un trabajo difícil. A aquellos a los que les reconoció que su éxito dependía de su esfuerzo, se atrevían después con otro desafío aún más difícil. “Total, si me equivoco, no importa”, pensaban. Sin embargo, a los niños que se les dijo que lo habían conseguido porque eran muy listos o muy inteligentes, cuando el reto iba en aumento, preferían no intentarlo… “¿Para qué probar suerte y equivocarme? Mejor me quedo como estoy y así sigo demostrando que soy inteligente”, era el pensamiento que lo resumía.
Tener mentalidad de crecimiento o fija no depende de cuestiones genéticas, sino de educación, como demostró Dweck
Este resultado resulta muy desconcertante. Siempre se ha dicho que es bueno reforzar la autoestima de nuestros hijos con el verbo “ser”, ser muy buen chico, muy listo… Sin embargo, como ha comprobado Dweck, con esta técnica corremos el riesgo de reforzar también la mentalidad fija. Cuando esto ocurre, no se encaja el error y se evita cualquier desafío que nos haga salirnos de nuestra zona de confort, como también ha comprobado la neurociencia.
Jason S. Moser y sus colegas en la Universidad de Michigan State han descubierto qué nos ocurre en nuestro cerebro cuando nos enfrentamos a una equivocación.Dependiendo de si nuestra mentalidad es de aprendizaje o fija, la actividad neuronal ante un error será más activa o menos. En otras palabras, cuando pensamos que podemos aprender, si nos equivocamos, se despierta un intenso baile neuronal para identificar causas, patrones o aprendizajes que nos sirvan para un futuro (color rojo de la imagen). Sin embargo, si nuestra mentalidad es fija, ante una equivocación, echaremos balones fuera, nos justificaremos con mil y un argumentos y nuestra actividad neuronal para encontrar razones para el aprendizaje quedará un tanto dormida (color verde). Y todo ello no depende de la edad. Según Dweck, el 40 por ciento de las personas tienen “mentalidad de crecimiento”; otro 40 por ciento, su “mentalidad es fija” y el resto, dependiendo del momento.
La mentalidad de crecimiento nos permite encajar mejor los errores
¿Qué podemos hacer? Lo primero de todo, revisar la educación. Comencemos a valorar el esfuerzo y no solo las habilidades innatas. Si queremos que nuestros hijos se enfrenten con seguridad a los desafíos, es mejor que vivan el error de una manera constructiva y no evitándolo a toda costa. Por ello, tengamos cuidado con los reconocimientos que hacemos e incluyamos también el concepto de trabajo y no solo el ser un niño o niña muy lista o inteligente.
Segundo, asumamos que nuestro cerebro es plástico, que somos capaces de crear nuevas conexiones neuronales si comenzamos a proponérnoslo. Por ello, reflexionemos qué tipo de mentalidad tenemos (de manera sincera, que no siempre ocurre). Si solemos buscar excusas ante los desafíos, comencemos a darnos cuenta de que la mayor parte de las personas que encajan los fracasos mejor que nosotros tienen “mentalidad de crecimiento”, que esta no es innata y que se puede desarrollar a cualquier edad. Por tanto, no valen las excusas.