Las vacaciones es cuando comienzan los malabares para evitar (a cualquier costo) la cara de aburridos de los hijos. En estas fechas navideñas no es una tarea complicada porque la lista de panoramas y actividades por hacer es bastante larga y los panoramas vertiginosos comandan. Pero también hay actividades (en un principio quizás menos atractivas) que pueden traerles enormes beneficios a sus hijos e, incluso, causarles placer al punto de que en un futuro sean ellos quienes le pidan que los lleven.
Un ejemplo es ir al museo. ¿Por qué no ir a ver una muestra de arte? Sí, llevar a su hijo y discutir una obra de Matta, Picasso o de Francisco de Goya.
En realidad, puede ser cualquiera. Una vez que lo haga, verá que el niño que llevó no será el mismo que salió del lugar. Esto de acuerdo a un estudio realizado por investigadores de la Universidad de de Arkansas, en Estados Unidos, quienes descubrieron que un paseo por el museo donde los niños se expongan a obras de arte aumenta no sólo su pensamiento crítico, sino que también su empatía histórica y tolerancia.
El valor de la vista
Para llegar a todas estas conclusiones, los especialistas estadounidenses analizaron a 10.912 niños, de 123 escuelas diferentes y les realizaron un tour por un museo donde vieron cinco pinturas y discutieron al respecto. Luego los expertos realizaron encuestas al azar, durante tres semanas. El experimento incluía evaluaciones sobre conocimientos de arte y pensamiento crítico, además de pedirles que escribieran un ensayo corto en respuesta a la observación de alguna pintura. Para medir la empatía histórica, que es la capacidad de entender y apreciar la vida de personas que vivieron en otros tiempos y lugares, se les hizo responder afirmaciones como “puedo imaginar cómo era la vida para la gente hace 100 años”. Para medir la tolerancia debieron responder si estaban de acuerdo con afirmaciones del tipo “artistas cuyos trabajos son críticos de Estados Unidos no se deberían mostrar en estas galerías” y finalmente se les regaló entradas para asistir al museo.
Los resultados fueron sorprendentes: en el primer ítem, los niños presentaron 20% más de pensamiento crítico que los que no asistieron a museos. Además, los que realizaron los tours se volvieron más atentos, observadores y describieron con mayor detalle obras. En cuanto a la empatía histórica, era 15% mayor que la de los niños que no asisten a museos. También reportaron ser 13% más tolerantes que el resto en cuanto a puntos de vista distintos a los suyos. Finalmente, sumado a todo esto, los niños que visitaron el museo tenían 20% más de posibilidades de volver en una segunda oportunidad por iniciativa propia.
Los investigadores a cargo, Brian Kisida y Daniel Bowen, cuentan a Tendencias que estos beneficios se producen porque el arte les ofrece a los niños una variedad de perspectivas diferentes que les proporciona una experiencia de ampliación de mentes. Es decir, comienzan a considerar puntos que antes no tomaban en cuenta y eso los conduce a integrar nuevas perspectivas de las cosas.
Los resultados sorprendieron a los investigadores. Porque con tan sólo una hora de paseo por un museo y observando desde cinco muestras, los niños presentan grandes mejoras en estos cuatro puntos. No sólo eso, dos meses después del paso por las exhibiciones los beneficios se mantienen. Finalmente, los sicólogos recalcan que estas cualidades pueden beneficiar a toda la sociedad, ya que sus miembros tienden a volverse más pacíficos y tolerantes. Esto además puede ser una buena arma contra los casos de matonaje que se viven en los colegios. “Una de las principales causas de este problema es, justamente, la falta de empatía y tolerancia hacia otros estudiantes. Los beneficios de una ida al museo pueden hacer que mañana un estudiante mida cómo sus acciones hirientes repercuten en otros”, termina Bowen.
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