1. Las vacaciones son para
disfrutar y descansar
Del
mismo modo que los adultos no emplean -o no deberían emplear- el tiempo de
vacaciones para repasar o adelantar el trabajo de la oficina, no tiene sentido
que los niños se pasen las vacaciones realizando las mismas tareas que realizan
a lo largo del curso. El verano es el tiempo para que duerman más, tengan
horarios menos rígidos y menos obligaciones que durante el curso académico. Y
hay que pensar que jugar
nunca es perder el tiempo, y menos en vacaciones.
2.
Ayudar en casa
Las
vacaciones son para descansar, pero no para no hacer nada. Y lo primero que hay
que enseñar a los niños es que deben contribuir a las tareas domésticas,
ayudando a que el tiempo de descanso lo sea para todos, también para los
padres. El hecho de que tengan horarios menos rígidos y más tiempo para el ocio
y descanso debe ser aprovechado para fomentarles su autonomía e incrementar su
habitual aportación a la buena marcha de la casa, Que se vistan solos y
aprendan a recoger la ropa cuando son pequeños, que hagan la cama y mantengan ordenada
su habitación, que ayuden a poner y quitar la mesa o a poner los platos en el
lavavajilla o incluso a preparar la comida o la cena, que colaboren haciendo la
compra o yendo por algunos recados, son tareas
muy recomendables que contribuyen más de lo que se piensa a su desarrollo
personal y
también a su felicidad presente y futura.
3.
Conversar con ellos (y escucharlos)
Las vacaciones son un buen momento para pedir a los hijos que
aumenten su contribución en casa. Recíprocamente, son también la mejor época
para dedicar tiempo a nuestros hijos y estar con ellos y sobre todo conversar
con ellos. "Habla para que yo te conozca", decía Sócrates. Hacer
hablar a los niños, incluso de forma pública, entre nuestros familiares y
amigos, es una manera extraordinaria de desarrollar sus capacidades
intelectuales y de entrenarlos en una de las habilidades y competencias
tradicionalmente más deficitarias en nuestro sistema educativo, que es la de
hablar en público. A los niños les encanta hablar en público y sentirse protagonistas.
Aprovechar este tiempo para escucharlos y también para que nos escuchen a
nosotros es otra excelente forma de contribuir a su desarrollo personal e
intelectual.
4.
Entrenar los conocimientos de forma lúdica
Hay
muchas formas, y sólo hay que aprovechar el contexto y las oportunidades de
cada día, y también tener en cuenta las habilidades y gustos de cada niño. Por
ejemplo, una forma de que
un niño de siete años haga matemáticas, sin tener la sensación de estar
haciéndolo, es dejándolo que se encargue de pagar y de que esté
pendiente de que le den la vuelta correcta. ¡Les encantará! A un niño que le
gusta dibujar puede resultarle mucho más motivador hacer un dibujo en la arena
de la playa que ponerlo delante de un cuaderno. Y desde luego a todos les podrá
parecer mucho más divertido tener en casa "la hora del inglés" antes
que repasar vocabulario. Y el resultado puede ser casi el mismo (o mejor).
5.
Leer, leer y leer
Y si es
posible, organizar un momento de lectura en voz alta. La lectura en voz alta es
magnífica para el cerebro y, si al niño no le gusta especialmente, se le hará
mucho más llevadera al poder contar con la atención de la familia. En cualquier
caso, tenga en cuenta que los
niños imitan lo que ven, y si ven a los padres leer, lo normal
es que ellos lean. Si ven a sus padres con la tableta o el móvil, ellos
pensarán que esa es también la mejor forma de ocio.
6. Una
actividad para demostrar lo aprendido
Hay que
enseñar a los niños que los conocimientos son algo útil y eficaz, algo que les
ayuda para la vida. El verano es un momento magnífico para que los niños se den
cuenta de lo que han aprendido y de lo bueno que es saber más para la vida
diaria. Una buena forma de lograrlo es plantearles, en forma de reto, que
desarrollen una actividad para demostrarnos y demostrarse a sí mismo algo de lo
mucho que han aprendido. En un niño pequeño, puede ser comprar
una postal para el abuelo, redactarla y enviársela. O escribir
una carta a un amigo del cole y enviársela contando cómo se lo está pasando en
las vacaciones. En un chaval que entra en la ESO puede ser un resumen creativo
del verano o de un viaje del verano, en dibujos, diapositivas, vídeo, o como
quiera. Una actividad de este tipo no sólo será un buen entrenamiento
intelectual para no perder la forma sino que además fomentará
la autoestima de
los niños.
7. El
día en el que "mandan" ellos
Otra
idea en esta misma dirección es reservar un día en el que todas las actividades
son decididas por ellos, pero también desarrolladas por ellos (aunque sea con
nuestra ayuda). Ellos son los jefes, los "padres" y deciden el
calendario de la jornada. Que
todo salga bien, depende de ellos.
8.
Viajar
Siempre
que se pueda, viajar es ya en sí mismo una forma de aprender y madurar y
desarrollarse intelectual y personalmente. Si tenemos esa suerte de poder
viajar, lo que hay que evitar a toda costa es que los niños formen parte
simplemente del equipaje. Darlesresponsabilidad en la
planificación y
desarrollo del viaje, dejarles que ellos se informen y sean los que elijan
algunas actividades en concreto y que tengan que ponernos al día a nosotros de
lo que estamos viendo o vamos a hacer, permitirles que ellos sean los que pidan
en el restaurante o se hagan responsables de su documentación en el hotel o en
el aeropuerto, dejar que nos saquen los billetes de los museos o de los
espectáculos a los que vamos a ir..., todo eso es potenciarles su autonomía y
su capacidad intelectual.
9.
Museos, conciertos... Cultura
Aprovechar el verano para interesarlos por las artes y la
cultura, visitando museos o pueblos monumentales, o yendo a conciertos juntos,
o simplemente al cine de verano, son otras actividades más que recomendables
para el verano.
10. La
televisión y el móvil: ni premio ni castigo
Con la
televisión y los dispositivos electrónicos, lo mejor que se puede hacer es
establecer unas normas a principio del verano sobre los
horarios y condiciones de uso. Y en la medida de lo posible, que sean similares
para toda la familia, niños y adultos. También resulta recomendable no usar el
tiempo de exposición a estos dispositivos como mecanismo de premio o castigo,
pues, si se hace así, los niños aprenderán inconscientemente que no hay ninguna
forma de ocio mejor que esa. Nuevamente aquí es preciso insistir que la mejor
forma de predicar
es con el ejemplo.
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