- La
situación de crisis que ha provocado la Covid requiere de una manera
prioritaria, aunque no exclusiva, destacar el valor de la solidaridad.
Creo que hoy más que nunca, para conectar la educación a la vida, se debe
invitar a vivir el valor de la solidaridad.
Escribir en estos momentos en un medio destinado a
educadores y educadoras para hacerles una sugerencia es un atrevimiento
presuntuoso. Todo el mundo está bastante atareado, y un poco saturado de
opiniones, para añadir una nueva recomendación. No es momento de discursos,
sino de hacer con honestidad el trabajo que a cada cual le corresponde. Justo
el que hoy están haciendo tantos y tantos docentes: todo lo que pueden y más
para echar a andar en un curso difícil, un curso que tiene que movilizar mucha
inteligencia y mucho optimismo. A pesar de todo, quizás para aclararme a mí
mismo y quizás para hacer una cosa que puedo hacer, he escrito estas notas
sobre un aspecto de la educación de los chicos y chicas que hoy me parece
especialmente pertinente.
Transmitir los conocimientos y las competencias que
corresponden a cada nivel educativo es relevante, aunque no hay que exagerar
porque los currículos suelen estar demasiado cargados de contenidos y ahora
puede ser un buen momento para limitarse a lo fundamental. Sin embargo, antes
de entrar en materia tendremos que aprender a cumplir las medidas de protección
que los centros hayan implantado y tendremos que explicarlas como una
contribución de la escuela al bien común y al control de la pandemia.
También durante los primeros días se impone hablar de cómo
se han vivido estos meses, quizás compartiendo los momentos malos y los buenos,
las angustias y las alegrías, las pérdidas y todo lo que cada chico y cada
chica quiera expresar. Estos tres ámbitos tienen que ver con valores –la
responsabilidad ante el trabajo, el respecto a las normas como una forma de
respeto mutuo y la acogida y el cuidado de todos y todas–, pero la situación de
crisis que ha provocado la Covid requiere de una manera prioritaria, aunque no
exclusiva, destacar el valor de la solidaridad. Creo que hoy más que nunca,
para conectar la educación a la vida, se debe invitar a vivir el valor de la
solidaridad.
La razón es sencilla: ante una situación de crisis, de
cualquier crisis, no sirve de nada buscar salidas individuales, que solo
consiguen empeorar los problemas. Salir de una crisis exige colaborar de manera
solidaria, ir a la par para contribuir a la solución. Las crisis se superan
aunando esfuerzos para producir una fuerza colectiva que permita vencer la
situación de dificultad: ejerciendo la solidaridad como acción común.
No se trata de una solidaridad de declaraciones y palabras,
sino de la solidaridad como compromiso e implicación. La solidaridad como
acción común es un esfuerzo para reunir a las personas afectadas por una
dificultad, un esfuerzo para crear las condiciones que les permitan dialogar a
pesar de no pensar igual y, finalmente, un esfuerzo para impulsar el trabajo
conjunto con el objetivo de aplicar un plan de acción ideado para paliar la
dificultad a la que se enfrentan. Esta idea de solidaridad como acción conjunta
para enfrentarse a una dificultad expresa un comportamiento imprescindible ante
una situación de pandemia, pero es también un valor necesario para avanzar
hacia una sociedad mejor, porque tenemos varias crisis.
Hemos visto que la solidaridad no solo es adhesión verbal
–es un proceso de trabajo conjunto para enfrentarse a un problema–, pero
también es un proceso que tiene efectos positivos en diferentes ámbitos. En
primer lugar, la solidaridad tiene un efecto moral en la medida que predispone
a la ayuda mutua y al cuidado del otro, abre un espacio de altruismo y llena de
orgullo silencioso a quien lo ejerce. En segundo lugar, la solidaridad tiene un
efecto práctico en la medida que reúne participantes, despierta la creatividad
colectiva e impulsa la cooperación. En tercer lugar, la solidaridad tiene un
efecto terapéutico para los implicados en la medida que reunirse, deliberar y
actuar juntos es un remedio ante el miedo, la angustia y la incertidumbre que a
menudo generan las crisis.
Por todo ello, hoy es más que oportuno que nunca destinar
tiempo escolar a la solidaridad. La pandemia nos obliga a cooperar para
vencerla y la pandemia nos recuerda que la solidaridad es una de las
herramientas de supervivencia humana más efectiva. La salvación no está en el
individualismo y la competición, el futuro es de las comunidades que cooperan
solidariamente. Y esta idea se puede enseñar y es urgente enseñarla.
La cuestión ahora es ver cómo trabajar la solidaridad en la
escuela. Solo con explicaciones ya sabemos que es una didáctica poco atractiva
y casi completamente ineficaz. La mejor manera de trabajar la solidaridad en la
escuela es practicándola, en el ámbito del grupo clase o bien ofreciendo un
servicio en la comunidad. Cuando los chicos y chicas se distribuyen tareas
necesarias para el buen funcionamiento de la clase, están ejerciendo una forma
de solidaridad recíproca. Cuando los chicos y chicas de un mismo grupo aplican
un sistema de ayudas mutuas para impedir que nadie se atrase y quede marginado,
practican la solidaridad en el seno de su grupo de convivencia. Pero también
cuando participan en un proyecto de ciencia ciudadana destinado a estudiar los
mosquitos, los pájaros o la cantidad de microplásticos en la arena del mar,
están realizando una tarea sanitariamente segura que se convertirá en un
servicio con utilidad social. Cuando los chicos y chicos preparan programas de
radio que se emitirán desde la radio escolar o desde la emisora local y tienen
como objetivo informar, entretener y reflexionar, están ofreciendo un servicio
solidario en la comunidad de sus oyentes. Y así otros muchos ejemplos de
aprendizaje servicio, esta metodología común a tantas y tantas experiencias
provenientes de diferentes tradiciones pedagógicas. Todas ellas con unos rasgos
comunes: se aprenden conocimientos, se realiza una acción de servicio y se
adquieren valores.
He empezado diciendo que no quería agobiar y acabo dando
trabajo. Es verdad, disculpadme, pero no he podido evitarlo porque educar para
la solidaridad es urgente y es una muestra imprescindible de inteligencia, de
optimismo y de esperanza.
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