martes, 15 de septiembre de 2020

La escuela en la era covid: cómo sacar adelante a la generación que deberá pagar las deudas de la pandemia. (EL PAÍS, J. A. AUNIÓN MADRID)

 


Expertos, alumnos y profesores de todo el mundo cuentan su experiencia y esbozan los retos a los que se enfrenta el sistema educativo

Las consecuencias de la crisis mundial provocada por la pandemia de covid se extenderán durante décadas, según predicen los expertos y todos los organismos internacionales. Y los niños y jóvenes que hoy están en la escuela serán los adultos que mañana tendrán que hacer frente a los agujeros que está dejando el virus: “Esta generación que estudia ahora educación primaria, secundaria o en la universidad es la que va a tener que pagar la deuda en la que todos los países están incurriendo para combatir la pandemia”, destaca Jaime Saavedra, máximo responsable para el ámbito educativo del Banco Mundial, como una de las principales razones por las que no se puede dejarlos en la cuneta.

Y eso pasa por ser capaces de ofrecerles, en las peores circunstancias posibles, una educación que mitigue el impacto que los masivos cierres de escuelas les están causando ya y que, si no se pone remedio, les harán perder, en términos de potencial para generar ingresos en el futuro, 10 billones de dólares (8,4 billones de euros), el equivalente al 8% de la riqueza global, según las estimaciones del Banco Mundial.

Millones de profesores de todo el mundo se han afanado y siguen haciéndolo para atender a millones de alumnos que se juegan su futuro. Las situaciones, evidentemente, son muy distintas en cada zona y cada país del planeta: desde España, que ahora pelea por tratar de reabrir las aulas con seguridad, pasando por Senegal, donde la joven Ramatoulaye Diallo, de 13 años, ha estado meses conectada a la escuela únicamente a través del móvil de su madre; por Líbano, con constantes cortes de luz que hacen todavía más complicado a Maha Katerji enseñar inglés a distancia; hasta la escuela de Estados Unidos en la que el maestro Daniel Herrero está preocupado especialmente por cómo evaluar la enseñanza online; desde China, donde Li Zonghou, de 11 años, ha pasado el verano haciendo deberes para recuperar el tiempo perdido, hasta Francia, donde la profesora de infantil Emilie Trouvé celebra el vínculo que ha logrado crear con las familias de sus alumnos durante el confinamiento… Sin embargo, a pesar de todas las diferencias, se trata de un desafío global para el que muchas de las soluciones están interconectadas y que, además, ya ha dejado enseñanzas que pueden servir para todos.

Desigualdad creciente

Por ejemplo, que la desigualdad, exacerbada durante la pandemia, es el gran enemigo al que combatir, tanto en los países pobres como en los ricos; que la tecnología es el gran aliado de los profesores y de las familias para hacerlo; y que nunca más una situación como esta debería coger al sistema tan desprevenido. “Se necesitan planes de contingencia para garantizar la continuidad educativa en situaciones de crisis. Hay bastantes indicadores que sugieren que vamos a tener que convivir con esta pandemia durante un cierto tiempo y tal vez con otras en el futuro. Es importante que los sistemas escolares cuenten, por consiguiente, con planes de contingencia que contribuyan a que los sistemas educativos ganen en resiliencia”, defiende Francesc Pedró, director del Instituto Internacional de la Unesco para la Educación Superior en América Latina y el Caribe, anteriormente responsable de la sección de Políticas Educativas del organismo.

“ES IMPORTANTE QUE LOS SISTEMAS ESCOLARES CUENTEN CON PLANES DE CONTINGENCIA”

FRANCESC PEDRÓ, DIRECTOR DEL INSTITUTO INTERNACIONAL DE LA UNESCO PARA LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE

Será un esfuerzo ingente de adaptación a un contexto de pandemia que pondrá en tensión los presupuestos educativos: no solo es posible que no se invierta el dinero extra necesario para las mejoras, sino que se acabe recortando para atender cuestiones que pueden parecer (y en ocasiones tal vez lo sean) más urgentes. Pero, si se da con las soluciones adecuadas, coinciden numerosos especialistas, podrían cambiar para siempre los sistemas escolares, con impactos mayores sobre la relación de la sociedad con la educación, al romper por la vía tecnológica los límites físicos de las escuelas y también los tiempos de presencia en ellas de los alumnos. Las familias, en este camino, serían una pieza fundamental, no solo en lo que respecta a la adaptación en términos de conciliación, sino por las exigencias de apoyo que requieren los contextos híbridos de enseñanza, lo que obliga a incluirles en cualquier plan de mejora futura si se pretende mitigar, ahora y en el futuro, las crecientes desigualdades sociales que está provocando la pandemia.

Y, si se da con las respuestas adecuadas ―sobre todo en lo que tiene que ver con la personalización de las necesidades de enseñanza de cada país, cada centro, cada alumno―, “no solamente compensar los retrasos, sino lograr un nuevo sistema educativo que sea un poco más resiliente, más equitativo”, aporta Saavedra durante una entrevista por videoconferencia.

Resistencias y oportunidades

Otros expertos, sin embargo, no son demasiado optimistas al respecto. “Es inevitable pensar que tanto los docentes como las familias querrán volver a la situación de febrero, porque todos estaban en ese momento en una situación de equilibrio en sus respectivas zonas de confort. Ahora estos equilibrios se han roto”, afirma el especialista de la Unesco Francesc Pedró. Augura, eso sí, “una transformación lenta pero profunda” en aquellos países “donde los docentes cuentan con una cultura profesional proclive a prestar atención a los resultados de la investigación empírica”.

Por eso, asegura que el primer paso de cualquier mejora es investigar qué ha pasado en estos últimos meses, qué ha funcionado y qué no y por qué. Se trata de aprovechar este gigantesco experimento “sobre las ventajas de la atención individualizada y sobre el papel de la tecnología”. Un experimento que, por ejemplo, ha puesto a prueba “la capacidad de las escuelas de seguir manteniendo estándares altos en términos de logros de aprendizaje con menos horas de instrucción, con tamaños de grupos más reducidos. Cuánto de esto se conserve, o no, podrá ser considerado una prueba de fuego acerca de la capacidad de los sistemas, no de innovar puntualmente, sino de avanzar hacia una verdadera transformación”, añade el experto.

“NO PODEMOS VOLVER A LO MISMO DE ANTES. ESTA ES UNA TENDENCIA A LARGO PLAZO”

WENGE GUO, PROFESORA DE TECNOLOGÍAS DE LA EDUCACIÓN DE LA UNIVERSIDAD DE PEKÍN

El experimento, sin duda, no tiene precedentes, con uno de cada nueve profesores dando clase a distancia a la vez en todo el mundo. En Europa, para dos tercios de los docentes, la de los últimos meses ha sido su primera experiencia de enseñanza a distancia, según una encuesta del pasado mayo hecha por la Comisión Europea a más de 4.000 profesionales de la educación. “No podemos volver a lo mismo de antes. La nueva división social del trabajo en la era de Internet está rediseñando la cooperación social y mundial; este proceso se ha visto ahora impulsado por la covid-19. Esta es una tendencia a largo plazo”, asegura Wenge Guo, profesora de Tecnologías de la Educación de la Universidad de Pekín.

Así, esa colosal experiencia docente puede servir para sortear las dificultades más inminentes, preparar esos planes de contingencia para el futuro de los que hablaba Pedró y ver cómo la enseñanza online podría completar de una manera eficaz en el futuro y de forma permanente a la presencial. Sobre todo, en primaria y los primeros cursos de secundaria, etapas en las que “es poco probable que el aprendizaje a distancia y en línea sea muy eficaz a menos que esté cuidadosamente diseñado”, explica Giorgio di Pietro, especialista del Joint Research Centre (JRC), órgano científico que asesora a la Comisión Europea.

La hora de los profesores

Saavedra insiste en que “ni todo es malo en la educación en línea, ni todo es bueno en la presencial, ni lo uno es de buena calidad y lo otro no... Cada uno puede servir mejor en unas materias que en otras, o para unos alumnos que para otros, que pueden sentirse más motivados en su casa que en la clase”. Pero manejar esa diversidad será harto complicado y requerirá, como siempre, de buenos maestros. “La educación es una experiencia social. Si alguna vez se pensó que, con la inteligencia artificial, con la tecnología y el machine learning, los maestros podrían ser reemplazados, ahora ha quedado claro que eso no va a ser cierto”, añade Saavedra.

“SI ALGUNA VEZ SE PENSÓ QUE, CON LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y LA TECNOLOGÍA, LOS MAESTROS PODRÍAN SER REEMPLAZADOS, AHORA HA QUEDADO CLARO QUE ESO NO VA A SER CIERTO”

JAIME SAAVEDRA, MÁXIMO RESPONSABLE PARA EL ÁMBITO EDUCATIVO DEL BANCO MUNDIAL

Profesores que necesitan apoyo y que necesitan, por supuesto, formación para aprovechar mejor las tecnologías, tanto en la enseñanza presencial como en las modalidades híbridas, destaca Di Pietro, que además recuerda que la Comisión está culminando la actualización de su Plan de Acción de Educación Digital para ayudar a los países miembros a abordar todos estos desafíos. “La enseñanza en línea es algo nuevo, que puede aumentar la carga de trabajo de los profesores. Las escuelas deben establecer un sistema de apoyo a la enseñanza en línea para ayudar a los profesores a superar los obstáculos”, destaca la profesora Wenge Guo.

“Necesitamos reabrir las escuelas de forma segura. Pero necesitamos las herramientas y la formación para conectar e involucrar a profesores y estudiantes en cualquier circunstancia”, aporta David Edwards, secretario general de la Internacional de la Educación, organización sindical que aglutina a organizaciones de todo el mundo de maestros y empleados del sector. Edwards reclama consensos sociales amplios en ese camino —"las escuelas no son supermercados ni salas de hospital; son espacios únicos"— y pide apoyo y respeto para unos profesionales que en algunos momentos de la pandemia han sido cuestionados: “Al igual que millones de trabajadores en todo el mundo, los educadores se han mantenido en el trabajo siempre que ha sido posible: dando lecciones a través de aplicaciones de vídeo en Bélgica, grabando transmisiones de radio en la República del Congo, conduciendo autobuses escolares con wifi móvil para proporcionar puntos de acceso en ubicaciones remotas de Estados Unidos...”.

 

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