jueves, 12 de diciembre de 2019

EL PACTO PEDAGÓGICO


Un proceso de enseñanza y aprendizaje, con independencia de su naturaleza, conlleva un pacto entre dos partes. En la mayoría de las ocasiones, no se trata de un pacto explícito: no se habla de los términos del acuerdo ni se negocian las posiciones. A pesar de ello, el pacto está ahí, en las cabezas de las personas implicadas. Vamos a meternos en ellas... El pacto que nos invita a hacer la institución educativa, y que podríamos definir como "tradicional", viene a establecer lo siguiente:

En la cabeza del docente: YO vengo aquí a enseñar y TÚ vienes a aprender.
En la cabeza del alumnado: YO vengo aquí a aprender y TÚ vienes a enseñarme.

No parece un mal pacto. Los postulados son coherentes y compartidos por ambas partes. Sin embargo, esto no siempre se corresponde con la realidad. El origen de muchos problemas educativos tiene que ver con pactos en los que los términos difieren cual abismos siderales entre alumnado y docentes. Vamos a pensar mal...

En la cabeza del docente: YO vengo aquí a enseñar y TÚ solo vienes a incordiar.
En la cabeza del alumnado: YO vengo aquí a aprender y TÚ vienes a ponerme obstáculos.

Marc Prensky nos anima a preguntar a nuestros alumnos, a poner sobre la mesa los términos del pacto: "Te sorprenderás", promete. Además, advierte acerca de la necesidad de avanzar hacia una formulación que supere lo tradicional, de avanzar hacia lo que denomina "EL PACTO DE COASOCIACIÓN", que implica que el docente asuma un rol de mediador entre alumnado y conocimiento, que las relaciones en el aula sean más horizontales, que las tareas impliquen soluciones abiertas, o que la evaluación sea compartida. En definitiva, un pacto en los siguientes términos:


TÚ QUIERES APRENDER Y YO QUIERO QUE TÚ APRENDAS.

YO QUIERO APRENDER Y TÚ VAS A AYUDARME.


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