miércoles, 20 de noviembre de 2019

¿Por qué no hay que criar niños obedientes, pero sí cooperadores?


Los niños obedientes escuchan y obedecen a la autoridad. Los cooperadores evalúan la situación y hacen lo que es necesario de forma voluntaria. Piensan por sí mismos, pero quieren hacer lo correcto.
Cuando los adultos hablamos de “disciplina” solemos habitualmente relacionarlo casi de forma inconsciente con los castigos, parece que una cosa fuera unida a la otra.

Los adultos a veces gritamos, sermoneamos, damos un cachete, quitamos privilegios o castigamos a un niño en un rincón para que reflexione sobre lo que ha hecho.
El castigo es inequívocamente efectivo en el momento, conseguimos que el niño pare el mal comportamiento pero desgraciadamente no genera el aprendizaje ni fomenta las habilidades socioemocionales que deseamos que adquieran.
El castigo aunque eficaz en un primer momento invita tanto a adultos como a niños a luchas de poder y en los niños provoca sentimientos de rebeldía, revancha, resentimiento o retraimiento.

La disciplina que es “positiva” se basa en un premisa que la diferencia del concepto de la disciplina tradicional.

“NOS PORTAMOS MEJOR CUANDO NOS SENTIMOS MEJOR”.


Disciplina deriva del latín discipulus que significa discípulo, quien recibe una enseñanza de otro, educación. Sus componentes léxicos son discer (aprender) más el sufijo ina (pertenencia).

También dudamos de la eficacia de nuestra intervención si no es en el momento inmediatamente posterior al conflicto o reto al que nos enfrentamos sin darnos cuenta que cuando tomamos medidas bajo el efecto de un cerebro desconectado de sus funciones ejecutivas, estas no van a ser sabias, ni van a resolver el problema y lo peor de todo van a dar un ejemplo poco alentador al niño.
Cuando se prescinde del uso de los castigos no es que no se desee resolver los conflictos, no es que se quiera actuar con permisividad, obviando el respeto hacia la situación o hacia uno mismo, es que lo que se desea por encima de todo es que el niño aprenda y modele la forma que se usa para resolver ese conflicto.



Es habitual que los adultos nos formulemos con frecuencia estas preguntas:
– ¿Cómo puedo conseguir que mi hijo se involucre?
– ¿Cómo puedo hacer que mi hijo comprenda el significado de “no”?
– ¿Cómo puedo conseguir que mi hijo me escuche?
– ¿Cómo puedo hacer desaparecer este problema?

En estos caso, el adulto está pensando a corto plazo.
Si el adulto está preparado para un cambio de paradigma se podría fácilmente formular las siguientes preguntas.
 
– ¿Cómo puedo ayudar a mi hijo a sentirse capaz?
– ¿Cómo puedo ayudar a mi hijo a aprender respeto, colaboración y habilidades para la solución de problemas?
– ¿Cómo puedo entrar en el mundo de mi hijo y comprender su proceso evolutivo?
– ¿Cómo puedo convertir los problemas en oportunidades para aprender para mi hijo y para mi?


Estas preguntas se centran en la situación global y se basan en un pensamiento a largo plazo.
Cuando los padres pueden responder a las segundas, las primeras encuentren respuesta por si solas.

Los niños se implicarán más y colaborarán cuando tengan sentido de pertenencia y se sientan valiosos y contributivos, entenderán el “no” cuando se les tenga en cuenta a la hora de buscar soluciones y escucharan cuando los padres les escuchen a ellos y les hablen de forma que les inviten a ser escuchados.

Es probable que cuando decimos que un niño no nos escucha en realidad queremos decir que un niño no nos obedece.

Los problemas se solucionan más fácilmente cuando los niños participan en el proceso.
 
¿QUÉ PUEDO HACER PARA INVITAR A LA COOPERACIÓN?

La palabra educación precede del latín educare que significa “mover adelante”, esto posiblemente explique el motivo de la desconexión de los niños cuando intentamos “rellenarles” de exigencias o sermones.
En lugar de decirle al niño lo que debe hacer encuentra la manera de implicarlo y averiguar que siente y piensa. Las preguntas de curiosidad en lugar de las ordenes te ayudaran a conectar con él.
 
·         Crea Rutinas juntos, implícale en los acontecimientos diarios que se repiten, levantarse, acostarse, cenar, ducharse… confecciona una tabla de rutinas con él.

·         Ofrece opciones limitadas, si le das opciones el niño tiene sensación de su propio poder personal, si lo que proponga no está en consonancia con su nivel evolutivo puedes redirigir diciéndole que esa no es una opción pero que puede elegir entre esta y esta…

·         Proporcionar oportunidades para ayudar, los niños pueden resistirse a la orden, pero difícilmente se resisten a una petición de ayuda.

 
¿CÓMO SE HACE PARA ENSEÑAR A LOS NIÑOS QUE SUS ACCIONES TIENEN CONSECUENCIAS?

Los adultos tenemos dificultades de aceptar la idea de que los niños se van a portar mejor si se sienten mejor, parece que nos choca, como va aprender sino tiene un escarmiento, es decir la corrección y que el niño pague.
Siempre que se pueda los niños tienen que tener la oportunidad de vivir las consecuencias naturales o lógicas de sus actos.
El niño que no come, no debería ser castigado, si no quiere comer que no coma, la consecuencia natural de no comer será tener hambre, pero mediamos tanto que evitamos que los niños lleguen a sentir las consecuencias naturales de sus actuaciones, les despistamos totalmente.
Lo hacemos al crear una situación y plantearles las consecuencias lógicas. Por ejemplo: ‘Si dejaste el paraguas mojado en la entrada hay que secar el suelo’.
 
¿QUÉ DIFERENCIA HAY CON UN CASTIGO?

Hay una línea muy delgada entre ambos. Uno tiene que ver con permitir que el niño enfrente la realidad de la vida, y el otro pasa por la manipulación y el control. Es un tema educacional y está vinculado a la motivación de los padres, en si éstos pueden ver que las diferentes opciones tienen diferentes resultados. Un método pone énfasis en las alternativas y el otro en el castigo. Pasa todo por la ejecución y la actitud de los padres, la clave está en cómo lo plantean. Los niños no aprenden con la amenaza sino cuando ellos mismos experimentan.

• No hacer las cosas por los hijos
“Hay muchas cosas que los padres realizamos por ellos, cuando en realidad las podrían hacer por sí mismos. Por ejemplo, cuando les pedimos que dejen colgada la ropa en algún lugar y como no lo hacen, vamos nosotros y lo realizamos por ellos. Esto les crea una visión egocéntrica, y deducen que la gente tiene que servirlos. Es necesario tomarse el tiempo para enseñarles a los hijos a hacer las cosas por sí mismos. Podemos enseñarles a ponerse los zapatos, a atarse los cordones. No lo aprenderán a menos que se lo mostremos. Además, un niño de dos años siempre está diciendo ‘yo puedo, yo lo hago, dejame ayudar’. Pero muchas veces les contestamos ‘eres muy pequeño chiquito o muy lento, yo lo hago más rápido’. En lugar de eso, deberíamos dejarlos ayudar. Y si hacen algo mal, deberíamos mostrarle de qué forma hacerlo bien. Cuando empieza a realizar esas tareas, el niño comienza a sentirse integrado a la familia, empieza a percibir que se encuentra en un plano de igualdad. Por eso desafío a los padres a que piensen qué cosas podrían estar haciendo los niños, y que den un paso atrás para que sus hijos empiecen a colaborar“.

• Enseñar causa y efecto
“Si suelto un objeto que tengo en mi mano, siempre va a caer al suelo. Los niños pueden probar hacerlo para aprender la lección. No necesitamos enseñarles la ley de la gravedad para que entiendan que si lo suelto, siempre va a caer. Entonces nuevamente desafío a los padres a que dejen que los pequeños experimenten cuáles son las consecuencias naturales de determinadas situaciones, que puedan hacer cosas y ver los efectos, con los adultos a un lado viéndolos.. Decirles 400 veces lo mismo sin un resultado efectivo, seguro va a afectar la relación. Es mucho más fácil dejarlos que experimenten la consecuencia y después abrazarlos. También nos pasa muchas veces cuando quieren entrar en un charco con barro, porque se ensucian los pies. Déjalos que entren al charco y experimenten la incomodidad de estar con los pies y los zapatos mojados, y embarrados. O cuando les damos algo para el recreo y el almuerzo. Si se comen todo en el recreo, van a aprender que cuando llegue el almuerzo, no van a tener comida. Ante esto, muy a menudo pasa que los padres les llevan el almuerzo porque piensan que el niño se morirá de hambre. Eso es un error. Los niños siempre están aprendiendo, el tema es qué están aprendiendo. Muchos niños aprenden que sus papás siempre los van a rescatar, y eso los lleva a no tomar buenas decisiones por sí mismos“

• Fomentar las consecuencias lógicas
“¿Cómo socializamos a los niños para que funcionen en familia? Por ejemplo, en nuestra cultura nos sentamos a la mesa para almorzar y cenar, y es un problema mantener a los niños sentados hasta el final. Entonces los padres vamos atrás de ellos con el tenedor para que coman la comida. Hay que enseñarles que hay reglas para estar en la mesa, con lo cual no estoy diciendo que le diga al chico que le voy a pegar si se levanta o que lo voy a premiar si se queda sentado. En lugar de eso aplico la estrategia de la consecuencia lógica. ‘En nuestra cultura, cuando estás sentado a la mesa, estás comiendo. En el momento que te levantás entiendo que terminaste y retiro tu plato. Y no habrá más hasta la próxima comida’. Esto es muy efectivo porque le estás dando la oportunidad de saber cuáles son sus opciones y le estás permitiendo que haga su propia elección. De alguna manera lo estamos educando y está aprendiendo a saber qué está bien y que está mal. Ahora, muchas veces venimos haciendo toda la estrategia bien, hasta que el niño -quien optó por no seguir comiendo- dice que tiene hambre. Y nosotros decimos ‘ya te lo dije’. No es necesario meter el dedo en la llaga para hacerle ver que teníamos razón, sino que esto debe ser puesto en práctica con una actitud de respeto. La idea es: ‘yo respeté tu decisión, te fuiste de la mesa, entonces entendí que no tenías más hambre’. Los niños no experimentan por la amenaza de lo que va a suceder, sino por lo que sucede. Hay que enseñarles a tomar una mejor decisión la próxima vez. Tenemos que diferenciar la consecuencia de la decisión que el niño tomó, sin que se viva como un castigo; para eso tiene que haber una consecuencia lógica“

• Pedir su cooperación en lugar de dar órdenes
“En vez de decirles qué hacer, prueba a transformarlo en una pregunta; va a sonar menos autoritario. Los niños reciben unas 200 órdenes por día, y no les gusta. Es bueno preguntarles en lugar de mandar, ya que uno recibe más cooperación. También es bueno pedirles favores. Si están en el parque y no se quieren ir, decirles “me ayudarías a irnos, ya es tarde para estar en el parque’. te asombrarías de cómo los niños reaccionan al pedirle un favor en lugar de las órdenes. Otra buena herramienta es aplicar el ‘cuando hagas tal cosa, pasará tal otra’. Si no puedo hacer que mi hijo se lave las manos antes de cenar, lo que digo es ‘cuando tus manos estén lavadas, entonces estás preparado para cenar’. ‘Cuando estés vestido para el colegio, entonces estás listo para tomar el desayuno’. Así, el niño se siente empoderado y toma buenas decisiones“.



No hay comentarios:

Publicar un comentario