Centrarse en las capacidades de cada uno
para ampliarlas y aprovecharlas al máximo permite obtener mejores
calificaciones y, sobre todo, hace que nuestros hijos crezcan como personas más
completas y felices.
En la escuela de mis hijos, los padres se entrevistan
con los maestros al menos una vez al año. Cuando
eran pequeños, yo siempre iba. Ahora que son adolescentes, quise concertar una
cita para reunirme con ellos, y mi hijo me dijo: “no, mamá; no hace falta que
hables con los profes. Esas reuniones son solo para
los que tienen problemas en el colegio”. No sé cómo llegó a esa
conclusión, pero, por lo visto, él ha captado la idea de que solo
vale la pena hablar de lo que no va bien, que lo que funciona no
necesita mayor atención.
Nuestra cultura en general –y especialmente los
sistemas educativos– tienden a centrarse en nuestros puntos débiles, en lo que
va mal y es necesario corregir.
Cambiar el foco: de corregir los fallos
a aprovechar los aciertos
Parece que nuestra tendencia automática es
dar por hecho lo bueno y dedicar nuestras energías a subsanar los déficits.
Evidentemente, corregir lo que está mal es importante. Si
hay una grieta en una carretera, hay que arreglarla para evitar accidentes; y
si un paciente tiene apendicitis, sería absurdo que el médico le dijera: “mire,
el corazón lo tiene muy bien, así que céntrese en eso”. Pero muchas áreas de la
experiencia humana no son como la ingeniería o la medicina.
En la familia, las organizaciones y las escuelas,
notar y construir sobre lo que funciona bien puede ser enormemente
productivo.
Psicología positiva: la ciencia sobre el
cultivo de la felicidad
La psicología positiva es el
estudio científico de los factores que contribuyen a la felicidad y el
bienestar y a que vivamos con plenitud. Esta disciplina se está
aplicando especialmente en el área de la educación; incluso se habla de
“educación positiva” para referirse a una educación que incluye tanto las
habilidades académicas tradicionales como las habilidades para cultivar la
felicidad.
En su libro Flourish (2011),
el doctor Martin Seligman cuenta que ha preguntado a miles de padres y madres qué es lo que más desean
para sus hijos; y las respuestas generalmente son “felicidad”,
“confianza en ellos mismos”, “plenitud”, “satisfacción”, “equilibrio”, “salud”,
“amor”… Y cuando les pregunta qué se enseña en las escuelas,
responden: “a tener éxito”, “habilidades de pensamiento”, “a leer y escribir”,
“a trabajar”.
Seligman y su equipo de investigadores piensan
que es posible mantener la calidad académica y, además, enseñar a los
niños a vivir con plenitud –a “florecer”, como él dice–. Por
ello, han desarrollado programas para implementar la educación para el
bienestar en las escuelas.
La emoción positiva es vital para la
excelencia
Experimentar emociones positivas en la escuela hace que los alumnos
obtengan mejores resultados académicos.
Una razón para cultivar la felicidad de los niños y
los jóvenes en la escuela es que, en sí misma, es un fin
valioso; otra razón, menos obvia, es que hay evidencia
científica de quelos alumnos que están contentos en el colegio
aprenden más y tienen un mejor desempeño.
La doctora Barbara Fredrickson, investigadora
de la Universidad de Carolina del norte en Chapel Hill (EE. UU.), ha observado
que cuando las personas experimentan emociones positivas –como
la alegría, el entusiasmo, la curiosidad, el amor, la serenidad, la
gratitud...–, hay cambios medibles en ciertos aspectos de
su funcionamiento cognitivo. Por ejemplo, están más abiertas a
la información nueva, tienen mejor memoria, mayor expresividad verbal y más
capacidad para ver las cosas de manera global.
Además, al experimentar más emociones positivas, también tendemos a confiar más en las otras personas.
Las emociones positivas ayudan a ser más resilientes,
lo que permite afrontar los retos con mayores posibilidades de éxito y tener un
mejor desempeño académico.
¿Cómo aplicar la psicología positiva en
educación?
Ayudar a las personas a conocer y a aprovechar sus
fortalezas de carácter es
una de las mejores maneras de promover la positividad.
Las fortalezas de carácter son aquellas cualidades morales que podemos desarrollar o cultivar.
Los investigadores Christopher Peterson y Martin Seligman han encontrado 24 fortalezas de carácter; entre ellas, la curiosidad e
interés por el mundo, el amor por el aprendizaje, el buen juicio, el ingenio,
la inteligencia social, personal y emocional; la capacidad de poner las cosas
en perspectiva, la valentía, la perseverancia, la diligencia, la honestidad, la
generosidad, la capacidad de amar, el sentido del deber, la justicia, la
capacidad de liderazgo, el autocontrol, la discreción, la gratitud, la
esperanza, el optimismo, el perdón, el sentido del humor o el entusiasmo.
Una de las aplicaciones más importantes de la psicología positiva en la educación consiste en reconocer las
fortalezas de todos los integrantes de una escuela –desde la
directora, los maestros y los alumnos hasta el personal administrativo– para aprovecharlas al máximo. Puede ser el primer
paso para un cambio en la atmósfera de la escuela y en las vivencias
cotidianas de alumnos y docentes.
Educando desde las fortalezas: un modelo
de cinco pasos
Los especialistas en educación John Yeager, Sherri Fisher y David Shearon han
desarrollado un modelo educativo basado en las fortalezas. En su libro Smart Strengths(2011) describen las cinco fases de este
abordaje:
1. Reconocer las fortalezas
Entrenarnos para ser conscientes de lo que hace bien
cada persona, aquello en lo que sobresale, en vez de centrarnos en sus fallos.
2. Gestionar las fortalezas
Se pueden combinar, aprovechar y promover para obtener
lo mejor de cada alumno.
3. Abogar por las fortalezas
Conversar con los alumnos sobre sus capacidades y
habilidades, a fin de saber cómo se manifiestan en diferentes actividades y
situaciones.
4. Relacionarse desde las fortalezas
Construir relaciones en las que podamos manifestarlas
y conectarlas con las de los demás.
5. Entrenar a los demás
Una vez que conocemos y aprovechamos nuestras
fortalezas, podemos ayudar a los demás a hacer lo mismo.
John Yeager y sus colaboradores resaltan que, para ayudar a los niños a trabajar con sus fortalezas, los
adultos involucrados en su educación deben conocer las suyas propias. La
forma más sencilla de lograrlo es simplemente ponernos unas “gafas de aprecio”
y proponernos notar y observar lo mejor de cada uno.
¿Cómo detectar las fortalezas de
carácter?
Existen herramientas cuantitativas muy útiles para evaluarlas, como el cuestionario VIA de fortalezas de carácter. Se
trata de una prueba sencilla, con traducción al español que se puede realizar gratuitamente por Internet; hay
una versión para adultos, otra para adolescentes y otra para niños.
Finalmente, te invito a recordar tus días de escuela desde el ángulo de las fortalezas.Piensa
en alguna época o evento de tu vida escolar –puede ser todo un curso o un día
específico– en el que te sintieras especialmente bien:
·
¿Qué contribuyó a que fuera una buena
época o un buen momento para ti? ¿Crees
que demostraste una de tus fortalezas? ¿Cuál? ¿Quién lo notó o apreció?
·
Recuerda a algún maestro o maestra que
consideraras especialmente bueno. ¿Crees que notaba las fortalezas de los
alumnos? ¿Apreciaba alguna de las tuyas? ¿Alguna vez te comentó algo o te lo
hizo notar? ¿Cuáles crees que eran algunas de las
fortalezas de ese maestro o maestra especial?
·
Piensa en dos de tus mejores amigos de la
escuela. ¿Cuáles crees que eran dos de sus fortalezas de carácter? ¿Cómo se manifestaban en su trabajo escolar? ¿Y en su relación
contigo?
·
Si hoy pudieras volver a la escuela, ¿cuáles de tus fortalezas te gustaría que alguien notara y te
ayudara a cultivar? Y, si tienes hijos, ¿qué fortalezas ves en
ellos que quisieras que se siguieran desarrollando en la escuela?
Educar a partir de nuestras virtudes y las de los
demás es, en definitiva, favorecer la autoestima
necesaria para ser felices.
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