Aunque
la situación ha cambiado mucho en los últimos años, todavía queda un largo
camino para llegar a la igualdad de género. La sociedad no espera
lo mismo, ni ofrece idénticas oportunidades a hombres y a mujeres.
Además, se valora de manera más positiva a quienes se ajustan a las
expectativas y los roles dominantes.
Luchar
contra la violencia de género es cosa de todos y visibilizar
la condena a esta lacra social también.
Algunos
estudios han demostrado que los hombres que despliegan características
“masculinas” y las mujeres que exhiben características “femeninas” reciben
evaluaciones más positivas que quienes no lo hacen, según explica el informe de
la campaña “Muévete por una educación de igualdad”, impulsada por Ayuda en
Acción, Entreculturas e InteRed y apoyada por la Agencia Española de
Cooperación Internacional al Desarrollo.
Y
es que no somos conscientes, pero todos tenemos muy arraigados algunos
prejuicios y actitudes machistas que seguimos reproduciendo generación tras
generación, seguramente porque es lo que hemos observado e interiorizado desde
que éramos pequeñitos. Por eso, la educación es fundamental para romper con
estos prejuicios. En casa, los padres son el ejemplo a seguir, y
conviene reflexionar sobre los valores que se transmiten a los hijos. Para
ello, es útil hacerse preguntas del tipo: ¿Quién toma las decisiones
importantes en casa? ¿Cómo se organiza el reparto de tareas? ¿Cómo se resuelven
los conflictos?
“Los
adultos que rodean a los niños son una fuente de información constante, que es
aceptada por ellos sin filtro ni cuestionamiento. De manera silenciosa, los
niños y niñas integran todo lo que les llega y lo imitan”, explica Sergio
Díez, coordinador de la Escuela de Filósofos de los Colegios Brains. Desde
estos centros educativos se sugiere un decálogo de buenas prácticas para padres
y profesores que puede ayudar a educar a los más pequeños y a
prevenir la discriminación y la violencia de género:
1. Observar y escuchar.
Es
importante observar cómo se relacionan nuestros hijos con sus
compañeros y compañeras, entender qué conceptos manejan.
2. Desmontemos los prejuicios.
Cuando
afirman algo categóricamente hay que responder con una pregunta: ¿por qué? Por ejemplo,
si nuestro hijo nos dice que fregar es de mujeres, podemos preguntarle: “¿Por
qué es de mujeres? ¿Los niños no tienen manos? ¿Por qué no van a saber fregar?”.
Al tratar de razonar el prejuicio, éste acaba autodestruyéndose.
Además,
recordemos la discriminación también se produce hacia el
género masculino: todavía existe una percepción de quelos niños deben
ser más duros, mientras que las niñas son sensibles. Está peor visto y a
muchos chicos se les ridiculiza por llorar,
o por mostrar una mayor sensibilidad, y esos son prejuicios que también debemos
esforzarnos por desmontar.
3.
No se puede generalizar.
Debemos
hacerles comprender que las generalizaciones conducen a error. Cada persona es
única e irrepetible, y tiene virtudes, defectos y
capacidades propias, independientemente de si es hombre o mujer.
Tenemos características
propias que nos vienen dadas por nuestro sexo, pero esto no debería que
implicar que tengamos distintas oportunidades o que se espere que nos
comportemos de una forma u otra.
4.
Implicar a los niños y niñas en las tareas del hogar.
Asignarles responsabilidades o actividades cotidianas
que tradicionalmente han sido consideradas 'cosas de mujeres' o 'cosas de
hombres'.
5. Compartir la información, debatir con ellos.
Es
bueno hablar con ellos de la información que reciben en la escuela, en
la televisión, de sus amigos… así generamos el hábito de conversar y discutir ideas en casa y fomentamos en los
niños el espíritu crítico. Además, nos ayuda a entender cómo son, qué ven, qué
piensan y cómo se sienten.
6. Comprender nuestras propias limitaciones en cuanto
a género.
Hemos
sido educados en una sociedad que, igual que hoy, pretendía asignar un
rol a cada sexo, y por eso nosotros mismos, tanto hombres como mujeres, tenemos interiorizadas algunas
actitudes discriminatorias. Es bueno mirarnos con ojo crítico y, de alguna
manera, reeducarnos.
7. Responde sus dudas.
Debemos
procurar que el momento de la televisión lo compartan con nosotros,
y tenemos que responder a cualquier pregunta que les surja respecto a aquello
que están viendo, incluidas las aquellas sobre sexualidad o relaciones entre hombres y
mujeres.
8. Juegos “unisex”.
Muchos juegos tradicionales no
necesitan herramientas, ni tienen roles definidos: el pañuelo, la gallinita
ciega, el rescate... son divertidos, no entienden de género, ¡y no pasan de
moda!
9. Da ejemplo.
Ellos
nos observan y son como esponjas: repiten nuestras palabras e imitan nuestros
comportamientos. Ven cómo nos relacionamos con ellos, con nuestra pareja, con nosotros mismos, con el entorno
familiar y con la sociedad. Los patrones de comportamiento se heredan, y no es
sencillo desligarse de esta influencia familiar. Evitemos roles,
tópicos, lugares comunes respecto al género, y dejemos que vayan
creando sus propias opiniones desde el respeto y la empatía por lo diferente.
10. El aprendizaje nunca se acaba.
Para
enseñar hábitos, debemos ser nuestra mejor versión posible. Y para ello tenemos
que desaprender, criticarnos, ver y comprender la realidad de nuestro entorno y
cambiar lo que no funciona.
Fuentes: Escuela de Filósofos de los Colegios Brains y
campaña “Muévete por la Igualdad” de Ayuda en Acción, Entreculturas e InteRed y
Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo.
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