Hoy proclaman muchos colegios, como obligatorio, el ideal de la “excelencia”: la institución debe ser excelente, los programas de formación y los profesores también, y los estudiantes deben aspirar a ser excelentes y a demostrarlo.
Permítanme decirles que considero este ideal de la excelencia una aberración. “Excelente” es el superlativo de “bueno”; excelente es el que excellit, el que sobresale como único sobre todos los demás; en la práctica, el perfecto. En el ámbito educativo, hablar de excelencia sería legítimo si significara un proceso gradual de mejoramiento, pero es atroz si significa perfección. Educar siempre ha significado crecimiento, desarrollo de capacidades, maduración, y una buena educación debe dejar una disposición permanente a seguirse superando; pero ninguna filosofía educativa había tenido antes la ilusoria pretensión de proponerse hacer hombres perfectos.
Yo creo que la excelencia no es virtud; prefiero, como el poeta, pensar que “no importa llegar primero, sino llegar todos, y a tiempo”. El propósito de ser excelente conlleva la trampa de una secreta arrogancia. Mejores sí podemos y debemos ser; perfectos, no. Lo que una pedagogía sana debe procurar es incitarnos a desarrollar nuestros talentos, preocupándonos por que sirvan a los demás. Querer ser perfecto desemboca en el narcisismo y el egoísmo. Si somos mejores que otros —y todos lo somos en algún aspecto— debemos hacernos perdonar nuestra superioridad, lo que lograremos si compartimos con los demás nuestra propia vulnerabilidad y ponemos nuestras capacidades a su servicio".
Lograr calidad en educación - más allá de cómo se defina concretamente este concepto - es tarea titánica, delicada, compleja, multi- y trans-sectorial, sostenida, de largo aliento, de varias décadas, permanente, sin fin. Más si se trata no de lograrla en un plantel o en un conjunto de planteles sino en todo un sistema educativo. Por eso resulta curioso que hoy muchos se empeñen en hablar de excelencia educativa. Como sin con calidad, con buena educación, no bastará.
La "excelencia" educativa se ofrece o se propone hoy en todo tipo de niveles educativos. La ofrecen, sobre todo, la folletería promocional y la gran política educativa desde determinadas instituciones y, también, desde los gobiernos. De tanto leerla y escucharla en documentos, en charlas y en eventos tengo la impresión de que donde más se habla de excelencia es donde más lejos se está de alcanzarla.
Conservo hace muchos años esta cita de Pablo Latapí - inspirada en versos de León Felipe: “Voy con las riendas tensas y refrenando el vuelo, porque no es lo que importa llegar solo ni pronto, sino con todos y a tiempo” - que ahora me sirve para enmarcar esta breve reflexión. No solo no perdió sino que ganó en relevancia y en vigencia.
"El propósito de ser excelente conlleva la trampa de una secreta arrogancia", escribe Latapí, maestro de maestros, para quien calidad educativa, equidad y servicio social fueron siempre de la mano. Arrogancia que niega las realidades de la educación en nuestros países y la necesidad de transformarla con sentido de justicia y equidad, para poder construir sociedades más felices, más democráticas, más igualitarias, más y mejor educadas.
Son tiempos de exacerbado individualismo-narcisismo y perenne inequidad social, en que se ha ido perdiendo la pasión transformadora de la educación no para mejorar puntajes en pruebas sino para transformarnos como personas, para transformar la realidad y el mundo en que vivimos. Hay, al mismo tiempo, creciente conciencia de que, a nivel global y de cada país, no hay calidad educativa posible mientras no se avance en equidad. El aprendizaje a lo largo de la vida se ha propuesto como nuevo paradigma para la educación en el siglo XXI, dentro y fuera de las aulas. La colaboración (antes que la competencia), la empatía y la inclusión se incorporan a las reformas y a las políticas educativas como valores deseables en las personas y como competencias indispensables del 'aprender a aprender' y para la convivencia social.
"Toda escuela una buena escuela" es el lema de los finlandeses, que han logrado, a lo largo de varias décadas, convertirlo en realidad y en desafío continuo, no para una minoría sino para todos. Nunca aspiraron a ser los mejores en PISA, reiteran los arquitectos de la nunca acabada reforma educativa en ese país. Lograr una "educación de excelencia" jamás estuvo en su ideario, solamente lograr una buena educación para todos, prestando para ello atención tanto a la equidad como a la calidad. Y por eso han logrado lo que hoy se expresa a nivel mundial como un deseo y es asegurar una educación equitativa, inclusiva y de calidad que ofrezca oportunidades de aprendizaje a lo largo de toda la vida para todos.
jueves, 28 de febrero de 2019
¿EXCELENCIA EDUCATIVA?
viernes, 22 de febrero de 2019
Derecho y justicia social en la educación.
Cuando hablamos de educación inclusiva ¿realmente sabemos lo que es y lo que supone?¿Somos conscientes de que es un derecho? ¿Somos conscientes de que como docentes es nuestra obligación garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad a todo el alumnado? Cuando hablamos de educación inclusiva, ¿sabemos que hablamos de justicia social, de derechos humanos, de ética?
El principio de inclusión aparece por primera vez en España en mayo del año 2006, cuando se aprueba la Ley Orgánica de Educación (LOE). Ese mismo año, en el mes de diciembre, las Naciones Unidas aprueban también la Convención sobre los derechos de las personas con Discapacidad, que en su artículo 24 habla del DERECHO a una educación inclusiva. España firma y ratifica esa Convención en mayo del año 2008, y desde entonces entra a formar parte del ordenamiento jurídico español.
La educación inclusiva es un derecho que tiene todo nuestro alumnado y para nosotros, los docentes, es una obligación ofrecer y garantizar los apoyos y ajustes necesarios para conseguirla.
Hablar de justicia social es hablar de educación inclusiva; es hablar de asegurar que todos los niños y niñas tengan derecho a una educación inclusiva, equitativa y de calidad; es hablar de filosofía, de ética y de humanismo; es hablar de personas. En la actualidad, cada vez hay más familias que para conseguir este derecho a la educación deben acudir a los tribunales, con el consiguiente sufrimiento, desasosiego e incertidumbre que ello acarrea. Esto no es hablar de justicia social, no es hablar de educación inclusiva.
La justicia social en educación debe alejarse del concepto tradicional de justicia legal y debe acercarse a la justicia como presencia y participación de todo el alumnado en el aula y sobre todo a la justicia como educación de calidad y éxito para todos.
Para ello, los docentes y los centros educativos debemos cambiar nuestras culturas, nuestra mirada, debemos ver la capacidad y no la discapacidad, ver el talento y no el déficit, debemos estar informados y formados, debemos transformar nuestras prácticas y debemos liderar este cambio.
La justicia social se basa en aceptar las diferencias, en diluir los límites entre lo que yo, como docente, entiendo por normalidad y anormalidad, en ofrecer una educación de calidad a todo el alumnado, en un cambio de mirada mío y en un cambio de cultura del centro educativo. Cuando no somos justos, somos injustos, y entonces hablamos de opresores y oprimidos, y yo soy opresora cuando soy culpable del sufrimiento ajeno, cuando cometo injusticias, cuando le digo a una familia que su hijo o su hija no puede estar en este centro, cuando no ofrezco apoyos y ajustes suficientes a todo el alumnado, cuando etiqueto, cuando pongo barreras, cuando no las elimino, cuando no permito que todos los niños participen, cuando segrego, cuando invisibilizo, cuando tengo prejuicios, cuando me molestan dentro del aula; pero, sobre todo, cuando acepto la injusticia como algo normal y lo habitual se vuelve opresivamente cotidiano.
Reflexionemos sobre nuestras prácticas, reflexionemos sobre cómo transformarlas, reflexionemos sobre nuestra mirada, reflexionemos sobre qué es lo que quiero, sobre las barreras que pongo y quiero eliminar, sobre los apoyos que necesito para conseguir eliminarlas, sobre lo que puedo y no puedo hacer sola, sobre quién me va a ayudar. Reflexionemos sobre la justicia y la injusticia y entonces, solo entonces, esta reflexión me servirá para caminar, para conseguir una educación justa, equitativa y de calidad para todo el alumnado, para hablar de educación con mayúsculas, porque no tendríamos que hablar de educación inclusiva, tendríamos que hablar solo de educación, de educación con mayúsculas, porque cuando añado el adjetivo “inclusiva” al sustantivo “educación”, quiere decir que previamente he segregado y que por eso ahora tengo que incluir. Seamos capaces de hacer brillar siempre a todo nuestro alumnado, de iluminarlos y permitir que nos iluminen.
viernes, 15 de febrero de 2019
La tutoría con el profesor
Una comunicación fluida entre el
profesor y las familias es fundamental para el desarrollo educativo del alumno
Intercambiar información, resolver
conflictos, analizar el comportamiento o simplemente conocer las opiniones de
las dos partes son algunos de los objetivos que persiguen las tutorías con los
padres. Una herramienta esencial, tanto para las familias como para los
educadores, que ayuda a integrar de forma coherente los ámbitos educativos
escolar y familiar.
¿Para qué querrá
vernos el profesor? Es la pregunta que se suelen hacer muchos padres ante la
solicitud de una entrevista personal con el tutor de sus hijos, ya que
frecuentemente se asocia este hecho a que el alumno presenta algún problema o
dificultad en el aula.
Las tutorías logran una mayor coherencia
entre la educación del niño en el colegio y en el hogar
Nada más lejos de la
realidad. Las tutorías con la familia no deben considerarse únicamente como una
herramienta para resolver conflictos, sino como una vía para intercambiar la
información relevante sobre la situación del alumno en el ambiente familiar y en
el escolar y analizar sus influencias. De este modo, se logra una mayor
coherencia entre la educación del niño en el colegio y en el hogar, se unifican
criterios y se asumen unas mismas líneas de actuación en los dos ámbitos.
Todos los centros
escolares deben incluir dentro de su Proyecto Curricular el denominado Plan de
Acción Tutorial (PAT), donde se especifican los criterios y procedimientos para
la organización y funcionamiento de las tutorías, tanto con los alumnos como
con las familias. Generalmente entre las actuaciones que se incluyen en el PAT
de un centro se incluyen las entrevistas individuales con los padres para
informarles del desarrollo académico del alumno o de cualquier aspecto
relacionado con su formación, con el objetivo principal de que se establezca un
canal de comunicación fluido entre los profesores y familia.
Los padres siempre pueden solicitar una
entrevista con el tutor si lo desean
Normalmente, el centro
escolar, dentro del PAT, estipula para cada nivel educativo un número de tutorías
rutinarias con los padres, pero estos siempre pueden solicitar una entrevista
personal con el tutor del alumno si lo desean, ya sea porque han detectado
algún problema o dificultad en el escolar que es conveniente consultar con el
profesor, para informarle sobre algún cambio en la situación familiar que puede
afectar al alumno o simplemente para conocer otros aspectos de la evolución de
sus hijos, que no se reflejan en las notas o evaluaciones que informan
periódicamente sobre el rendimiento escolar del alumno.
Preparar la entrevista
Al igual que sería
impensable acudir a una reunión de trabajo sin haberla preparado con
anterioridad, los padres deberían preparar del mismo modo las tutorías con el
profesor. Tras consultar con varios profesores de distintas etapas educativas,
ofrecemos una serie de pautas que los padres deberían tener en cuenta a la hora
de acudir a la cita con el tutor de sus hijos:
Deben ser puntuales: normalmente el
profesor concierta varias citas en el mismo día, el que una familia se retrase,
puede afectar al resto de familias que se han convocado.
Preparar la
entrevista: los padres deben tener claro que no sólo van a escuchar, sino que la
tutoría es un intercambio de información, por tanto es aconsejable que recojan
por escrito los temas que quieran tratar con el profesor y aquella información
que pueda ser relevante para el docente, tanto la referente al rendimiento (el
tiempo que dedica a las tareas o las dificultades que encuentra), como a sus
hábitos en el hogar (relaciones con otros miembros de la familia o las
actividades de ocio).
Consenso entre los
padres: es importante que los padres consensúen sus opiniones sobre los temas
que se van a tratar en la tutoría con anterioridad, y si hay disparidad en sus
opiniones comunicárselo al tutor.
Los hijos pueden ser la mejor fuente de
información para preparar la entrevista
Conversar con los
hijos: a partir de una edad, los hijos pueden ser la mejor fuente de
información para preparar una tutoría. Preguntarle sobre los temas que le
preocupan o simplemente obtener su opinión sobre su situación escolar orientará
a los padres en los puntos importantes que deben tratar en la entrevista con el
profesor.
Tener una actitud
positiva: los padres deben tener en cuenta que la entrevista con el tutor es
una herramienta para favorecer el desarrollo escolar del alumno, y que aunque
algunos de los aspectos que el profesor transmita sobre ellos sea negativo o
discutible, no es conveniente adoptar una actitud defensiva.
El profesor interactúa no sólo con un
alumno, sino con un grupo amplio de la misma edad
Valorar la opinión del
profesor: aunque los padres pueden ser los que mejor conocen a sus hijos, es
evidente que el profesor puede conocer actitudes y características de los
alumnos que no manifiestan en el entorno familiar y que aportan a los padres
una información complementaria muy valiosa. Por otra parte, hay que tener en
cuenta que el profesor interactúa no sólo con un alumno, sino con un grupo
amplio de la misma edad y por tanto, hay que valorar ampliamente su opinión
sobre algún problema o actitud y el grado de importancia que hay que darle.
Establecer objetivos: al finalizar la
entrevista los padres deben acordar con el tutor, si es necesario, aquellos
aspectos referentes al alumno que se necesitan mejorar o reforzar y de qué modo
participará cada una de las partes en la consecución de los objetivos que se
planteen.
Cómo debe preparar la tutoría el profesor
La ponencia Cómo mejorar la
relación entre el centro educativo y las familias realizada por
un equipo de la Asociación
Aragonesa de Psicopedagogía en el Encuentro Nacional de
Orientadores, recoge algunas de las pautas esenciales para los tutores a la
hora de preparar una entrevista individual con los padres.
Antes de la
entrevista: el tutor debe preparar la entrevista informándose del alumno,
preparando tanto lo que vaya a decir como el material de apoyo que se vaya a
utilizar (notas, fichas, partes...). Asimismo, el tutor debe preparar el lugar
de la entrevista, procurando que sea tranquilo, cómodo, sin interrupciones y
confidencial.
Durante la entrevista:
- Crear un buen clima con los
entrevistados y comunicar el tiempo disponible.
- Valorar la posibilidad de
incluir al alumno en la entrevista.
- Extraer características y
acciones positivas del alumno y manifestarlas en primer lugar antes que lo
negativo.
- Seguir un orden prefijado en la
entrevista: escolar, personal, social...
- Objetividad sobre el alumno:
Hablar más con el verbo ESTAR y HACER que con el SER.
- Transmitir confianza y
seguridad en lo que se dice y hace. Tener mentalidad positiva, dar
expectativas positivas y promover el cambio.
- Transmitir que son
colaboradores en la educación del hijo, no meros transmisores de
información. Que lo personal y lo social preocupa tanto como lo meramente
académico.
- Transmitir empatía: cuando haya
malestar y preocupación reales ponerse en el lugar del entrevistado,
pensar que como padres es normal que estén preocupados por sus hijos.
- No hacer alardes de autoridad,
cuestionar, evaluar, juzgar o discutir y del mismo modo no aceptar faltas
de respeto o de mala educación, amenazas o críticas injustificadas.
- Transmitir sensación de
confianza en las capacidades de los padres.
- Derivar al Orientador cuando el
problema sea necesario.
- Recoger toda la información
posible. Los padres conocen al alumno mejor que nosotros.
- Ser coherentes: no pedir a los
padres que hagan algo para solucionar un problema del alumno si nosotros
no estamos dispuestos a hacer algo también, aunque eso nos suponga más
trabajo.
miércoles, 6 de febrero de 2019
¿Cómo es posible que los niños estén más ocupados que los adultos?. Por Mel Elices.
https://melelices.com/
Está
clarísimo que cada padre elige de qué manera educar a sus hijos. Pero hay una
cosa que no logro entender: ¿como es posible que los niños estén más ocupados
que los padres? Tengo una amiga que lleva a su hijo de seis años a fútbol, a
inglés, a natación, pintura, música y a clases de informática para peques. El
otro día me mandó un mensaje y me dijo: “Mel, mi hijo se duerme por las
esquinas. Creo que le pasa algo”.
Mi
contestación fue clara: ¿pero te extraña que se duerma
por las esquinas? No tiene suficiente con todos los deberes que tiene que hacer
cada día, si no que también tiene que asistir a todas las actividades
extraescolares a las que le habéis apuntado. ¿Cuándo tiene tiempo de
jugar libremente, de desconectar y de descansar? Posiblemente, lo que al
niño le pase es que esté excesivamente cansado.
Los
niños no son robots sin sentimientos
En
bastantes ocasiones he escuchado eso de: ¡pero si son niños! ¡Ellos no
se cansan! ¿Cómo que no se cansan? Sí que lo hacen. Y también
se pueden sentir saturados y agobiados con tantos deberes y actividades
extraescolares. Puede que no sepan expresar
su malestar o cansancio pero sí que lo sienten. Los niños no son
robots sin sentimientos y con energía infinita.
A
los adultos también nos gusta descansar, desconectar, tener tiempo para
nosotros y para hacer las cosas que nos gustan… ¿por qué
hay gente que piensa que con los niños es diferente? Ellos
también necesitan tiempo para disfrutar, para jugar y sobre todo para
relajarse. No se debería creer que los peques pueden con todo y que van a estar
al cien por cien siempre.
Exceso de deberes y actividades
extraescolares
Conozco
a niños de educación primaria que tienen una cantidad excesiva de deberes cada día. Como si eso no fuese suficiente, también tiene que ir
a un montón de actividades extraescolares que les agotan. Vamos, que en bastantes
ocasiones, los niños tienen muchísimas más cosas por hacer que los propios
padres.
Pero
ojo, yo no digo que las actividades extraescolares estén mal. Me parece bien
que si un niño le gusta mucho el fútbol y quiere practicar el deporte, se le
apunte a un equipo. Es genial que un peque quiera ir a música porque le encanta
tocar los instrumentos. No está mal tener una o dos horas a la semana de
extraescolares. Lo que es horrible es que
los niños las tengan todos los días.
¿Por qué los niños tienen que ser genios en
todo?
Personalmente,
creo que se está produciendo una sobreestimulación con los
aprendizajes. Hay padres que quieren que sus hijos sean los
mejores en absolutamente todo. Por eso les apuntan a la mayoría de actividades
extraescolares: los peques tienen que ser perfectos en fútbol, en natación, en
inglés, en pintura y con los ordenadores.
¿Por
qué? ¿Por qué hay padres que se empeñan en que los niños sean ases en
prácticamente todas las áreas? Quizás no sepan que un aceleramiento de
aprendizaje no es nada conveniente para el desarrollo. Puede que desconozcan
que los peques también tienen que descansar y que no es necesario que sean genios en todo.
El miedo innecesario a decepcionar a los padres
Hay
bastantes niños que temen decepcionar a sus padres al decirles que no quieren
ir a fútbol, pintura o a clases de informática. Lo que
ellos más desean es que sus padres estén orgullosos y felices con ellos. Por
eso hay veces que no expresan cómo se sienten o lo cansados que puedan llegar a
estar.
Desde
mi punto de vista, apuntar a actividades extraescolares a los niños solo para
que estén entretenidos y sin que ellos realmente quieran, es un problema.
Algunas veces, tengo la sensación de que son los padres los que quieren que sus
hijos estén hiperocupados asistiendo a las actividades
todos los días. Ojalá sea una sensación equivocada.
Mi hijo va a inglés, informática, música…
Bueno,
vale. ¿Y su hijo cuándo juega? ¿Cuándo tiene tiempo para hacer una actividad de
forma relajada y sin estrés? ¿Realmente
es necesario que de clases de informática con cinco años? Quizás,
sería más adecuado (y ojo, que yo todavía no soy madre) ir al parque con él
para que corra y juegue libremente?
No
sé si os habéis encontrado alguna vez con algún papá o mamá que comenta eso
de: pues yo he apuntado a mi hijo a inglés, música, informática y
pintura para que vaya más adelantado que el resto de los compañeros. Pero
creo que se olvidan de una cosa: los niños no son simples trofeos que exponer
ante los demás. Tienen derecho a disfrutar de algo muy importante: su propia infancia.
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