Que la actividad neuronal sea beneficiosa ante un
error depende de una decisión nuestra. Veamos cuál.
¿Por qué hay personas que les fascinan los retos y otras que prefieren
evitar cualquier desafío para no equivocarse? Carol Dweck, psicóloga de
la Universidad de Stanford, dio la respuesta con una clasificación muy
sencilla. Todos podemos tener dos tipos de mentalidades: una orientada al
crecimiento y otra fija.
Las personas con “mentalidad de crecimiento” piensan que el éxito depende
del esfuerzo, del trabajo o de sudar la camiseta. Sin embargo, las personas con
“mentalidad fija” creen que depende de habilidades innatas y tienen urticaria
ante cualquier error. “Si no se ha nacido con dichos dones, ¿para qué
intentarlo?”, se plantean. Curiosamente, el hecho de decantarnos por una o por
otra no depende de cuestiones genéticas, sino de educación, como demostró Dweck con
alumnos de once años y después de que hicieran un trabajo difícil. A aquellos a
los que les reconoció que su éxito dependía de su esfuerzo, se atrevían después
con otro desafío aún más difícil. “Total, si me equivoco, no importa”,
pensaban. Sin embargo, a los niños que se les dijo que lo habían conseguido
porque eran muy listos o muy inteligentes, cuando el reto iba en aumento,
preferían no intentarlo… “¿Para qué probar suerte y equivocarme? Mejor me quedo
como estoy y así sigo demostrando que soy inteligente”, era el pensamiento que
lo resumía.
Tener mentalidad de crecimiento o fija no
depende de cuestiones genéticas, sino de educación, como demostró Dweck
Este resultado resulta muy desconcertante. Siempre se ha dicho que
es bueno reforzar la autoestima de nuestros hijos con el verbo “ser”, ser muy
buen chico, muy listo… Sin embargo, como ha comprobado Dweck, con esta técnica
corremos el riesgo de reforzar también la mentalidad fija. Cuando esto
ocurre, no se encaja el error y se evita cualquier desafío que nos haga
salirnos de nuestra zona de confort, como también ha comprobado la
neurociencia.
Jason S. Moser y
sus colegas en la Universidad de Michigan State han descubierto
qué nos ocurre en nuestro cerebro cuando nos enfrentamos a una equivocación.Dependiendo
de si nuestra mentalidad es de aprendizaje o fija, la actividad neuronal ante
un error será más activa o menos. En otras palabras, cuando pensamos
que podemos aprender, si nos equivocamos, se despierta un intenso baile
neuronal para identificar causas, patrones o aprendizajes que nos sirvan para
un futuro (color rojo de la imagen). Sin embargo, si nuestra mentalidad es
fija, ante una equivocación, echaremos balones fuera, nos justificaremos con
mil y un argumentos y nuestra actividad neuronal para encontrar razones para el
aprendizaje quedará un tanto dormida (color verde). Y todo ello no depende de
la edad. Según Dweck, el 40 por ciento de las personas tienen
“mentalidad de crecimiento”; otro 40 por ciento, su “mentalidad es fija” y el
resto, dependiendo del momento.
¿Qué podemos hacer? Lo primero de todo, revisar la educación. Comencemos a
valorar el esfuerzo y no solo las habilidades innatas. Si queremos que nuestros
hijos se enfrenten con seguridad a los desafíos, es mejor que vivan el error de
una manera constructiva y no evitándolo a toda costa. Por ello, tengamos
cuidado con los reconocimientos que hacemos e incluyamos también el concepto de
trabajo y no solo el ser un niño o niña muy lista o inteligente.
Segundo, asumamos que nuestro cerebro
es plástico, que somos capaces de crear nuevas conexiones neuronales
si comenzamos a proponérnoslo. Por ello, reflexionemos qué tipo de mentalidad
tenemos (de manera sincera, que no siempre ocurre). Si solemos buscar excusas
ante los desafíos, comencemos a darnos cuenta de que la mayor parte de las
personas que encajan los fracasos mejor que nosotros tienen “mentalidad de
crecimiento”, que esta no es innata y que se puede desarrollar a cualquier
edad. Por tanto, no valen las excusas.
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