jueves, 26 de marzo de 2015

LA NECESIDAD DEL PENSAMIENTO CRÍTICO.

El pensamiento crítico es lo que va a permitirles analizar las afirmaciones o estructuras de pensamiento que se dan por válidas por la mayoría o por la sociedad. Y eso es fundamental para poder encontrar sus propias respuestas, pensar por unos mismo, descubrir posiciones más razonadas y razonables sobre lo que se considera la verdad. Para la vida, para el desarrollo personal y para ejercer la libertad o descubrir nuevas respuestas es casi lo más importante que debe aprender a hacer un ser humano con su mente.
Pero, ¿de verdad nuestro sistema educativo fomenta eso? Nuestra respuesta es que no lo hace, pues cuestionar es lo menos valorado de todo lo que un niño va a aprender, lo que menos se valora. No, mientras sigamos teniendo como base del aprendizaje el repetir contenidos de manera memorística y el obedecer cualquier norma, orden o decisión externamente impuesta sobre lo que hay que aprender y lo que hay que responder, esta habilidad más que potenciarse, se aplasta.
Os dejamos algunas propuestas para lograr poner las bases para el pensamiento crítico en los niños:
No insistiremos en inculcarles nuestras creencias religiosas o políticas, presentándolas con objetividad y dando también su valor a los que piensan de manera diferente. Seremos respetuosos con otras etnias, culturas, religiones e ideologías, evitando la parcialidad y la confrontación.
Los animaremos a defender con pasión y respeto sus propias ideas, y a sustentarlas en argumentos. Y eso lo haremos desde que son pequeños. Nada hay más desesperante que un grupo de alumnos de Bachillerato que se paralizan cuando les pides su opinión sobre un tema o solo saben defenderlo con prejuicios y descalificaciones, pues nadie nunca les animó al pensamiento crítico, sino a la memorización, la falta de opciones y la obediencia.
Les ayudaremos a desarrollar un pensamiento lógico y a expresarse con coherencia, no dando tanto valor a la expresión escrita sobre la oral. Los escucharemos de forma activa, sin juicios, y por supuesto, sin arrogancia. Muchas veces los niños intentan contarnos algo pero nos creemos que nuestros propios asuntos son mucho más importantes.
Valoraremos y fomentaremos la colaboración, el intercambio de ideas y el trabajo en equipo, pues solamente mediante la práctica se consigue entender al otro y saber llegar a acuerdos. Desterraremos la competitividad como medio de mejora y excelencia educativa.
Daremos tiempo al juego libre, como vehículo de autodescubrimiento y exploración y como fórmula para aprender a valorar riesgos, cooperar y llegar a acuerdos. Incluso debemos tener presente que el juego libre, en grupo o en solitario, ayuda al niño a buscar soluciones creativas y divergentes a lo establecido.
Otro vehículo del desarrollo del pensamiento crítico es la que nace de la pasión por un tema en concreto, en el que, el niño, fascinado, querrá investigar, comparar datos y teorías, profundizar y sacar sus propias conclusiones, del amor y la entrega, del placer.
Y recordaremos en todo momento que las personas libres aprenden a ser libres, siéndolo y aprendiendo también a hacerse responsables de sus actos, no por miedo al castigo, sino por compromiso personal con sus derechos y los de los demás.
Todos los niños, y no solo los mejores alumnos, son capaces de desarrollar el pensamiento crítico. Para ayudarles el educador debe introducirlo en todos los ámbitos del aprendizaje: con paciencia, haciendo preguntas y permitiendo que el alumno vaya logrando expresar su opinión o su pensamiento de manera clara. La verdad establecida se aplica a todo lo que nos rodea: valores, costumbres, normas, ideología y cultura propia, explicaciones sobre la ciencia, la historia o la sociología. Los adultos tenemos que tener el valor de realizar este tipo de pensamiento nosotros para poder transmitírselo a los niños.
El pensamiento crítico no consiste en sacar fallos a todo, sino analizar las premisas de manera lógica, aportando datos y llegando a conclusiones propias. La claridad, el propósito, la valoración de las fuentes y los datos, las implicaciones de la consecuencia de nuestra respuesta, la capacidad de autocrítica es algo que los educadores debemos hacer y acompañar a los niños en este proceso cognitivo.
Las bases del aprendizaje del pensamiento crítico es sencilla: el pensamiento crítico. Debemos permitir que el niño aprenda mediante el error y la reflexión autónoma, no mediante la memorización.
Debemos permitirle ofrecernos sus propias respuestas sin penalizar la equivocación, la imaginación o la divergencia. Nunca jamás ridiculizarlos, ni usar el chantaje, ni hacerles sentir presionados, ni confundir castigo con consecuencia.
Los niños que piensan por ellos mismos y ejercen el pensamiento crítico cuestionarán lo que les presentemos como verdades morales, normas, ideas, creencias y respuestas.
A veces nos harán sentir incómodos ante nuestras propias contradicciones. Nos revelarán nuestra propia ignorancia y prejucios. Son maravillosos. Pero para poder acompañarlos nos tenemos que volver nosotros capaces de autocrítica, flexibles y conscientes de nuestros límites.
Nos van a hacer aceptar una idea que nos dolerá: los adultos no siempre tienen la razón. Tenemos que asumirlo y hasta comprender y aceptar que los adultos que nos educaron con amor hicieron cosas equivocadas y nos dañaron. Sin esa capacidad nunca ayudaremos a que los niños desarrollen un pensamiento crítico real, pues este se aprende mediante su ejercicio.
No podemos reproducir en ellos la necesidad de obedecer a la autoridad sin cuestionarla ni negarse a seguir órdenes injustas. No digo que sea más sencillo educar de esta manera, pero desde luego eso si es educar, no adiestrar. Estamos con los niños para ayudarles a convertirse en adultos plenos y responsables, no en súbditos sin criterio propio ni capacidad de desobediencia. El camino es complicado, pero indispensable.
Mireia Long

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